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‘Canvi’, el documental que piensa globalmente y actúa localmente

Javier Horrillo dirige esta docuficción recién estrenada en Valencia e inspirada en el ensayo 'Y ahora yo qué hago' (Capitán Swing, 2020), de Andreu Escrivá.
‘Canvi’, el documental que piensa globalmente y actúa localmente
Foto: Virtual Art

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Alba es una estudiante de la ESO de Valencia un poco pasota que acompaña a su padre a la presentación de un libro sobre la crisis climática. Cuando coincide con el autor, le dice a las claras que ella no se lo cree mucho. Que siempre ha hecho este calor en verano. Que le suena a cuento. Pero cuando le piden un trabajo en clase sobre el tema, se encuentra volviendo al libro y descubriendo que en su misma provincia, o en su familia, hay gente afectada por el calentamiento global y otra mucha que se dedica a trabajar para impedir su peores consecuencias.

Así arranca Canvi, un documental sobre una crisis global centrado en unos pocos kilómetros de las provincias de Valencia y Castellón, y en el que la protagonista, que es ficticia, se acaba entrevistando con toda una batería de expertas muy reales, como María José Estrela Navarro, científica valenciana especializada en las temperaturas del Mediterráneo, o Sera Huertas, del Centre d’Educació Ambiental de la Comunitat Valenciana (CEACV).

«La película existe porque nuestra productora, Virtual Art, hizo un piloto para una serie de animación sobre el cambio climático y ahí contactamos con un profesor que nos dijo que les faltaban materiales que utilizar en clase sobre el tema», explica Javier Horrillo, director del documental (o docuficción). «Alba, la protagonista [interpretada por la actriz Alex Viciano], investiga casos cercanos a ella porque es lo que más le va a llegar a nuestro público objetivo, pero también porque para una estudiante de la ESO ya suena hasta a demasiado todo lo que hace», explica.

Un instante de la película. Foto: Virtual Art.

Además de Navarro o Huertas, aparecen Samira Khodayar, investigadora en el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM); Arianna Renau, catedrática de la Universidad Jaume I; Pepa Ferrando, de la Fundación Oceanogràfic, y Concha Domingo, del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA). Mitad explicando como la crisis ya está afectando a cultivos tradicionales valencianos como el arroz o la naranja (en la ficción afectando a la familia de la niña protagonista), mitad mostrando las posibles soluciones que también se están aplicando.

Horrillo destaca la parte en la que se trata la cuestión del futuro abastecimiento de agua en la ciudad de Castellón, que depende de acuíferos en peligro por la sequía y la sobreexplotación. «Son cosas que a veces ni los que somos de aquí sabemos», explica el cineasta. «Castellón es de las pocas provincias donde más del 90% del agua potable viene de acuíferos, no de embalses. Hablar de eso nos sirve para hablar de fenómenos globales, pero sin hacer lo mismo de siempre, perderte en datos generales, sino en algo que afecta a los chavales o su familia directamente… pero que es extrapolable a muchas partes del mundo».

En ese sentido destaca la charla con el divulgador Serafín Huertas por lo que supone de consejos de conducta en el día a día. «El viaje que tiene la chica protagonista es el que hemos tenido nosotros durante la investigación. Nos hicimos una especie de esquema básico. ¿Qué es lo que más o menos debería tener una persona y qué cambios podría suponer una persona? Y así, sin catastrofismo, nos centramos en los que está al alcance de cada uno y lo que puede hacer desde su nivel», explica el director de Canvi.

Alba, la protagonista de la película. Foto: Virtual Art.

Yo qué hago con el negacionismo

El libro a cuya presentación acuden Alba y su padre en la ficción es Y ahora yo qué hago (Capitán Swing, 2020), del ambientólogo y divulgador Andreu Escrivá, autor también de Contra la sostenibilidad (Arpa Editores, 2023). Sin embargo, en Canvi no aparece él, sino el actor Miquel Mars, porque el rodaje lo pilló confinado por culpa de la COVID-19.

«Como autor es interesante ver que tu libro sirve de hilo conductor, aunque al final un ensayo de este tipo es algo más personal», comenta Escrivá a Climática. «Es un libro escrito antes de la pandemia y que ahora habría que actualizar, en algunos casos para mal y en otros, por suerte, para bien». En cinco años «hemos tenido muchos fenómenos climáticos extremos, aparte de la Guerra de Ucrania, o Gaza, que en el fondo tienen que ver con la crisis climática también, además de la propia pandemia. El libro ahora sería diferente».

Aun así «creo que lo que contaba sigue funcionando». «Tanto en Y yo ahora que hago como en Contra la sostenibilidad hablo contra la inacción o la acción equivocada, lo que vemos cada día con el greenwashing. Centrarse en lo local es el paso lógico, porque si decimos que la única posibilidad de acción, o lo único que realmente importa es lo global, la gente se va a sentir desanimada, va a pensar que no puede hacer nada. Localmente tienes capacidad de influir en un montón de cosas, que ojo, si se coordinan, se hacen de forma colectiva, y se le dota a una dimensión estructural, sí que son capaces de llegar a lo global».

Foto: Virtual Art.

En el asunto de los negacionistas de instituto, Escrivá recuerda que «cuando surgió la figura de Greta Thunberg hubo una percepción de que la juventud estaba concienciada en bloque». «Cuando cualquier profesor te decía que aunque ahora había algunos pocos más concienciados que antes, la mayor parte seguía sin tomarse en serio la crisis climática».

De hecho, Escrivá señala que en charlas divulgativas le están haciendo preguntas ahora que no le hacían en 2017 o 2019: «Del tipo, ‘¿por qué tengo yo que hacer algo?’ o ‘¿por qué hay que ir contra los superricos si ellos solo han trabajado mucho y se han esforzado en ser ricos?’ Mensajes que todos sabemos un poco de dónde vienen y exaltan la competición, el individualismo y el neoliberalismo. Así que partir de una alumna negacionista en 2024 me parece más que creíble».

Y añade: «Ahora estamos en un momento en el cual el ir a la contra en el sentido de ser machista, ser negacionista, etc., es visto como un valor en algunos entornos educativos por parte del alumnado y eso es muy preocupante, más allá de la cuestión climática, a nivel educativo y a nivel social».

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