Etiquetas:
Se rieron de ellas, ignoraron su lucha y sus demandas, pero llegaron a Estrasburgo. No estamos acostumbrados a que las mujeres mayores sean protagonistas de la historia y, sin embargo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó a Suiza en abril por inacción climática. Una sentencia sin precedentes que, obviamente, no solo protege a las personas mayores ni solo afecta a Suiza: podría aplicarse en todos los países que hayan ratificado el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales (CEDH), entre ellos, España.
El caso de las señoras mayores contra Suiza supone un hito en la justicia climática. O en la justicia, a secas. Por primera vez se considera que un Estado puede violar los derechos humanos si no pone medidas contra el clima. Sin embargo, el Parlamento suizo no está de acuerdo y ha rechazado la sentencia asegurando que su Gobierno puede probar que cumple con los objetivos climáticos para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Tendremos que esperar a que pase el verano para verlo. Un verano que se prevé, de nuevo, más cálido que de costumbre. De mientras, hablamos con una de las integrantes de este grupo que ha puesto en jaque a su propio Gobierno: Stefanie Brander, una de las KlimaSeniorinnen.
¿Cómo se encuentra tras el revés parlamentario?
Moitié-moitié… ¿Cómo se dice? Estoy muy feliz por lo que pasó en Estrasburgo, pero hace poco tuvimos debate en el Parlamento y no quiere aceptar la sentencia, así que digamos que mitad y mitad.
Tanto la cámara baja del Parlamento suizo como su cámara alta rechazan la condena de Estrasburgo. ¿Se esperaba algo así?
Esperábamos que no fuera fácil y que hubiera oposición o enfado. Pero no esperábamos una reacción como esta, en la que no sólo el partido de derechas sino también el partido liberal ha rechazado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Es aterrador ver que en un país como el nuestro, orgulloso de su tradición democrática, existe un poder legislativo que no acepta la separación de poderes. Los tribunales están para fiscalizar la política y para corregir, si es necesario, la política que va en contra de los derechos humanos. Además, hay una narrativa populista y xenófoba al señalar que los que están legislando en Suiza ahora son «estos jueces extranjeros».
No solo tiene el rechazo del parlamento. Según una encuesta, el 56% de la población suiza está en contra de la sentencia. ¿Qué papel ha jugado la prensa y por qué cree que la opinión pública está tan polarizada?
La encuesta que mencionas se hizo sólo unos días antes del juicio y después de una enorme campaña mediática. Los medios de comunicación desempeñaron un papel bastante influyente, sembrando dudas sobre el proceso. Así que fue un debate muy sesgado y muy muy pesado. Me parece extraño preguntar a la gente si cree que el Tribunal tiene derecho a emitir tal juicio. No corresponde a un señor o una señora suiza juzgar sobre la competencia de los jueces a nivel internacional, ni tampoco podría juzgar el contenido porque la sentencia tenía 350 páginas.
¿Han encontrado apoyo político, de organizaciones o de la ciudadanía?
Sí, por supuesto. Lo que sentimos y recibimos es una enorme alegría por parte de mucha gente. Nos felicitan por la calle, están contentos y también muy enfadados por la decisión de ambas cámaras del Parlamento.
Tras la sentencia, también recibimos un enorme apoyo de otras organizaciones, y algunos jóvenes nos dan las gracias por nuestra acción, lo que es muy conmovedor para nosotras que luchamos por un grupo de personas vulnerables, que son las mujeres mayores. Además, desde la sentencia tenemos más de 1.500 nuevas incorporaciones en nuestra organización.
El Parlamento ha pedido al Gobierno suizo que exponga los esfuerzos y las medidas concretas que se están tomando contra el cambio climático. ¿Cree que su país puede probar que cumple con estos objetivos?
Los miembros del parlamento argumentaron que no es correcto juzgar a Suiza porque el Gobierno está haciendo lo suficiente. Pero lo único que pueden argumentar para justificar que se han tomado medidas climáticas es que en marzo hubo una revisión de la Ley de CO₂ (dióxido de carbono). Y lo segundo, que acaba de salir adelante la nueva Ley sobre Energía que establece medidas positivas para la transición energética e incentivos financieros para las energías renovables. Esto último es un paso muy importante, aunque hubiéramos querido que fuera más allá y hubiera incluido también medidas fiscalizadoras sobre la aviación, por ejemplo, o en la agricultura y el transporte.
La cuestión es que esta ley sobre el CO₂ es muy débil. No tiene en cuenta todas las emisiones que Suiza genera por su alto nivel de consumo, el comercio de fósiles, la inversión en fósiles o la aviación. Había objetivos para 2020 que no se han cumplido… Por lo tanto, sigue siendo muy insuficiente para demostrar que la política climática suiza, que hasta ahora era claramente insuficiente, de repente está cambiando.
Parece que su batalla no ha terminado. ¿Qué piensan hacer ahora, cuál es el siguiente paso?
Seguiremos muy atentas a lo que ocurra. Ayer estuvimos en el Parlamento. Fuimos atacadas, insultadas, incluso personalmente, con comentarios como: «Estas viejas boomers de ahí arriba, mira qué sanas se ven, no parecen amenazadas por el cambio climático». Es ridículo. Tenemos que defendernos a nosotras mismas, a nuestra organización: vigilar de cerca lo que ocurre y tomar medidas con otras organizaciones, como Greenpeace, para no permitir que el Gobierno rechace esta sentencia. Se trata de incidir en la opinión pública, estar en los debates, en los medios y unir fuerzas. Pero creo que nuestro punto fuerte es que tenemos mucho apoyo internacional. Queremos seguir siendo una fuerza importante y esperamos que no sea sólo en Suiza donde las cosas cambien, sino que sirva de ejemplo y aprovechemos esta ocasión única de que por primera vez un tribunal diga que la protección del clima es un derecho humano.
Ahora que son conocidas en todo el mundo, me gustaría preguntarle: ¿cómo nació Klima Seniorinnen?
En 2015, los primeros estudios y las estadísticas demostraron claramente que hay grupos de población especialmente vulnerables en todo el mundo, pero más en Suiza, que es un país donde el calentamiento es el doble que en otras partes de Europa porque somos un país alpino. Ya había suficientes pruebas con tasas de mortalidad más altas entre personas mayores y, especialmente, mujeres mayores. Esos fueron los puntos de partida y también la frustración por no haber hecho nada en nuestro país para detener el calentamiento global y el cambio climático.
Greenpeace, junto al grupo de mujeres mayores y una de nuestras abogadas, que ha fallecido en este tiempo pero que tenía una gran ayudante que ahora es nuestra líder, la abogada Cordelia Bähr, planearon un litigio estratégico. Esa era la idea desde el principio: tener buenas razones para alegar que se estaban violando nuestros derechos humanos. Así que presentaron una solicitud al Ministerio de Medio Ambiente pidiendo que cesara la inactividad y protegiera nuestra salud. Por supuesto, fue denegada. Y entonces esto fue escalando por las quejas contra esta primera decisión del Departamento de Medio Ambiente.
Y así llegaron a Estrasburgo… En su caso, ¿cuál fue su motivo para unirse a esta lucha, quiénes son sus compañeras y qué mensaje dejaría para las siguientes generaciones?
Tengo que destacar el gran apoyo de Greenpeace. Sin su iniciativa, no habría sido posible hacerlo. Algunos dicen: «No sois más que las marionetas y las niñitas de Greenpeace». En cierto modo, es cierto, porque Greenpeace ha sido una fuerza muy muy importante.
En cuanto a mí, personalmente, no me uní a las KlimaSeniorinnen (Señoras del Clima) hasta hace tres años y lo hice porque me molestaba ver cómo se trataba a los jóvenes, especialmente aquí, y cómo se les llevaba a los tribunales y se les castigaba mientras que los grandes bancos y los grandes contaminadores, como Raiffeisen o Credit Suisse, en cuyas sucursales se produjeron las acciones de protesta de los jóvenes, eran los denunciantes… Y, por eso, me enfadé con la política suiza.
No soy una activista climática desde el principio, no me uní al movimiento en 2015, aunque siempre decía que me parecía genial. Mis antecedentes son la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Fui directora de dos oficinas universitarias para la promoción de la igualdad de la Mujer. Y antes fui directora de la Oficina de la Mujer de la ciudad de Berna. Ahora estoy jubilada y vivo en la parte francesa de Suiza. Aquí, el movimiento está un poco más a favor, creo, que en la parte suiza alemana. Así que estoy contenta. Me alegró unirme al movimiento, confiar en que tuviera éxito y llevarlo a cabo.
Y diría que mi mensaje personal es que no nos rindamos, es demasiado importante. Hay mucha más gente de la que pensamos apoyando estas acciones. Tenemos que luchar juntos con todas las fuerzas que son respetuosas con el clima, porque la cuestión climática es también una cuestión social y una cuestión de futuro y de las generaciones venideras. No te rindas y resiste. Actúa y resiste.
Sin duda que sois un ejemplo y son los hechos no las palabras las que animan a secundar las luchas.
ejemplos como el vuestro son más valiosos de lo que os imagináis.
Siento deciros que Suiza no es ninguna democracia. Suiza es una “nurse” de la dictadura del capital.
A la democracia aún se la espera en el mundo; pero los verdugos de la democracia nos han hecho creer que ellos son la democracia.