‘42/2 – La revolución marroquí

Capítulo 2. Alex ha iniciado la investigación sobre sus padres, activistas por el clima. En Marruecos, sus aliados derribaron el régimen y proclamaron la República. «En el sur, el movimiento saharaui declaró su independencia y expulsó al ejército del Rey». ‘42 es una serie de ficción de João Camargo y Nuno Saraiva.
‘42/2 – La revolución marroquí
Foto: Ilustraciones de NUNO SARAIVA

–Fatima, perdona, ¡se cortó la llamada! Estábamos hablando de cuando empezaste a implicarte más seriamente en política.

–Ya me di cuenta, no hay problema, es normal.

–Hablábamos de cuando tuviste que abandonar el país. No debió de ser fácil.

–Seguí en contacto con movimientos políticos por el clima en varios países de Europa. Había exiliados como yo, seguíamos en contacto e incluso hacíamos gran parte de la comunicación para la gente que se había quedado en Marruecos, los presos y los clandestinos.

–Fue entonces cuando nos conocimos, es cierto.

–Sí, me quedé en tu casa durante 10 meses, con tus padres, mis queridos amigos António y Marta. António también estaba involucrado en Mundo Nuevo…

‘42/2 – La revolución marroquí

–¿Puedes explicarme qué era Mundo Nuevo?

–Era una coalición de sindicatos, académicos y movimientos por la justicia climática. Era una plataforma que construía planes de transformación ecosocial para diferentes países, y fue a través de los contactos de Mundo Nuevo como os conocí.

–¿Era una cosa más técnica?

–Mundo Nuevo empezó como una organización fundamentalmente académica, pero se fue haciendo cada vez más política. Cuando surgió, hablábamos sobre todo de energía y transporte, y de las repercusiones de la crisis climática en quienes trabajan en estos sectores. Pero evolucionó rápidamente. Se extendió a todas las demás actividades de la sociedad y empezó a organizar grandes manifestaciones, todas ellas en medio de crisis financieras y de guerras. Se convirtió en una especie de gran alianza progresista. Pero siempre hubo mucha resistencia a la idea de que se convirtiera en un partido político con aspiraciones electorales. Y así permaneció, siempre según este modelo de alianza política y técnica.

–Más tarde, fue Mundo Nuevo donde se redactó la Ruta del Futuro, ¿no? Fue entonces cuando comenzaron las grandes migraciones.

–Sí, Ruta del Futuro fue un documento maravilloso que sentó las bases para distribuir más de 500 millones de refugiados climáticos por todo el mundo durante 15 años a los países donde podían ser acogidos. Por medio de las llamadas «Caravanas hacia el Futuro», trasladamos a millones de personas, en grupos de cientos de miles, desde sus lugares de huida hasta sus destinos finales.

–Háblame de ello: nunca antes se había producido un movimiento de refugiados tan bien organizado por todo el mundo, ¿verdad?

–Participé en siete caravanas a lo largo de cuatro años. La más larga fue la que iba de Pakistán a Alemania. Otras fueron más cortas, pero logísticamente también muy complejas, como la de Indonesia a China, por medio de transbordadores y barcos. Trasladamos ciudades casi enteras. Toda esa gente pasó meses en movimiento. Necesitábamos seguridad, sanidad, alimentos, logística y otras cosas. Creamos enormes procesos compartidos para conseguir llevar cada caravana hasta el final.

–No fueron procesos sencillos, imagino.

–No. En los primeros años, las cosas eran muy complicadas. Teníamos que proteger las caravanas de los ataques de la mafia, las milicias y, a veces, incluso de la población local. Pero mejoraron con el tiempo. También aprendimos y cambió el sentimiento hacia el proceso migratorio, porque cada vez había más gente de todas partes. Incluso dentro de los países había grandes cambios, porque había lugares que se volvían inhabitables, lo que provocó mucha migración interna. Las llegadas y los festivales de acogida fueron maravillosos, pura alegría. Fue algo épico. Empecé a sentir que allí había una nueva idea de humanidad. O una vieja idea, de viajeros y huéspedes con los brazos abiertos, que se había ido desvaneciendo a lo largo del tiempo. Fue entonces cuando empecé a sentir que por fin podía alejarme y descansar.

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