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El sistema sanitario sigue recuperándose de la amenaza que ha supuesto —y sigue suponiendo— la COVID-19 en un contexto en el que varias crisis —la energética, la social, la económica— se encadenan y entremezclan para dar lugar a un mundo ya de por sí inestable y con dos grandes crisis medioambientales –la climática y de biodiversidad– causando estragos a todas las escalas.
Como cada año, la revista científica The Lancet ha lanzado un nuevo informe en vísperas de la celebración de la COP27 para ver cómo esta situación afecta a la salud humana. Con el título La salud a merced de los combustibles fósiles, este nuevo trabajo revela datos que demuestran que los gobiernos y las empresas siguen interesados en los combustibles fósiles a pesar de que estos amenazan cada vez más la salud y la supervivencia de todas las personas que habitan y habitarán el planeta.
Los resultados, elaborados por 99 especialistas que han participado en su elaboración, incluidas la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), indican que, a corto plazo, los fenómenos meteorológicos extremos a los que nos enfrentamos han acortado la temporada de crecimiento de varios cultivos como el arroz y el trigo; que el calor extremo se asocia a 98 millones más de personas que padecen inseguridad alimentaria de moderada a grave en 103 países en 2020 en comparación a lo que ocurría entre 1981 y 2010; y que un 29% más de la superficie terrestre se ha visto afectada por una sequía extrema anualmente entre 2012 y 2021.
La sobreexposición a las altas temperaturas provocó en 2021 la pérdida de 470.000 millones de potenciales horas de trabajo en todo el mundo, algo que afectó desproporcionadamente a los países de ingresos bajos y medios. Además, las muertes relacionadas con el calor aumentaron un 68% entre 2017 y 2021 en comparación con el periodo de 2000 a 2004.
En cuanto a las enfermedades infecciosas, el cambio climático ha aumentado un 32,1% el tiempo de transmisión de la malaria en las zonas altas de América y un 14,9% en África entre 2012 y 2021 en comparación con el período de 1951 a 1960. El dengue, por su parte, ha crecido un 12% en todo el mundo en el mismo período.
Por otro lado, «las demoras en la adopción de energías limpias y el acceso desigual a ellas han permitido que los hogares sean dependientes del uso de combustibles sucios, y que estén expuestos a la pobreza energética y a niveles peligrosos de contaminación del aire en el interior«, asegura el análisis. En concreto, las concentraciones de contaminación atmosférica por material particulado peligroso en hogares superaran 30 veces la recomendación de la OMS en 2020 en 62 países.
A pesar de todas estas cifras, señales y alarmas, los gobiernos siguen consumiendo y fomentando la producción de los combustibles fósiles. De los 86 que se analizan en el informe, 69 subvencionaron un total neto de 400.000 millones de dólares a los combustibles en 2019. Es decir, en el mismo año en que estalló la pandemia, las subvenciones superaron el 10% del gasto sanitario nacional en 31 de estos países, y superaron el 100% en cinco de ellos. Esto, según los especialistas, «junto con la COVID-19, ha provocado errores de diagnóstico y dificultades para gestionar los brotes simultáneos de enfermedades».
De igual manera, en este intercambio la industria que recibe los estipendios registra crecientes beneficios a cada año que pasa. The Lancet asegura que «las estrategias actuales de 15 de las mayores empresas de petróleo y gas llevarían a que su producción de gases de efecto invernadero superara en un 37% su cuota de emisiones compatibles con el 1,5 °C de calentamiento en 2030, y en un 103% en 2040″.
Como respuesta a la publicación del informe, el secretario general de la ONU, António Guterres, se ha pronunciado. Una vez más, con la contundencia que le caracteriza: «La salud humana, los medios de vida, los presupuestos familiares y las economías nacionales están siendo golpeados, a medida que la adicción a los combustibles fósiles se sale de control. La ciencia es clara: las inversiones masivas y de sentido común en energías renovables y resiliencia climática garantizarán una vida más sana y segura para las personas de todos los países».
Europa, cada vez más vulnerable
Por primera vez, se ha hecho un informe centrado en Europa. La situación del continente preocupa al grupo de especialistas, quienes han querido consolidar una respuesta científica a las necesidades que se presentan. Lo han hecho reuniendo el conocimiento de 44 investigadores e investigadoras de diversas disciplinas en The Lancet Countdown in Europe (LCDE), una iniciativa liderada por el Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), y coliderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
En su primer informe de indicadores sobre Salud y Cambio Climático en Europa, LCDE ha llegado a las siguientes conclusiones:
- Los países europeos ya están viendo los impactos del cambio climático en la salud a través de una mayor exposición a fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, un mayor riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas, enfermedades relacionadas con el calor y muertes por exposición a la contaminación del aire ambiente.
- Entre la primera y la segunda década del siglo XXI (2000-2009 frente a 2010-2019) la exposición a las olas de calor aumentó un 57% de media, con incrementos locales de más del 250%.
- El 55% de las regiones europeas se han enfrentado a eventos de sequía estival de extremos a excepcionales en los años 2011-2020.
- La idoneidad del clima para la propagación de enfermedades infecciosas como el dengue o la malaria está aumentando en Europa.
- La continua quema de combustibles fósiles provocó 117.000 muertes en 2020 por exposición a la contaminación atmosférica por partículas finas, siendo el sector del transporte el principal contribuyente.
- El 59,9% de las ciudades informaron de que el cambio climático amenazaba los servicios sanitarios o la salud pública, siendo las enfermedades relacionadas con el calor las más identificadas como un peligro sanitario relacionado con el clima (identificado por 87 ciudades).
«Una acción acelerada en Europa protegerá la vida y el bienestar de las personas de los impactos climáticos, no sólo en Europa sino también en aquellos países que históricamente han contribuido menos al cambio climático. Europa tiene la responsabilidad global y la oportunidad de comprometerse con una transición justa y baja en carbono, que ofrezca una acción climática en línea con el Acuerdo de París y mejore la salud humana para todos», asegura Kim van Daalen, autora principal de este informe.
Invertir en salud es invertir en el planeta
La acción necesaria ahora queda clara en el informe: invertir en aquello que nos falta, la salud. Varios países europeos cuentan con algunos de los mejores sistemas sanitarios a nivel mundial. Durante la pandemia de la COVID-19, los gobiernos se esforzaron por adaptarlos lo mejor posible a las circunstancias. En comparación, The Lancet afirma que menos de un tercio de los 3,1 mil millones de dólares que se gastaron para contraatacar el virus reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero o la contaminación atmosférica.
El informe, sin embargo, también quiere mostrar signos de esperanza. Por primera vez, el empleo directo e indirecto en las energías renovables superó al empleo directo en la industria de extracción de combustibles fósiles.
Por su parte, el propio sector sanitario, que sigue siendo responsable del 5,2% de todas las emisiones mundiales, se está esforzando por una transición a sistemas sanitarios «resilientes al clima o con bajas o nulas emisiones de carbono» en 60 países. El compromiso de individuos, ciudades, medios de comunicación y líderes de varios países también es apreciable.
“A pesar de las dificultades, hay pruebas claras de que una acción inmediata aún podría salvar la vida de millones de personas, con un rápido cambio hacia la energía limpia y la eficiencia energética. Una acción climática acelerada aportaría una ola de beneficios, con sistemas sanitarios, alimentarios y energéticos más resilientes. Con un mundo en plena agitación, los gobiernos y las empresas tienen la oportunidad de darle a la salud un lugar principal en la respuesta coordinada ante estas crisis concurrentes, y ofrecer un futuro saludable y seguro para todos”, concluye la doctora Marina Romanello, directora ejecutiva de The Lancet Countdown.
Europa, vasallo USA. invierte dónde le manda el amo: en armas, en guerras, en destrucción y muerte.
Este sí que es el eje del mal.
Para los amos del mundo somos moscas incómodas, sobre todo si defendemos o exigimos nuestros derechos, a las que hay que eliminar.
En los últimos cuatro años, los pueblos indígenas de todo Brasil han padecido el Gobierno más antindígena desde la dictadura militar. El próximo 30 de octubre se decidirá en las urnas el futuro del país.
El Gobierno de Jair Bolsonaro y sus simpatizantes han intentado desesperadamente abrir los territorios indígenas a la agroindustria, la explotación forestal y la minería. Sus políticas y acciones racistas y genocidas han dado lugar a niveles de deforestación sin precedentes, y a un número creciente de asesinatos de indígenas y ataques a sus comunidades. Los pueblos indígenas están luchando y resistiendo, y Survival y otros aliados presionamos día tras día para detener su genocidio y garantizar que los pueblos indígenas no contactados, los más vulnerables del planeta, puedan sobrevivir.
Estas elecciones son un momento crucial para los pueblos indígenas y sus territorios. La tensión es extrema.
Una victoria de Bolsonaro reforzaría su política y la de todos aquellos que se sienten alentados por ella a invadir impunemente los territorios indígenas: daría un impulso letal a la actual ola de muerte y devastación. Más pueblos indígenas no contactados podrían ser aniquilados, como ocurrió recientemente en el territorio indígena de Tanaru, y sus últimos supervivientes asesinados en los intentos agresivos de robarles sus tierras.
Una derrota de Bolsonaro no resolvería todos estos problemas. Se necesitará voluntad política y considerables recursos para reparar el profundo daño que su administración ha causado al medio ambiente y a las instituciones responsables de proteger los territorios indígenas, y las fuerzas políticas y los mercados mundiales que alimentan el genocidio de los pueblos indígenas de Brasil no desaparecerán. Así, en la primera vuelta un gran número de políticos antindígenas salieron elegidos para el Congreso, entre ellos Ricardo Salles, ex ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro (bajo cuyo ministerio la deforestación en la Amazonia se disparó) y Damares Alves (un predicador evangélico a favor de forzar el contacto con pueblos indígenas no contactados).
EL MENSAJE DEL CHAMAN
https://www.youtube.com/watch?v=EfmVG0Jqo-Y