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Este reportaje se publicó originalmente en Mongabay Latam. Traducción de Yolanda Álvarez.
Hamilton Condack sonríe y señala a un imponente árbol ipê arraigado en la parcela de terreno donde vive y produce alimentos.
«Cuando adquirí este lugar hace 15 años, un tipo me ofreció 500 reales brasileños por él», dijo refiriéndose al ipê, con una de las maderas más valiosas del Amazonia y codiciada por los madereros. «Ahora dicen que vale entre 15.000 y 20.000 reales brasileños [entre 2.800 y 3.800 dólares], pero nunca lo vendería».
Condack adquirió su terreno en un estado degradado, lleno de maleza y arbustos, después de que sus anteriores propietarios lo despejasen para la cría de ganado y lo abandonaran cuando los suelos se desgastaron.
Se puso a trabajar para devolver la vida a la pradera improductiva a través del uso de la agrosilvicultura, un método agrícola de uso mixto donde los cultivos imitan a los bosques naturales. Con el tiempo, los nutrientes del suelo regresaron.
Hoy en día, además de ipê, la pequeña granja de Condack es un oasis de especies de plantas y árboles que incluye copoazú, açaí y andiroba —vendidas para producir bienes de alto valor como mermelada, pulpa y aceite en la cooperativa agrícola sostenible que dirige—.
Conocida por el acrónimo RECA (Reforestación Económica Unida y Adensada), la cooperativa está formada por más de 300 familias. Con sede en Nova Califórnia, en el estado brasileño de Rondônia, es pionera en el sistema agroforestal en la Amazonia brasileña.
«La agrosilvicultura es una opción económicamente viable y ecológica, sobre todo para los pequeños agricultores», explica Condack a Mongabay en su terreno. “Nos permite producir alimentos ecológicos y restaurar áreas de bosque que fueron destruida».
Cuando el planeta se enfrenta a una hambruna cada vez mayor y a un repunte de las sequías provocadas por el cambio climático, las lluvias torrenciales y las inundaciones, especialistas y autoridades desde el Reino Unido hasta Uganda, así como el nuevo gobierno brasileño, promueven cada vez más la agricultura regenerativa para hacer frente a las crisis interconectadas.
Los defensores de la agrosilvicultura brasileña dicen que es una alternativa sostenible a los monocultivos de soja y la ganadería que podría ayudar a restaurar aproximadamente 30 millones de hectáreas de praderas degradadas en el Amazonia.
Los partidarios argumentan que los sistemas agroforestales bien planificados y gestionados pueden proporcionar unos ingresos dignos y estables a los pequeños agricultores del Amazonia, muchos de los cuales son extremadamente pobres, a la vez que protegen el medio ambiente al incrementar la biodiversidad y las reservas de carbono.
«Quizás sea una de las únicas herramientas que tenemos para llevar a cabo una agricultura regenerativa que no solo está vinculada a los objetivos climáticos, sino también a los objetivos de reducción de la pobreza y el hambre», cuenta a Mongabay por videollamada Tomaz Lanza, asesor, experto en agrosilvicultura y doctor de agronomía.
Comúnmente conocidos por el acrónimo portugués SAF, los sistemas agroforestales combinan especies tan variadas como açaí, andiroba, copaiba, copoazú, cacao y plátano, junto con cultivos como el maíz y la mandioca con árboles en parcelas de terreno relativamente pequeñas —una práctica que en realidad tiene siglos de antigüedad.
«Las poblaciones de la Amazonia llevan practicando el sistema agroforestal desde que desarrollaron la agricultura, 2000 años antes de la invasión europea de Brasil», explica Judson Valentim, agrónomo e investigador de Embrapa, a Mongabay por teléfono.
Bajos rendimientos y malaria
RECA, con más de 30 años de experiencia, es para muchos un modelo de lo que podría llegar a ser la agricultura sostenible en la Amazonia.
Mongabay viajó a la cooperativa RECA dos días después de que Luiz Inácio Lula da Silva ganara las elecciones presidenciales brasileñas por un estrecho margen. El veterano izquierdista ha prometido poner la protección de la Amazonia a la vanguardia de su programa, y ha señalado tasas de interés más bajas sobre el crédito rural para las producciones sostenibles y la recuperación de áreas degradadas.
RECA se encuentra a 354 kilómetros de Roto Velho, la capital de Rondônia, un viaje a lo largo de la carretera BR-364 donde las plantaciones de soja y la ganadería se extienden hasta el horizonte, y los buitres, a los que con frecuencia se puede ver alimentándose de los cadáveres de animales muertos, son las únicas aves.
A lo largo del viaje, Mongabay pasó bloqueos de carreteras de los seguidores —uno visiblemente armado con una pistola— del presidente saliente de la extrema derecha Jair Bolsonaro, que sigue siendo muy popular en Rondônia. El estado le dio el segundo voto más alto para la reelección, solo por detrás de Roraima, otro estado amazónico donde los delitos ambientales como la deforestación y la minería ilegal se han disparado durante la presidencia de Bolsonaro.
La deforestación en Rondônia en 2021 alcanzó los 1673 km², el nivel más alto en más de una década, según el sistema PRODES de Brasil. En Nova Califórnia, el distrito donde se encuentra RECA, doce camiones con madera ilegal fueron incautados a principios de diciembre.
El estado cuenta con el sexto rebaño de ganado más grande de Brasil, con 15,1 millones en 2021, mientras que la producción de soja ha aumentado más del doble en los últimos 10 años hasta 400 000 hectáreas, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
La historia de RECA empezó en 1984 cuando el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria de Brasil (INCRA), la agencia gubernamental que supervisa el uso de las tierras otorgó parcelas de bosque a los agricultores que migraron a la Amazonia desde del sur.
«Llegamos a Nova Califórnia con la idea de producir aquí las mismas cosas que cultivábamos en el sur», detalla Bernardete Mattos Lopes, agricultora que se trasladó desde el estado de Santa Catarina alrededor de esa época, en su casa en Nova Califórnia. Sin embargo, tanto ella como otros, pronto se dieron cuenta de que las condiciones en la selva eran muy distintas al clima subtropical de su lugar de origen. Los rendimientos de los cultivos eran mucho menores.
«No teníamos un mercado local, ni nadie a quien vender lo poco que producíamos», dice. «Y comenzó a ponerse difícil, la malaria nos pilló a todos, la enfermedad no nos dejaba trabajar«.
Los pobladores se unieron, trabajaron con las poblaciones tradicionales de caucheros de la región y descubrieron nuevas frutas, nueces y palmeras como la copoazú, la castaña y el pejibaye a la vez que abandonaron los cultivos tradicionales del sur como el café.
La cooperativa se fundó oficialmente en 1989. Hoy en día, RECA vende bienes de alto valor como mermelada y pulpa por todo Brasil e incluso para la exportación, y son los productos de açaí y copoazú los que producen un mayor beneficio. La cooperativa también tiene un programa de créditos del carbono con el gigante de la cosmética Natura, por el que los agricultores reciben compensación económica por proteger el bosque y reducir las emisiones de carbono en la cadena de producción de la empresa.
Junto con la Cooperativa Agrícola Mixta Tomé-Açu (CAMTA) en el estado de Pará, los expertos consideran a RECA el ejemplo más exitoso de agroforestería en la Amazonía brasileña.
Para Valentim, el investigador, una gran parte del éxito de RECA se debe a su modelo organizativo como cooperativa. Pregona los beneficios económicos del modelo agroforestal no solo como una forma de sacar a los pequeños agricultores de la pobreza, sino que también ofrece una perspectiva para el futuro, detener la migración amazónica y el avance de la frontera de la deforestación.
«Un sistema agroforestal con açaí y un consorcio de culturas que incluye la producción agrícola a corto plazo puede colocar a una familia agrícola con 5 hectáreas de terreno en la clase media brasileña», detalla.
Los sistemas agroforestales son más resistentes económicamente porque los productores no están tan expuestos a las fluctuaciones de los precios si cambia el valor de un producto, pero también ecológicamente, clave en un momento de sequías e inundaciones cada vez más aceleradas.
Un estudio reciente señaló cómo la sequía impulsada por el cambio climático en la Amazonia estaba obligando a los ganaderos a vender más rápido porque no podían engordar sus vacas, lo que puede afectar la calidad y la disponibilidad.
Desafíos inmensos
Sin embargo, pese al rumor utópico sobre la agrosilvicultura y la agricultura regenerativa en su conjunto, sigue habiendo serios desafíos de experiencia, financiación y tecnología para su implementación en la Amazonía brasileña.
«Los desafíos son inmensos», dice por teléfono Joice Ferreira, ecologista e investigadora de Embrapa. «Incluso después de tantos años, tantas décadas, de investigación, de incentivos, todavía no se ha cumplido el potencial».
Según Valentim de Embrapa, la asistencia técnica es uno de los principales problemas, a la que solo tiene acceso una minoría de productores por todo Brasil, ya sea pública o privada.
«Así que lo primero es que no tienes información profesional adecuada para satisfacer la demanda de adopción de estos sistemas», explica. «Con la agrosilvicultura, puede llevar entre cinco y ocho años llegar a plena producción. Por lo que deberías tener asistencia técnica durante mucho tiempo».
Valentim añadió que el acceso al crédito, un componente esencial para la agricultura a escala en Brasil, es insuficiente para las explotaciones familiares y la agrosilvicultura, y está mucho más dirigida a las grandes explotaciones agrícolas y la producción de productos básicos.
«Hay algunas líneas iniciales de crédito para los sistemas diversos, pero todavía no es suficiente», cuenta. «A menudo, la financiación que se da, el plazo de pago es muy corto. Así que no es compatible con el ciclo de algunos de los cultivos en el sistema agroforestal, la açaí, el copoazú y otras especies que a veces tardan cuatro o cinco años en empezar la producción».
Ferreira dice que los problemas estructurales de la Amazonia brasileña, como las interrupciones del suministro de energía, malas carreteras y difícil acceso a los mercados —incluso más problemáticos cuando se manejan frutas delicadas en altas temperaturas— dificultan la aplicación generalizada de SAF.
«La proliferación de ganado en la Amazonia no es una coincidencia», dice. «Es tan normal porque es el complemento perfecto para un lugar donde no hay estructura«.
Luego están los problemas de aplicar el modelo agroforestal a una gran magnitud. El experto Lanza dice que Brasil aún carece de la investigación y tecnología para aplicar los modelos agroforestales a más de 10 hectáreas.
«La implementación a gran escala es aún un reto muy grande porque no tenemos maquinaria adaptada», cuenta. «Son sistemas más complejos, por lo que los costes operativos pueden ser altos en más superficie. Creo más en la agrosilvicultura a pequeña y mediana escala. Por ejemplo, creo que es más factible tener 100 parcelas agroforestales de una hectárea que una de 100 hectáreas».
Por lo tanto, en el corto y medio plazo, confirma que la solución más efectiva es fortalecer el modelo cooperativo que tiene RECA, así como una reforma agraria general en Brasil.
Para Ferreira, de Embrapa, las políticas públicas que potencian la producción de los pequeños agricultores, como la compra de comidas escolares —una política que Brasil ya implementó, con éxito, en el pasado— son fundamentales para el crecimiento de los modelos agroforestales en el Amazonas.
«Este tipo de política pública no era necesariamente específica para los sistemas agroforestales», cuenta. «Sin embargo, generó una demanda de la compra de una variedad de productos».
RECA espera financiar nuevas iniciativas con el apoyo del Fondo Amazonia de Noruega, congelado durante la presidencia de Bolsonaro, y que Lula confirmó que se reiniciará «muy pronto después del 1 de enero». En 2018, la cooperativa recibió 6,4 millones de reales brasileños (1,57 millones de euros) del fondo para fortalecer su cadena de suministro, recuperar áreas degradadas y formar a los agricultores en técnicas agroforestales. Gracias a esos fondos, la cooperativa pudo, entre otras cosas, impulsar su incipiente producción de aceites vegetales, que hoy en día es uno de sus principales productos.
De vuelta en su granja, del jefe de RECA Hamilton Condack habla sobre las prometedoras perspectivas para la cooperativa y para la agrosilvicultura en la Amazonía brasileña. «Creo que nuestro trabajo tiene éxito porque el sistema agroforestal hoy en día es la agricultura del futuro», remata.
CADA VEZ QUE LLENAMOS EL DEPOSITO LAS SELVAS TROPICALES SE VEN AMENAZADAS.
Una directiva europea obliga a que todo el diésel que consumimos incluya un porcentaje de biocombustible. Los aceites vegetales (palma, soja,…) representan casi el 80% de la materia prima utilizada para producir esos “bio”combustibles en la UE. Y España lidera este modelo insostenible: en 2020 fue el mayor productor de biodiésel de aceite de palma de toda la UE.
Cultivar palma y soja para meterla en nuestros depósitos no es ni “bio” ni sostenible:
Cada año se arrasan miles de hectáreas de selva tropical para cultivar enormes extensiones con palma y soja.
Si tenemos en cuenta todo el ciclo de producción, los combustibles de palma emiten el triple de CO2 que el diesel fósil convencional. Y los de soja, el doble.
Quemar cultivos de forma masiva en nuestros depósitos hace que el precio de estos alimentos básicos aumente exponencialmente, lo que provoca problemas de inseguridad alimentaria en muchas partes del mundo.
Arrasar ecosistemas enteros para instalar plantaciones de monocultivos destruye nuestra biodiversidad y desplaza y viola los derechos de las poblaciones locales.
Ciberacción: Pide al Gobierno de España que acepte la propuesta del Parlamento Europeo de eliminar inmediatamente los biocombustibles producidos a partir de aceite de soja y de palma en las próximas negociaciones sobre la Directiva de Energías Renovables de la UE.
https://www.ecologistasenaccion.org/216557/