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América Latina, frente al espejo del IPCC: exposición, vulnerabilidad y un sapo dorado desaparecido para siempre

Hablamos con el científico guatemalteco Edwin Castellanos, autor y coordinador del capítulo dedicado a América Central y Sudamérica en el último informe del IPCC.
América Latina, frente al espejo del IPCC: exposición, vulnerabilidad y un sapo dorado desaparecido para siempre
El sapo dorado, declarada extinta en 2004, es una de las víctimas del calentamiento global. Foto: U.S Fish and Wildlife Service

En la noche del 3 de noviembre de 2020, Eta tocaba tierra como huracán de categoría 4 al sur de Puerto Cabezas, en Nicaragua. Era la segunda tormenta tropical más fuerte registrada en el mes de noviembre en el Atlántico. La primera todavía estaba por llegar. Lo haría menos de dos semanas después, siguiendo exactamente la misma ruta. Con sus vientos de más de 250 kilómetros por hora, Iota se convirtió en el huracán más potente de la temporada más intensa registrada hasta la fecha en el Caribe.

Ambas tormentas dejaron cerca de 10 millones de personas afectadas en Centroamérica, decenas de comunidades incomunicadas por inundaciones y deslizamientos y casi un millar de instalaciones de salud afectadas en un región que, como el resto del planeta, estaba en plena batalla contra la covid-19. Según la ONU, provocaron también el desplazamiento forzoso de miles de personas de Nicaragua, Guatemala y Honduras.

Que dos huracanes tan fuertes sigan el mismo camino en tan corto espacio de tiempo es inusual. Que lo hagan atravesando una región en la que la temporada de lluvias acababa habitualmente en octubre lo es todavía más. Sin embargo, la realidad climática de América Latina, como la del resto del planeta, tiene cada vez menos certezas a las que agarrarse.

«Los huracanes actuales son difíciles de atribuir por completo al cambio climático. No tenemos suficientes datos históricos. Aun así, es un hecho que estamos viendo cosas muy inusuales«, explica Edwin Castellanos, decano del Instituto de Investigaciones de la Universidad del Valle de Guatemala y autor-coordinador en el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) sobre los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad al cambio climático.

Un punto caliente de la vulnerabilidad

Más del 60% de las especies terrestres que viven en el planeta lo hacen en América Latina. Esto le ha valido a la región el reconocimiento de punto caliente de la biodiversidad. Ahora, el último informe del IPCC le ha colgado también el cartel de punto caliente de la vulnerabilidad. Y es que, además de estar muy expuestos a los efectos del cambio del clima, los países de Centro y Sudamérica tienen una serie de condiciones preexistentes de desigualdad, pobreza, gestión de la tierra o debilidad institucional que complican en gran medida su adaptación a la crisis climática.

«En el llamado corredor seco de Centroamérica, se reciben 800 milímetros de lluvia al año en una estación muy definida entre mayo y octubre. Los agricultores llevan cientos de años acostumbrados a preparar sus campos en abril, porque en mayo viene el agua. Pero en la última década, las lluvias de mayo han desaparecido casi por completo«, señala Castellanos. “Esto ha causado que gente que ya sufría un problema de inseguridad alimentaria haya sufrido un agravamiento de la situación”.

Mientras las plantaciones industriales de caña de azúcar o soja (entre muchos otros cultivos) tienen la capacidad de adaptarse a estos cambios en los regímenes hídricos mediante sistemas de riego, los pequeños agricultores, que cultivan para subsistir mediante métodos muy poco tecnificados, dependen por completo de una lluvia que ya no llega como antes.

Más al sur, en la zona andina, el problema no son los cambios en la temporada de lluvias, sino el derretimiento de los glaciares de montaña por el ascenso de las temperaturas. Estos son la fuente principal de agua de riego y para consumo humano en regiones muy extensas e, incluso, grandes ciudades como Lima, capital de Perú. En ambos casos, los impactos del cambio climático se traducen en riesgos directos para millones de personas que viven en una situación de vulnerabilidad provocada por múltiples factores, incluyendo las consecuencias del colonialismo, a las que el informe hace referencia expresa por primera vez.

“Además, están los impactos en la salud, ya que se está alterando la presencia de enfermedades transmitidas por vectores. En Ciudad de Guatemala, por ejemplo, estamos a 1.500 metros de altura. Hasta hace 20 años, no había dengue. El zancudo que lo transmite no sobrevivía al frío. Hoy, el dengue es endémico en la ciudad de Guatemala”, añade Edwin Castellanos.

“El cambio climático no es la única causa, hay más razones, pero sí aumenta el impacto. Son fenómenos complejos con múltiples detonantes. Sucede también de forma similar con las migraciones. Hay cierta evidencia del papel del cambio climático en las migraciones, pero es limitada. Cuando una persona decide migrar, lo hace por multitud de causas, pero sin duda su decisión se ve muy afectada por los eventos extremos o la falta de lluvia”, subraya el científico.

Los impactos sin vuelta atrás

La última vez que alguien vio y registró un sapo dorado fue en 1989. Este pequeño anfibio solo habitaba en una pequeña región de gran altitud del bosque nuboso de Monteverde, en Costa Rica. Tras varios esfuerzos por localizar un ejemplar, la especie fue declarada extinta en 2004. No es la primera ni será la última en desaparecer del planeta, pero sí es una de las tres especies cuya extinción ha sido ligada al cambio climático en el último informe del IPCC (las otras dos especies son australianas: el falangero lemuroide y un pequeño roedor llamado Melomys rubicola).

“Los impactos sobre los ecosistemas son de los que tenemos más evidencia en Centro y Sudamérica. Al ser un área de mucha biodiversidad, los efectos en los ecosistemas están muy estudiados”, explica Edwin Castellanos. El informe destaca los riesgos en los arrecifes y, en particular, en la gran barrera de coral de Belice, la segunda mayor barrera del mundo después de la australiana.

“Es un ecosistema que se ve muy afectado por el aumento de la temperatura del agua y de la acidificación. Se espera que si siguen subiendo los niveles de CO2 en la atmósfera, será el primer ecosistema en verse afectado de forma irreversible. El reporte habla por primera vez con claridad de un punto de no retorno al que no ha llegado ningún ecosistema hasta ahora”, añade el autor del IPCC.

Además de los arrecifes, el informe subraya los impactos en los ecosistemas andinos, afectados por el derretimiento de los glaciares de montaña y los cambios en los regímenes hídricos, y en el Amazonas, un inmenso bosque húmedo que depende de sus propios ciclos de reatroalimentación de lluvia, ciclos que se ven muy afectados por los episodios de sequía persistente.

La adaptación pasa por más financiación y compromiso

El último informe del IPCC dibuja una serie de acciones que pueden ayudar a adaptarnos al nuevo escenario impulsado por el cambio climático. Estas varían en función de los desafíos locales y de las capacidades técnicas de cada región, pero pasan por un desarrollo resiliente al clima, la restauración y la conservación de ecosistemas (la crisis de la biodiversidad y la climática están profundamente relacionadas) y la toma de decisiones comunes, que tengan en cuenta a todas las comunidades afectadas.

«El informe reconoce que hay regiones que necesitan seguir desarrollándose, pero deben hacerlo buscando ser resilientes a los impactos climáticos. Esto es muy complejo en Centro y Sudamérica por las situaciones preexistentes de pobreza y desigualdad«, reflexiona Edwin Castellanos. “No solo hay que adaptarse al cambio climático, sino que es necesario solucionar los problemas que ya estaban ahí”.

Esto significa muchas cosas. Pero, sobre todo, una: las regiones más vulnerables, responsables en menor medida del cambio climático y a la vez más afectadas por sus impactos, necesitan más financiación para hacer frente a los riesgos. “Los compromisos internacionales como los del Acuerdo de París, que prometían 100 000 millones de dólares al año, son urgentes. La situación financiera de los países de la región no permite atender a todas las situaciones de vulnerabilidad”, señala el científico guatemalteco.

El acceso a la financiación debe llegar también de la mano, según el informe, de un reforzamiento institucional. Es decir, no solo falta dinero para llevar a cabo las acciones de adaptación necesarias, sino que falta capacidad real de implementarlas. Superar estos dos obstáculos supondría reducir la vulnerabilidad de las comunidades de América Latina y, al mismo tiempo, reforzar la protección del último gran tesoro de biodiversidad y capital natural del planeta.

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COMENTARIOS

  1. EL 30%, EL MAYOR ROBO DE TIERRAS DE LA HISTORIA.
    Durante una reunión de alto nivel que se celebrará en Ginebra en unos días, y que está pasando inadvertida, los líderes mundiales se están preparando para acordar un plan con el objetivo de convertir el 30% de la Tierra en Áreas Protegidas para 2030.
    Este plan, conocido como 30×30, implicará arrebatar enormes extensiones de tierras indígenas y convertirlas en parques y reservas nacionales militarizados, donde son comunes las expulsiones, los asesinatos, las torturas y las violaciones. Supondrá el mayor robo de tierras de la historia.
    Los distintos gobiernos afirman que ayudará a combatir el cambio climático y proteger la biodiversidad, pero están equivocados: los empeorará.
    Destruirá a innumerables pueblos indígenas, pese a que sus tierras albergan el 80% de la biodiversidad del mundo. Y los pueblos indígenas son los menos responsables de la destrucción del medio ambiente.
    Grandes organizaciones conservacionistas apoyan el plan. Ganarán ingentes cantidades de dinero mediante la explotación de las tierras robadas para la venta de compensaciones de carbono, el famoso truco que permite a las empresas contaminantes seguir contaminando mientras aparentan ser ecológicas. No es de extrañar que las empresas más grandes y contaminantes del mundo también lo apoyen.
    El 30×30 no solo tendrá un impacto devastador en las tierras indígenas: empeorará la crisis ambiental, te afectará a ti, a mí y a toda la humanidad.
    Como dijo Kipchumba Rotich, del pueblo indígena sengwer de Kenia: “La regla de conservación 30×30 (…) verá a más indígenas perder sus hogares, verá a más indígenas perder sus medios de vida, verá a más indígenas perder la vida: millones de personas en todo el mundo”.
    https://www.survival.es/sobre/queridahumanidad

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