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Aunque tenía cara y orejas de humano, el tretretretre era una criatura extraña, peluda, de grandes extremidades y del tamaño de un ternero. La leyenda de este ser gigante atemorizaba a los locales y a los extranjeros por igual, pero algunas crónicas cuentan que en realidad huía despavorido ante la mínima presencia de personas. No es de extrañar. El tretretretre era un lemur gigante de Madagascar, uno de los últimos representantes de la megafauna de la isla africana. Uno de los últimos en desaparecer para siempre del planeta a manos de los mismos que dieron alas a su leyenda.
Madagascar es un laboratorio único de la evolución, un lugar en el que la vida ha tomado su propio camino, aislada de las influencias del resto del planeta. Desde la llegada de los primeros humanos a la isla, se estima que se han extinguido 30 especies de mamíferos únicos, como los lemures gigantes o los hipopótamos pigmeos. Ahora, un estudio ha calculado que serían necesarios al menos tres millones de años de evolución para alcanzar el nivel de complejidad perdido (aunque las 30 especies desaparecidas ya nunca volverían). Y las malas noticias no acaban ahí.
A pesar del impacto evidente del ser humano, la isla sigue siendo un tesoro de la biodiversidad. El 90 % de las especies que viven en Madagascar no lo hace en ningún otro lugar el mundo. Si todas las que están en peligro de extinción desaparecen, el mismo estudio (publicado en enero en Nature Communications) estima que la biodiversidad tardaría 23 millones de años en alcanzar el mismo nivel de complejidad. En Madagascar, el reloj de la evolución no deja de perder tiempo.
Una relación tensa entre sociedad y biodiversidad
Madagascar lleva 150 millones de años separado del continente africano y otros 80 millones de la India. En ese tiempo, la vida ha seguido su propio camino, generando una complejidad biológica muy diferente a la del resto del planeta. Esto permitió la aparición de especies únicas, adaptadas a entornos muy concretos, como sucede en muchas islas. Al mismo tiempo, dado que Madagascar tiene un tamaño considerable (es tan extenso como la península Ibérica) y multitud de hábitats, la fauna endémica no perdió su cautela, cosa que sí sucede en islas más pequeñas con poca competencia.
“La primer ola de colonización humana de Madagascar causó la extinción de 30 especies de mamíferos, pero el impacto humano no fue grande. Las especies estaban bien preparadas para hacer frente a predadores y competidores, no eran especies mansas como las de otras islas. Además, la mayor parte se concentra en el bosque tropical, en zonas remotas y de difícil acceso, a las que los humanos no llegaron hasta hace poco tiempo”, explica Luis Valente, biólogo evolutivo, investigador del Groningen Institute for Evolutionary Life Sciences y uno de los autores del estudio sobre los años perdidos por la evolución.
La primera ola de extinciones, que se fue produciendo gradualmente durante los últimos 2000 años hasta mediados del siglo XX, estuvo causada por la caza para comida y, más adelante, por la tala de bosques para madera y carbón vegetal y la expansión de pastos para el ganado. Pero la historia ha cambiado en los últimos 50 años. Y es que Madagascar no solo es uno de los lugares más biodiversos del mundo, también es una de las islas más pobres del planeta. Según el Banco Mundial, el 80 % de sus 29 millones de habitantes vive con menos 1,9 dólares al día, y el índice de desarrollo humano (IDH) del país es de 0,501 (en el puesto 173 a nivel global).
“El impacto fue grande desde el principio, pero comparado con otras islas no fue tan importante”, señala Valente. “En Nueva Zelanda, por ejemplo, más de la mitad de las especies de aves se extinguieron antes de la llegada de los europeos, solo con la actividad de los maoríes. En Azores o Canarias la destrucción fue aún más grande. Madagascar, a pesar de todo, todavía conserva una buena parte de la diversidad original. Pero la expansión de la población de los últimos 40 años ha disparado el riesgo de extinción para un montón de especies”.
De las 219 especies de mamíferos conocidas en la isla, 120 están en peligro de extinción. Los peces de agua dulce también están en una situación delicada (con el 73% de especies en peligro de extinción), así como los árboles (el 63% de las especies, en peligro). La imagen se repite por igual en todos los grupos de seres vivos y todos comparten una causa de base: la desigualdad. La falta de oportunidades y la pobreza generalizada desembocan en la sobrexplotación de los recursos naturales. Hoy en día, la tala de madera, la expansión sin control de la agricultura y la caza son los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad en Madagascar.
Millones de años evolución, borrados de un plumazo
Calcular cuánto tiempo le lleva a la evolución hacer su trabajo no es fácil. Pero contar con laboratorios aislados como Madagascar lo simplifica un poco. Para hacer sus cálculos, el equipo de investigadores del que forma parte Luis Valente empezó haciendo una lista de todas las especies presentes en la isla antes de que llegasen los seres humanos y creando un esquema filogenético (una especie de árbol genealógico) con las relaciones evolutivas entre las especies. Con eso, y a través de un programa informático, calcularon las tasas naturales de evolución.
A partir de ahí, pudieron simular cuánto tiempo tardaría en encontrarse un reemplazo para cada especie perdida. No el tiempo necesario para que volviese a aparecer la misma especie, algo prácticamente improbable, sino el necesario para lograr un nivel similar de complejidad evolutiva. La conclusión no es solo todos los años que le hemos quitado a la biodiversidad de Madagascar, sino que la isla (y las poblaciones humanas que la habitan) están en un momento crítico.
“Si seguimos como ahora, pronto habrá un colapso de los ecosistemas. Cuando pierdes especies claves y hábitats, pierdes funciones de los ecosistemas y estos pueden llegar a colapsar. Por ejemplo, si se extinguen los lemures, pierdes el principal dispersor de semillas de la isla, por lo que pueden extinguirse muchas especies vegetales”, explica Luis Valente. “Los habitantes de Madagascar necesitan la biodiversidad para mantener las fuentes de agua en la isla, la calidad de los suelos… Su dependencia de la biodiversidad es muy estrecha, más que en la mayoría de puntos del planeta”.
Para el investigador, este estudio pone de relevancia el valor de la diversidad biológica de Madagascar y también el delicado equilibrio que lo sustenta todo. “Lo que sucede en Madagascar nos enseña que un colapso de los ecosistemas puede darse en todas partes. Hay islas del Sudeste de Asia, como Borneo o Nueva Guinea, las islas del golfo de Guinea o los grandes bosques tropicales pueden alcanzar rápidamente un punto de no retorno por culpa de la degradación de los ecosistemas”, concluye Luis Valente.