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No puedes (ni debes) eliminar la ecoansiedad, pero sí aprender a vivir con ella

Cada vez más gente, tanto jóvenes como adultos, sufre el miedo crónico a sufrir un cataclismo ambiental. La psicoterapeuta Caroline Hickman explica cómo se puede regular la ecoansiedad.
No puedes (ni debes) eliminar la ecoansiedad, pero sí aprender a vivir con ella
Foto: Unsplash/Mika Baumeister

Julio es el mes más caluroso en al menos 120.000 años. Las altas temperaturas alimentan fuegos devastadores en Grecia, Italia y Argelia. El cambio climático ha multiplicado por 50 la probabilidades de que ocurran olas de calor como las que se sufren estos día en buena parte del hemisferio norte. Estas son solo tres de las muchas noticias climáticas que se han acumulado en la última semana. Pasamos los días viendo cómo las cosas empeoran y casi nadie parece estar haciendo algo para solucionarlo. ¿Quién no va a sentir ecoansiedad en un mundo así?

Más del 80% de los jóvenes españoles ha sufrido en algún momento ansiedad por causa de la crisis climática, sus efectos y la falta de acción, según el informe El Futuro Es Clima 2022. Además, el 26,7% asegura sufrir ecoansiedad con frecuencia. Las cifras son similares en otros países y, aunque la ansiedad climática parece afectar más a los jóvenes, los adultos tampoco se libran. De acuerdo con la American Psychological Association, dos tercios de los estadounidenses la sufre en mayor o menor grado.

Estos números tampoco son lineales ni estables: se disparan cuando notamos de cerca los efectos del cambio climático, una crisis cada vez más presente en nuestro día a día. Según otra encuesta elaborada por YouGov en Reino Unido, el porcentaje de británicos preocupados o muy preocupados por el cambio climático pasó del 59% al 67% tras experimentar tres olas de calor con temperaturas totalmente anómalas durante el verano pasado. 

Así que sí, cada vez más gente sufre ecoansiedad. ¿Podemos aprender a vivir con ella e, incluso, usarla a nuestro favor?

¿Qué es la ecoansiedad?

La American Psychological Association define la ecoansiedad, de forma muy resumida, como el miedo crónico a sufrir un cataclismo ambiental. Dicho temor, que puede llegar a convertirse en algo paralizante, se genera al ver el impacto del cambio climático y al preocuparse por el futuro de uno mismo y de su entorno, así como por el de las próximas generaciones. Pero bajo esa definición aparentemente simple se esconden muchas realidades diferentes y multitud de factores que pueden disparar la ansiedad climática.

Entre los jóvenes, el miedo se ve reforzado por el sentimiento de que los adultos, que deberían protegerlos, los están traicionando al no hacer lo suficiente para asegurarles un planeta en el que puedan vivir en el futuro. Este sentimiento se dirige en especial a los dirigentes y a todos aquellos con capacidad de tomar decisiones, y se ve también multiplicado por las pocas herramientas que tienen los más jóvenes para modificar el rumbo de las cosas.

Tal como recoge un artículo publicado en The Lancet en diciembre de 2021, todo esto se traduce en un cóctel complejo de emociones (tristeza, miedo, enfado, impotencia, indefensión, culpabilidad, vergüenza, desesperación o pena) que llega, en muchos casos, a ser paralizante y afectar el día a día de los jóvenes.

“Los jóvenes y los niños esperan que los adultos los mantengan seguros. Pero cuando ven que no lo hacen enseguida se sienten decepcionados”, explica Caroline Hickman, psicoterapeuta, investigadora en psicología y clima de la Universidad de Bath (Reino Unido) y autora principal del artículo de The Lancet. “Con los niños no hablamos solo de ansiedad por el planeta, sino también de ansiedad por la forma en la que los adultos lidian con estos problemas. Si se rompe su relación de confianza con los adultos, la ansiedad se dispara. Ellos no tienen el poder de actuar, no pueden votar ni pueden escapar de lo que les amenaza”.

La ansiedad climática no es algo exclusivo de los más jóvenes, los adultos también la sufren. La gran diferencia, según Hickman, es que muchos adultos todavía niegan el problema o no lo consideran importante, mientras la mayoría de los jóvenes crecen siendo plenamente conscientes de él. “Pero una vez que las defensas de la mente del adulto se rompen y te despiertas, entonces te sientes igual que los niños, igual de asustado. Pero además sientes culpa y vergüenza por no haber hecho nada al respecto y por sentir que no puedes hacer nada para proteger a tus hijos”, añade la investigadora.

La ecoansiedad es gradual. Podemos sentir miedo o pena y tenerlo bajo control o podemos alcanzar niveles de estrés en los que los miedos tomen el control de nuestro día a día. Los síntomas más habituales de la ansiedad climática son enfado o frustración (sobre todo, hacia quienes no reconocen la gravedad del problema), pensamientos fatalistas o tremendistas, culpa por la forma en que vivimos o dolor y tristeza por la pérdida de espacios naturales. Esos pensamientos pueden, en algunos casos, llegar a ser obsesivos y desencadenar síntomas más graves como dificultades para dormir, pérdida de apetito, problemas de concentración o depresión.

¿Qué hacer si sufro ansiedad climática?

Más de 300 millones de personas sufren ansiedad en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De forma general, la ansiedad se caracteriza por un miedo y una preocupación excesivos ante situaciones que percibimos como amenazas, aunque no lo sean necesariamente. Esto activa una respuesta instintiva que no siempre nos ayuda, ya que puede provocar una angustia incontrolable o discapacidades funcionales importantes, según la OMS.

Sin embargo, la ecoansiedad es ligeramente diferente, porque es una respuesta a una amenaza real, probablemente la mayor amenaza a la que nos enfrentamos como sociedad y como especie. “Cuando ves lo que está pasando en el mundo, cuando te das cuenta de la magnitud del problema, es imposible apagar tu cerebro. Aunque estés a salvo, aparentemente, en zonas sin olas de calor o sin incendios, tienes empatía y te preocupas por las personas que no están a salvo”, indica Caroline Hickman.

“La ecoansiedad no se puede eliminar, no debemos eliminarla, tenemos que aprender a vivir con ella”, explica la psicoterapeuta. Para hacerlo, existen tres grupos de estrategias claros, ordenados por orden de importancia.

1. Buscar apoyo en nuestro entorno

El primer paso es darse cuenta de las emociones complejas que estamos experimentando y aceptar que son normales. Para ello, la clave está en compartir la ecoansiedad con gente que se sienta de forma similar. Puede ser en la familia, con amigos, en un grupo de activistas o en la escuela o la universidad. “Si estás aislado, te sentirás 10 veces peor. Necesitamos la validación de nuestras emociones y nuestros pensamientos”, señala Hickman.

Nuestro entorno también puede ser una fuente de ecoansiedad, por ejemplo, si nuestra familia no comparte el miedo por la situación climática o, directamente, es negacionista. “En cualquier caso, necesitamos rodearnos de gente que sí se preocupe e intentar no pasar demasiado tiempo con personas a las que no les importa”, añade la investigadora. “Si estamos demasiado tiempo con ellos, acabaremos penando que estamos locos”.

2. Aprender a regular las emociones

“La ecoansiedad, en cierto grado, es un signo de salud mental, una reacción natural a lo que está pasando. Por eso no es necesario eliminarla, pero sí que es importante no sentirse abrumado por ella”, explica Hickman. Para ello, es necesario buscar estrategias que nos ayuden a regular las emociones y a no vivir 24 horas al día con miedo. Estas suelen estar dirigidas a todo aquello que nos hace sentir bien y que consideramos importante, como amigos, familia, mascotas, hacer deporte o disfrutar de la naturaleza.

“Hablamos mucho de adaptación y mitigación al cambio climático de forma práctica. Pero también tenemos que adaptarnos emocionalmente. Tenemos que ser activistas a nivel interno, trabajar a diario para regularnos emocional y cognitivamente”, añade Hickman. De cara al exterior, además, podemos hacer muchas cosas para sentirnos piezas útiles en la lucha contra el cambio climático, desde emprender acciones a nivel comunitario o reducir nuestros residuos domésticos hasta hacernos activistas políticos.

3. Pedir ayuda profesional

En algunos casos, la ecoansiedad puede llegar a dominar nuestra vida y ponernos en problemas. Llegados a ese punto, la mejor solución es buscar ayuda profesional, apoyarse en un terapeuta con experiencia en el tema.

  • Climate Psycology Alliance. Esta asociación, creada en 2009, agrupa a profesionales de todo el planeta. Aunque la plataforma está en inglés, cuenta con un directorio de terapeutas en el que buscar apoyo.
  • EcoAnsiedad. Esta plataforma española cuenta con contenido de apoyo y sirve de intermediaria para conectar con psicólogos especializados.
  • Ecopsi. La plataforma portuguesa de psicología y clima lleva años trabajando en divulgación y creación de materiales en portugués sobre la ecoansiedad. Cuenta también con un amplio directorio de profesionales.

“Podemos usar la ecoansiedad a nuestro favor, para empoderarnos y pasar a la acción. Es un momento difícil en el que estar vivo, pero también es un momento muy interesante. Los desafíos de la humanidad son importantes. Pero yo, personalmente, prefiero ser parte de ese desafío y sus soluciones que tener una vida fácil”, concluye Caroline Hickman. “Las desigualdades, la explotación, el colonialismo, la destrucción de la naturaleza… Nada de eso nos ha hecho felices. Solo ha servido para hacer más ricos a unos pocos”.

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