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Una asamblea en el país de la Reina Roja

"Pese a que la Asamblea Ciudadana para el Clima no estará exenta de polémicas y riesgos, si se realiza de manera exitosa puede suponer un gran paso en la acción climática española", reflexiona el ambientólogo.
Una asamblea en el país de la Reina Roja
Foto: La Reina Roja en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (Lewis Carroll, 1871).

La Asamblea Ciudadana para el Clima de España (ACCE) será una realidad. Concretamente, el próximo otoño y de manera virtual, tal y como ya ha sucedido en la Scotland’s Climate Assembly (Escocia, Reino Unido). Un proceso participativo basado en gran medida en la democracia aleatoria que, pese a que no estará exento de polémicas y riesgos, si se realiza de manera exitosa puede suponer un gran paso en la acción climática española. La ACCE llegará en un momento clave. La pandemia de la COVID-19, de la cual ya atisbamos la salida, ha impactado de diversas maneras en la acción climática (por ejemplo, retrasando la COP 26 de Reino Unido prácticamente un año). No obstante, se percibe un haz de esperanza con la promesa de la construcción de una sociedad más verde en nuestro país.

Sería de una frivolidad mayúscula decir que la pandemia ha traído algo bueno, pero sí ha traído, al menos, cierta reflexión acerca de nuestra manera de relacionarnos con el medio y el peligro que supone romper equilibrios ecosistémicos, pues la pandemia actual no es más que (otro) resultado del cambio global. Una suerte de combinación entre usos del territorio nefastos que favorecen la zoonosis y una transmisión veloz fruto de la movilidad de ciudadanos alrededor de un mundo hiperconectado. Por ello, posiblemente la primera lección de esta pandemia es que puede volver a ocurrir. Así, de la misma manera que indica el muy repetido mantra durante esta crisis «None of us will be safe until everyone is safe» (Ninguno de nosotros estará a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo), ninguno estaremos a salvo hasta que nuestro medio ambiente, incluyendo el clima, lo esté. Estamos ante una ventana de oportunidad histórica que definirá en gran medida lo que sucederá no solo en los próximos años, sino en las próximas décadas en la manera de relacionarnos con nuestro medio. 

Pese a que muchos gurús del pensamiento tecno-optimista se empeñen en decir que la solución al cambio climático está en la tecnociencia, las respuestas están ahora mismo, sobre todo, en la política. Así, si somos ambiciosos y, eventualmente, exitosos en nuestras políticas, las peores consecuencias de la crisis climática se podrían evitar. Sin embargo, la correcta implementación de las políticas de esta materia no solo depende de la mera voluntad y ambición de los partidos políticos o las empresas, sino que también debemos contar con la sociedad civil, tal y como indica el IPCC.

En esta línea, la ACCE puede suponer una experiencia clave, ya que estas asambleas no solamente sirven para legitimar decisiones políticas de gran alcance, sino que también presentan una serie de externalidades positivas para el conjunto de la sociedad (por ejemplo, la mejora de la cultura científica o el refuerzo de la confianza en las instituciones). El problema, o el reto, es tener que afrontar la crisis climática en medio de otra crisis que no es la pandémica, sino la crisis de la democracia representativa tradicional.

No obstante, existen alternativas para mejorar la salud de nuestras democracias, entre ellas, la democracia aleatoria. Así, las asambleas ciudadanas del clima son un ejercicio actual de articulación de políticas públicas fuera de la acción de los representantes políticos que es llevado a cabo por la personas seleccionadas por un sistema de sorteo. En el contexto europeo, ya se han realizado asambleas de este tipo en Suecia, Irlanda, Escocia, Reino Unido y Francia, en las que se ha elegido a un número de representantes de la ciudadanía que suele rondar los 100 individuos. Pero no todas estas experiencias han sido iguales. Así, mientras que en Suecia fue un movimiento organizado desde abajo (bottom-up) por, entre otros, asociaciones ecologistas, en el resto de países ha sido una actividad organizada desde los poderes públicos (top-down), implementada mediante un sistema de selección de representantes de la ciudadanía por sorteo.

Este sistema no está exento de polémica. Una crítica recurrente, al menos en algunos colectivos, es acerca del carácter vinculante de las decisiones o propuestas que emergen de dichas asambleas una vez finalizan. La realidad es que ninguno de los dictámenes de las asamblea ciudadana del clima que se han realizado han sido vinculantes. Y no solo de las asambleas ciudadanas de clima, sino de ninguna asamblea ciudadana de la temática que sea implementada en un país de nuestro entorno. Así, a veces las propuestas son un listado y el gobierno se compromete a cumplir un porcentaje del mismo. Otras veces, existe el compromiso de debatir las propuestas en sede parlamentarias y aprobarlas allí, tramitarlas como iniciativas legislativas populares, etc. Pero nunca, nunca son vinculantes y la explicación es muy simple: a los representantes elegidos aleatoriamente en las asambleas no les ha votado nadie, por ello, sus dictámenes carecen de legitimidad democrática para la implementación directa de los mismos. Esto queda magníficamente explicado en el excelente libro de Ganuza y Mendiharat (2020): La democracia es posible: el sorteo cívico y la deliberación para rescatar el poder de la ciudadanía. Pero que no sean vinculantes no debería eximir al gobierno convocante de la asamblea de un fuerte compromiso con los dictámenes. Si no, la frustración ciudadana está asegurada.

Otra de las críticas a estas asambleas se enfoca a la más que posible carencia de formación y/o experiencia de de los participantes en las cuestiones acerca de las que se debate en dichas asambleas. Por ello, todos los ejemplos de asambleas ciudadanas por el clima realizados hasta la fecha son tutorizados por especialistas. Así, aunque son los seleccionados quienes toman las decisiones, son asesorados y formados por múltiples personas expertas del mundo académico, del sector empresarial o de movimientos ecologistas.

Este punto es muy relevante para alcanzar consensos dentro de la asamblea puesto que, como es de esperar, la diversidad ideológica es un hecho dentro de las mismas. De hecho, estas asambleas pueden servir para paliar ciertas pulsiones populistas puesto que, en parte, el populismo germina en una ciudadanía que se siente lejana a procesos y estructuras de gobernanza que son complejos, poco transparentes y que carecen de legitimidad democrática. Por ello, no puede obviarse el riesgo de dejar a la sociedad civil fuera de la toma de decisiones en materia de cambio climático, lo que puede contribuir a alimentar discursos negacionistas. Por ejemplo, la Asamblea Ciudadana del Clima de Irlanda aporta resultados interesantes, pues no supuso únicamente un novedoso instrumento de democracia participativa, sino que propició un ejercicio muy productivo desde el punto de vista de la divulgación científica al verse incrementada la cultura científica ambiental de sus participantes a la hora de analizar un problema tan complejo como el cambio climático.

Aunque con la Asamblea Ciudadana para el Clima de España existen razones para la esperanza (un elemento políticamente más útil que el optimismo), no podemos olvidar la magnitud del reto que tenemos por delante. El IPCC ya ha dejado claro en sus distintos informes que los cambios que se tienen que producir han de ser de una magnitud y velocidad nunca antes vista, es decir, tenemos que ir más rápido para lo cual tenemos que acelerar. Esto es justamente lo que propone una metáfora muy usada en ecología evolutiva: la Hipótesis de la Reina Roja, que se formuló en base a un pasaje de la novela A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (Lewis Carroll, 1871) que dice así:

«Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido».

Este pasaje se traslada metafóricamente a la ecología evolutiva para reflejar la inevitable adaptación continua que deben realizar las especies únicamente para mantener su statu quo con el medio ambiente. O, dicho de otra manera, para que una especie no desaparezca (se extinga) debe evolucionar constantemente. Es decir, siempre debe estar corriendo, pero para tener éxito y llegar a desplazar otras especies debe correr (“evolucionar”) más rápido. Lo mismo ocurre con la acción climática, no solo tenemos que seguir siendo igual de ambiciosos, sino que tenemos que serlo aún más.

El cambio que se requiere no es solo de una magnitud nunca antes realizada, sino de una velocidad sin precedentes. Para afrontar la crisis climática necesitamos pensar que vivimos en el país de la Reina Roja, no en el que solíamos vivir. Corramos más rápido y demos zancadas más grandes, porque solo así podremos afrontar el mayor reto global de la humanidad durante el presente siglo y esperemos que, si lo hacemos bien, no de los venideros. Confiemos, por tanto, en que la Asamblea Ciudadana para el Clima de España nos sirva para correr dos veces más rápido. Alicia pudo.

Pablo Rodríguez Ros es ambientólogo y doctor en ciencias del mar.


Caramani, D. (2017). Will vs. reason: The populist and technocratic forms of political representation and their critique to party government. The American Political Science Review, 111(1), 54.

CONAMA (2020). Asambleas ciudadanas: El poder de la participación social en la acción climática.

Devaney, L., Brereton, P., Torney, D., Coleman, M., Boussalis, C., & Coan, T. G. (2020). Environmental literacy and deliberative democracy: a content analysis of written submissions to the Irish Citizens’ Assembly on climate change. Climatic Change, 162(4), 1965-1984.

Ganuza, E., & Mendiharat, A. (2020). La democracia es posible: el sorteo cívico y la deliberación para rescatar el poder de la ciudadanía.

Muradova, L., Walker, H., & Colli, F. (2020). Climate change communication and public engagement in interpersonal deliberative settings: evidence from the Irish citizens’ assembly. Climate Policy, 20(10), 1322-1335.

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COMENTARIOS

  1. El Estado español, al igual que el resto del mundo, se enfrenta a una pérdida de biodiversidad acelerada, por lo que todas las administraciones implicadas deberían haber aumentado el nivel de ambición y velado porque se movilizasen todos los recursos necesarios. Sin embargo, salvo unas pocas excepciones, ni a nivel estatal ni autonómico ni local se han adoptado las medidas necesarias. El desinterés mostrado por los responsables políticos, que ni siquiera adoptaron medidas extraordinarias para intentar cumplir el objetivo de detener la pérdida de biodiversidad en 2020, tal y como se habían comprometido, ha provocado que nuestro país no haya cumplido ni las Metas de Aichi del Convenio de Diversidad Biológica ni la Estrategia Europea de Biodiversidad para 2020.
    El próximo mes de octubre se celebrará en China la COP15 de Biodiversidad, en la que, entre otras cosas, se aprobará el Marco Mundial de Biodiversidad post 2020. Ecologistas en Acción reclama que dicho marco mundial incluya cambios transformadores actuando sobre el modelo económico, de producción y de consumo, y que suponga en 10 años un auténtico cambio de dirección en el acelerado ritmo de pérdida de biodiversidad.
    La actual trayectoria de declive de la biodiversidad está dando lugar a una erosión precipitada de la vida y de los medios de subsistencia en todo el mundo. La buena noticia es que no es demasiado tarde para invertir esta tendencia si se toman medidas a gran escala y de forma inmediata. No se pueden esperar otros diez años para iniciar la transformación necesaria.
    https://www.ecologistasenaccion.org/171020/presentan-117-propuestas-para-torcer-la-curva-de-la-perdida-de-biodiversidad/

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