El cambio climático triplicó las inundaciones de agosto en Pakistán

El país asiático está acostumbrado a las fuertes precipitaciones, pero este agosto ha sido el más lluvioso desde 1961. Esta nueva catástrofe ha afectado a 1,7 millones de hogares, y especialmente a la gente que vive de la agricultura y a las mujeres.
Inundaciones en Distrito de Swat, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, Pakistán, en septiembre de 2022. Foto: Pixabay

El paisaje de Pakistán ya no es el que era. Ahora ya no hay casas donde antes las había y han aparecido kilómetros de charcos de agua que forman nuevos ríos donde antes había asfalto. Mientras otros lugares del planeta están experimentando episodios de sequía extrema, el país se está ahogando tras una nueva temporada de inundaciones

A pesar de que es característico que de junio a septiembre el país reciba fuertes lluvias, las precipitaciones extremas a las que se ha enfrentado en los últimos meses han aumentado entre un 50% y un 75%. Así lo sugiere un nuevo estudio de atribución de la World Weather Attribution (WWA), que también ha demostrado que Pakistán ha recibido más de 3 veces sus precipitaciones habituales en agosto, lo que lo convierte en el agosto más lluvioso desde 1961.

No es la primera vez que esta organización internacional demuestra que el cambio climático tiene influencia en los episodios meteorológicos extremos. Otros análisis concluyeron que las posibilidades de las olas de calor que sufrieron la India y Pakistán a principios de este año aumentaron a causa de esta problemática. Reino Unido sufría el mismo problema este verano, y Brasil también se inundaba en mayo.

Es justamente el sur del territorio pakistaní, caracterizado por un clima árido, el que ha sufrido este nuevo desastre como ninguna otra zona. Las provincias de Sindh y Balochistan han sido las más afectadas. Ambas han experimentado el agosto más lluvioso jamás registrado, con diluvios 7 y 8 veces más potentes de lo habitual.

Pakistán tiene un importante historial de eventos extremos. La peor inundación ocurrió en 2010. En esa ocasión, las pérdidas fueron masivas: afectó a más de 15 millones de personas, causó más de 1.700 muertos y perjudicó a 2,9 millones de hogares y al 80% de la reserva nacional de alimentos. En total, las precipitaciones generaron unos destrozos por valor de 9.700 millones de dólares en 46 de los 135 distritos del país. La magnitud de las destrucciones de este año, que aún no se han contabilizado del todo, se espera que supere a la de hace 12 años.

Situación del distrito de Mirpurkhas en la provincia de Sindh, Pakistán. Ali Hyder Junejo/Flickr.

Por el momento, las fuertes lluvias han destruido a 1,7 millones de hogares y han acabado con la vida de casi 1.500 personas. Los daños probablemente superen las estimaciones preliminares de unos 30.000 millones de dólares, y es seguro que habrá más trastornos económicos en los próximos meses que se sumen a la existente escasez de alimentos derivada de la guerra de Ucrania. Los efectos de las inundaciones también se perciben en la salud de la población, ya que las aguas estancadas de las precipitaciones favorecen la propagación de enfermedades infecciosas como el cólera y la malaria.

En marzo y abril de 2022, Pakistán sufría el otro extremo meteorológico: una atípica ola de calor se cernía sobre el territorio y elevaba los termómetros a más de 50 ºC en algunas zonas el país. El campo y los bosques se calcinaron, el trigo y el ganado se perdieron, y los 7.000 glaciares que alimentan al río Indo se derritieron de forma acelerada.

Para el estudio de esta nueva amenaza, el grupo de especialistas de la WWA ha tenido una dificultad añadida. La región estudiada está situada en la parte occidental de los monzones, donde la tendencia no siempre es evidente por la variabilidad entre año y año y las diferentes zonas. También el país está situado “en un lugar en el que terminan dos sistemas meteorológicos portadores de precipitaciones: las lluvias monzónicas del este y el sureste durante el verano, y las perturbaciones del oeste del Mediterráneo durante el invierno”, señala el equipo de especialistas.

Aun así, los resultados sugieren que el cambio climático ha influido en las últimas inundaciones del país, a pesar de no saber hasta qué punto lo han hecho ni lo harán en un futuro. “Aunque es difícil poner una cifra precisa a la contribución del cambio climático, las huellas del calentamiento global son evidentes“, afirma Friederike Otto, profesora titular de Ciencias del Clima en el Instituto Grantham del Imperial College London y cofundadora del WWA.

Factores que pasan desapercibidos

Desde luego, ningún país está preparado para lo que ha sufrido Pakistán en estas últimas semanas. Mucho menos dos veces de forma tan intensa. Es por eso que el episodio ha ocupado los titulares de medios de todo el mundo. Sin embargo, hay otras causas que también han determinado e incluso agravado los peligros a los que se enfrenta la población pakistaní.

El río Indo alimenta a la economía: proporciona agua para casi el 90% de la producción de alimentos en Pakistán, y el 39% de la mano de obra del país se dedica a la agricultura. A pesar de que las pérdidas se han notado en todo el país, en esta batalla contra el clima ha habido personas que han perdido más que otras. Principalmente, las inundaciones han afectado a las tierras de cultivo rurales, donde habita más del 60% de la población.

Otra desigualdad entra en juego cuando se trata de pérdidas: las mujeres, relegadas al papel de cuidadoras de ancianos y niños, son más vulnerables a sufrir los peligros de las inundaciones debido a su falta de movilidad en comparación con los hombres. Además, la segregación de género influye en la negativa de evacuar a un lugar seguro. Y, si deciden hacerlo, se exponen a la violencia física ejercida en el lugar.

Sí, el cambio climático ha influido en las inundaciones, pero también lo han hecho “la proximidad de los asentamientos humanos, las infraestructuras y las tierras agrícolas a las llanuras de inundación, las infraestructuras inadecuadas, la limitada capacidad de reducción de riesgos ex ante, un sistema de gestión fluvial obsoleto, las vulnerabilidades subyacentes derivadas de los altos índices de pobreza y los factores socioeconómicos, y la inestabilidad política y económica actual”, alertan los especialistas.

Por ello, “reducir la vulnerabilidad de la población es fundamental para evitar que los fenómenos meteorológicos extremos se conviertan en catástrofes humanitarias. Las lluvias han sido muy extremas, pero hay muchas medidas que pueden evitar daños tan masivos en el futuro. Implantar sistemas de alerta temprana que lleguen al ámbito local, reforzar las zonas inundables y mejorar los sistemas de gestión de los ríos puede hacer que la próxima inundación sea menos mortal”, explica Maarten van Aalst, director del Centro del Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.

Tras las inundaciones de 2010, el Gobierno de Pakistán empezó la prestación de intervenciones de protección social y un plan nacional de gestión de catástrofes que incluía un sistema de alerta temprana de riesgos. Puede que las medidas aplicadas en aquel momento hayan disminuido los impactos de esta nueva catástrofe, pero no han sido suficientes para evitar ni este episodio ni los futuros, que se prevén cada vez más intensos.

A Pakistán pronto se le presenta una oportunidad para pedir ayuda en una situación de extrema vulnerabilidad. “Siendo el presidente del G77, el país debe utilizar esta evidencia en la COP 27 para presionar al mundo a reducir las emisiones inmediatamente y debe pedir a los países desarrollados que asuman su responsabilidad y proporcionen adaptación, además de apoyo por pérdidas y daños, a los países y poblaciones que soportan el peso del cambio climático”, concluye Fahad Saeed, investigador del Centro de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de Islamabad, Pakistán. 

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