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Isabel II, monarca del Reino Unido, falleció el pasado jueves en su residencia de Balmoral (Escocia). Sus 96 años de vida y 70 de reinado le han permitido vivir, literalmente, de todo. Incluso ha sido testigo de cómo el caos se ha apoderado poco a poco del clima debido a los gases de efecto invernadero generados por las actividades humanas.
A partir de tres fechas clave en su vida –1926, año de su nacimiento; 1952-1953, años en los que se convierte en reina y se celebra su coronación; y 2022, año de su fallecimiento– se puede observar los principales signos vitales de la crisis climática. El calentamiento global, sus causantes y sus efectos son una realidad muy clara e incuestionable, como se verá a continuación.
CO2 atmosférico
El calentamiento global se debe a los gases de efecto invernadero, cuyas emisiones se dispararon a partir de la revolución industrial (1850-1900). En aquel momento, la concentración de dióxido de carbono –principal gas que impulsa el cambio climático– era de aproximadamente 280 partes por millón (ppm). Cuando nació Isabel II, la concentración de CO2 en la atmósfera era de 305 ppm. Una vez accedió al trono, 26 años después, los niveles eran de 312 ppm, es decir, hubo un aumento de apenas 7 ppm. En 2022, año de su muerte y siete décadas después de su coronación, la concentración de CO2 en la atmósfera es de aproximadamente 418 ppm. Es decir, la monarca vivió cerca del 82% del incremento de la concentración de CO2 que ha habido desde la época preindustrial.
Acorde a varios estudios y autores, un nivel ‘seguro’ de CO2 en la atmósfera sería de 350 partes por millón, un valor que se sobrepasó hace 35 años, los mismos que llevaba ya la reina británica en el trono.
Temperatura global
Al igual que la concentración de gases de efecto invernadero, la temperatura global no ha dejado de subir desde el siglo XIX. Cuando nació Isabel II, el calentamiento medio del planeta alcanzaba ya los 0,2 ºC. En el año de su coronación, 26 años después, la Tierra se había calentado a nivel mundial otros 0,2 ºC. Y entre esa fecha (1953) y la de su muerte (2022), los termómetros subieron otros 0,7 ºC. Es decir, de los 1,1 ºC de media que se ha calentado el planeta desde la revolución industrial, la monarca fue testigo de una subida de unos 0,9 ºC, o lo que es lo mismo: durante su vida, la soberana presenció el 82% del calentamiento total que ha sufrido el planeta desde la revolución industrial. Una cifra que coincide –y no es casualidad sino correlación– con su causante: la concentración de CO2 atmosférico, como se vio más arriba.
Si se miran los datos históricos de Europa, el calentamiento es mucho mayor. En 1926, la anomalía térmica sobre el continente era ya de 0,45 ºC. Cuando se convirtió en reina, Isabel lo hacía con un calentamiento de 0,70 ºC, y cuando falleció, con más de 1,6 ºC.
Quien también sufre la subida de las temperaturas es el océano, sobre todo desde los años 80. Las aguas que abarcan el planeta absorben más del 90% del exceso de calor del sistema climático y, a menos que se frenen las emisiones de gases, irá a más. Olas de calor marinas, subida del nivel del mar, acidificación, desoxigenación... Son muchas las formas en el que los océanos sufren y, por ende, los millones de especies que dependen de ellos.
En la década de los años 20 del siglo pasado y en las sucesivas, el océano ha tenido periodos donde incluso la temperatura ha descendido. No obstante, desde finales de los 70 el calentamiento es absoluto y constante. Así, desde el año de coronación de Isabel II hasta la actualidad, el calentamiento medio registrado en el océano ha sido de 0,6 ºC, cifra que puede alcanzar varios grados si se mira por regiones concretas.
Nivel del mar
Otro signo tan inequívoco como peligroso del cambio climático es la subida del nivel del mar. A raíz de estudios de recreaciones y análisis por satélite, se puede saber que el agua que rodea los continentes está en continuo ascenso como respuesta a las emisiones de gases de efecto invernadero. Y la reina Isabel II ha vivido ese incremento.
En el año en que nació, la media global era de -124,99 milímetros. Cuando pasó a ser reina, el nivel del mar se incrementó hasta quedar en -67,42 mm. En la actualidad, según los datos más recientes, esa cifra sigue siendo similar, pero ya en positivo, pues el nivel del mar ha subido 62,61 milímetros, o lo que es lo mismo, 6,261 centímetros.
De cara a las próximas décadas, las proyecciones científicas no son muy halagüeñas aunque se dejara de emitir gases de efecto invernadero desde ya. Según el IPCC –el panel de especialistas en cambio climático ligado a la ONU–, cuando el nuevo rey, Carlos III, tenga los mismos años que su madre cuando murió (96 años, que sería en la década de 2040), el nivel del mar podría subir más de 23 centímetros en el peor de los escenarios.
Y no solo estos signos son un claro ejemplo de la crisis climática. La reina Isabel II ha fallecido después de que ella y el país entero hayan padecido el día más caluroso de la historia del Reino Unido. El pasado mes de julio, se registró por primera vez una temperatura superior a los 40 ºC. El episodio de calor, que se extendió durante varios días, fue hasta 10 veces más probable debido al cambio climático.
Durante la COP 26 celebrada el pasado mes de noviembre en Glasgow, Isabel II dio un discurso grabado en el que dijo sentir "un gran orgullo" porque "el papel protagonista" que desempeñó su marido "para animar a la gente a proteger nuestro frágil planeta siga vivo a través del trabajo de nuestro hijo mayor Carlos (el nuevo rey) y su hijo mayor William".
Mientras que la vida Isabel II sirve para ilustrar de forma visual y distinta el surgir y consecuencias del calentamiento global, esperemos que, en unas décadas, cuando se pueda hacer este mismo ejercicio con el nuevo monarca, sea para ilustrar cómo se mitigó el cambio climático.