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Vancouver, en la costa oeste de Canadá, fue la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010. Como ocurrió con Sochi en 2014, fue una elección controvertida por el clima templado de la ciudad. Lo que pocos podían esperar es que en esa latitud se rompieran récords de temperaturas al alza. La Columbia Británica vive estos días una histórica ola de calor que ha alcanzado los 47,9º C (en la localidad Lytton, la mayor temperatura registrada nunca en el país). Y no es la única provincia canadiense que se está asando.
Este episodio canicular ha obligado a los colegios a suspender sus clases. Las tiendas de electrodomésticos han agotado las existencias de aires acondicionados y ventiladores. Los instaladores no dan abasto: la demanda se ha multiplicado por cuatro. Las autoridades han colocado avisos ante los establecimientos climatizados para que la gente pueda entrar y refrescarse. Incluso se guardan colas a la entrada de algunos hoteles para poder pasar unos minutos en el vestíbulo. Hasta las aceras, por efecto de la dilatación, se deforman y se quiebran.
La ola de calor se extiende a lo largo de 2.000 kilómetros y afecta a tres provincias (Columbia Británica, Alberta y Saskatchewan) y dos territorios árticos (Yukón y los Territorios del Noroeste). El motivo de este ascenso de las temperaturas se encuentra en un anticiclón situado en el océano Pacífico. Una inmensa bolsa de aire caliente y seco se ha detenido al oeste del país. El fenómeno es “excepcional” en esta época del año, según el meteorólogo Gregory Yang, del Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá.
También es singular desde el punto de vista histórico. La temperatura ha ido ascendiendo día tras día, subiendo más y más y rompiendo un récord tras otro. Para alcanzar cifras similares en Saskatchewan hay que remontarse hasta 1937. Y en el caso de Alberta hay que situarse antes de la Primera Guerra Mundial: en Calgary (también sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1988) no ha habido cinco días seguidos por encima de los 32º C desde 1914.
“Hace más calor en algunas partes del oeste de Canadá que en Dubái”, declaró David Phillips, climatólogo del Ministerio de Medio Ambiente. “Históricamente, no hay precedentes de algo así”, añadió. A su juicio, una de las cosas que no debe hacer un meteorólogo es pronosticar este tipo de récords –“te vas a equivocar siempre y no vale la pena”–, pero ahora resulta inevitable. Durante el pasado fin de semana se rompieron hasta 50 en varias localidades y hoy martes se esperan nuevas plusmarcas.
Otro de los récords que se han batido es el de demanda de electricidad. Ocurrió el sábado y nuevamente el domingo, según informó la empresa BC Hydro (de titularidad pública). Anteriormente, estos picos de electricidad siempre habían ocurrido en días laborables.
Un indicio “innegable”
La comunidad científica insiste siempre en que no hay que confundir el tiempo (meteorológico) con el clima. Al igual que pasa con el fenómeno que estos días se vive en Canadá (y también al otro lado de la frontera, en los Estados de Washington, Oregón y hasta el norte de California), no se puede vincular ningún evento concreto al cambio climático hasta los estudios de atribución. Pero su influencia, según David Phillips, es “innegable”. Básicamente, “el tiempo es el mismo que vieron nuestros abuelos, solo que más extremo”, explica. Para Phillips el cambio climático es “el dopaje con esteroides del tiempo meteorológico”. Y eso ya es un indicio en sí.
“Sabemos que con el cambio climático las olas de calor serán más intensas y más frecuentes”, afirma François Gourand, meteorólogo de Météo France. “Aún falta por saber en qué proporción esta subida de las temperaturas en Canadá está asociada al cambio climático. Pero cuando se baten récords de esta forma, subiendo de golpe 3º o 4º C, es claramente un signo de cambio climático”.
Tormentas, huracanes, inundaciones o sequías son algunos de los fenómenos meteorológicos extremos estrechamente ligados al calentamiento global. Sus consecuencias son funestas tanto desde el punto de vista sanitario como desde el económico. Por ejemplo, la ola de calor de 2003 se cobró la vida de 4.200 personas en España (y en Francia de 14.000) y en Europa las pérdidas estimadas rondaron los 13.000 millones de euros. En Canadá, los primeros síntomas de esta ola de calor ya se han notado en el ámbito agrícola. La temperatura en la Columbia Británica está alrededor de 20 grados por encima de lo habitual en esta época, lo que ha echado a perder la cosecha de frambuesas y de arándanos. Los frutos se han deshidratado, literalmente, en el mismo arbusto.
“Los últimos días parecen indicar que estamos en el peor escenario según las predicciones”, señala Brett Huson, investigador del Centro Climático de las Praderas (zona que abarca las tres provincias centrales del país). Entre 1976 y 2005, Vancouver registraba un solo día al año, de media, por encima de los 30º C. Con la actual tendencia, en 2050 los días en los que se superará esa temperatura serán 35. “Las predicciones nos dicen que esta ola de calor extremo debería haber llegado a mediados de siglo. Pero ya la tenemos encima”, advierte Ian Mauro, director del centro. Su institución ha elaborado un atlas con la proyección climática de las principales ciudades del país si se mantiene el actual consumo de combustibles fósiles. Otro ejemplo: en una ciudad como Montreal, con una media de 8 noches al año por encima de los 20º C, pasará a tener 45.
Canadá comparte con Rusia el Círculo Polar Ártico. Hace pocos días, en Siberia, se alcanzaron los 48º C. La zona es especialmente sensible porque el derretimiento del permafrost libera grandes cantidades de carbono a la atmósfera. Esto aumenta más la temperatura, reseca la vegetación y propicia grandes incendios en territorios muy vastos que derriten más permafrost… Un bucle de consecuencias dramáticas.
Actualización 09.20h (30/06/2021): El miércoles empezaron a contabilizarse las primeras muertes por la ola de calor en Canadá. La provincia de la Columbia Británica registró más de 100 personas fallecidas. Lytton alcanzó los 49º C.