Charlie Gardner: “Si las cosas no estuvieran mal, los científicos no estarían protestando en la calle”

El portavoz de Extinction Rebellion en Reino Unido se unió al movimiento porque centrarse en la ciencia no era suficiente para ser escuchado. Para él, la imagen de un científico esposado o arrastrado por la policía envía un mensaje muy potente
Imagen de Charlie Gardner haciendo un discurso en la manifestación de Extinction Rebellion Foto: Louise Gardner/Scientists for Extinction Rebellion

La Brigada Antiterrorista de la Policía detiene a 14 personas. Su delito: protestar frente al Congreso de los Diputados el pasado 6 de abril. Los arrestados son activistas y científicos, como el investigador del CSIC Fernando Valladares, que han decidido llevar su lucha contra la inacción climática de los gobiernos al terreno de la desobediencia civil. Tras años de advertir sobre los efectos del cambio climático en artículos científicos e informes, han decidido hacerse oír en la calle.

La mecha de la rebelión científica ha prendido en muchos países. Las protestas, aunque sean de mujeres y hombres con batas blancas, han recibido la misma respuesta policial en todas partes: más prohibiciones y detenciones. En la última cumbre internacional del clima, la COP 26, 21 científicos y científicas fueron detenidos también por formar parte de un bloqueo pacífico en Glasgow, la ciudad donde se celebraba el evento. Entre ellos estaba Charlie Gardner, miembro y portavoz de Extinction Rebellion (XR) y de Scientist for Extinction Rebellion en Reino Unido.

Este biólogo conservacionista, profesor titular asociado en la Universidad de Kent, en Reino Unido, forma, además, parte de Scientist Rebellion, el movimiento global que busca, mediante la desobediencia civil no violenta, obligar a los gobiernos a tomar medidas para evitar el colapso social y ecológico derivado de la crisis climática y la de biodiversidad, del que forman también los científicos detenidos en España.

Profesor universitario e investigador y activista medioambiental. ¿Son dos roles separados o es siempre la misma persona?

Todos son una parte importante de mi identidad, no los puedo separar. Soy una persona que hace muchas cosas al mismo tiempo, pero siempre con la misma misión en mente: prevenir la destrucción de nuestro entorno. Me hice científico porque creía que estudiar y entender los problemas era la mejor forma de solucionarlos. Pero la ciencia es solo una herramienta. Con el tiempo me di cuenta de que, si la ciencia no era suficiente para arreglar las cosas, debía probar otras herramientas. Cada vez me alejo más de la investigación, porque hacer solo ciencia, si los políticos y los que toman decisiones no escuchan, no es suficiente.

La ciencia aspira a la neutralidad y la objetividad. El activismo es más emotivo y pasional. ¿Ser activista le convierte en un peor científico?

Algunos científicos están muy preocupados con la idea de que la ciencia debe mantener su neutralidad. Pero me parece una idea bastante absurda. Yo soy un científico conservacionista, un campo de investigación con un objetivo claro: proteger la biodiversidad. Nunca ha sido una ciencia neutral. Muchas de las conclusiones que extraemos de nuestro trabajo tienen consecuencias políticas.

Por ejemplo, si como científico afirmo que tenemos que frenar la deforestación, no estoy siendo neutral. Es una afirmación científica, pero también política. Con la medicina pasa algo parecido. Los médicos no quieren estudiar las enfermedades solo para conocerlas. Lo hacen para mejorar la salud humana. Y la salud es algo político. Poca gente pone en duda a un médico que dice debemos comer menos azúcar. 

Así que ahora que soy más activista que investigador, no noto que mi neutralidad haya cambiado. Solo he cambiado de herramientas. Personalmente, no he notado cambios en mi entorno, nadie cuestiona mi trabajo como científico y no he tenido un impacto en mi carrera.

¿Y ser un científico le ayuda a ser un mejor activista?

Como científico, he aprendido a evaluar la información disponible de forma crítica y eso es muy útil para navegar la cantidad de información y desinformación que existe alrededor del cambio climático. Además, creo que mi experiencia como profesor ha sido muy importante a la hora de ayudarme a comunicar mejor la complejidad de la ciencia a una audiencia amplia. Gracias a esto he tenido la oportunidad de ser portavoz de Extinction Rebellion.

Por último, creo que la sociedad, en gran parte, respeta a los científicos. La gente quiere escuchar a la ciencia, porque sabe que la ciencia posee el conocimiento especializado que necesitamos. Esto significa que los científicos tienen un poder especial para comunicar la crisis medioambiental. Como activista, no solo soy un ciudadano, sino también un científico. Siento que tengo más autoridad, que mi voz se escuchará más alto y más lejos.

¿Qué le llevó a unirse a Extinction Rebellion?

Durante toda mi vida, he querido conservar la naturaleza. Siempre me ha parecido extraño que solo una pequeña parte de la sociedad compartiese mis preocupaciones. Para mí, siempre ha sido obvio que el planeta es lo más importante que tenemos. Si no lo cuidamos, no tendremos futuro. Y siempre soñaba con que, algún día, la gente saliese a la calle a luchar por el planeta y por el medioambiente. Así que cuando vi las primeras manifestaciones de Extinction Rebellion no lo dudé, era algo que había estado esperando toda mi vida.

Llevamos hablando de la deforestación y de la pérdida de biodiversidad desde hace décadas. No ha cambiado casi nada. Creo que siempre supe, en mi interior, que la ciencia por sí misma no era suficiente, que hacía falta que la gente se involucrase en esta lucha. Extinction Rebellion me sacó de mi letargo, me había acostumbrado a que las cosas no cambiasen. El activismo me dio esperanza y energía, me despertó, me recordó que tenemos una pelea que ganar.

Científicos encadenados en una protesta del movimiento en Reino Unido. | Mar Sala/Scientist Rebellion.

Ese sentido de justicia ambiental, ¿siempre ha estado ahí?

Crecí en Mauricio y en Botsuana. Los amigos de mis padres en esos países eran casi todos conservacionistas. Todo lo que he querido hacer, desde que tengo memoria, es conservar especies. Eso no ha cambiado a lo largo del tiempo, pero mis motivaciones sí lo han hecho. Poco a poco, me he ido preocupando más por las personas que por las plantas y los animales en sí mismos. Los seres humanos dependemos por completo de la naturaleza.

En los últimos años, mis motivaciones han vuelto a cambiar. Me preocupa tanto el colapso de la civilización que creo que ahora lo que más me motiva es la autodefensa. No quiero que el mundo colapse mientras yo esté vivo. Así que trabajo para retrasar ese colapso al máximo.

Al pensar en el conservacionismo, lo normal es pensar en parques naturales o en proteger a los grandes mamíferos. Pero es mucho más que eso, ¿no?

La conservación sigue siendo vista así, parece que gira alrededor de eso. Pero los grandes felinos o el oso panda, aunque nos encanten, no son esenciales. Podríamos sobrevivir sin ellos, pero no podríamos vivir sin bosques, sin océanos funcionales, sin suelos saludables… Es el funcionamiento de los ecosistemas lo que mantiene la vida en el planeta. Creo que el conservacionismo debería centrar el debate en todo en lo que es importante para la supervivencia de la nuestra especie.

De vuelta a Extinction Rebellion, ¿cómo fue la primera vez que decidió participar en una manifestación?

Era abril de 2019, en Londres, me acuerdo perfectamente. Fue una de las semanas más felices de mi vida. La ciudad tenía un ambiente extraordinario, lleno de color, música, alegría… Sentía que algo se estaba moviendo de una vez por todas. Por primera vez, me di cuenta de que no estaba solo, de que mucha gente compartía mis preocupaciones.

Además, era fantástico sentir el poder que podíamos llegar a tener cuando actuábamos juntos. Bloqueamos cinco zonas de Londres durante casi dos semanas enteras. Todos los medios de comunicación parecían centrarse en lo que hacíamos. Todos los políticos hablaban de Extincion Rebellion y el cambio climático estaba en todos los debates. Fue como una gran revelación. Juntos y organizados teníamos poder y podíamos influir en las cosas.

Fui solo a aquella gran manifestación. Hablé con un montón de gente diferente. Pero no me encontré con ningún científico. Me pareció rarísimo. El trabajo de los científicos era, en gran medida, la razón por la que la gente se había movilizado. Pero los científicos no estaban allí, en la calle, apoyando a las personas. Así que cuando volví a casa escribí un paper que se publicó en Nature, porque esa es la mejor forma de llegar a los científicos. Y ese artículo acabó teniendo su influencia en la formación de Scientist for Extinction Rebellion.

Para muchos científicos, que nunca han sido activistas, puede ser complicado dar el paso.

Hay muchas formas de involucrarse. Lo primero que puede hacer un científico es ofrecer públicamente su apoyo a los movimientos sociales. No sé cómo es en España, pero en Reino Unido, el Gobierno y los medios de comunicación intentan crear una imagen negativa de los movimientos de base. Los pintan como gente rara, hippies y vagos, gente que no sabe de lo que habla. Por eso es importante que la gente que tiene una voz y una autoridad, como los científicos, los apoyen.

Por otra parte, existen muchos roles dentro del activismo. El público se queda con las grandes manifestaciones o los arrestos. Pero eso es solo la punta del iceberg. Detrás hay un gran trabajo de organización, comunicación, divulgación, recaudación de fondos… Hay mucho más trabajo detrás que en el propio escenario. Así que los científicos pueden involucrarse de muchas maneras diferentes.

Tampoco hay por qué involucrarse en acciones tan radicales como las de Extinction Rebellion. Nosotros lo llevamos al límite, arriesgándonos a ser arrestados, porque creemos que esa imagen de un científico esposado o arrastrado por la policía es muy potente. Pero hay muchos grupos enfocados en otro tipo de acciones. Cada uno puede encontrar el grupo que más encaje en su forma de entender el activismo.

Hablando de arrestos, en España, más de diez activistas de Rebelión Científica fueron detenidos recientemente. ¿Cuáles son los riesgos de elegir la vía del activismo?

Ser arrestado puede tener un gran impacto en tu vida, como profesional y como individuo. No es agradable y puede causar perjuicios importantes en tu salud mental y física, sobre todo, si la policía actúa de forma violenta. Además, tener antecedentes policiales puede dañar la reputación y la carrera profesional de una persona. A mí o a mis compañeros no nos ha pasado, pero puede suceder.

Le han arrestado dos veces, ¿no?

Sí, dos. Ambas durante una acción con Scientist Rebellion. La primera fue por pegar artículos científicos en la sede de News UK, una empresa de Rupert Murdoch [dueño de, entre otros medios, Fox News, The Sun o The Times]. Sus medios son negacionistas del cambio climático y han fracasado en su servicio a la audiencia, ocultándoles la verdad.

La segunda vez fue en la COP 26 en Glasgow. Era uno de los 21 científicos de Scientist Rebellion arrestados por bloquear un puente en la ciudad. Esta fue la primera detención masiva de científicos en protesta ante la inacción climática y ecológica. Obtuvimos mucha repercusión mediática con estas acciones. Nuestro objetivo en este caso no era tener un impacto en los delegados de la COP, sino enviar un mensaje al mundo.

Cuando la gente ve que la policía está deteniendo a una veintena de científicos, muchas personas se preguntan por qué. ¿Qué necesidad tiene un científico de hacer algo así? ¿Qué está pasando? El mensaje es muy potente. Si las cosas no estuvieran mal, los científicos no estarían protestando en la calle.

Manifestante en una protesta de Scientists for Extinction Rebellion | Mar Sala/Scientist Rebellion.

Desde el punto de vista de las autoridades, es más fácil arrestar al que protesta que solucionar el problema.

Es que es mucho más fácil [risas]. Nosotros solo somos el mensajero, somos la alarma. Para mí, estas detenciones muestran lo equivocada que es la forma de actuar de los Gobiernos frente al cambio climático. Si la alarma antiincendios del edificio en el que estás suena, la reacción es ponerse a salvo e intentar apagar el fuego. Pero los gobiernos nos dicen que es mejor quitarle las pilas a la alarma y seguir haciendo como si nada.

Aun así, la situación en la que nos encontramos no solo es el resultado de la inacción o de la mala estrategia de los gobiernos. Ellos no actúan en solitario. Están bajo una presión enorme de los lobbies de la energía y de la industria de los combustibles fósiles. Por eso los gobiernos de todo el mundo están legislando para limitar el derecho a manifestarse y a protestar; y es muy preocupante.

¿Cuál podría ser el impacto de estos movimientos de desobediencia pacífica a medio y largo plazo?

El impacto ha sido enorme en estos años. Ha cambiado el rumbo del debate sobre el cambio climático y la crisis ambiental. Ya casi no veo la tele, pero cuando lo hago me sorprende la cantidad de anuncios que hablan de temas relacionados con la sostenibilidad. Es cierto que la mayoría son ecoblanqueamiento, pero es una señal clara de que el público se preocupa por estos temas cada vez más. El medioambiente ya es uno de los asuntos que más preocupa a la población; y creo que es así gracias al trabajo de muchos científicos, movimientos como Extinction Rebellion y líderes como Greta Thunberg.

Este avance es, por ahora, superficial. El debate es cada vez mayor, pero no ha habido acciones concretas, ni cambios legislativos importantes. No puedo ver el futuro, pero estoy seguro de que, si existe una manera de lograr el cambio de rumbo que el planeta necesita, la desobediencia civil tendrá mucho que decir. Cuanta más gente se sume a estos movimientos, mayores serán las opciones de ganar esta lucha.

Más allá de estos movimientos, el mensaje de la ciencia es claro. Lo lleva siendo más de una década. Tenemos que actuar ya frente al cambio climático. ¿Lo haremos a tiempo?

Vamos ya demasiado tarde. La gente ya está sufriendo por culpa del cambio climático. Bosques que arden, cosechas que se echan a perder, olas de calor insoportables, inundaciones… La mayoría llevan el sello del cambio climático. Las cosas están mal y es probable que hayamos superado ciertos puntos de inflexión tras los que no hay vuelta atrás. Teníamos que haber empezado a luchar contra el cambio climático hace 30 años.

Sin embargo, esto no significa que todo este perdido. No tenemos forma de saber si es demasiado tarde o no. La única alternativa que tenemos es detener los daños que estamos causando al medioambiente lo antes posible. Creo que ni siquiera deberíamos plantearnos la pregunta de si es demasiado tarde. Cada décima, cada centésima, de grado cuenta. Puede ser tarde para la subida de 1,5 ºC y, probablemente, también para la de 2 ºC. Pero si conseguimos pararnos en 2,007 ºC será mejor que en 2,009 ºC. Merece la pena luchar por ello.

Tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles y tenemos que tomarnos en serio la restauración del mundo natural. La naturaleza nos protegerá de los peores efectos del cambio climático. Absorbe carbono, nos da comida, reduce la erosión, hace de barrera frente a inundaciones… Aunque se alcanzasen los peores escenarios de cambio climático, la naturaleza nos ayudará a estar un poco mejor.

Adaptarse es tan importante como reducir emisiones. Y es responsabilidad de los países ricos, que han causado la mayor parte del problema, apoyar a los países pobres para que se adapten a lo que está por venir. Es hora de hablar seriamente de daños y perjuicios y compensaciones.

El cambio climático es urgente, pero a veces parece que el debate se centra demasiado en la descarbonización y se dejan de lado otros grandes problemas, como la crisis de biodiversidad, que pueden ser incluso más graves.

Sin duda. La crisis de biodiversidad es muy seria. Y, como sucede con el cambio climático, la ciencia hace tiempo que tiene las respuestas: sabemos cómo solucionarla. Tenemos que frenar la deforestación, tenemos que pescar y cultivar solo de forma sostenible… Pero no lo hacemos. Como sociedad, no le damos prioridad. Nuestro sistema cree que es mejor convertir la biodiversidad en dinero que mantenerla de forma sostenible. La raíz del problema, como en el cambio climático, es el sistema económico. Necesitamos abandonar el crecimiento perpetuo y decrecer, sobre todo, en los países ricos.

Antes comentaba que teme el colapso de la civilización. ¿Qué podría pasar si no hacemos nada?

Experimentaremos un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos y, como consecuencia, más gente morirá por inundaciones, olas de calor, ciclones… El cambio climático traerá mucho sufrimiento. Al mismo tiempo, estos eventos tendrán un impacto muy importante en nuestras infraestructuras y nuestro sistema económico. Tendremos que gastar cada vez más dinero en reparar los daños del cambio climático.

Sin embargo, de entre todas las consecuencias, la más preocupante es la reducción de la producción alimentaria. Los cultivos de todo el planeta dependen de una serie de condiciones meteorológicas más o menos predecibles. Pero el tiempo es cada vez más impredecible y variable. En todo el mundo, estamos experimentando reducciones en la producción de cultivos tan importantes como el trigo o la patata.

Esto tiene dos grandes consecuencias: más hambre y más migraciones. La gente va a intentar abandonar aquellos lugares donde no puede vivir. Y ya estamos viendo cómo está siendo la respuesta de la Unión Europea y Estados Unidos ante estos movimientos: fortificación de fronteras pase lo que pase. Si los países actúan en solitario, encerrándose en sus fronteras, las consecuencias del cambio climático serán todavía más desastrosas.

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