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Hay teorías de la conspiración para todos los gustos: el negacionismo y su infinito catálogo de temas, los illuminati, los reptilianos; hasta se ha dicho que hay caníbales subterráneos en las cloacas de Manhattan. Cada zona tiene sus leyendas, que son, a fin de cuentas, un compendio de verdades a medias del saber popular. Piezas inconexas de un puzzle del que surgen explicaciones disparatadas, acusaciones en la sombra y decenas — de miles — de vídeos en YouTube que divulgan estos temas.
Esta semana, Pablo Cambronero, un diputado tránsfuga de Ciudadanos, registró en el Congreso de los Diputados una pregunta al Gobierno sobre si «manipula el tiempo» con el «rociado aéreo de productos químicos».
Pregunta por aclamación popular.
— Pablo Cambronero (@PabloCamPiq) May 1, 2023
Pregunto si el Gobierno está manipulando el tiempo (con productos químicos)
En varios países de la UE están construyendo desaladoras y otras medidas contra la sequía, ¿qué hace nuestro Gobierno? ¿Destruir presas?
Veamos la explicación… pic.twitter.com/pzHbmW7p8K
En las áreas rurales de España, las más ligadas a la agricultura y en las que el cambio climático está haciendo estragos, surgió hace unas décadas la teoría de los ‘chemtrails’, que afirma que cuando las nubes amenazan con precipitar, una misteriosa avioneta cruza los cielos y, al final, no llueve. Hay quien dice que rocían con yoduro de plata, y otros más imaginativos formulan compuestos que nada tienen que ver con la química atmosférica para explicar el suceso.
El yoduro de plata es un compuesto higroscópico. Para el que se haya quedado igual que estaba, un agente higroscópico es un material que atrae y acumula la humedad del ambiente, de forma que no se disipe.
En la industria alimentaria, por ejemplo, se utilizan este tipo de sustancias para mantener frescos algunos alimentos y que la sequedad no los eche a perder (por ejemplo, unas galletas). En meteorología, que es el campo que nos ocupa, un agente higroscópico influye en la formación de nubes y precipitaciones, efectivamente, pero no de la manera que se cree. La presencia de higroscópicos en la atmósfera hace que el vapor de agua presente se condense con mayor facilidad y, por tanto, aumente la probabilidad de lluvia.
Una nube ‘rociada’ con yoduro de plata, en teoría, incrementaría la probabilidad de precipitación un pequeño tanto por ciento, sin un éxito asegurado, pero nunca podría ‘evitar que llueva’ como tal. Un ejemplo práctico: antes de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 se rociaron los cielos con yoduro de plata. ¿La razón? que había pronóstico de tormentas para la noche de la inauguración de los Juegos y se trató de adelantar la lluvia para que no estropease la ceremonia. A eso se le llama siembra de nubes.
Aunque esta teoría de la conspiración está más extendida que otras, quedan todavía varios escollos científicos que hay que superar para dar por válida la idea de que, de alguna forma, podemos evitar que llueva. El problema de la teoría es que, en la práctica, lo de las avionetas antilluvia no consigue esquivar a Lavoisier.
La ley de la conservación de la materia dice que durante una reacción química la masa se mantiene constante. Es decir, que la materia no se crea ni tampoco se destruye, que se transforma. También lo decía José Mota: las gallinas que entran por las que salen. Asumamos que la avioneta existe. Que todo es real. Asumamos que, sobre una finca de Toledo va a haber una gran tormenta, pero una avioneta ha rociado con un chemtrail el cielo y las nubes han desaparecido.
Para que esto sea posible, hay que empezar por responder a la pregunta: ¿Y qué ha pasado con esa nube? Hay dos opciones. La primera es que precipite. Sin más. La segunda, menos probable, es que un agente químico rociado desde un avión haya tenido la capacidad, de alguna manera, de secarla. ¿Cómo se seca? Podría ser algún tipo de químico que evapore el agua, pero, como dijo Homer Simpson, en esta casa obedecemos las leyes de la termodinámica, y si dispusieramos de una tecnología así, capaz de evaporar nubes al tacto, no tendríamos más problemas relacionados con la energía — ¡todo a vapor! —. Podría, de alguna forma, convertir el agua en otra sustancia, otro químico que se evapore en el aire, desvaneciendo la nube sin dejar rastro, pero esto choca con un principio más poderoso que la física: la lógica.
‘Chemtrails’, una teoría físicamente imposible
¿Cuánta agua contiene una nube? Depende de cada tipo, claro, pero el contenido de agua líquida en un cúmulo puede llegar a los 0.3 gramos por metro cúbico, y en un cumulonimbus, esas nubes enormes de formación vertical — y que auguran lluvia casi siempre — con forma de yunque, pueden llegar a contener tres gramos de agua por metro cúbico. Las cuentas: tres millones de litros de agua por cada kilómetro cúbico de nube. Y un cumulonimbus puede alcanzar los diez kilómetros de altura sin despeinarse, por lo que la aventura sería parecida a tratar de absorber el mediterráneo con papel de cocina o con una esponja gigante. Imposible.
El meteorólogo Benito Fuentes explicó en Twitter que un avión necesitaría un depósito cuatro veces más grande que el Bernabéu para rociar el químico necesario para deshacer una tormenta — si es que eso pudiera ser posible —, así que, además de físicamente imposible, logísticamente improbable. Pero, la pregunta que va más allá del cómo, son los porqués y las motivaciones para llevar a cabo planes dignos del malo de una película de James Bond.
¿Qué requisitos técnicos necesita una avioneta antilluvia para deshacer un frente? Abro hilo ️ ️☠️ pic.twitter.com/zLQh2WLs8e
— Benito Fuentes (@metbeni) November 28, 2022
El por qué varía según la zona. Agricultores del Campo de Cartagena sostienen que es un plan del gobierno para mantener el turismo de sol y playa. Donde no hay turismo de sol y playa dicen que es para que llueva en otro lado. También se dice que se utiliza la poca disponibilidad de agua como un arma política. En la Región de Murcia, la comunicación política está muy orientada al populismo del agua, una retórica victimista para conseguir políticas autonómicas más agresivas con respecto a los trasvases del Tajo.
Todas estas teorías apuntan, al mismo tiempo, a una verdad incólume e incómoda: «es que antes llovía más». Claro, pero no es por eso.
Aldo: Pásate por cualquier comarca altoragonesa «tomada» por la gran empresa vitivinícola y comprobarás que hasta que han vendimiado (recogido la cosecha de la uva) no llueve en todo el verano. Eso lo tienen comprobado hasta en las comarcas limítrofes que, por cierto, andan muy cabreadas.
Antes estos potentes vinateros destruían las tormentas con cohetes pero como era muy evidente y se consiguió prohibir ahora lo hacen con métodos más sutiles, entre ellos he oído decir, el yoduro de plata.
De conspiranoicos nada, lo que hay todavía mucho pardillo que ya sería hora de que, en bien de todos, madurara en perspicacia.
A veces el enemigo, el diputado tránsfuga de Cs., tiene razón y cuando la tiene hay que dársela.