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Grandes ecosistemas como la selva amazónica o los arrecifes de coral están al borde del abismo. Su colapso podría ocurrir en un espacio de pocas décadas a partir de cierto umbral, según un nuevo estudio publicado este martes en la revista Nature Communications.
La investigación, llevada a cabo por investigadores de tres universidades británicas (Bangor, Southampton y Londres) ha revelado que la desaparición de estos ecosistemas será mucho más rápida de lo que se esperaba hasta ahora. En alrededor de 50 años, sistemas tan reconocibles como la selva amazónica (5,5 millones de kilómetros cuadrados) podrían haber dado paso a un paisaje más parecido a la sabana. En el caso de los arrecifes de coral del Caribe (unos 20.000 kilómetros cuadrados), el colapso podría producirse en alrededor de 15 años. El estudio observa que «la cobertura de coral se ha reducido en un 80% entre 1977 y 2001», concluyendo que podría desaparecer por completo para 2035.
«Por desgracia, lo que revela nuestro estudio es que la humanidad tiene que prepararse para esos cambios mucho antes de lo que se esperaba«, afirmó uno de los autores principales del artículo, Simon Willcock, de la Escuela de Ciencias Naturales de la Universidad de Bangor (Gales). «Que algunos de los ecosistemas más grandes e icónicos del mundo cambien tan rápido impactaría a los beneficios que obtenemos de ellos, incluyendo todo lo que va de los alimentos a los materiales, al oxígeno y al agua que necesitamos para vivir», añadió.
Colapso inminente
El informe estudia la velocidad a la que podrían colapsar distintos ecosistemas de gran tamaño de todo el mundo. Los autores investigaron los cambios de cuatro ecosistemas terrestres, 26 marinos y 13 de agua dulce para llegar a sus conclusiones. El estudio no identifica los puntos de inflexión -es decir, el momento o evento a partir del cual se desencadenan procesos hasta entonces inactivos, lo que puede generar reacciones en cadena- concretos para cada ecosistema ni lo cerca (o lejos) que están esos ecosistemas de alcanzarlos.
No obstante, en el propio texto, los autores califican de «preocupante» la menguante capacidad de la selva amazónica de secuestrar carbono y el refuerzo del círculo vicioso entre deforestación e incapacidad para generar lluvia. El artículo señala a 2021 como posible fecha del punto de inflexión para el bosque tropical sudamericano.
Este dato es consistente con el de otro estudio, publicado en diciembre de 2019 en Science Advances. En este, se advertía que la Amazonia no solo no podía soportar más deforestación, sino que además requería «reconstrucción inmediata».
Cómo retrasar estos impactos
En su estudio, los autores identifican ciertos elementos clave que pueden suponer resortes con los que retrasar, adaptarnos o gestionar los peores impactos de los cambios. El artículo afirma que los ecosistemas conformados por un gran número de especies son más estables que los que están dominados por una sola. En la sabana africana, por ejemplo, los elefantes son una especie clave por acción sobre el paisaje y por su rol en el transporte de semillas a largas distancias. Por lo tanto, si esta especie desapareciese, el cambio sobre todo el ecosistema sería muy rápido y profundo.
«Esta es otra buena razón más para evitar degradar los ecosistemas de nuestro planeta aún más. Tenemos que hacer más para conservar la biodiversidad», dijo Gregory Cooper, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, también firmante de la investigación.
Por su parte, el profesor John Dearing, del Departamento de Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Southampton, el tercer autor, se mostró sorprendido por la rapidez con la que pueden desaparecer grandes ecosistemas. «Intuitivamente sabíamos que los grandes sistemas colapsarían más despacio que los pequeños, porque lleva más tiempo que los impactos se extiendan a lo largo de grandes distancias. Pero lo que no nos esperábamos es que estos grandes sistemas colapsan mucho más rápido de lo que creíamos», afirmó el académico. Incluso «los más grandes del mundo», concluyó, podrían desaparecer «en cuestión de pocas décadas».
*Este artículo ha sido editado el 12 de marzo para corregir un error. En la versión anterior, se especificaba que el estudio aparecía en la revista Nature Climate Change, cuando en realidad está en Nature Communications.