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Llegó el día. Este miércoles 2 de febrero, la Comisión Europea ha publicado el Acto Delegado Complementario final sobre la Taxonomía de Actividades Sostenibles de la UE. En otras palabras: ha dado el visto bueno definitivo al texto que etiqueta el gas fósil y la nuclear como ‘verdes’ de cara a inversiones del sector privado. Salvo algunos cambios menores, el contenido es el mismo de versiones anteriores.
Todo este proceso se ha alargado durante más de un año. La decisión de Bruselas ha generado un enorme rechazo de la sociedad civil, pero también de muchos países (incluido España), de europarlamentarios, e incluso de uno de los grupos de especialistas que han asesorado, que lo ven como un paso atrás para la lucha frente al cambio climático y la transición ecológica.
Aun así, y a pesar de las presiones, la Comisión se ha mantenido firme en sus ideas iniciales. Fuentes comunitarias defienden que han tomado un enfoque realista y pragmático. Insisten en que esta taxonomía no es una barra libre, y que tanto la nuclear como el gas se incluyen en la clasificación a cambio de condiciones estrictas pero técnicamente alcanzables. Desde Bruselas remarcan que ambas fuentes de energía no son climáticamente neutrales ni sostenibles, pero que sí son adecuadas bajo ciertas condiciones para acelerar la transición hacia las emisiones netas cero en 2050.
Las dos pasan a ser consideradas tecnologías de transición, es decir, que no pueden ser reemplazadas aún por otras tecnologías bajas en emisiones y más sostenibles. En el caso de la nuclear, tendrá el sello ‘verde’ hasta 2045, mientras que el gas hasta 2035.
Entrando en detalle, las primeras solo se considerarán aptas las «tecnologías avanzadas con ciclo de combustible cerrado («Generación IV»)», con el fin de «incentivar la investigación y la innovación en tecnologías futuras en cuanto a normas de seguridad y minimización de residuos (sin cláusula de extinción)». Asimismo, «los proyectos de nuevas centrales nucleares para la generación de energía, que utilizarán las mejores tecnologías existentes («Generación III+»), serán reconocidos hasta 2045 (fecha de aprobación del permiso de construcción)». Finalmente, «las modificaciones y mejoras de las instalaciones nucleares existentes para ampliar su vida útil se reconocerán hasta 2040 (fecha de aprobación por la autoridad competente)».
En cuanto al gas fósil, explican que cada actividad relacionada con esta fuente de energía debe cumplir uno de los siguientes umbrales de emisión: que las emisiones del ciclo de vida sean inferiores a 100 gramos de CO2 por kilovatio hora, o que sus emisiones directas sean inferiores a 270 gCO2e/kWh, así como reemplazar a una central energética más contaminante y recibir el permiso de construcción antes de 2030. También obtendrían el visto bueno aquellas para la actividad de generación de electricidad siempre y cuando sus emisiones directas anuales de gases de efecto invernadero no superen una media de 550kgCO2e/kW de la capacidad de la instalación a lo largo de 20 años.
Para anunciar este hito tan cuestionado, la Comisión Europea publicó un vídeo en su Twitter durante la mañana. Sin embargo, en ningún momento hace referencia ni al gas ni a la nuclear. En cambio, sí aparece la energía solar, la eólica, así como presas hidráulicas.
La taxonomía no es definitiva
Que la CE haya aprobado el texto no quiere decir que ya sea una decisión en firme. Una vez traducido a todos los idiomas oficiales de la UE, el Acto Delegado Complementario se transmitirá formalmente a los colegisladores para su examen. Por tanto, y antes de que entre en vigor la taxonomía, el Parlamento Europeo y el Consejo dispondrán de cuatro meses (más dos adicionales si lo piden) para examinar el documento y, en caso de que lo consideren necesario, presentar objeciones al mismo e incluso vetarla. No obstante, no será un camino fácil. El Consejo tendrá derecho a oponerse a la inclusión del gas y la nuclear si reúne al menos a 20 Estados miembros que representen al menos el 65% de la población de la UE. Por su parte, el Parlamento Europeo puede hacer lo propio si logra mayoría en el Pleno, es decir, 353 diputados y diputadas en contra del Acto Delegado Complementario. Si finalmente nadie se opone, y transcurrido ese plazo, la nuclear y el gas fósil entrarán oficialmente en la lista de inversiones sostenibles de la UE.
El bloque contrario a la etiqueta verde para el gas y la nuclear lo lidera desde el principio España. Para la vicepresidenta Teresa Ribera ninguna de las dos fuentes de energía cumple «los criterios científicos y legales para ser consideradas sostenibles». Recientemente, se unió a Austria, Dinamarca y Luxemburgo para remitir una carta a Bruselas donde pedían un cambio de rumbo con la taxonomía, aunque sin éxito. En el caso de Austria y Luxemburgo, ambas planean incluso ir más allá y han anunciado que acudirán al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
Quien estará más contenta después de que la Comisión haya aprobado la versión final de la taxonomía es Francia, principal defensora de las nucleares –en torno al 75% de la electricidad del país proviene de esta fuente– y que cuenta con el respaldo de una docena de países. También estará feliz Alemania, que si bien rechaza la nuclear, ha estado a favor de darle la etiqueta verde al gas, al igual que varios países del este.
Dada las múltiples críticas, eran muchas las voces que reclamaban una consulta pública sobre la taxonomía. Sin embargo, esta idea no la contempló en ningún momento la CE, que asegura que han tenido en cuenta todas las aportaciones, y defienden que “las cuestiones relevantes sobre el gas natural y la energía nuclear en relación con la taxonomía han sido de dominio público desde 2020”.
¿Se puede esperar otra cosa de la Europa vendida al capital?
¿Cuando vamos a despertar los pueblos?. Nosotros tenemos el poder; pero ¿despertaremos a tiempo?
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La superficie forestal desaparece a una velocidad alarmante: estamos ante una verdadera emergencia mundial. Los bosques nos dan el aire que respiramos, protegen el clima al funcionar como sumideros de carbono y son el hábitat natural de más de la mitad de los seres vivos del planeta.
El sector alimentario es el principal responsable de esta destrucción: han levantado plantaciones enormes de soja y aceite de palma, y macrogranjas de vacuno donde antes había árboles centenarios. Los alimentos que se producen aquí son los que llenan los estantes de los supermercados europeos.
Las multinacionales que venden estos productos insisten en que se oponen a la deforestación, pero hacen todo lo posible para que la ley que contribuiría a defender los bosques no salga adelante. ¿La razón? Simple y llanamente, aumentar al máximo sus ganancias.
Europa es el segundo mercado más importante del mundo; dentro de unos días, la Unión Europea empezará las negociaciones sobre una nueva ley que prohibiría la venta de todos los productos que se elaboran en zonas deforestadas.
Los grupos de presión de la industria de la carne y el aceite de palma, entre otras, no se han quedado de brazos cruzados. Ya han empezado a usar su influencia para que la UE apruebe una ley con resquicios legales por los que quepan sus productos: así podrán seguir talando bosques a diestro y siniestro.
Si intervenimos, nos aseguraremos de que la Unión Europea escuche a la ciudadanía y no a las empresas. Súmate a la petición y ayúdanos a demostrar que la voz de la gente tiene más fuerza que la de los grupos de presión.
No más productos a costa de los bosques.
Es hora de demostrar que la gente puede ganarle el pulso al lobby del sector alimentario.
https://act.wemove.eu/campaigns/ley-productos-deforestacion?utm_campaign=20220207_ES&utm_medium=email&utm_source=civimail-43412
No hay lugar donde esconderse: las armas nucleares y el colapso de los sistemas de salud
Cuando los medios de comunicación hablan de armas nucleares, rara vez hablan concretamente sobre sus efectos sobre el terreno y lo que significaría para los sistemas de salud hacer frente a las consecuencias de un bombardeo nuclear. ICAN (Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares) está lanzando un informe que revela que los sistemas de salud en diez ciudades importantes del mundo (Pekín , Islamabad , Londres , Moscú , Nueva Delhi , París , Pyongyang , Tel Aviv , Washington DC , Berlín) se verían desesperadamente abrumados por el impacto inmediato de la detonación de una sola arma nuclear. El estudio modela la detonación de una explosión nuclear de 100 kilotones en el aire sobre las principales ciudades de cada uno de los nueve estados con armas nucleares y Alemania, que alberga armas nucleares estadounidenses en su territorio. Luego examina cuántas camas de hospital, médicos, enfermeras y dónde hay información disponible, camas de UCI y centros de atención de quemados quedarían para tratar a cientos de miles a más de un millón de personas lesionadas.
https://www.icanw.org/report_no_place_to_hide_nuclear_weapons_and_the_collapse_of_health_care_systems?utm_campaign=healthcare_report_2&utm_medium=email&utm_source=ican
El Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA) rechaza que la Unión Europea favorezca la supervivencia del negocio de la energía nuclear incluyéndola en su dictamen sobre etiquetado verde.
Los esfuerzos de la UE para descarbonizar su producción eléctrica se ven de nuevo comprometidos por el oportunismo y la capacidad de presión de la industria nuclear.
Una mentira repetida miles de veces … no se hace verdad, pero puede crear enorme confusión. La energía nuclear ha utilizado el problema del cambio climático para hacerse un hueco en una opinión pública que, muy justificadamente, desconfía de su seguridad. Miente al declararse «libre de CO2», porque tras cada recarga de combustible de una nuclear hay minería de uranio, tratamiento del mineral, proceso de enriquecimiento en uranio fisionable, fabricación de las pastillas de combustible y todos los transportes implicados. Hay recargas cada año y medio o dos años, dependiendo del tipo de central y de cómo se gestione. En España significa 1.800 toneladas de gases de efecto invernadero en cada recarga. Claro que, a medida que la explotación de las minas haga disminuir la concentración de uranio, las emisiones de la obtención del combustible aumentarán: se estima que serán como las de centrales de gas a mediados de siglo si se mantiene el porcentaje nuclear de hoy (solo el 10%) en la electricidad mundial. Una energía extremadamente sucia y peligrosa que también contribuye al cambio climático.
El Movimiento Ibérico Antinuclear rechaza que se malgaste dinero necesario para la recuperación tras la pandemia en prolongar la dependencia de fuentes energéticas que nos causan graves problemas para los que no tenemos solución. La electricidad nuclear y tampoco el gas natural no pueden ser parte de la transición energética. El MIA reclama una transición basada en el ahorro de energía, la mejora de la eficiencia en su obtención y utilización junto con el cambio a fuentes renovables. Hay que dejar atrás tanto las energías fósiles como la nuclear.
https://insurgente.org/ante-los-intentos-de-considerar-desde-algunos-paises-de-la-ue-a-la-energia-nuclear-como-verde-manifestamos/