COP 25: Se abre el telón…

Este viernes arranca, con una manifestación masiva en Madrid, la Cumbre Social por el Clima. Dos activistas señalan las contradicciones de una cumbre que se suma a una larga lista de citas que no han conseguido reducir las emisiones de CO2.
Cabecera de la manifestación del 27 de septiembre en Barcelona. Foto: Marc Lozano Foto: fff-barcelona-1

Este artículo representa la opinión de sus autoras. Gemma Barricarte y Joana Bregolat son activistas de Fridays for Future Barcelona.

Se abre el telón. Aparecen reunidos en Madrid los líderes de 196 países, por vigesimoquinta vez, para acordar de nuevo una bajada drástica de emisiones que salven a la humanidad del desastre. El mismo día, la empresa más contaminante del Estado español, compra la portada de varios de los mayores periódicos del país para autoproclamarse líder en la solución. Mientras, el alcalde de Madrid, el mismo que puso en el disparadero la Zona de Bajas Emisiones de Madrid Central, dice que está profundamente comprometido con la salud del planeta. En el recinto de la reunión resuenan promesas distópicas como las de la segunda empresa española qué más contribuye a agravar la crisis climática, Repsol: “El futuro no se detiene, nosotros tampoco. Bienvenida Cumbre del Clima 2019 (COP25)”.

Por suerte, contamos con un buen narrador: el señor C.D. Keeling. Si los acuerdos iban de reducir emisiones, él nos cuenta si realmente se hizo o no y dónde estamos ahora. Su lupa de comprobación científica de la efectividad de las reuniones es irrefutable. Lleva midiendo la concentración de CO2 en la atmósfera desde 1958. Aquí nos muestra algunas fechas señaladas:

1992, junio. Cumbre de la Tierra en Río: 359.33 ppm CO2

1997, diciembre. COP3. Protocolo de Kyoto: 364.38 ppm CO2

2005, diciembre. COP11. Acuerdo de Montreal: 380.11 ppm CO2

2013, noviembre. COP19. Estancamiento histórico de Copenhague: 395.16 ppm CO2

2015, diciembre. COP21. Acuerdo de París (objetivo 350 ppm): 401.85 ppm CO2

2019, diciembre. COP25. Punto no-retorno cerca, acuerdos por ver: 410.92 ppm CO2

Juzguen ustedes mismas el fracaso y la subida de emisiones. ¿La película? Ya saben cuál es. Se llama COP y bien podría parecer una obra bajo la dirección de Scorsese si pensamos en la obscena correlación de poderes. O bien, de Tarantino si pensamos en el derroche de gore de las luchas indígenas que hay en el backstage. La realidad hoy parece un chiste. 

La capacidad de operar pertenece a las esferas de los poderes fácticos. De éstas mismas parece que deba depender poco menos que toda la vida en el planeta. Algunas lo llaman necropolítica, otros ecofascismo. Es la misma película de siempre: nada ha cambiado.

Esta situación nos sumerge en un auténtico abismo y en una disyuntiva cada vez más difícil: ¿cómo ejecutar un cambio de rumbo cuando vivimos en una sociedad que vive de espaldas a su propia supervivencia? ¿Cómo arrojar luz cuando todo el aparato mediático lo dominan las grandes corporaciones? ¿Cómo romper con la deriva que llevamos cuando la mayor capacidad material la tienen quienes poco miran por la resiliencia global? ¿Podemos esperar siquiera que les importe?¿Cómo articular un cambio sabiendo que globalmente nos sostiene un metabolismo ecocida, de matriz neocolonial y patriarcal? 

Desde el informe especial sobre 1,5 ºC del IPCC, publicado en octubre de 2018, ha pasado poco más de un año. Ese informe nos alertaba de la necesidad de haber reducido en 2030 un 50% de las emisiones globales de CO2. El mundo debe alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050.

El contexto era muy diferente al de ahora: la sociedad civil desde entonces comenzó a organizarse de forma internacional y masiva. Comenzamos a romper con la normalidad, porque comprendemos que de alguna manera ya está rota. Ahora las expectativas son otras, nos negamos a ser simples espectadoras.

En el Estado español, pudimos ver una movilización de miles de personas el 15 de marzo. Seis meses después, el 27 de septiembre, las marchas por el clima alcanzaron el millón de asistentes. Se superaron todas las expectativas. Crecemos de forma exponencial.

Ha sido un mes de preparación in extremis de una Cumbre Social por el Clima para rellenar los agujeros de una COP que destila poca ambición: ha comenzado concediendo el greenwashing de los principales causantes. No hemos visto mayor declaración de intenciones. La altura del reto que tenemos como sociedad es tan grande como el despliegue de la ofensiva al que estamos asistiendo. 

Marchemos, marchemos por el clima. Nos va la vida en ello. Seamos las heroínas obstinadas de esta película. Existe un despliegue de solidaridad intergeneracional, de voces ecofeministas, pacifistas, descoloniales, antirracistas e internacionalistas que se alzan por la justicia climática y un futuro digno. De la misma forma que aumenta el miedo de esas corporaciones, todo nuestro amor y compromiso por la vida se articula de forma exuberante. Lo estamos haciendo bien, necesitamos hacer más. Por eso: marchemos por el clima. Personas de todas las latitudes del mundo estaremos juntas el próximo 6 de diciembre a las seis de la tarde, en Atocha, Madrid. 

¡Hasta que valga la pena vivir!

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