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La COP27 ya es historia. Una cumbre del clima más a la que se le pone el check de completada. A pesar de haber logrado un fondo vital para ayudar a los países más vulnerables, una vez más queda la sensación de que no se ha estado a la altura del reto que hay enfrente. Y esto nos lleva a un tema incómodo, pero necesario: las cumbres del clima necesitan urgentemente un cambio, salir de su zona de confort, que diría el coach motivacional. Porque la crisis climática es, de todo, menos cómoda.
Cuando se celebró la primera cumbre del clima (Berlín, 1995), la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era de 360 partes por millón y la temperatura era 0,7 ºC más alta que en la época preindustrial (sobre 1850). Este año, la concentración de CO2 atmosférico ronda las 418 ppm y el planeta se ha calentado casi 1,3 ºC. Analizando en frío ambos datos –los cuales nos permiten constatar la evolución del cambio climático–, se puede llegar a la conclusión de que las cumbres climáticas han servido de poco. O, con menos dureza y algo más de justicia: podrían haber sido mucho más productivas de lo que lo han sido.
Es importante dejar claro que un foro internacional como este, que reúne cada año a casi 200 países para hablar sobre cómo mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático, es un hito histórico. Pero, por eso mismo, porque es tan importante, urge replantearse la forma en que se celebra antes de que sea demasiado tarde y se convierta en algo que haya perdido toda utilidad y credibilidad.
En los últimos años, las cumbres han derivado en una mezcla de campamento de verano y una suerte de Fitur (la Feria Internacional de Turismo que se celebra cada año en Madrid). La sensación que deja es la misma: los países cuentan con su propio pabellón, en el que te venden las bondades de su nación, se da alguna charla e incluso te regalan comida y bebida.
Por los pasillos y aledaños de la COP27 puedes toparte con gente haciendo gimnasia, uno disfrazado de dinosaurio, un oso polar gigante o un Papá Noel a 30 ºC junto al desierto, como cuenta en sus crónicas la compañera Valentina Raffio.
También tienen su espacio las empresas, muchas de las cuales son responsables de que este evento se celebre. Como montar un congreso sobre el cáncer de pulmón y que Philip Morris, la mayor tabacalera del mundo, esté presente. «Estas cumbres climáticas se están convirtiendo cada vez más en ferias comerciales, con acuerdos energéticos, incluidos los acuerdos sobre combustibles fósiles, que se hacen al margen», cuenta Arthur Wyns, director de políticas de la Alianza Clima y Salud. «Mientras discutimos sobre los detalles del Acuerdo de París, las empresas de combustibles fósiles están ganando miles de millones de dólares al margen», cuenta el experto, asiduo a las COP.
Esta es una sensación compartida por la mayoría (salvo para los jefazos de los combustibles fósiles o con interés en ellos). Uno de los que no está cómodo con el rumbo que están tomando las cumbres es Javier Andaluz, miembro de Ecologistas en Acción que lleva asistiendo a las COP desde 2013: «Básicamente, es un evento que están usando, sobre todo, organizaciones de carácter empresarial». Como señala el activista, las cumbres «se usan comunicativamente para posicionar sus reivindicaciones políticas». En este sentido, considera que los medios hacen publicidad de estas cosas «en vez de centrarse en los temas de discusión para hacer presión». Esta cumbre es la segunda que más prensa ha reunido (más de 3.000, solo superada por la COP3, donde se pactó el Acuerdo de Kioto). Y lo cierto es que todos los focos suelen ir al líder político de turno, que viene y, con la misma, se va.
¿Pero en qué momento se torció todo? ¿O siempre ha sido así? Aunque es complicado saberlo a ciencia cierta, los especialistas consultados apuntan a un mismo año y lugar. La periodista Tais Gadea Lara, que lleva cubriendo presencialmente las cumbres del clima desde 2014; Anna Pérez Català, investigadora y experta en negociaciones climáticas, y Javier Andaluz señalan como punto de inflexión la histórica COP21 de París (donde nació el Acuerdo de París). Para el experto de Ecologistas en Acción, la COP22, celebrada en Marrakech, fue un antes y un después en cuanto a la fiturización de las cumbres.
La COP27, con una organización cuestionada, bate récords
Gracias a las listas que publica ONU Cambio Climático es posible saber exactamente el número de personas que asisten a cada cumbre, el nombre y la empresa u organización a la que pertenecen. Así, hemos podido saber que para la recién acaba cumbre se han acreditado más de 600 grupos lobbistas de todo el mundo ligados a los combustibles fósiles, batiendo el récord hasta el momento. Entre ellos, como ya contamos en Climática, hay empresas y organizaciones españolas que contribuyen a la crisis climática. Desde Iberdrola a la CEOE.
A la COP27 se han apuntado 33.449 personas, lo que la hace la segunda más numerosa tras las casi 40.000 que acudieron a la COP26 de Glasgow. Aunque son datos provisionales (los definitivos, que contabiliza las personas que recogieron su acreditación, se publicarán más adelante), demuestra el interés por acudir a este tipo de citas. Del total, 13.981 corresponden a personas que pertenecen a "organizaciones observadoras" (que incluye a órganos de la ONU, organizaciones intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales, y empresas). Supone la asistencia más alta de todas las cumbres, aunque no muy lejos de las 13.482 de la COP de Copenhague, en 2009, una cumbre desastrosa en las negociaciones y exitosa en asistencia.
Muchas de las personas que van a las cumbres del clima lo hacen por postureo. O por sacar algún rédito económico o político. O por ambas. Desde la primera cumbre hasta esta última de Sharm El Sheikh (Egipto), han acudido más de 300.000 personas, con su correspondiente impacto climático. El problema es que la mayoría no está interesada en lo verdaderamente relevante, que son las negociaciones. Y, entre quienes sí lo están, suele haber actores que no deberían estar (como grupos de presión).
Anna Pérez Català, que ha asistido a todas las cumbres desde 2014 y a las negociaciones técnicas entremedias que se celebran en Bonn, no se la juega a decir si va demasiada gente, pero sí nota que hay excesivo ruido que distrae de lo importante: "En esta COP daba la sensación de que había más espacio para pabellones que para negociaciones". Según ella, hay un elevado número de eventos paralelos y, a diferencia de en las primeras cumbres, muchos no tienen gran calidad y se hacen por rellenar.
Una de las principales consecuencias del gran número de asistentes es que no hay alojamiento para todos. Y los que hay están a precios desorbitados, lo que hace que mucha gente no pueda ir. Ya ocurrió en la pasada COP, y en esta cumbre, muchos hospedajes han aprovechado para subir los precios aun con las reservas hechas con antelación.
Otro mal habitual de las COP es que siempre son las mismas voces. Es más fácil escuchar el discurso de un alto cargo de una compañía energética que el de una persona que vive en una isla condenada a desaparecer por la subida del nivel del mar. "La gobernanza global del clima dista mucho de ser inclusiva, justa y democrática; y es precisamente la principal causa de la falta de avances, porque las soluciones existen", afirma Jesus Iglesias Saugar, embajador del Pacto Climático Europeo en SBNCLIMA. Ha estado presente en las últimas siete cumbres, pero asegura que no irá más de forma presencial a partir de ahora en vista de su deriva.
"Cada vez tenemos ferias más grandes, pero eso no se está traduciendo en la capacidad de alcanzar mejor y más rápido acuerdos de carácter internacional", reflexiona Javier Andaluz. Según él, todo esto –enfatizando en la presencia de compañías anticlima– "provoca distracción de las demandas y genera una frustración en la población, que percibe que las cumbres se limitan a estas acciones cuando realmente hay más cosas".
Aún hay tiempo de reconducir las cumbres del clima. Todavía es posible tener un evento anual donde los esfuerzos se centren exclusivamente en limitar el aumento de la temperatura, en adaptarse a los impactos y en ayudar a los países más vulnerables. Sin distracciones. Sin empresas fósiles. Con la gente justa y necesaria, y sin grandes despliegues logísticos. Las fuentes consultadas apuestan por desligar la parte negociadora de la más vistosa, la cual podría darse en un evento y fechas aparte. A fin de cuentas, se trata de actuar contra el cambio climático, no de aparentar que nos importa el cambio climático.
Las mujeres indígenas están particularmente afectadas en la crisis climática. Sus territorios están viviendo los efectos de esta crisis que atenta contra sus bosques, ríos y vidas.
Sin embargo, lejos de ser víctimas, las mujeres indígenas están luchando por la justicia climática como defensoras de la tierra, lideresas políticas y símbolos de resistencia. Estas mujeres están exigiendo a los líderes mundiales que cumplan sus promesas de acción climática en la Conferencia COP 27 sobre el Cambio Climático, que está desarrollándose ahora en Egipto.
Este año, la conferencia ha sido marcada por la participación de jóvenes activistas que exigen mejores financiamientos climáticos y el respeto de los derechos humanos. Durante la primera semana del evento, las mujeres indígenas han hecho oír sus demandas exigiendo a los líderes mundiales que pasen a la acción para evitar que la crisis climática se acentúe. Sin embargo, sus voces siguen siendo marginalizadas en las negociaciones climáticas y la cobertura mediática de la COP 27.
Sus experiencias ilustran la importancia de su cosmovisión para que se acceda a una justicia climática, y la urgencia con la cual buscan generar cambios para sus comunidades y la Madre Tierra.
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Sí a la energía eólica, pero sin saquear la selva.
La expansión de la energía eólica en China, Europa y Norteamérica ha desencadenado en Ecuador un drama relacionado con la extracción de madera de balsa. Hasta el 90% de la madera de balsa del mundo procede de Ecuador.
Para satisfacer la demanda, madereros y comerciantes invaden zonas de la selva y saquean las existencias de madera de balsa. Tampoco se detienen en territorios indígenas y áreas protegidas por el Estado lo que genera graves conflictos sociales.
Para la naturaleza, la tala de madera de balsa es devastadora. Esta especie de árbol cumple importantes funciones ecológicas y protege de la erosión las riberas de los ríos, en las que crece.
La empresa que más balsa utiliza en el mundo es Siemens Gamesa. La eólica hispano-alemana utilizó casi 26.000 t de madera de balsa en 2021 (unos 170.000 m³).
Por ejemplo, las tres palas del rotor de 81 m de longitud de los aerogeneradores marinos de Siemens Gamesa contienen un total decasi 6 t de balsa (aproximadamente 40 m3). Equivale a unos 40 árboles. La madera se adhiere firmemente en las hojas con plásticos como el PET y el PVC, así como con fibras de vidrio y resinas epoxi.
Otros fabricantes de aerogeneradores también utilizan balsa, en menor cantidad: Nordex aproximadamente 9.000 m³ en 2021 y Vestas 2.500 m³.
LM Wind Power, filial de la multinacional estadounidense General Electric, utiliza balsa en el 5% de sus rotores. esta empresa y la alemana Enercon no han respondido a las preguntas de Salva la Selva/Rettet den Regenwald.
Las empresas invocan la balsa del grupo suizo 3A Composites, el único operador mundial de plantaciones de balsa que cuenta con certificación FSC. Pero el consumo global de balsa de la industria eólica es mucho mayor que las cantidades producidas por 3A Composites. En particular las cifras de Siemens Gamesa arrojan grandes dudas.
Las cadenas de suministro de Balsa necesitan ser más transparentes y sobre todo, verificables.
https://www.salvalaselva.org/peticion/1255/si-a-la-energia-eolica-pero-sin-saquear-la-selva