Etiquetas:
«Los océanos que nos rodean representan uno de nuestros recursos más valiosos. Si se desarrollan, este recurso puede ser muy beneficioso para nuestra nación y para toda la humanidad […] Los recursos minerales terrestres acabarán por alcanzar su límite, lo que nos obliga a embarcarnos en un esfuerzo nacional para adquirir y aplicar la información sobre una parte de nuestro planeta que determinará las condiciones en las que vive el resto del mundo». Las palabras de J. F. Kennedy, pronunciadas en 1963, resuenan con fuerza en la actualidad, cuando los anhelos de la minería submarina parecen más cerca que nunca de convertirse en realidad.
Estas palabras resuenan también a lo largo de los 85 minutos de Deep rising, el documental dirigido por Matthieu Rytz que sirve de cinta inaugural para la novena edición del Another Way Film Festival. Entre el 18 y el 25 de octubre, el certamen proyectará 43 títulos (documentales, películas de ficción, cortometrajes y una miniserie de tres capítulos) de forma presencial en la Cineteca de Madrid y también online. Su objetivo es divulgar, exhibir y premiar obras audiovisuales centradas en el desarrollo sostenible y producidas en cualquier parte del mundo.
Las palabras del ex presidente de Estados Unidos, con las que arranca el documental de Ryt (premiado en Sudance en 2018 por Anote’s Ark), acompañan al espectador durante un viaje hacia las profundidades de nuestro planeta, hacia un mundo oscuro, silencioso y desconocido que ahora se siente amenazado por la expansión de la minería submarina. Narrada por el actor Jason Momoa, la cinta combina imágenes cautivadoras de las criaturas que viven en el océano profundo con diferentes puntos de vista a favor y en contra de extraer los minerales del fondo del mar (aunque posicionándose con claridad en este segundo grupo).
Los dilemas de minar el mundo submarino
La demanda de minerales críticos se ha disparado en los últimos años de la mano del auge de las industrias de las energías renovables y las baterías. Sin embargo, los principales depósitos terrestres de materiales como el manganeso, el cobalto o el níquel se están agotando. Esto ha hecho que el viejo sueño de extraer recursos de las profundidades oceánicas haya revivido en la última década. Un número importante de empresas y países están presionando para que se autorice la minería submarina a nivel comercial (a nivel exploratorio ya está en marcha). Y la Autoridad Internacional para los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas inglés) lleva más de 10 años intentando regular, sin éxito, la actividad.
De entre todas las empresas que están presionando a la ISA, la canadiense The Metals Company es quizá la más conocida, ya que es la principal impulsora de la que podría acabar siendo la primera mina submarina del planeta, en aguas de Nauru. La empresa y el país de Oceanía (el tercero más pequeño del mundo) han dado ya todos los pasos para iniciar sus operaciones en los próximos meses, haya o no una normativa internacional aprobada por la ISA. The Metals Company, cuyo CEO, Gerard Barron, es una de las voces de Deep rising, calcula que en Nauru hay más de 850 millones de toneladas de nódulos polimetálicos, pequeños cúmulos de minerales que esconden los materiales vírgenes que necesitan las pujantes industrias verdes.
En frente, la oposición a la minería submarina también se ha hecho fuerte. La mayoría de especialistas científicos en las profundidades oceánicas coincide en una cosa: estamos ante un espacio demasiado desconocido como para iniciar actividades industriales a gran escala. Sus argumentos, recogidos en el Deep-Sea Mining Science Statement, un manifiesto apoyado por 653 especialistas en el ámbito marino, señalan además que lo poco que sabemos indica que es muy mala idea ponerse a minar el fondo del mar. A nivel político, un grupo cada vez mayor de países (creado por Fiji, Palau y Samoa, y al que se han sumado Chile, Costa Rica, España, Francia y Alemania, entre otros) pide pausar el desarrollo de la minería submarina hasta que sepamos más de sus impactos.
El documental ejemplifica esa cara del debate en la voz de Sandor Mulsow, profesor de geología marina en la Universidad Austral de Chile y director de la oficina medioambiental de la ISA hasta 2019. Mulsow explica cómo la minería submarina generará penachos de sedimentos en toda la columna de agua, desde las profundidades a la superficie, multiplicará la contaminación acústica, provocará vertidos tóxicos e interrumpirá procesos ecológicos y geoquímicos fundamentales para el planeta e increíblemente lentos: se estima que los nódulos metálicos crecen a un ritmo de entre 1 y 10 milímetros por cada millón de años, y en la profundidades viven seres con miles de años de edad (como ciertas esponjas y corales).
La cinta de Matthieu Ryt plantea también los dilemas sociales del extractivismo. Gran parte de la actividad minera terrestre hoy (y de la submarina, si finalmente se hace realidad) se desarrolla en países en vías de desarrollo, donde las regulaciones laborales, fiscales y ambientales suelen ser más permisivas, y donde la población no tiene la capacidad ni las herramientas de pedir responsabilidades a las grandes empresas multinacionales. Son, en muchos casos, comunidades vulnerables muy amenazadas por el cambio climático que se ven también amenazadas por las supuestas soluciones.
Mientras la ISA sigue atrapada en un bucle de gobernanza de difícil resolución (cómo gestionar recursos que están en aguas internacionales y son de todos, cuya extracción causa daños a todos, pero solo beneficia a unos pocos), la industria minera parece querer avanzar como si no hubiese más remedio en busca de una nuevo El Dorado. Pero, ¿realmente no existe alternativa al extractivismo? ¿No hay futuro posible sin extraer níquel o manganeso de la Tierra? Deep rising plantea algunas respuestas, pero es el espectador el que debe sacar las conclusiones.
NUCLEARES, otro gran problema.
Ecologistas en Acción y el MiA presentan alegaciones a la construcción de un Almacén Temporal Individualizado (ATI) en la Central Nuclear Vandellós II.
Piden que se formule la Declaración de Impacto Ambiental con carácter negativo.
Ecologistas en Acción y el MiA, con la presentación de las alegaciones , quieren manifestar su rechazo a la construcción de los ATI, como el previsto para la central de Vandellós-II, así como a cualquier otra solución parcial encaminada a la gestión de los residuos radiactivos, mientras no se ataque de raíz el problema de estos residuos, es decir, su generación. Las organizaciones consideran que la primera acción destinada a paliar el efecto perjudicial de los residuos radiactivos pasa por el cierre y desmantelamiento de todas y cada una de las centrales nucleares del Estado, que todavía siguen en operatividad.
https://www.ecologistasenaccion.org/300996/rebutgen-la-construccio-de-lati-de-vandellos-ii/