Desmontando argumentos negacionistas sobre el CO2

Los negacionistas del cambio climático suelen decir que el dióxido de carbono (CO2) es bueno para las plantas, que los humanos apenas son responsables o que no tiene nada que ver con el aumento de las temperaturas. En este artículo, desmontamos estas y otras afirmaciones.
Según el último informe del IPCC, las emisiones de CO2 que generaría en esta década las infraestructuras de combustibles fósiles ya existentes bastarían para superar el calentamiento de 1,5°C. Foto: Christian Lederer/Wikimedia (Lic: CC BY 3.0)

Recientemente, están adquiriendo fuerza diferentes mensajes, argumentos y narrativas que utilizan datos sobre el dióxido de carbono (CO2), ya sea para negar la existencia de la crisis climática, para restarle importancia o para evitar la aplicación de medidas que contribuyan a mitigarla.

Pero estos mensajes son desinformadores. El CO2 es un gas clave en el efecto invernadero, un proceso por el cual la Tierra guarda el calor que recibe del Sol, permitiendo la existencia de vida y el equilibrio térmico del planeta. Pero el aumento de su concentración en la atmósfera por la quema de combustibles fósiles y otras actividades humanas provoca un calentamiento global que está alterando los patrones climáticos mundiales.

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La narrativa de que el CO₂ ocupa únicamente el 0,04% de la atmósfera: equivale a más de 400 partes por millón, un gran aumento respecto a 1850 (cuando eran 284,7 ppm)

La concentración media de CO2 en la atmósfera fue de 418,53 partes por millón en 2022, lo que expresado en porcentaje sería el 0,041853% (0,04%). Pero centrarse sólo en el porcentaje es desinformador. Como explica a Maldita.es Andrés González, doctor en Química Orgánica y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, “0,04% puede parecer un valor insignificante, prácticamente cero, que puede llevar a pensar al lector que los efectos derivados sean también despreciables”.

Lo importante para el clima no es cuánto porcentaje representa este gas dentro la atmósfera, sino cuánto ha aumentado su concentración en las últimas décadas. Porque aunque el COpueda parecer una porción tan pequeña de la atmósfera, tiene efectos en el clima: retiene calor. González explica que expresar la concentración de CO2 en porcentaje o en partículas por millón es igualmente válido técnicamente, pero incide en que lo importante es “el aumento de su concentración en la atmósfera y cómo se vincula con la actividad humana”.

Por eso, al hablar de gases que representan una concentración muy pequeña (como el CO2) suelen emplearse las partes por millón (ppm) en lugar de los porcentajes. Rocío Alonso, ecotoxicóloga de la contaminación atmosférica en el CIEMAT y maldita que nos presta sus superpoderes, coincide en que usar porcentaje y ppm “es igualmente correcto” pero que depende en qué se quiera poner énfasis, “se puede usar una unidad u otra”. Por ejemplo, Alonso explica que con las ppm “es más fácil de entender” cuál es la tendencia en el cambio de concentraciones: “De 300 a 417 ppm que de 0,0300 a 0,0417%”.

La narrativa de que el CO₂ es necesario: es esencial para procesos naturales, pero su acumulación excesiva es un problema

El dióxido de carbono es un gas que participa en muchos procesos naturales, como la fotosíntesis de las plantas, la respiración celular o el efecto invernadero, el fenómeno que permite la vida en la Tierra al atrapar el calor que esta recibe del Sol. En este sentido, es indudable que el CO2 es un gas necesario. Pero esto no es incompatible con el hecho de que la acumulación excesiva de CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera incrementa esa captura de calor alterando el sistema climático.

Llamar al CO2 gas “tóxico” o “contaminante” es una discusión semántica, no científica ni climática. Como decía a Maldita.es Fernando Follos, consultor ambiental, “el problema es que se está emitiendo un compuesto a la atmósfera —contaminante o no— que está generando una descompensación sin precedentes en su composición, y que nos está llevando a un calentamiento global que está generando un cambio en el clima”.

La narrativa de que el CO₂ es positivo al ser “comida para las plantas”: aunque sea necesario para las plantas, su exceso y el cambio climático que produce también tienen efectos perjudiciales para ellas

Efectivamente, las plantas obtienen su alimento a través de la fotosíntesis, un proceso que transforma agua, luz solar, nutrientes y CO2 en materia orgánica (el tallo y las hojas de la planta) y oxígeno. Algunas narrativas recuerdan este dato para argumentar que el aumento de CO2 en la atmósfera no es preocupante, pues las plantas simplemente crecerán más. Esto no ocurre así.

Esta narrativa se concreta, por ejemplo, en el argumento que destaca que los invernaderos compran generadores de CO2 para duplicar el crecimiento de los cultivos. Para empezar, hay que tener en cuenta que, en los invernaderos, el resto de condiciones de la fotosíntesis (agua, nutrientes, radiación, CO2, temperatura, etc.) están controladas y garantizadas, algo que no sucede al aire libre, como explicaba la ingeniera agrícola Isabel Hernández García a Maldita.es.

Pero, sobre todo, hay que contar con los efectos que tiene el aumento del CO2 en el clima y, después, los efectos indirectos del clima en las plantas. Más COen la atmósfera impulsa el calentamiento global: eleva la temperatura media del planetaaumenta la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos como olas de calorsequías e incendios forestales, y acelera procesos de degradación del suelo como la desertificación. Estos efectos perjudican a las plantas: estrés hídrico, menor rendimiento de los cultivos, pérdida de cosechas, entre otros. Por tanto, un aumento excesivo de COen el aire, como el que se ha producido desde 1850, no tiene en su conjunto beneficios para las plantas.

La narrativa de que no hay relación entre más CO₂ y subida de temperaturas: debido al efecto invernadero, si hay más dióxido de carbono aumenta la temperatura

El efecto invernadero, como hemos explicado anteriormente, permite que la Tierra guarde calor que recibe del Sol y tenga un equilibrio térmico. Este efecto se sustenta en diferentes gases de efecto invernadero (como el CO2, pero también el metano o el óxido nitroso, entre otros) que son capaces de retener este calor. Si aumenta la cantidad de estos gases, el efecto invernadero se intensifica y la temperatura media del planeta, también.

Además, existe una estrecha correlación entre la concentración de CO2 en la atmósfera y la temperatura del planeta. La evidencia científica indica que en los últimos 800.000 años, los momentos más cálidos y más fríos del planeta han coincidido con épocas en que las concentraciones de CO2 eran mayores y menores, respectivamente.

Esta correlación no se nota tanto en periodos de tiempo relativamente cortos (años), pero sí es muy evidente a escalas temporales mayores (décadas). En los gráficos de abajo se puede observar la relación entre concentración de CO2 y anomalías de temperatura global, medido en una escala ‘corta’ (seis años) y ‘larga’ (44 años).

Escala temporal corta de la correlación entre CO2 atmosférico (NOAA) y anomalía de temperatura global (GISS). Fuente: Skeptical Science.
Escala temporal larga de la correlación entre CO2 atmosférico (NOAA) y anomalía de temperatura global (GISS). Fuente: Skeptical Science.

La narrativa de que el CO₂ en la atmósfera ha ido disminuyendo progresivamente: es falso, la concentración actual de dióxido de carbono es la más alta de los últimos dos millones de años

La cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado exponencialmente desde el siglo XVIII, inicio de la revolución industrial. Esto lo sabemos al comparar mediciones directas de CO2 en observatorios en las últimas décadas con trabajos de paleoclimatología que estudian la concentración de este gas hace miles de años. Estos últimos analizan, por ejemplo, burbujas de CO2 atrapadas en capas de hielo y glaciares.

La media de CO2 en 2022 fue de 418,53 partes por millón (ppm), según el Observatorio Mauna Loa, en Hawái (Estados Unidos), que es el centro que lleva más tiempo midiendo este gas de manera ininterrumpida, desde 1958. La de 2020, 414,21 ppm; la de 2002, 373,5 ppm. Los valores medios de cada año se pueden consultar en la base de datos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA). Si nos vamos más atrás, los análisis de paleoclimatología observan que los niveles de CO2 en la atmósfera nunca han sido tan altos desde, al menos, los últimos 800.000 años. Incluso, según el informe de síntesis del IPCC de 2023, son las más altas en al menos los últimos dos millones de años.

Cantidad de CO2 atmosférico en los últimos 800.000 años. La línea naranja son reconstrucciones de niveles de dióxido de carbono de estudios de paleoclimatología. La línea roja representa las observaciones directas.

La narrativa de que en el pasado el nivel de CO₂ fue mayor que el actual: sí, y en al menos un caso coincidió con una extinción masiva de especies

Similar a la narrativa “el clima siempre ha cambiado”, la desinformación intenta buscar argumentos en el pasado para determinar si la atmósfera ha tenido concentraciones de COtan elevadas como en la actualidad. Primero, hay que aclarar que las concentraciones de COactuales han sido superiores a las de cualquier momento en nuestro planeta de los últimos dos millones de años, según el informe de síntesis del IPCC de 2023.

Sin embargo, si nos vamos más atrás, sí ha habido otros momentos en los que la atmósfera de nuestro planeta tenía más CO2 que ahora. En esta página de Skeptical Science, un portal dedicado a “ser escéptico sobre el escepticismo del calentamiento global”, recogen evidencias de épocas en las que la concentración de COera mucho mayor que en la actualidad y desgranan cómo era el clima de la época.

Una que destacamos es la del Eoceno, hace 56 millones de años, cuando la concentración de dióxido de carbono alcanzaba los 1.500 ppm y las temperaturas eran 10 ºC más altas de media que las registradas en el siglo XX. También recoge evidencias de grandes emisiones ocurridas en ‘poco’ tiempo, como la del Pérmico-Triásico (hace 250 millones de años) cuando el CO2 saltó de los 420 ppm a los 2.500 ppm en unos 75.000 años, que coincidió con una extinción masiva de especies.

Lo que diferencia el actual cambio climático con otros del pasado es su velocidad y origen. El actual calentamiento del planeta sucede a una velocidad que impide a la biodiversidad y sus ecosistemas adaptarse a los cambios. Y mientras que los cambios climáticos de hace millones de años tienen un origen natural, el que atravesamos actualmente tiene como responsable principal e inequívoco las actividades humanas.

La narrativa de que la humanidad es responsable únicamente de un pequeño porcentaje ("3,6%") del CO₂ que se emite: actualmente hay 150% más dióxido de carbono en la atmósfera que antes de la revolución industrial

El 3,6% del CO2 en la atmósfera es de origen humano”. Este porcentaje circula desde 2018 y está basado en una infografía supuestamente incluida en el informe del IPCC de 2007. Esta infografía describiría el ciclo global del carbono (intercambio constante de este elemento químico entre la atmósfera, la fauna, la flora, el agua y otros elementos) atribuyendo únicamente a los humanos un 3,6% de las emisiones anuales a través de la quema de combustibles fósiles y los cambios de uso del suelo.

Por un lado, esa narrativa no tiene en cuenta que los emisores naturales de CO2, como bosques y océanos, no sólo emiten sino que también absorben carbono, algo que las actividades humanas no pueden hacer al mismo nivel. Por otro lado, ignora que las actividades humanas han aumentado el CO2 atmosférico en un 50% en menos de 200 años y que la cantidad de CO2 actual es el 150% (1,5 veces más) de la que había en 1750, antes de la revolución industrial, según la NASA.

La narrativa de que los volcanes emiten más CO₂ que los humanos: cada año, la actividad humana genera 60 veces más emisiones que los volcanes

Para relativizar y quitar importancia al impacto de la actividad humana sobre el cambio climático se usa la narrativa de que en realidad los volcanes emiten más dióxido de carbono que los humanos. Sin embargo, según la NOAA, la actividad humana genera 60 veces o más la cantidad de dióxido de carbono que liberan los volcanes del planeta cada año. Es posible que grandes erupciones, como la del Krakatoa en 1883 o Pinatubo en 1991, provoquen emisiones de CO2 similares a las humanas, pero estas erupciones “duran apenas unas horas, frente a las emisiones humanas de CO2, que se mantienen constantes día tras otro”, explicó a Maldita.es Jorge Olcina, presidente de la Asociación Española de Geografía.

Como recoge el IPCC en su último informe, del aumento de temperatura global de 1,09 ºC, los humanos son resposnables de 1,07 ºC. La contribución al cambio climático de impulsores naturales como el Sol y los volcanes es anecdótica: se le atribuye una cambio en la temperatura de entre -0,1 °C y +0,1 °C. El actual calentamiento tampoco se puede explicar por la variabilidad interna, a la que se le atribuye una capacidad de calentamiento de entre -0,2 °C y +0,2 °C.

La narrativa de la responsabilidad de las emisiones de CO₂ de China e India: si contamos las emisiones acumuladas desde 1750, las de estos países suponen el 17% frente al 56% de EEUU y Europa

China, Estados Unidos e India son los tres países que más CO2 emiten en números absolutos: 11,5; 5 y 2,7 mil millones de toneladas en 2021, respectivamente. Representan el 31%, 13,8% y 7,5% de las emisiones de CO2 de todos los países del planeta, según el Global Carbon Budget.

Una narrativa desinformadora apunta únicamente al primer y tercer país que más CO2 emiten, pero no tiene en cuenta otras cosas. En primer lugar, Estados Unidos y Europa suman el 55,87% de las emisiones acumuladas de CO2, esto es, contando no sólo lo emitido un año, sino el total acumulado entre 1750 y 2020, que es lo que empuja el aumento del efecto invernadero. India y China, por su parte, llegan al 17% de emisiones acumuladas desde el inicio de la era industrial. En segundo lugar, la narrativa obvia las emisiones de CO2 per cápita, en las que Estados Unidos (14,9 toneladas por habitante) y Canadá (14,3) casi doblan a China (8).

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