VOX y su discurso retardista: así intenta frenar la acción climática

Los argumentos de la ultraderecha ya no niegan la existencia del cambio climático, pero desvían la conversación, desmovilizan a la población y promueven falsas soluciones de una forma cada vez más sutil.
Foto: VOX España / Flickr

De tanto centrarnos en los árboles, no hemos visto el bosque. Las declaraciones negacionistas de representantes de VOX como Santiago Abascal han sido citadas incontables veces. Sin embargo, los partidos de la ultraderecha europea han cambiado de estrategia: ya no niegan la existencia del cambio climático, sino que llevan tiempo optando por criticar y restar importancia a toda medida efectiva.

Este cambio de táctica representa un discurso retardista, a menudo de ideología nacionalista y camuflado bajo una inquietud por «los recursos españoles». Por ello, no es coincidencia que en una de esas entrevistas muy citadas, también Abascal afirmara tener «una preocupación con la conservación», adoptando ya entonces una posición ambivalente. 

El equipo de comunicación de VOX no ha respondido a la petición de Climática para realizar una entrevista centrada en sus estrategias discursivas. A continuación, analizamos las más destacadas.

En contra de las políticas climáticas

Tras los resultados de los comicios municipales de este año, la derecha llegó al poder en comunidades como Aragón, Baleares y Comunitat Valenciana, hasta entonces gobernadas por el PSOE. Poco después, llegaron las primeras consecuencias: al menos seis ciudades gobernadas por el PP y VOX amenazaron con oponerse a la restricción de tráfico para la creación de zonas de bajas emisiones, obligación ordenada por la Ley del Cambio Climático, que entró en vigor a principios de este año. En otras ciudades, como Elche, la coalición entre el PP y VOX desmanteló cuatro carriles bici sin prestar atención a las protestas ciudadanas y a las ventajas que ofrecían esas infraestructuras.

Estos partidos ya no niegan la existencia de un fenómeno que lleva impactando a comunidades enteras desde hace años. Con la excepción de algunos ejemplos puntuales, incluso la ultraderecha ha tenido que aceptar la evidencia científica del cambio climático. Sin embargo, no por ello acepta la necesidad de implementar las políticas propuestas para hacerle frente.

La tendencia de obstruir medidas contra el cambio climático sin negar el fenómeno en sí se categoriza como «discurso retardista» y fue definida por primera vez en un estudio de 2020 de la Universidad de Cambridge. Según la politóloga Mirjam Gruber, experta en discursos sobre el cambio climático y partidos populistas, los argumentos retardistas empezaron a ganar terreno en los discursos de la extrema derecha a partir de 2019, año marcado por las manifestaciones de Fridays for Future, una mayor atención mediática sobre el tema y, en España, la entrada de VOX por primera vez en el Congreso.

Primera táctica: culpar a los demás

En cuanto llegó al poder, el partido liderado por Abascal tuvo que enfrentarse a cuestiones que hasta entonces no había abordado, como el cambio climático, dice Johanna Hanson, una investigadora del Centro de Estudios de la Derecha de la Universidad de California, Berkeley en Estados Unidos. Lo hicieron nacionalizando el calentamiento global. Mientras que el programa electoral de VOX de 2018 no menciona ni una sola vez el término «cambio climático», el de 2023 sí lo hace, pero para culpar a países como China del problema. 

«Vox construye un discurso climático nacionalista que reterritorializa el cambio climático a un nivel nacional», escribe Hanson en un estudio reciente sobre el discurso del partido. Se trata de una de las estrategias que definen un discurso retardista. Al reivindicar «la inocencia nacional» y buscar culpables ajenos entre otros países contaminantes, VOX resta importancia a la propia responsabilidad. 

Asimismo, acaban alimentando un discurso paralelo xenófobo con el fin de desviar la conversación y desmovilizar a la población, apunta David Vicente Torrico. Este doctor en comunicación de la Universidad de Valladolid ha analizado, junto a la doctora y profesora de periodismo María Diez Garrido, el discurso en relación con el cambio climático en las cuentas de redes sociales oficiales del partido así como en las de representantes de VOX, entre ellos Abascal y Rocío Monasterio, diputada en la Asamblea de Madrid. 

Aunque el tema no figura entre los más populares – de los 22 tuits que el partido publicaba de media al día entre septiembre 2022 y febrero 2023, solo un 0,4% mencionaba al calentamiento global–, cuando lo hacen, «el discurso es claramente obstruccionista», dice Garrido. «Le dan una vuelta populista, con el fin de deslegitimar a las instituciones y a otros partidos».

Enfatizar las desventajas y promover soluciones que no lo son

Además de atribuir la responsabilidad del calentamiento global a otros actores – un punto de vista muy popular entre los retardistas, pero repetidamente desmontado– , otra estrategia consiste en impulsar soluciones no transformadoras. Un ejemplo clave de este argumento se encuentra en la enmienda de VOX a la Ley del Cambio Climático aprobada en mayo 2021 con la abstención del PP y el voto contrario de la formación de Abascal. Mostrando un tecnoptimismo común entre los retardistas, la enmienda proponía confiar en un crecimiento económico que aportaría una tecnología «capaz de proezas que ahora no podemos ni soñar». Es decir: seguir con las mismas actividades de siempre.

No sorprende pues el uso extendido de un tercer argumento retardista por el partido: enfatizar los aspectos negativos de cualquier medida climática. Un ejemplo es mostrarse de acuerdo con una medida climática «pero no a cualquier coste», como escriben en la enmienda. O sugerir que una medida como la Ley del Cambio Climático «puede tener efectos adversos para la inversión, el consumo, el empleo y la competitividad de la economía española», sin proponer alternativa viable ni tener en cuenta que quedarse con los brazos cruzados empeorará los problemas sociales y económicos. «Su principal argumento siempre vuelve a ser el económico», resume la investigadora María Diez Garrido.

Del lado de los «perdedores»

Esta última posición también está muy presente en otros países. En Italia, por ejemplo, el gobierno ultraderechista de Giorgia Meloni se caracteriza por insistir en la necesidad de lograr un equilibrio entre la implementación de medidas climáticas y la preservación del empleo y de los ingresos de la población italiana de clase media. 

Según las politólogas Paola Imperatore y Federica Frazzetta, el debate sobre la crisis climática está encontrando un protagonismo creciente dentro de los partidos de la ultraderecha italiana Hermanos de Italia y La Liga. No obstante, el uso del argumento económico es una estrategia más para no hablar directamente de la transición verde. «A menudo eluden el problema planteando otras cuestiones», afirma la politóloga. Mientras, las emisiones de efecto invernadero de Italia han aumentado un 2% desde 2019. 

El discurso retardista no se limita a las esferas políticas nacionales, sino que ha llegado hasta el Parlamento Europeo. Allí, representantes como la eurodiputada de VOX Aguilar Mazaly y miembros del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos no se muerden la lengua. Con frecuencia critican el Pacto Verde y tildan propuestas como la Restauración de la Naturaleza de «locura» para la economía y los sectores primarios como la agricultura.

El fallo de la izquierda

El enfoque económico cala en muchos votantes, argumenta José A. Moreno, investigador predoctoral de la Universidad Pompeu Fabra. «El tema de la movilidad, por ejemplo. Mucha gente tiene coches antiguos y no dispone de alternativas para ir de un sitio a otro». A pesar de que la mayoría de los votantes de VOX son de la clase media o media alta, el discurso retardista apela a los miedos del sector primario así como al de muchas personas de clase baja y media, en parte, porque contiene su parte de verdad.

«Algunas personas se ven más impactadas por la crisis climática aunque contribuyan menos [al calentamiento global], por lo que otras tienen una mayor responsabilidad para tomar las medidas necesarias», señala William F. Lamb, uno de los especialistas que primero detectaron las estrategias retardistas. Durante años, la comunidad científica, los grupos medioambientales y la izquierda cometieron el error de intentar convencer a los más escépticos con pruebas de la existencia del cambio climático: «Solíamos pensar que cuando la negación se hiciera imposible, la gente lo entendería y que todo el mundo se pondría de acuerdo con lo que hay que hacer». No ha sido el caso. 

A pesar de que las consecuencias del calentamiento global ya azotan también al continente europeo, pocos gobiernos se han mostrado capaces de enfrentarse al problema sin descuidar el impacto social de las medidas climáticas. El resultado ha sido un rencor creciente entre parte de la población, aun cuando esta reconoce la necesidad de cambio. En octubre de 2018 estalló uno de los casos más emblemáticos de una medida climática que fue impuesta sin considerar su repercusión social. Ese año, Francia se vio sacudida por las protestas de los chalecos amarillos, un movimiento social que irrumpió en contra del alza del precio del diésel.

«Fue una señal de alerta para muchos partidos tradicionales sobre los riesgos de algunas políticas relacionadas con la transición verde», sentencia Catherine Fieschi, experta en populismo del Centro Robert Schuman. «Si no hubiera sido por la guerra en Ucrania y [el líder del Pacto Verde] Timmermans diciendo que tenemos que aprovechar al máximo la crisis para alentar la transición, probablemente iríamos mucho más despacio debido a las reticencias en los grandes partidos políticos, y no sólo en el lado populista o de extrema derecha».

El Pacto Verde y la Agenda 2030, bajo riesgo

En la Eurocámara, las reticencias de la derecha y de otros partidos suman suficiente fuerza para sembrar dudas sobre el Pacto Verde. «Cuando la presidenta del parlamento Roberta Metsola dice que se siente alarmada por el hecho de que la transición vaya demasiado rápido, ya estamos ante una táctica de retardismo, en lo más alto del parlamento», explica Fieschi.

Y advierte: en caso de que los partidos de derechas ganen fuerza en las próximas elecciones europeas, «podrían tener suficiente apoyo para poner a alguien como presidente de la Comisión Europea más conservador que Ursula von der Leyen. Existe la posibilidad real de que frenen el impulso y las ambiciones justo en el momento menos oportuno».

Aunque lleguen a reconocer públicamente el valor del medio ambiente y la conservación de la naturaleza, cuando toca votar a favor de medidas transformadoras, la extrema derecha se posiciona en contra, ralentizando así la acción climática necesaria para prevenir las peores consecuencias del cambio climático. 

Según Fieschi, esto se debe a que la ideología nacionalista que exhibe la ultraderecha impide a los partidos considerar el fenómeno del cambio climático como un problema planetario. «Diría que esto también es un argumento de los retardistas: mostrarse de acuerdo con algunas medidas locales pero negarse a reconocer que se trata de un problema global, porque se rechaza cualquier tipo de institución global y se cuestiona a los paneles climáticos de la ONU y a los expertos».

Ideología incompatible con la acción requerida

De momento, la posición retardista de partidos como VOX se circunscribe bastante a nichos, aseguran expertos como Jose A. Moreno. «No se está normalizando, pero lo que sí estamos viendo es cómo su discurso afecta a otros políticos de la derecha, como a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso», presidenta del PP conocida por sus afirmaciones retardistas y propuestas no transformadoras como la implementación de plantas en todos los balcones de Madrid.

Asimismo, los expertos dudan que la posición de VOX sobre el cambio climático se suavice en los próximos años. Lo que podríamos ver, dice María Díez Garrido, es una evolución hacia un discurso que se enmarca dentro de un «ecologismo nacionalista», como ocurre en Hungría. Allí, tanto la derecha populista gobernante liderada por Viktor Orbán como el partido de extrema derecha Movimiento por una Hungría Mejor, conocido como Jobbik, han puesto en marcha una «agenda verde» centrada en valores nacionalistas y cristianos. En 2020, el partido Fidesz de Orbán anunció un Plan de Protección del Clima reclamando la «protección del mundo creado y de la naturaleza».

En el caso de VOX, el enfoque nacionalista está presente en el tema del agua y de la soberanía energética, apunta Garrido. «Cuando hablan del agua, no es que lo hablen desde un punto de vista anti-medidas, sino que quieren que lo gestionemos nacionalmente para que nos beneficie económicamente», dice la investigadora. «Tienen su forma de llevarlo a su terreno, y su discurso se va a acercar un poco a un ecologismo nacionalista».

Para la experta Johanna Hanson, la nacionalización del cambio climático va más allá del enfoque económico. Se trata de una estrategia para deslegitimar su dimensión multilateral y colonial. «Países como España, como antigua potencia colonial, tienen una responsabilidad histórica. Pero creo que en España – no solo VOX – existe un fuerte impulso para evitar enfrentarse a las desagradables verdades históricas». Ello se nota en la oposición de partidos como VOX a enmarcar cualquier medida climática dentro de la justicia global, dice. 

La extrema derecha está nacionalizando el cambio climático para no tener que hacerle frente a la profundidad de la crisis. El desafío al que se enfrentan los demás partidos es reconocer los miedos a los que apelan los retardistas y diseñar medidas que reduzcan la desigualdad, apoyen los hogares de bajos ingresos y, a la vez, estén a la altura de la acción requerida para evitar los peores escenarios. De lo contrario, la derecha seguirá encontrando formas de disputar las soluciones propuestas por la ciencia.

Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto Discursos retardistas. Ha sido redactado por la periodista María Elorza junto a los periodistas Michele Bertelli y Martin Vrba, quienes han investigado los partidos de la extrema derecha en Italia y Hungría. La publicación ha sido elaborada con el apoyo financiero de la Unión Europea. No obstante, las opiniones expresadas pertenecen exclusivamente a los autores de la publicación y no reflejan necesariamente las de la Unión Europea o de la Agencia Ejecutiva Europea de Educación y Cultura (EACEA). Ni la Unión Europea ni la autoridad que concede la ayuda pueden ser consideradas responsables de las mismas.

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COMENTARIOS

  1. … la proximidad de otro fin de año hace aflorar reflexiones sobre un futuro que nos espera ya a la vuelta de la esquina. Llega 2024 arrollando con su bisiestedad y cada vez son más las voces que claman por la inevitabilidad de un cambio climático del que nadie conoce las consecuencias reales pero que ya en 2023 se ha hecho presente con fuerza incontestable.
    La imaginación es libre y puede llevarnos por senderos oscuros si ponemos la lupa en todos los males que nos rodean. Guerras, en Ukrania y Palestina, pero también muchas otras silenciadas por décadas en África. Consumismo occidental desaforado sostenido por los hombros de asiáticos, sudamericanos y africanos pobres. Derechos humanos pisoteados, muy bonitos sobre el papel pero cuya vara de medir cambia según el país en el que se nace.
    El neoliberalismo encumbra la autonomía personal porque nos necesita independientes, felices con nosotros mismos pero atomizados del resto. ¿Qué sería de él sin ávidos consumidores dispuestos a satisfacer nimias necesidades diseñadas a medida, pero desconocedores del impacto que esto conlleva en otras personas y en el medio ambiente? La sobreexplotación de recursos naturales limitados para configurar la opulencia consentida en occidente y vetada al resto, va a llegar a su fin conforme vayan escaseando esos recursos.
    Ante la inmensidad del desbarajuste de una civilización que se nos cae, científicos y humanistas se revuelven clamando por un cambio de rumbo.
    Es complicado compaginar la toma de conciencia de una realidad abrumadora en tantos frentes con la alegría que estos días todos asociamos a un aumento de consumo.
    ¿Feliz navidad?, Rebeca Bruned Pons.

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