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Esta entrevista con Greta Thunberg fue realizada por NBC News, Reuters y The Nation, publicaciones que forman parte de Covering Climate Now, una colaboración mundial de medios de comunicación para reforzar la cobertura de la información sobre el clima. Como socios de la alianza desde sus inicios, en 2019, Climática ofrece a continuación, en español, algunos fragmentos de estas conversaciones.
Políticos, empresarios y accionistas del mundo entero simulan no haber entendido todavía de qué va el cambio climático. Lo entienden perfectamente, claro, pero no parecen tener ninguna intención de actuar para frenarlo. Exponen su preocupación, comunican sus planes de futuro, parlotean sin parar, pero no toman ninguna medida. Por eso Greta Thunberg (Estocolmo, 2003), sin duda la activista más célebre y criticada del planeta, ha depurado su estrategia comunicativa. Ya no habla sólo de «cambio» o de «crisis». Greta habla, sobre todo, de «emergencia». Y pone especial énfasis en afear la cháchara vacía del poder. La expresión que se hizo viral tras su participación en la conferencia Youth4Climate, celebrada en septiembre Italia, fue «blablablá». Y consiguió su propósito clarificador: el tiempo de las palabras ha acabado. Hay que pasar a la acción.
«Las palabras sólo son buenas si conducen a algo, y este no es el caso», explica Thunberg. «Como hemos visto durante muchas décadas, y como seguimos viendo ahora, hay palabras que reemplazan a la acción. Palabras que se utilizan para poder decir que están haciendo algo, cuando en realidad no es así». Su crítica se extiende incluso a la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), que se celebrará en Glasgow en noviembre. Este tipo de cumbres, asegura, con el formato actual, «no van a ningún sitio, son solo negociaciones y conversaciones vacías, discusiones interminables que, en realidad, no conducen a la acción». En cualquier caso, ella asistirá –«de forma presencial, probablemente»– porque, con todos sus defectos, estas reuniones «tienen potencial».
La cobertura informativa de la cumbre del clima pondrá en la agenda de los medios y de los gobiernos el tema de la crisis climática, lo que puede espolear las movilizaciones. Sólo por eso ya merece la pena. Además, será el punto de encuentro de «mucha gente que se reúne allí para encontrar soluciones, y podría permitir avances, aunque ahora mismo no lo esté haciendo». En cualquier caso, concluye, tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones: «Ahora mismo, la COP 26 es un montón de blablablá, greenwashing y simbolismo».
La cumbre de Glasgow responderá, según Greta Thunberg, a los parámetros a los que nos tienen acostumbrados los líderes mundiales: una verbosidad tan torrencial como insustancial. «Creo que escucharemos muchos discursos agradables», vaticina. «Oiremos muchas promesas que luego, si nos fijamos realmente en los detalles, son más o menos insignificantes. Las dicen simplemente para tener algo que decir. Para que los medios de comunicación tengan algo sobre lo que informar. Y, como no se les repregunta, pues pueden decir casi cualquier cosa».
Las cumbres, en resumen, no cambiarán el curso de la lucha contra el cambio climático a golpe de discurso. «Las cosas seguirán igual si no reciben una gran presión pública desde el exterior», asegura Thunberg. Hay, pues, que exigir medidas rotundas, categóricas. Y, además, hay que hacerlo con urgencia porque «nuestra sociedad es realmente insostenible en todos los sentidos».
Un concepto clave: emergencia
El planeta experimentó el año pasado, de la forma más cruel y dramática posible, lo que es una emergencia global. Los gobiernos movilizaron entonces todos los recursos a su alcance para afrontar la pandemia de la COVID-19. La crisis climática debería enfocarse con una operatividad similar, pero no ocurre así. «La crisis climática no se está tratando como una emergencia, y nunca se ha tratado como tal», se lamenta la joven activista sueca, que anhela ver a los líderes políticos reaccionar como lo hicieron en 2020. O al menos a uno que sirva para romper la dinámica de cháchara y retardismo en la que parecen estar presos todos los gobiernos del mundo. «No vemos que ningún líder mundial esté tomando las medidas necesarias. Si fuera así, sería genial. Estaríamos ante algo realmente bueno porque significaría que el mundo podría seguirle. Imaginemos lo que sucedería si un país comenzara a actuar como si fuera una emergencia. Por desgracia, no es lo que estamos viendo».
No sólo no se actúa, sino que las discusiones ni siquiera se desarrollan en el marco de la realidad. «Todavía no hablamos de emisiones cuando anunciamos objetivos –explica la activista–. Seguimos usando una contabilidad creativa cuando se trata de recortes de emisiones. Mientras ese sea el caso, no llegaremos muy lejos».
«Estamos tratando de encontrar pequeñas soluciones concretas que sean simbólicas para que parezca que estamos haciendo algo sin confrontar el problema en absoluto», explica. En los debates de la COP 26 se abordará la manera de alcanzar objetivos reales , aunque la creadora de Fridays for Future prefiere no ser tan ambiciosa: «Creo que resaltar la brecha entre lo que estamos diciendo y lo que realmente estamos haciendo ya podría considerarse un éxito. Necesitamos entender dónde estamos».
Hace mucho tiempo que sabemos que el cambio climático no es un hecho catastrófico que ocurrirá en el futuro. Se está desarrollando ahora, «está operando ante nuestros ojos», como decía recientemente el climatólogo francés Robert Vautard. «Ya estamos viendo efectos devastadores de la inacción climática y de la espera. Y, si seguimos esperando, esto solo va a empeorar. Perderemos muchas más vidas, medios de subsistencia y ecosistemas. Y muchos de estos daños serán irreversibles», afirma Thunberg. En su opinión, retardar la toma de decisiones contundentes sólo aumentará el sufrimiento. «No solo estamos robando el futuro a nuestros hijos –añade–, también les estamos robando el presente a muchas personas en muchas partes del mundo».
Escuchen a la sociedad
Que la sociedad va siempre por delante de la ley es un lugar común especialmente acuciante en lo relativo al cambio climático. A diferencia de otros consensos, aquí no hay tiempo que perder. Así pues, ya que los líderes llevan años haciendo oídos sordos a la petición más objetiva y racional que se ha hecho al respecto («Escuchen a la ciencia»), quizás llegó el momento de pedirles que escuchen a la calle. «Las encuestas nos dicen que hay mucha más gente de la que creemos que está de acuerdo en que se ejecuten acciones climáticas reales», explica Greta Thunberg. «Lo que ocurre es que hay personas muy ruidosas que ocupan una cantidad desproporcionada de espacio en los medios para que parezca que la gente no quiere que se adopten estas medidas. Pero, desde luego, no son representativas de toda la población».
En ese problema, la prensa tiene mucho que ver. «Los medios de comunicación han fallado en cómo comunicar correctamente la crisis climática», asegura Thunberg. Durante los últimos 30 años, las televisiones han confrontado en antena a científicos honestos y a charlatanes pagados por las empresas petroleras dándoles el mismo tratamiento. De aquellos polvos, estos lodos. Pero no todo está perdido: «Hay muchas empresas informativas y muchos periodistas que están tratando de hacer un buen trabajo de divulgación y creo que deberían recibir mucho más apoyo del que están recibiendo».
Los medios son fundamentales en esta batalla por atenuar los efectos del cambio climático. De hecho, para Greta Thunberg constituyen una de sus principales esperanzas. «Con el coronavirus vimos que cuando los medios decidieron tratarlo como una emergencia cambiaron las normas sociales de la noche a la mañana. Si los medios decidieran cambiar las cosas, con todos los recursos que tienen, podrían llegar a innumerables personas en poco tiempo. Eso podría tener consecuencias positivas enormes».
Por eso, Greta Thunberg sigue peleando y no cede al desaliento. «Creo que todos los activistas hemos pensado muchas veces: ‘No puedo hacer nada, no puedo hacer que las cosas cambien’. Yo también lo he pensado, por supuesto. Pero juntos hemos demostrado que no es cierto. Cuando la gente se une para organizarse, movilizarse y hacer campañas que pueden tener un impacto masivo, todo puede cambiar, puede cambiar la percepción de la gente».
La forma elegida por esta joven activista para pelear por el futuro del planeta no pasa por un discurso catastrofista y desmovilizador. Al contrario. «Todavía es muy posible que podamos cambiar las cosas». Por eso llama a la acción y al trabajo coordinado. De ahí nace su esperanza: «Cuando me movilizo, no me siento indefensa ni pienso que las cosas no tienen remedio porque siento que estoy actuando, que estoy haciendo todo lo que puedo, y eso me da mucha esperanza. Y me anima, sobre todo, ver a otras personas, activistas de todo el mundo, que están tomando medidas y que están luchando por sus presentes y por sus futuros. Encuentro increíblemente esperanzador que la gente, tanta gente, esté dispuesta a cambiar y esté lista para el cambio».
Greta: Tú eres una chica lista, lo suficientemente lista para saber que los gobiernos de la órbita del capital no son más que sirvientes y mayordomos de los grandes capitalistas. Manda el capital, ellos obedecen.
«Perderemos muchas más vidas, medios de subsistencia y ecosistemas. Y muchos de estos daños serán irreversibles», afirma Thunberg.
A ellos les da igual, Greta. Ellos serán los últimos en padecer las consecuencias.
Los más destructores y poderosos es posible que tengan una residencia en otro planeta para irse allí cuando hayan convertido inhabitable el planeta con sus acciones.
Los medios también tienen amo, Greta. Salvo una minoría de medios honestos, habrás comprobado que la mayoría sirven al capital. Ir a contracorriente es duro. Servir a un amo que te gratifica bien es lo fácil y lo que eligen los mediocres.
Los pueblos llevamos muchos años dormidos mientras que la codicia parece que ni duerma ni descanse; si empezamos a despertar aunque sea a cuentagotas quien sabe si aún estaremos a tiempo.
Eres como un regalo de los hados, me das alegría, fuerza y esperanza.