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Elena Ojea, del IPCC: “Cuando los niños de hoy tengan 30 años, no podrán ver un arrecife sano”

Hablamos con la investigadora de la Universidad de Vigo y una de las autoras del capítulo dedicado a los ecosistemas costeros en el recién publicado informe del panel de especialistas en cambio climático.
Elena Ojea, del IPCC: “Cuando los niños de hoy tengan 30 años, no podrán ver un arrecife sano”
La investigadora gallega es autora en el capítulo dedicado a los ecosistemas marinos. Foto: Miguel Núñez

De la pesca y los cultivos marinos a la protección frente tormentas o la regulación de la temperatura, los ecosistemas oceánicos y costeros son claves para el bienestar humano (y la vida en la Tierra en general). Sin embargo, el cambio climático de origen antropogénico los ha expuesto a unas condiciones sin precedentes que no habían experimentado en miles de años.

Esta es una de las principales conclusiones del capítulo dedicado a los ecosistemas costeros en el recién publicado informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Este informe analiza, en base a toda la evidencia científica disponible, los impactos del cambio climático y las posibles estrategias de adaptación.

Elena Ojea, licenciada en ciencias ambientales, es investigadora de la Universidad de Vigo y líder del proyecto de sostenibilidad pesquera CLOCK: Climate Adaptation to shifting stocks. Y es, también, una de las autoras de este capítulo del informe del IPCC dedicado a los ecosistemas marinos.

Se repite desde hace tiempo y el informe vuelve a insistir: los arrecifes de coral están en serio riesgo. ¿Qué supone para la biodiversidad marina?

El blanqueamiento y la muerte de corales tiene un gran impacto en los arrecifes, que son los hábitats con mayor biodiversidad de los océanos. El blanqueamiento, que sucede por eventos de temperatura extrema en el mar, es cada vez más frecuente. Los corales mantienen todo un ecosistema de especies asociadas al arrecife.

Los arrecifes son también uno de los ecosistemas en mayor riesgo por el cambio climático. Se espera que a finales de siglo, incluso manteniendo un escenario de 1,5 ºC de subida de las temperaturas, se pierda el 95% de los corales del planeta. La evidencia científica apunta que a mediados de siglo muchos de los arrecifes llegarán a puntos de no retorno.

En el informe está muy presente la conexión entre el cambio climático y la crisis de biodiversidad. ¿Por qué un ecosistema más biodiverso es un ecosistema más resistente?

Sabemos que una mayor biodiversidad ayuda al ecosistema a amortiguar mejor los impactos que sufre. Con más especies y más diversidad funcional, un ecosistema tiene más alternativas de respuesta ante los impactos. La biodiversidad proporciona resistencia, capacidad de recuperación y mantiene las funciones del ecosistema así como los servicios ecosistémicos que nos aporta, como la pesca o la captura de carbono.

En los océanos, ¿de qué manera están conectadas las crisis climática y de biodiversidad?

La crisis de biodiversidad afecta a todo el planeta y sabemos que sus impactos son más graves cuando se suman a los del cambio climático. No podemos ver estos problemas como algo separado. Se han hecho muchos esfuerzos en este informe para conectar ambas crisis y está en marcha un informe conjunto entre el IPCC y la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).

En los océanos, sucede lo mismo que en el resto del planeta. Aquellos ecosistemas mejor conservados y con mayor biodiversidad son capaces de resistir mejor y durante más tiempo los impactos del cambio climático.

Dentro de los riesgos para las personas, el informe señala la pérdida de productividad de la pesca y la acuicultura. ¿De qué reducción hablamos?

Los impactos en caladeros y en acuicultura marina son muy desiguales y van a afectar más a los más vulnerables: las personas que dependen de la pesca para su seguridad alimentaria y las regiones o países con menor nivel de desarrollo y capacidad de adaptación. Las cifras globales nos hablan de una reducción media de la productividad pesquera del 5% por cada grado que aumente la temperatura.

También sabemos que las especies comerciales marinas se han desplazado una media de 60 kilómetros por década, en dirección a los polos, desde 1950. Esta redistribución de caladeros tiene un gran efecto en la actividad pesquera y está totalmente ligado al cambio climático. Otros estudios señalan que en zonas como el golfo de Guinea podrían experimentar reducciones de hasta el 80%.

En acuicultura puede haber algunos beneficios temporales a corto plazo para algunas especies, pero no si pensamos en la situación de finales de siglo. En el caso concreto de los bivalvos, experimentaremos una reducción de la productividad importante, sobre todo, por la reducción de sus hábitats. Hay estudios que apuntan a más de un 50% de reducción de la productividad de estas especies para 2100.

En acuicultura, el informe también señala el aumento de los riesgos de contaminación de los alimentos por microorganismos.

Sabemos que los episodios de mareas rojas van a ser más intensos y más dañinos en el futuro. Esto tiene un impacto elevado en la acuicultura. Además, hay otros patógenos, como algunos parásitos que afectan al salmón, cuya expansión está directamente relacionada con el cambio climático.

Volviendo al desplazamiento de las especies, ¿estamos viendo ya nuevas especies en nuestras costas?

Desde hace dos décadas se están incrementando las especies de agua caliente. Algunas lo hacen de forma esporádica, pero otras son cada vez más abundantes en aguas de la Península. La pesca española, que está tan expandida por el mundo, se ve muy afectada por estos cambios en los caladeros. La flota pesquera se desplaza siguiendo a las especies comerciales.

En el caso del Mediterráneo todo sucede más rápido, ya que las especies tienen menos margen de maniobra al ser un mar semicerrado y más cálido. Estamos viendo cambios bruscos que afectan tanto a la salud de los ecosistemas marinos como a su conservación y también a la pesca.

¿Es posible poner estos impactos en cifras económicas?

Las cifras del impacto económico del cambio climático en la pesca las obtenemos de proyecciones y modelos. Ahora mismo se estima que en 2050 las ganancias potenciales por la pesca marina decrezcan un 10% a nivel mundial. Esto significa perder entre 6 y 15 billones de dólares americanos. A nivel local, los porcentajes pueden ser mucho más altos, así como también habrá algunos puntos en los que las ganancias incluso puedan aumentar.

¿Qué herramientas existen para esquivar estos impactos?

Todo depende del escenario de cambio climático al que lleguemos. Por debajo del 1,5 ºC de ascenso de las temperaturas [un escenario que implicaría la reducción inmediata y ambiciosa de las emisiones de gases de efecto invernadero], existen herramientas de adaptación. Podemos gestionar la pesca de forma adaptativa y teniendo en cuenta el funcionamiento de cada ecosistema o podemos implementar medidas de adaptación de forma justa y equitativa. A nivel internacional, también son necesarios acuerdos de regulación efectiva de recursos pesqueros que empiezan a ser transfronterizos.

Si vamos a un escenario más grave, de calentamiento por encima de los 2 ºC, las soluciones basadas en la naturaleza o la restauración de los ecosistemas pueden incluso llegar a ser inefectivas. En ese caso, tendríamos que ir hacia una transformación más profunda y mucho más difícil.

Hablando de la importancia de los acuerdos internacionales, siguen llegando informes de pesca insostenible. China en América Latina, la Unión Europea en África…

La gobernanza marina internacional no tiene el cambio climático en sus políticas y sus regulaciones. Los acuerdos pesqueros que lo tienen en cuenta son anecdóticos. Esperemos que este informe cambie esta situación, porque no podemos seguir mirando hacia otro lado.

Además de todo lo relacionado con la alimentación, ¿qué otros servicios ecosistémicos prestan los mares y océanos?

Más allá de todos los servicios de provisión, son muy importantes todos los servicios de regulación, que son los que están en mayor riesgo. Por ejemplo, los humedales costeros o los manglares nos ayudan a regular las inundaciones y los ecosistemas biodiversos nos ayudan a regular la presencia de patógenos.

Además, también nos prestan servicios culturales, que a menudo se nos olvidan. Tenemos desde actividades recreativas hasta servicios intangibles, como el conocimiento local del mar o cuestiones de identidad. Otro ejemplo de servicio ecosistémico es el del transporte marítimo.

Hablando de océanos hay que mencionar la subida del nivel del mar. ¿Cómo debería cambiar nuestro uso de las costas para mitigar los riesgos que implica.

La mitigación es un tema que se tratará en profundidad con el informe del tercer grupo de trabajo del IPCC, que se publicará en un par de meses. Aun así, en este segundo informe también se habla de la mitigación, porque tiene que ver con soluciones como restaurar y conservar hábitats marinos costeros como los bosques de algas, las marismas, las praderas submarinas…

Este informe habla de niveles de conservación de ecosistemas de hasta el 50% de toda la superficie marina y terrestre.

A nivel global, en el caso marino tenemos el objetivo de proteger el 30% de la superficie antes de 2030. Es la línea a seguir, respaldada por la evidencia científica, necesaria para adaptarnos a lo que nos viene y amortiguar los efectos del cambio climático.

Antes hablaba de cómo los impactos del cambio climático en los océanos no afectan a todos por igual. ¿Qué comunidades los sufrirán más?

Esto está muy relacionado con la vulnerabilidad de ciertos grupos y comunidades. Las personas con menos renta, los grupos más discriminados o determinadas etnias y minorías están siendo los más afectados por el cambio climático. En el caso de la pesca es evidente: sufren más quienes tienen mayor dependencia de los recursos y menor capacidad de respuesta.

En el informe, a nivel general, se calcula que hay más de 3.000 millones de personas en situación de alta vulnerabilidad al cambio climático. En el caso de la pesca, se verá más afectada la pesca artesanal y a pequeña escala, ya que tiene menos capacidad de movimiento para seguir las migraciones de las especies y poca capacidad de adaptarse a los cambios.

Vuelve a darse la paradoja de que el mundo desarrollado, que es el que más debería actuar contra al cambio climático por responsabilidad, es también el que se siente menos vulnerable.

No es que se sienta, es que realmente es menos vulnerable. El cambio climático pone en evidencia las desigualdades globales. Se habla de justicia climática para intentar romper la brecha y equilibrar la balanza para que los países con menos rentas, que son los que sufren más impactos, puedan reducir sus vulnerabilidades.

El informe también habla del impacto de los largos procesos de colonialismo que han dejado en una situación de mayor vulnerabilidad a países de América Latina o de África. Existen una serie de desigualdades que se han perpetuado en el tiempo y que ahora vemos que resultan en mayores vulnerabilidades. Los países desarrollados deben asumir su responsabilidad.

El informe señala también que las acciones de adaptación son más urgente que nunca, que la ventana de actuación es cada vez más pequeña. ¿Existe un punto de no retorno en la adaptación al cambio climático?

La adaptación tiene límites. Estos se alcanzarán más pronto o más tarde en función de las emisiones y el escenario de cambio climático hacia el que vayamos. El informe habla también de mala adaptación, de las respuestas al cambio climático que crean más desigualdad o causan mayor impacto.

Como decía al principio, si no vamos por el camino de la reducción de emisiones, acciones como la restauración de ecosistemas o la conservación de los arrecifes pueden dejar de ser efectivas a partir de 2050. No quiero lanzar un mensaje de que es mejor no hacer nada. Pero el informe dice, por primera vez, que puede que dentro de unos años el impacto quizá no pueda reducirse al 100%.

Sin embargo, parece que sigue existiendo esa brecha entre la evidencia científica y las decisiones que toman aquellos con capacidad para hacerlo.

El informe del IPCC engloba a investigadores y a representantes de los gobiernos de las Naciones Unidas. Además, en las cumbres del clima se han logrado tomar algunas decisiones importantes. Sin embargo, en el nivel de la acción sigue fallando la ejecución.

La brecha no está tanto en que no se escuche a la ciencia o no se tomen decisiones, sino en que no se acaba de actuar. Se necesita liderazgo político para llevar a cabo sin miedo los compromisos climáticos, y se necesita una ciudadanía que demande este cambio. Los que hoy tienen 10 años, cuando cumplan 30 no podrán ver un arrecife de coral sano.

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COMENTARIOS

  1. No verán un arrecife sano ni una fauna como sería de desear.
    Los intereses económicos que mueve la caza y el poder del lobby de los cazadores, gente embrutecida, generalmente de desahogada economía, de mentalidad tirando a lo caciquil, parece que tengan sometidos a los distintos gobiernos de esta país para que dicten las leyes de caza a su conveniencia. Como si la naturaleza fuera patrimonio de estos déspotas.
    Pasa en Galicia, en Andalucía y en todas las Comunidades de este país:
    Ecoloxistas en Acción de Galiza, junto con otras asociaciones como NAC (No A La Caza) y La Tortura No Es Cultura entre otras, dice ‘no’ a la Estrategia Nacional de Gestión Cinegética, un documento hecho a la medida del lobby de la caza, en el que se evidencia no haber tenido en consideración el sentir ciudadano sobre este tema.
    No podemos permitir que ese documento marque la vida de más del 98 % de la ciudadanía no cazadora, ni que se promueva la violencia en los menores y se siga masacrando de forma brutal nuestra fauna silvestre, patrimonio fundamental de la biodiversidad de este país.
    El Informe de Diagnóstico del Sector Cinegético del año 2018 elaborado por dicho Ministerio, que no está publicado en ningún lado, está basado en datos de encuestas, entrevistas y llamadas telefónicas a cazadores, sin mencionar ninguna fuente científica, de inventarios de especies o similar… Interpreta la gestión cinegética como una herramienta de gestión sostenible del territorio, las especies silvestres y de hábitats, así como un recurso económico supuestamente trascendente para el medio rural, que colabora con la fijación de la población. Pero lo cierto es que la actividad cinegética no sólo no es sostenible, sino que favorece la desaparición de especies vulnerables como el lobo, el oso, la tórtola europea y el lince. Hay que recordar que Europa nos ha instado a dejar de cazar la tórtola y las especies paseriformes y a no usar munición de plomo altamente contaminante en bosques y humedales.
    La práctica de la caza secuestra la mayor área del espacio forestal español durante gran parte del año, contando la temporada oficial, la media veda y otras jornadas como batidas, esperas o declaraciones de emergencias cinegéticas, privando a más del 98 % de la ciudadanía de poder disfrutar de actividades como el senderismo, el ciclismo o un simple paseo por el monte.
    Este monopolio ha contribuido decisivamente a vaciar las zonas rurales debido a la imposibilidad de acceder a los espacios naturales en el amplio período de duración de la actividad cinegética, para realizar actividades deportivas y lúdicas, para las cuales la caza pone en peligro las vidas de los que las realizan, ya sean menores, jóvenes o adultos, incrementando de manera alarmante el número de muertes o lesiones provocadas por armas de fuego, las cuales se permite guardar en las casas de los propietarios, y por ende son de fácil acceso a los menores y adolescentes, pudiendo provocar trágicos sucesos como el reciente parricidio de Elche.
    Por todo lo anterior, solicitamos que se retire esta Estrategia Nacional de Gestión Cinegética en su totalidad, por ser contraria a la creciente sensibilidad social sobre el respeto hacia los demás animales, el equilibrio natural de los ecosistemas, la protección del menor frente a la violencia e, incluso, la de la vida misma de la ciudadanía.

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