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Eric Klinenberg: «No es compatible bajar impuestos con invertir en infraestructuras sociales necesarias»

Conversamos con el sociólogo estadounidense en su visita a Barcelona sobre su último ensayo: 'Palacios del pueblo. Políticas para una sociedad más igualitaria' (Capitán Swing).
Eric Klinenberg: «No es compatible bajar impuestos con invertir en infraestructuras sociales necesarias»
Eric Klienberg en el CCCB. Foto: E.P.

El sociólogo Eric Klinenberg (Chicago, 1970) defiende que la cohesión social se genera por la participación conjunta en proyectos compartidos y no solo por adoptar valores y creencias compartidas. Cree que es en las instituciones locales y donde se afianza la democracia. Ve con preocupación cómo crecen la polarización y las desigualdades, y apuesta por invertir en infraestructuras sociales: bibliotecas, centros educativos, huertos vecinales, asociaciones locales e incluso espacios públicos como las aceras o plazas si estas invitan a reunirse. Asegura que la infraestructura social puede paliar problemas como el cambio climático, el aislamiento social o la delincuencia.

Ha visitado Barcelona para presentar su último ensayo, Palacios del pueblo. Políticas para una sociedad más igualitaria (Capitán Swing), y ofrecer una conferencia sobre la relación entre el espacio público y la democracia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Nos concede una entrevista en el archivo del centro de cultura, una pequeña biblioteca, espacio que representa sus lugares favoritos porque, aun en la era de la fragmentación, simbolizan las instituciones públicas sobre las que se cimienta la sociedad civil. 

Inicia su libro explicando cómo en la ola de calor que azotó Chicago en 1995 hubo menor mortalidad en los barrios con mayor cohesión social. ¿Ha estudiado si la infraestructura social fue determinante durante la pandemia de la COVID?

Estoy escribiendo un libro sobre la pandemia y sobre las distintas situaciones. Durante las olas de calor, el aislamiento es lo que te mata. En una pandemia, el aislamiento es lo que te protege. Son crisis opuestas en principio, pero en realidad tienen cuestiones en común. Muchas personas no podían aguantar el aislamiento. Necesitamos vernos los unos a los otros. Sé que en Barcelona, como en muchas otras ciudades, la gente salía a los balcones y hacían todo lo que podían para crear una vida social conjunta. Los miembros de la sociedad necesitaban protegerse los unos a los otros. Una sociedad donde la gente coopere y tenga unos valores compartidos va a ser un lugar más seguro y saludable. Y en una donde reine el individualismo, va a ser una sociedad muy peligrosa.

Sin embargo, indica que en los centros educativos o laborales impera una “competitividad insoportable”.

La competitividad puede ser una forma de cooperación. Se puede decir que en el capitalismo estadounidense hay una competencia feroz y cruel. Pero si compito con otros científicos para producir conocimiento o si estoy compitiendo en un campo de fútbol, hay un acuerdo de jugar a este juego por una meta más grande. Si lo hacemos con una comprensión mútua podemos generar relaciones hermosas. Debemos aprender a convivir y eso significa cooperar y reconocer nuestra humanidad en común. Por desgracia, estamos fracasando en este aspecto, yo vivo en un país muy violento. 

¿Es necesario que compartamos espacios sociales con personas que no piensen como nosotros?

Sí. Hay dos tipos de infraestructuras sociales. Hay lugares que nos ayudan a vincularnos con personas que se parecen a nosotros, como un club o un bar para jóvenes ricos. Y hay infraestructuras sociales que tienden puentes entre las diferencias. Estas últimas nos ayudan a interactuar con personas que tienen diferentes opiniones a las nuestras. No creo que ir a una biblioteca o compartir una piscina pública ayude a que las personas cambien su forma de pensar. Pero si que nos ayudan a reconocer la humanidad aun en las diferencias. A veces conocer a personas que han tenido experiencias muy diversas en el mundo nos ayuda a ver su perspectiva. Por tanto, las infraestructuras sociales nos hacen menos hostiles.

¿Son compatibles las políticas de bajadas de impuestos con crear y mantener buenas infraestructuras sociales?

No, las infraestructuras sociales requieren inversión. Hay que diseñarlas bien, construirlas bien y hay que mantenerlas. Y nada de esto es gratis. Hace años había una voluntad de invertir dinero público para construir infraestructuras sociales. No había bibliotecas públicas y luego las construimos en cada barrio y pueblo. Invertimos en las infraestructuras sociales porque creíamos que era importante dar algo para todos. Hoy creemos mucho más en el sector privado y nos enfadamos cuando los gobiernos nos piden pagar más impuestos para hacer bibliotecas o parques públicos. Pero si perdemos las infraestructuras sociales quizás perdamos las sociedades, dejemos de creer los unos en los otros, en los gobiernos y nos polaricemos más. Eso está pasando en mi país y me da mucho miedo. Hay que invertir en lo público, cuando se pierde cuesta mucho recuperarlo.

Eric Klinenberg

Quienes habitan en áreas residenciales acomodadas pueden resistirse a pagar por estos espacios.

Eso es peligroso. Cuando hay segregación por clase social las áreas con más poder adquisitivo crean espacios públicos espectaculares y las áreas empobrecidas viven de los restos. En mi opinión, esto no es sostenible porque crea hostilidad. Crea la sensación de que el sistema es injusto y, de forma natural, las personas luchan contra el sistema. En los Estados Unidos hemos creado una extrema derecha radical y, por desgracia, están armados y enfadados. Yo no comparto lo que ellos quieren crear pero comprendo de dónde puede surgir parte de ese enfado porque provienen de lugares que se han derrumbado. El mercado y el estado les ha fallado. 

¿Puede la falta de inversión en seguridad climática desatar también una gran indignación?

Muchos lugares han sido muy lentos a la hora de enfrentarse al cambio climático. No queremos renunciar al coche, a comer carne o apagar el aire acondicionado. Pero ahora nos toca hacerlo porque los bosques están ardiendo, los veranos son demasiado calientes, la costa está sumergida bajo el agua. La vida se siente muy frágil. Para mí, el reto está en vincular el empuje para una mejor infraestructura social con el empuje por una infraestructura contra el cambio climático. En la ciudad de Nueva York estamos construyendo un sistema en contra de las inundaciones que no es simplemente un muro, en su parte más alta hay carriles bici, caminos para pasear y parques. En Barcelona las superislas están haciendo algo similar. Hay menos coches y más espacio para pasear y jugar.

¿Qué papel tiene la escuela en la cohesión social?

Las escuelas son lugares donde aprendemos a convivir con otras personas y a manejar la diferencia. Estamos expuestos a personas que vienen de recorridos diferentes, de familias con diferentes valores, personas con diferentes habilidades y necesidades. El filósofo John Dewey dijo que una escuela debería ser una casa modelo, una comunidad completa y una democracia embrionaria. Por desgracia, hoy las escuelas están segregadas por la clase social. Los niños pobres suelen ir a escuelas dentro de edificios muy feos donde no hay los recursos suficientes para enseñarles. Enseñamos a los estudiantes a pensar que la desigualdad es algo normal. Nuestro reto es crear nuevos sistemas escolares que nos ayuden a reconstruir la sociedad. Sabemos cómo hacerlo, pero hace falta voluntad política.

Cita a Andrew Carnegie cuando afirma que las bibliotecas son “palacios para el pueblo”. En su país están cerrando muchas bibliotecas, ¿dónde se está invirtiendo en estos espacios?

Justo antes de la pandemia fui a Helsinki porque en Finlandia se decidió crear la Biblioteca Oodi, un símbolo de su compromiso con la democracia social. Es radicalmente inclusiva, está abierta todos los días de la semana desde muy temprano hasta tarde. Tienen libros pero también recursos más contemporáneos, hay un espacio de manualidades, espacios para hacer podcasts, salas de juegos para adolescentes. Es un edificio hermoso de vidrio y muebles modernos. Cuando entras en el edificio te animas. Es como estar en un espacio sagrado y eso significa que te sientes dignificado y respetado tan solo por ser un ser humano. No puedo pensar en ningún otro espacio público que represente así valores tan importantes como los derechos humanos, la cultura, las oportunidades y la inclusión. Si no se utilizan los recursos públicos para mejorar la calidad de vida de la sociedad, ¿para qué son? Donde yo vivo gastamos muchísimo dinero en prisiones, policía, militares; incluso hacemos subsidios para los combustibles fósiles; creo que estos son valores erróneos para el siglo XXI.

También defiende que invertir en espacios públicos puede disminuir la pandemia de la adicción a los opiáceos. 

Diversas investigaciones han demostrado que cuando consumimos opiáceos activamos los mismos receptores neurológicos que se activan cuando estamos en la vida social. Por lo general, la gente recurre a las drogas para soportar la soledad social. El dolor por la soledad, de la desconexión, no tener un propósito en la vida. Una forma de lidiar con esta problemática es crear mejores oportunidades para la conexión social y algunas ciudades están empezando a crear esto. En Boston, por ejemplo, están creando una área segura donde estas personas pueden acudir para recibir ayuda y recibir atención médica. Debemos acercarnos a las personas que están luchando contra las drogas, ya que alejarnos solo hará que recurran más a las drogas. 

Decía el ingeniero David Billington que las infraestructuras tienen la capacidad de simbolizar períodos históricos y de expresar las ideas dominantes. ¿Qué infraestructuras le gustaría que representaran a nuestro tiempo?

Debemos crear infraestructuras climáticas, lugares que nos permitan vivir sin la dependencia de los coches. Me gustan mucho las construcciones que se están haciendo a lo largo de las costas que nos protegen de las inundaciones mientras nos permiten estar juntos. Estamos aprendiendo a convivir con el agua y a moderar el calor. Y las bibliotecas, como la Oodi de Helsinki. son muy especiales. Aquí en Barcelona voy a visitar la biblioteca Gabriel García Márquez, todo el mundo me dice que me va a encantar. Creo que estas bibliotecas son un símbolo para la siguiente generación.

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