Josep Espluga: “Cuando la gente percibe que no puede hacer nada para cambiar el resultado, se inhibe y cae en la pasividad”

¿Cómo se comunica el cambio climático? El sociólogo Josep Espluga ha coordinado un estudio para investigar en qué términos se plantean los medios de comunicación la cuestión climática.
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Entre los muchos retos que plantean el cambio climático y el cambio global, uno interpela directamente a los sociólogos y comunicólogos: cómo explicar el fenómeno y sus posible soluciones a la gente corriente. Josep Espluga (Alcampell, 1964), doctor en Sociología por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ha encabezado un equipo dedicado a analizar el lenguaje que se usa para abordar esta cuestión, y el resultado es el libro El cambio climático y sus metáforas. Como dar sentido a las narrativas mediáticas sobre un riesgo difuso y global, que acaba de ver la luz en Icaria.

El reto que tenemos ante nosotros, ¿es aún mayor que nuestra capacidad para explicarlo?

Sí, por eso es importante una visión humanística y comunicativa del asunto. El cambio climático está muy estudiado, hay soluciones técnicas en marcha, más allá de las incertidumbres que aún existen, pero tal vez no sea suficiente con eso. Hace falta un cambio político y de modelo socioeconómico y cultural. Lo que encontramos en nuestra investigación  es que en una parte de la población no hay los recursos lingüísticos o conceptuales para imaginar cómo solucionar el problema. Aquí tenemos un reto enorme de construir imaginarios y nuevas narrativas.

No solo cuesta imaginar las alternativas, sino la dimensión del problema. Pienso, por ejemplo, en la pandemia, que siendo una amenaza muy real y cuantificable, que estaba todos los días en los medios, no ha impedido que haya escépticos y negacionistas. ¿Es una mala señal para los que trabajan en un asunto con plazos más largos?

En efecto, es peor, porque los efectos del cambio climático se esperan diferidos en el tiempo. Pero sí, hay muchos paralelismos con la pandemia en tiempos de percepción pública y de gestión. En ambos casos, quien tiene que tomar decisiones tiene todavía amplios márgenes de incertidumbre. Y es difícil saber cómo tomarlas. Lo peor que te puede pasar es que el público vea que te contradices. Las incoherencias en la gestión llevan a desconfiar más todavía. Por otro lado, hay un elemento clave en la percepción del riesgo: cuando una población percibe que no puede hacer nada para cambiar el resultado, lo que hace es inhibirse, caer en el fatalismo y, por tanto, en la pasividad. En el cambio climático hemos llegado a esto. También debo decir que cuando hicimos nuestro trabajo, aún no había salido Greta Thunberg, que al menos pasiva no es… Pero esos movimientos jóvenes no han dejado atrás el fatalismo. Las manifestaciones que vimos el año pasado eran activas, pero muy fúnebres en el fondo. Aún no se ve la esperanza.

El fenómeno de Greta, ¿nos da a entender que los iconos mediáticos pueden ser útiles, o pueden ser contraproducentes en algún sentido?

Pueden ser efímeros, quién sabe. Focalizarlo todo en una persona acaba quemando a la persona. Es un buen toque de atención, pero difícil de mantener en el tiempo. Parte del problema de la comunicación que se ha hecho del cambio climático es que se habla en unos términos que no interpelan a la gente: parece cosa de empresas, ONGs, gobiernos… Hicimos el trabajo de campo en la cumbre del clima de París, y en ese momento todo se planteaba como una carrera de países, con ganadores y perdedores, una meta a la que llegar, y el cambio climático connotaba con metáforas de algo que se movía solo. Pero cuando las personas valoraban estas metáforas, y la mayoría les costaba muchísimo, porque eran entidades abstractas: no había nada que se relacionara con su vida cotidiana. Y así justifican su pasividad y fatalismo. Greta personifica un poco más, pero creo que no es exactamente lo que se necesita. Ella vive en los medios, pero no en los barrios, en el entorno local de la gente.

El cambio climático y sus metáforas, coordinado por Josep Espluga, ha sido publicado por Icaria

Una cuestión clásica es la dificultad para explicar a un público profano asuntos muy complejos, otra la equidistancia que ha dado voz a corrientes minoritarias. ¿Son esos elementos los que han pervertido el debate?

Un tema es, en efecto, que los medios, siguiendo la lógica de dar voz a dos opciones en el debate, han sobrerrepresentado a los negacionistas. En el mundo científico hay muy pocos negacionistas del cambio climático, pero han tenido mucha voz. Las corporaciones más importantes del mundo, que viven de la energía fósil, han financiado muy bien a esta pequeña minoría y les ha dado una presencia mediática desproporcionada. Por suerte, los medios han ido tomando conciencia de esto. Pero luego está la cuestión de cómo plantear un problema complejo y que te comprenda todo el mundo. Es un reto y se necesitan profesionales de la comunicación para hacerlo, y personas híbridas entre el mundo de la ciencia y el de la comunicación. Además, lo que nos dicen las teorías de percepción de riesgos es que la gente no solo percibe la tecnología concreta o los posibles daños a la salud, sino que percibe el contexto en que se está generando.

No basta el dato frío sin interpretación, ¿no?

No, y las interpretaciones que hay, como dije antes, están alejadas de la vida cotidiana de la gente. Vemos al oso polar, pero falta el contexto. Ahí hay un trabajo por hacer.

Dedican mucho espacio a hablar cómo se comunica el problema, pero también recuerdan que hay que comunicar las soluciones, algunas de las cuales están por ver. ¿Hay soluciones mejores que otras?

Esto también genera una cierta paradoja en la percepción pública. Por un lado se dice que el problema es urgente y estamos hasta el cuello, y por otro lado que las políticas van a ir viniendo a largo plazo. ¡Alguien nos está engañando, hay algo que no cuadra! Comunicar las soluciones tampoco es sencillo porque tenemos sectores ideológicamente enfrentados. Hicimos nuestro estudio con dos grupos de personas, unas preocupadas y otras escépticas. Conforme íbamos compartiendo noticias e imágenes, las posturas acababan convergiendo hasta llegar a un mismo punto. Pero había algo en lo que no estaban dispuestos a cambiar, sobre todo los escépticos: en su modelo de vida. O no quieren cambiar, o cambiarían pero no en sus condiciones actuales, porque temen salir perdiendo.

Creen que pagarán la multa…

La solución pasaría por organizarnos colectivamente y cuestionando nuestro sistema socioeconómico. Eso tiene sus partidarios y detractores. Estos últimos son casi siempre grandes empresas y grandes gobiernos, que tienen mucho poder.

… y poco respeto por las evidencias, ¿no?

Sí, claro. Seguramente, los beneficiarios del sistema socioeconómico que genera el cambio climático aguantarán todo lo que puedan para sacar el máximo rendimiento, y cambiarán cuando no haya más remedio, o vean que cambiando van a mantener su poder. Las grandes eléctricas han estado durante años paralizando las energías renovables hasta que han decidido – porque las directivas europeas obligan a los países a que hacer ese giro– que el cambio lo van a pilotar ellas. Pero antes han arruinado a cientos de empresas. Puede que esto pase también ahora, son dinámicas que hay que tener en cuenta.

Son muchos los países y las ópticas que están abordando la comunicación del cambio climático. ¿Hay alguien que lo esté haciendo especialmente bien?

Me has pillado… Igual mis compañeros comunicólogos saben algo, pero creo que no hay gran cosa. Hay iniciativas, pero marginales. De hecho, el principal comunicador, el IPCC -el Panel Intergubernamental del cambio Climático-, tiene un debate interno sobre cómo mejorar este aspecto. Desde ONGs y colectivos ecologistas se hace un trabajo incluso mejor, pero no sabría poner un ejemplo claro a seguir. Aún no existe o se genera a niveles muy micro. Y esto es un problema global.

El Acuerdo de París iba a empezar este año. ¿La pandemia lo ha aplazado todo?

En teoría tenía que ser este año, pero se ha aplazado. Todos los gobiernos que durante cinco años han hecho sus planes y propuestas iban a compartirlos y aplicarlos. De momento los han enviado, solo son intenciones. El año que viene veremos, en teoría se mantiene la cita.

¿Cómo están nuestros niveles de optimismo al respecto?         

No muy altos. Con las propuestas que enviaron se quería limitar la subida de temperatura a dos grados al final del siglo, los científicos dicen que no debería superar el 1,5 ºC, y según los cálculos de un equipo de mi universidad con los planes de estos países se excederán con mucho los tres grados. Pero es mejor que nada.

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