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Uno de los compromisos más celebrados de esta COP26 que está teniendo lugar en Glasgow es el compromiso de acabar con la deforestación y reducir en un 30% las emisiones de metano para 2030. El metano es uno de los principales gases de efecto invernadero. Para sorpresa de todos, uno de los países que se han comprometido es Brasil, víctima de una acelerada deforestación desde que Jair Bolsonaro se hiciera con el poder.
A pesar del optimismo precoz que despierta este pacto, el acuerdo no es nuevo. Ya en 2014 la Declaración de Nueva York sobre los Bosques tenía como objetivo frenar la pérdidas de estos ecosistemas. Se pretendía acabar con la mitad de la deforestación para 2020 y del todo para 2030. Cuarenta países firmaron el pacto, pero nunca llegó a implementarse. Países con importantes extensiones de bosques y selvas como China, Brasil o Rusia nunca llegaron a firmar el acuerdo.
Para arrojar luz sobre el nuevo acuerdo alcanzado en el marco de la COP26 hablamos con Maureen Santos, responsable de políticas en la Federación de Organizaciones de Asistencia Social y Educativa (FASE) en Brasil y experta en deforestación.
Este pacto lanzado en la COP26 recuerda al de 2014, a la Declaración de Nueva York, que nunca se llevó a cabo. ¿Qué pasó? ¿Cree que este nuevo pacto puede volver a fallar? Al fin y al cabo, no es vinculante y no hay medidas concretas.
Esta es la tercera declaración en referencia a los bosques en la historia de Naciones Unidas, pero nunca tuvieron un efecto práctico. Nosotros [FASE] no vemos un efecto práctico en esta declaración. No se da un apoyo significativo al sistema multilateral, sino más bien al contrario: lo hace más frágil. El motivo es que esos países que firman los pactos, si quisieran que fuera vinculante y si quisieran realmente fortalecer las medidas concretas del Acuerdo de París, deberían haber hecho esto antes y haber puesto la financiación necesaria en el Fondo Verde del Clima para proteger bosques y selvas.
¿Qué lagunas hay en este pacto?
Hay muchas. Los compromisos son débiles, así como la gobernanza alrededor del pacto o las cuestiones de regulación. ¿Cómo se piensa el equilibrio o la relación de poderes que se establece entre países del norte y del sur? El sur quiere la plata y el norte es el donante y puede hacer lo que quiera. Eso hace que todo sea más frágil.
La última vez que se hizo un pacto similar, en 2014, no estaban ni Brasil, ni Rusia, ni China. ¿Se puede confiar en Bolsonaro para llevar a cabo este plan?
En esta ocasión, Brasil ha firmado porque quiere demostrar que tiene algún compromiso, aunque sabemos que el gobierno de Bolsonaro se enfoca en la destrucción de los marcos legales y de las políticas relativas a la protección de los bosques y el medioambiente en Brasil. No espero demasiado. De hecho, el pacto no hace referencia a la diferencia entre la deforestación legal e ilegal. En Brasil también tenemos un vacío legal respecto a este tema, pero cada vez hay más deforestación. Ilegal y legal.
¿Cuál es el papel de los pueblos originarios en este acuerdo?
Es una pregunta compleja y es una cuestión que vemos con preocupación. Por un lado, es importante tener recursos financieros para apoyar a estos pueblos, sus prácticas, su modo de vida y su territorio; por otro, esto se tiene que llevar a cabo mediante políticas nacionales cuyo objetivo sea combatir la deforestación. Pero es evidente que hay que garantizar el derecho al territorio de estos pueblos originarios. De hecho, la mejor manera para combatir la crisis climática es garantizar el derecho a la tierra de estas gentes.
¿Cómo puede interferir la empresa privada en la consecución de los objetivos del pacto?
Sabemos que las corporaciones están supercontentas con algunos de estos acuerdos, especialmente con el acuerdo de financiación para bosques, porque se va a invertir mucho dinero. Ahora bien, no sabemos nada de cómo va a ser o cómo va a estar regulado. ¿Quién va a salvaguardar el acuerdo? ¿Habrá consultas previas? Las empresas usarán este pacto para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero y hablar del cero neto. Esto nos preocupa: las empresas privadas tienen muchos intereses en este pacto.
Los ciclos de la naturaleza no son lineales. Se habla de absorción biológica y de compensaciones, pero la naturaleza no puede asumir todas las emisiones. ¿Cree que el enfoque es correcto o erróneo? ¿Qué opina del cero neto?
El cero neto no es el cero real. Se usará como un instrumento de compensación para continuar emitiendo gases de efecto invernadero. Las remociones biológicas, además, no son compatibles con las emisiones procedentes de los carburantes fósiles. Destruir un área y compensar en otra no es la solución. Hay una pérdida de biodiversidad y de recursos naturales sobre la que hay que poner el foco. Además, los compromisos de cero neto son a largo plazo. Están hablando de 2050, pero tendrían que asumir compromisos ahora. Para nosotros, el cero neto es una distracción.
«La expansión de la agricultura industrial es responsable del 80% de la deforestación mundial, y la demanda de la Unión Europea representa una parte alarmante de la misma (16%). La importación y el consumo de la UE de materias primas como la soja, el aceite de palma, la carne de vacuno, el caucho, la caña de azúcar y el cacao, así como la tala industrial y otras industrias extractivas, son especialmente culpables». Es un fragmento de uno de los últimos informes de Ecologistas en Acción. ¿Cree que la Unión Europea maneja un doble rasero?
Creo que la Unión Europea podría tomar más medidas. Tiene una narrativa de protección del clima, pero sus empresas siguen en los países del sur global destruyendo el medioambiente. Además, la Unión Europea da apoyo a gobiernos como el de Bolsonaro, porque les va bien para sus ganancias. Hay empresas alemanas que promueven el acaparamiento de tierras, tenemos lobbies en el parlamento brasileño para que se produzcan cambios en la legislación, etc. Sí, la Unión Europa tendría que fortalecer el multilateralismo del cambio climático, mostrar dónde está la plata que prometieron en 2009 y hacer frente a los abusos de derechos humanos que sus empresas cometen en nuestros países.
¿Qué espera del Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a determinadas materias primas y productos asociados a la deforestación y la degradación forestal?
Tenemos pésimas experiencias con el tema de la certificación. La trazabilidad necesita una legislación potente, con controles, reglas claras e instrumentos concretos para que el funcionamiento sea transparente. De momento, en Brasil no tenemos eso: el gobierno y el parlamento han destruido toda la legislación de control. ¿Para qué sirve crear toda esa serie de instrumentos si las legislaciones nacionales no funcionan?
MERCADONA y otros Supermercados: ¡dejen de fomentar el genocidio de Brasil!
La agroindustria está en auge en Brasil. Poderosos agroganaderos y empresas multimillonarias se benefician de las megaplantaciones de soja, maíz y caña de azúcar, y de la producción de carne de vacuno. Están respaldados por el presidente Bolsonaro.
Estos gigantes de la agroindustria están robando las tierras de los pueblos indígenas, envenenándolos con pesticidas y obligándolos a vivir en asentamientos improvisados con tasas de desnutrición, enfermedades y suicidio cada vez más altas. Están quemando las selvas más biodiversas del Brasil y amenazando con exterminar a tribus no contactadas enteras.
Los indígenas de todo Brasil están pidiendo tu apoyo:
Pide a tu supermercado que deje de comprar productos de la agroindustria de Brasil hasta que los derechos indígenas sean respetados.
– Iremos rotando los supermercados a los que dirigir esta acción. Sigue #StopBrazilsGenocide y envíanos tus sugerencias.
– ¿Y qué tal si tuiteas a tu supermercado? Recuerda incluir el hashtag #StopBrazilsGenocide
Estimados Joan Roig (Mercadona) y Juán Antonio Germán:
https://survival.es/actua/email/268/acciones/nueva
Un llamamiento de los yanomamis: (Miles de mineros de oro ilegales, o garimpeiros, están destruyendo la tierra del pueblo indígena yanomami en el norte de la Amazonia).
Estimad@ amig@:
Nosotros, los pueblos yanomamis y yekuanas no queremos la minería en nuestra tierra. Estamos muy preocupados.
El Gobierno de Bolsonaro quiere acabar con la selva. La minería no nos traerá ningún beneficio a los yanomamis: solo enfermedad, violencia y muerte.
Bolsonaro dice que hay mucha tierra para pocos indígenas, pero esos “pocos” indígenas están cuidando la selva para todo el mundo.
Él está tomando un camino equivocado, matando los ríos, los árboles y los peces, y apoyando a los garimpeiros.
Necesitamos generar una manifestación muy fuerte para presionar al Gobierno de Bolsonaro. El mundo, la gente, cuando actuamos junt@s, tenemos mucha fuerza.
Davi Kopenawa Yanomami
https://survival.es/actua/email/243/acciones/nueva