«El postureo activista» no sirve para atajar la emergencia climática

La activista alemana Luisa Neubauer y el exdirector de Greenpeace, Kumi Naidoo, explican que el gran reto del activismo debe ser llegar a un público más amplio. Solo así, los líderes "se sentirán obligados a actuar con la urgencia que requiere la situación".
Foto: Luisa Neubauer por Oğuz Yılmaz; Kumi Naidoo por Amnistía Internacional.

The Nation’ y ‘Deutsche Welle’ son los medios que han llevado a cabo esta entrevista en nombre de Covering Climate Now, una alianza periodística internacional para potenciar los contenidos sobre cambio climático.

Si una historiadora se propusiera seguir la evolución del movimiento climático y señalar su momento álgido, seguramente tendría que remontarse a septiembre de 2019, cuando cerca de siete millones de personas, en su mayoría jóvenes, salieron a la calle en miles de ciudades a lo largo y ancho del planeta. Leer los testimonios que llegaron en cascada desde todos los rincones del mundo resulta conmovedor y, en algunos casos, desolador (Dom Phillips recogía la última hora para The Guardian desde Brasil, donde se manifestaron varios grupos indígenas; esta semana un sospechoso admitió haberle asesinado mientras estaba informando en la Amazonia).

Yo presencié ese momento desde los bastidores de un escenario montado en el neoyorquino Battery Park, donde Greta Thunberg —cuya huelga escolar había contribuido al éxito de aquella arrolladora oleada de activismo climático— resumió la situación ante los 250.000 manifestantes que llenaban las calles del bajo Manhattan: «Si pertenecéis a ese pequeño grupo de personas que se sienten amenazadas por nosotros, os vamos a dar muy malas noticias, porque esto no ha hecho más que empezar. El cambio es imparable, os guste o no».

Aquella oleada trajo consigo numerosos compromisos. Una tras otra, muchas empresas se propusieron reducir a cero sus emisiones de CO2, por ejemplo. Pero los treinta meses transcurridos desde entonces no han sido fáciles. Primero la pandemia vació las calles de manifestantes y los obligó a recluirse en Zoom, lo que frenó el impulso del movimiento. Para cuando se celebró la cumbre climática de Glasgow, en otoño del año pasado, Thunberg puso el dedo en la llaga al describir las propuestas de los países asistentes como un hueco «bla, bla, bla». Y ahora la guerra de Ucrania, que ha traído consigo un vertiginoso aumento del precio del gas, desvía la atención de la opinión pública y favorece una dinámica compleja (aunque no del todo adversa, ni mucho menos) para los defensores de las energías limpias. 

Por todo ello, parecía un buen momento para sentarme a conversar con dos de los principales activistas medioambientales del momento: la alemana Luisa Neubauer, de 26 años, gracias a la cual su país se ha sumado a la iniciativa de los ‘viernes por el futuro’ fundada por Greta Thunberg, y el veterano defensor de los derechos humanos Kumi Naidoo, sudafricano de 57 años que, desde sus inicios en la lucha contra el apartheid hasta su reciente mandato como director general de Greenpeace International, siempre ha defendido la causa climática.

«Cuando empezó la guerra —afirma Neubauer—, muchas personas pensaron: bueno, ahora sí que ya no hay excusa; ha llegado el momento de potenciar las renovables. Se fomentará el uso de las energías no fósiles porque está claro que no hace falta ser un activista medioambiental o un ecologista a ultranza para defender las renovables. Basta con sentir una ligera antipatía hacia Putin y una ligera simpatía por la democracia, la libertad y la seguridad». Sin embargo, y a medida que el conflicto se va alargando, «estamos asistiendo a poco menos que una reivindicación de los combustibles fósiles en lugares como Alemania —prosigue Neubauer—. La expansión de los combustibles fósiles es ya una realidad. Se están llevando a cabo nuevas perforaciones petrolíferas en la costa del mar del Norte».

Según Naidoo, la capacidad de la industria de los combustibles fósiles para adaptarse a una realidad cambiante es un recordatorio de que «el sistema se está comportando tal como fue programado para hacerlo, es decir, favoreciendo a un puñado de personas situadas en la cima. La estrategia consiste en dar un poquito más a quienes ocupan los estratos medios para hacerles creer que les conviene defender ese sistema». Durante años, añade, «nos llenábamos la boca con afirmaciones del tipo: el sistema económico no funciona, el sistema energético no funciona, el sistema agrícola no funciona. Pero, en honor a la verdad, con más de cuatro décadas de activismo a mi espalda, debo reconocer humildemente que estaba equivocado y que, en realidad, el sistema funciona de maravilla». 

De modo que la pregunta es ¿qué podemos hacer desde dentro del sistema para impulsar un cambio a gran escala, como exigen la ciencia y la justicia social? En palabras de Naidoo, éste «debe ser un tiempo de extrema sinceridad, de extrema valentía, de extrema osadía. Si el activismo está diciendo que las empresas y los gobiernos no pueden seguir haciendo lo mismo de siempre, deberíamos aplicarnos el cuento: no podemos seguir practicando el mismo activismo de siempre».   

De hecho, ambos hablan sin pelos en la lengua de las iniciativas que no funcionan. «Al principio —reconoce Neubauer—, hice algo que ahora, en retrospectiva, calificaría de “postureo activista”. Es la clase de activismo que luce mucho en tu currículum, y es posible que te vuelques en lo que haces, pero también te desvives por conocer a una importante ministra, estrecharle la mano y sacarte una foto con ella para demostrar que has hecho algo».

«El error que cometió mi generación de activistas fue confundir el acceso al poder con la capacidad de influencia sobre el mismo —afirma Naidoo—. Nosotros accedimos al poder, lo que permitió a algún alto funcionario, ministro o director ejecutivo de una gran empresa tachar una casilla en la que ponía “Consultar a la sociedad civil”. Y, si debo ser sincero, también nos permitió a muchos de los que participábamos en esas interacciones […] colgarnos alguna que otra medalla sin demasiado esfuerzo».

Por descontado, ni Naidoo ni Neubauer presumen de tener una fórmula infalible para afrontar el futuro, pero lo que sí tienen ambos son ideas. Hay demasiados gobiernos, señalan, que se han vuelto autoritarios y limitan el espacio de protesta. Según Neubauer, «estamos viendo que no sólo la represión, sino también la opresión, responden a una estrategia deliberada» que se manifiesta en acciones tan burdas como la detención de su compañera india Disha Ravi —encarcelada por ejercer el activismo medioambiental en su país— o bastante más sutiles, como el hecho de que el flamante (y supuestamente «verde, pero sin pasarse») canciller alemán Olof Scholz comparara a los activistas medioambientales con los nazis. Ante semejante retroceso político, ambos entrevistados recuerdan a quienes luchan contra el cambio climático que no hay que perder de vista el sistema financiero a la hora de centrar las campañas. 

«Hay muy pocas estrategias de cambio acelerado que estén a nuestro alcance —afirma Naidoo—.  Pero que muy pocas. Una de ellas es cargar con todas nuestras fuerzas, sin vacilar ni un segundo ni apartar los ojos del objetivo, contra todas las formas de financiación [de los combustibles fósiles]». El movimiento de desinversión en este tipo de combustibles —que actualmente se cifra en 40 billones de dólares comprometidos por fondos de pensiones y fondos de inversión universitarios— avanza «viento en popa», asegura Naidoo, pero «podría ir mucho mejor si se potenciara».

La capacidad de los bancos e instituciones financieras para resistir la presión de la opinión pública puede ser «frágil» según Neubauer, que pone como ejemplo varias campañas recientes que lograron ahuyentar a bancos y aseguradoras del proyecto de Oleoducto de Crudo de África Oriental (EACOP, por sus siglas en inglés). Las potenciales compañías aseguradoras del oleoducto «se retiraron del proyecto después de cinco tuits. Muchos, muchísimos bancos se echaron atrás. Y eso supuso una gran diferencia con un solo proyecto, porque nos hemos ahorrado media gigatonelada [de carbono]».

Además de enfrentarse a instituciones financieras individuales, afirma Naidoo, los activistas también deben ir a por los bancos centrales: «Creo que podemos convencer a la Reserva Federal [estadounidense], el Banco de Inglaterra y todas las entidades bancarias reguladoras de que alentar las inversiones en activos de carbono bloqueados no sólo perjudica el medioambiente, sino también los intereses económicos de los inversores».

Ambos activistas insisten, asimismo, en la obligación de pensar en el medioambiente «desde el prisma de la justicia social». En palabras de Naidoo, «debemos potenciar la interseccionalidad». Hace años, al poco de estrenar cargo en Greenpeace, «dije que, en lo que a mí respecta, la lucha para acabar con la pobreza y la desigualdad y la lucha por atajar el cambio climático pueden y deben verse como las dos caras de la misma moneda». Pero le costó que esa idea arraigara incluso en el seno de la organización que dirigía. «Es algo que, en mi opinión, requiere un cambio de mentalidad por parte de los propios activistas».

Según Neubauer, esa noción ampliada del ecologismo debe abarcar a personas que a veces se han visto como adversarias. Sabe que le preguntarán a menudo si es justo sacrificar los puestos de trabajo de los mineros del carbón para asegurar un clima habitable. «A lo que yo contesto: ¿acaso es justo que un operario de Volkswagen, el obrero que participa en la construcción de un oleoducto o un minero del carbón […] trabajen de sol a sol para llegar a fin de mes a sabiendas de que están comprometiendo su futuro y el futuro de sus hijos? ¿Es justo poner a los ciudadanos en semejante tesitura?».

Un arma poderosa, añade, sería que cada vez más personas mayores se unieran al movimiento a través de iniciativas como Third Act. «Tenemos que hacer hueco a las personas que, al echar la vista atrás y reflexionar sobre toda una vida, se preguntan qué clase de mundo van a dejar a sus hijos y nietos; creo que podrían aportarnos muchísimo». Y puntualiza: «Hace falta que los mayores hablen con sus hijos y nietos, porque tenemos que acabar con la tendencia de que cada generación se distancie de las que la preceden y la siguen. Ya se sabe, los hijos se van de casa, olvidan lo que sus padres les enseñaron y empiezan su propia trayectoria vital». En ese sentido, afirma, el diálogo intergeneracional podría convertirse en un «superpoder».

«Debemos crear múltiples formas de participación ciudadana —apunta Naidoo—, más allá de «cómo las imaginemos aquellos de nosotros que trabajamos a tiempo completo para la sociedad civil. Debemos intentar ponernos en el lugar de la gente y preguntarnos cómo podemos facilitar su participación e integración [en el movimiento]. Sólo cuando tengamos un número suficiente de apoyos, bastantes más de los que podemos movilizar actualmente, nuestros líderes políticos y económicos se sentirán obligados a actuar con la urgencia que requiere la situación». 

El arte y la música —e incluso las plataformas de juego— son una forma de conseguirlo, en palabras de Naidoo: «Una de las cosas que más se echa en falta ahora mismo es… imaginación. Debemos conseguir que la gente imagine que seremos capaces de darle la vuelta a esto —afirma—. Es verdad que la ventana de oportunidad es pequeña y se está cerrando deprisa, pero que no nos quepa duda: en este momento de la Historia, el pesimismo es un lujo que sencillamente no podemos permitirnos y, por muy derrotistas que sean nuestros análisis en un momento dado, la mejor manera de contrarrestar ese estado de ánimo es apelar al optimismo que nace de la creatividad, del impulso compartido y de las acciones que fomentan el cambio, aunque no vayamos a ganar esta lucha de la noche a la mañana».

La velocidad es el factor clave, puesto que —a diferencia de la mayoría de cuestiones políticas— el cambio climático viene con una fecha límite. «La transición energética ha llegado para quedarse, eso es evidente —afirma Neubauer—. Se hará la descarbonización y dejaremos de usar combustibles fósiles. La gran pregunta es cuándo, exactamente. Quiero decir, ¿llegaremos a tiempo? ¿Y será suficiente? Estas son las cosas a las que debemos dar la vuelta, pero ya».

Traducción de Rita da Costa

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COMENTARIOS

  1. El experto indígena brasileño Bruno Pereira y el periodista británico Dom Philips han sido brutalmente asesinados en la selva amazónica.
    Las muertes de Bruno y Dom no fueron un accidente. Fueron brutalmente asesinados mientras hacían un trabajo que es vital para todos nosotros.
    Destacaron las amenazas diarias que enfrentan los pueblos indígenas de Brasil al defender sus tierras y derechos forestales, mientras que el gobierno de Brasil presiona para que se aprueben leyes que anulen sus derechos y medios de vida.
    Necesitamos unirnos a nivel mundial y exigir acciones para proteger las vidas de los pueblos indígenas y el pleno reconocimiento de sus tierras en la Amazonía. Es necesario presionar al presidente de Brasil, Bolsonaro, y exigir justicia por los asesinatos de Bruno, Dom y todas las demás personas que luchan por defender la Amazonía.
    Y es necesario que los políticos hagan demandas firmes a las empresas que comercian, usan o producen materias primas como piensos de soja y carne y leche, donde los animales han sido alimentados con soja. Las empresas deben poder documentar de dónde provienen las materias primas y que no están relacionadas con la deforestación o las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas.
    Cuando las grandes empresas no pueden documentar el origen del alimento en los comederos de vacas y cerdos, realmente no saben si están tratando con delincuentes en el Amazonas y están ayudando a alimentar un sistema de violencia y abuso.
    Si aún no lo ha hecho, puede ayudar firmando una ley de la UE sólida que pueda garantizar que estos requisitos se impongan a las empresas y que las empresas se enfrenten a sanciones si no cumplen con los requisitos.
    Firmar
    Los científicos advierten que dentro de diez años, la selva amazónica podría alcanzar un punto de inflexión, con la devastación volviéndose tan masiva que la selva tropical se seca y muere. Tendrá consecuencias desastrosas para los pueblos indígenas y la naturaleza de la Amazonía, y al mismo tiempo significará que podremos decir adiós a cualquier esperanza de lograr los objetivos climáticos del Acuerdo de París.
    Firmar:
    https://www.greenpeace.org/denmark/vaer-med/together4forest/?utm_medium=email&utm_source=smc&utm_campaign=dk_pg_forests&utm_content=dk_pg_bruno_and_dom&utm_term=none_none_none

  2. Basta con sentir una ligera antipatía hacia Putin y una ligera simpatía por la democracia, la libertad y la seguridad».
    ¿de que democracia, libertad y seguridad estáis hablando? A la más letal de las dictaduras, la capitalista, responsable de llevar a la agonía a la Madre Tierra, y de invadir y exterminar a pueblos enteros inventándose pretextos para robarles los recursos o por su situación geoestratégica?.
    El sistema no funciona; pero el gran rebaño lo sigue alimentando y dando vida. Como decía Eduardo Galeano “vamos directos al desastre pero, joder, en que cochazos”.

  3. La empresa Valle de Odieta S.C.L., propietaria de la macrogranja de Caparroso (Navarra), que puede llegar a tener hasta 7.200 vacas, y promotora de la mayor macrogranja de Europa, en Noviercas (Soria), presentó una demanda contra Luís Ferreirim, activista de Greenpeace, y le citaron a un “acto de conciliación”, para que se retractara de todo lo dicho sobre ellos.
    LAS MACROGRANJAS NO ME VAN A CALLAR:
    En Caparroso, su desprecio por el medio ambiente y los animales que explotan se resume en la incoación de 19 expedientes sancionadores por parte del Gobierno de Navarra.
    Pero, en febrero de 2021, se pasaron de frenada y provocaron un vertido descomunal que afectó incluso a la Zona de Especial Conservación de los Tramos Bajos del Río Aragón, refugio de especies amenazadas como el visón europeo. Ante esta situación y al recibir un SOS de los colectivos locales, un equipo de Greenpeace nos desplazamos a la zona y fuimos testigos del desastre ambiental. Lo documentamos y lo hicimos público.
    Pero esto no gusta a quienes se benefician del destructivo modelo de ganadería industrial y sus macrogranjas. No soy el primero que quieren callar en España, pero espero ser el último. Coren lo intentó con Manuel García y la misma Valle de Odieta lo está intentando en Navarra contra 15 personas de 14 colectivos.
    Este tipo de procesos se conocen como Demanda Estratégica contra la Participación Pública (SLAPP, por sus siglas en inglés) y su objetivo es acabar con la protesta pública. Pero, todas las personas perseguidas hasta ahora lo hemos dejado bien claro: no nos callarán.
    Hemos puesto en marcha una recogida de firmas con un título que lo dice todo “¡Macrogranjas NO!: ni en Caparroso, ni en Noviercas, ni en ninguna parte.” El objetivo inicial era conseguir 23.520 firmas, una por cada vaca que se pretende explotar en Noviercas. Hasta el momento, la petición ha recibido más de 435.000 apoyos. Parece que no estamos solos los que nos oponemos a las macrogranjas y lo hacemos de una forma pública.
    Si estás de acuerdo con nuestras denuncias y en particular me quieres apoyar a mí y a las otras 15 personas que persigue Valle de Odieta, te pido que nos ayudes a llegar a las 500.000 firmas contra la ganadería industrial.
    https://es.greenpeace.org/es/noticias/las-macrogranjas-no-me-van-a-callar/?utm_term=boton&utm_campaign=Macrogranjas&utm_medium=email&_hsmi=217154741&_hsenc=p2ANqtz-9fKOpacwj6dOj2CcMaw7MR9pjXgh2CYDEMrQe_6yioJ8H4ym5NIMcImCLPQ4HZGz2g_0FdgJE5QJlZhxT4dE4WqZDIBA&utm_content=NewsAguaJunio2022&utm_source=newsletter-socios

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