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Esta entrevista se publicó originalmente en el Magazine de Climática, una revista con más de 100 páginas. Puedes conseguir tu ejemplar, en papel o digital, aquí.
Eliminar la idea de periferia y devolver a los barrios su autonomía, empoderándolos con industrias locales que, a su vez, permitirán tener toda una pequeña ciudad autosuficiente a 15 minutos de casa. Trabajo, producción, ocio y servicios al alcance de la mano. Este es el modelo de ciudad del futuro de Vicente Guallart, arquitecto valenciano que defiende el concepto de many slow cities: una ciudad formada de muchas ciudades lentas. La idea de urbe ecológica, independiente de la industria global, ha llevado al estudio Guallart Architects a ser merecedor del premio para renovar el centro urbano de la ciudad de Shenzen, conocida como la Sillicon Valley de China
El verano pasado (2020) ganasteis un concurso para reinventar una parte de la ciudad china de Shenzhen. ¿En qué se basa?
Es una ciudad satélite de Pekín y el objetivo es descentralizar las actividades administrativas. Representa el nuevo urbanismo en China, con una ciudad caminable y ecológica. Más a la europea, con multiplicidad de usos. Nuestro proyecto tiene propuestas de carácter universal, que respondan a la lucha contra la crisis climática, pero también a los retos que plantea la COVID, así como otras futuras pandemias.
El proyecto se ha descrito como ejemplo del modelo de “ciudad densa” o “ciudad de 15 minutos”. ¿En qué consiste?
Es un concepto que aplica ideas que hemos trabajado en los últimos años. Ya en 2012 escribí el libro La ciudad autosuficiente que hablaba de la necesidad de que las ciudades vuelvan a ser productivas: deberíamos producir más cosas localmente mientras estamos conectados globalmente. Proponemos un modelo en que el Internet y el teletrabajo son fundamentales, como también lo es producir energía, alimentos y otros bienes en los barrios. El modelo es el de la productividad a velocidad humana, que equivale a las ciudades de 15 minutos, formadas por barrios en los que se puede vivir, trabajar y acceder a los equipamientos sociales básicos como mercados, bibliotecas, escuelas, centros de salud o zonas deportivas. Es un modelo de ciudad orientado a ser autosuficiente.
¿Cómo se centra la atención en los barrios en grandes ciudades en las que hay un modelo productivo global enfocado al turismo y a acoger sedes de grandes multinacionales?
Un término municipal tiene grandes zonas de negocios, pero también polígonos. En los años 90 se pensaba que las ciudades avanzadas se tenían que dedicar a los servicios y que la producción de recursos era cosa de los países emergentes. Con las crisis nos damos cuenta de lo imprescindibles que son productos básicos como la alimentación. O tener mascarillas. No estuvimos preparados para fabricar mascarillas y las tuvieron que hacer los makers. Desde sus casas y con su dinero imprimieron más de 800.000 elementos de protección que han salvado vidas.
Las ciudades tienen que volver a ser productivas y la industria debe pasar a ser digital, de pequeño y mediano formato, distribuida en los barrios, de tal manera que puedan satisfacer las necesidades básicas. No tiene sentido producir tomates en Brasil y traerlos en contenedores, igual que con las mascarillas chinas o el gas que importamos de Argelia para quemarlo aquí, cuando en nuestras ciudades podríamos producir energía en sistemas renovables o alimentos con la agricultura urbana. Debemos reducir la dependencia de la producción industrial del exterior.
Una gran ciudad, pero a pequeña escala
La idea es pensar la ciudad como un conjunto de many slow cities o muchas ciudades lentas y conectadas, llevando la producción cerca del lugar de consumo, empoderando a los barrios. No tiene sentido que haya zonas con un 45% de desempleo en los que la gente quiera ir a Ikea a comprar un mueble fabricado en China cuando, en realidad, tenemos a nuestros alrededores parques naturales llenos de madera. El 70% del terreno catalán, por ejemplo, está formado de bosques y sólo se aprovecha el 20% de lo que se podría. Tenemos productos naturales renovables al alcance de la mano y no los usamos, tenemos horas de sol que no capturamos…
Cuando hablamos de reformas urbanas pensamos en los centros y parece que nos olvidamos de la periferia y de la gente que se ha tenido que desplazar porque la gentrificación les ha expulsado. ¿Cómo se incluyen los márgenes en los nuevos planes urbanos?
Lo primero que hay que hacer es matar definitivamente la idea de periferia, porque ningún ciudadano es periférico a otro. Todos son centro de algo y este es el modelo de ciudad distribuida que proponemos: la ciudad de los 15 minutos evita tener un centro rico y bien conectado y unas periferias pobres. Para esto, todas las administraciones deben dedicar la inversión pública a dar valor y empoderar a las llamadas periferias.
En esto es clave la vivienda social. Durante muchos años se ha vendido suelo público y se ha convertido en un negocio y ahora vemos que lo que realmente necesitamos es una inversión masiva en vivienda pública que luche contra la gentrificación. Otra buena manera de empoderar a las afueras es invertir en los llamados polígonos de viviendas de los años 60 y 70, que tienen un gran potencial para ser transformados en lugares productivos, porque tienen cubiertas planas, donde se pueden poner invernaderos y paneles solares, y espacio público anodino que podría ser usado para proyectos que generen actividad.
Hablando de sostenibilidad hemos tratado la suficiencia energética y la agricultura urbana, pero ¿qué hay del tráfico?
El problema del tráfico es que nos movemos demasiado, no que haya demasiados coches. Durante la pandemia hemos visto que nos podemos mover mucho menos, así que tras esta crisis vamos a desarrollar modelos en los que no vayamos a trabajar todos los días a la oficina. Además, reindustrializar los barrios apunta a una idea de industria más pequeña, insertada en los lugares donde vive la gente, para no tener que cruzar la ciudad para ir al lugar de trabajo.
Pero las grandes plantas industriales en polígonos o a las afueras van a seguir existiendo…
Sí, pero cada vez tendrán menos peso. Lo vemos con la Nissan, que depende de Renault, y ha abandonado Barcelona. Se trata de un síntoma que viene a decir que el modelo de gran industria multinacional que nos hace depender de terceros no es el modelo que conviene a las ciudades: estar pendiente de decisiones de otros en la otra punta del mundo te hace poco resiliente.
¿Se corre el riesgo que invirtiendo en las ciudades se genere un efecto gentrificador que expulse a los vecinos de rentas más bajas?
Existe una aversión generalizada a la inversión en equipamientos en las ciudades. Se cree que por el hecho de hacerlas más amables y habitables se atraerá a más turistas y subirán los precios del alquiler, expulsando a los vecinos. La crítica no debería ser hacia la inversión, sino hacia las administraciones que no censuran actividades ilegales, como Airbnb, y luchar para que apuesten por la regulación de los precios de alquiler, como ya ha hecho Alemania y se pretende hacer en España. Debemos crear mecanismos para regular y organizar inversiones que, al final, van en favor de todos. Es un error pensar que no hay que invertir en las ciudades porque van a venir turistas.