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Eunice Foote, la feminista (olvidada) que anticipó la ciencia climática

Firme defensora de los derechos de las mujeres y científica aficionada, fue la primera persona en teorizar sobre la correlación existente entre el aumento del CO2 en la atmósfera y el calentamiento global. Sin embargo, su contribución ha pasado desapercibida hasta hace 10 años.
Eunice Foote, la feminista (olvidada) que anticipó la ciencia climática
Una Ilustración de Eunice Foote. No se conocen fotos ni retratos de ella. Foto: Carlyn Iverson/NOAA Climate.gov

Cuatro termómetros, dos cilindros de vidrio y una bomba de vacío. Es lo único que le hizo falta a la estadounidense Eunice Foote para llegar a la conclusión de que a más dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera, más calor en la Tierra. Es lo que hoy conocemos como calentamiento global de la atmósfera, el responsable del actual cambio climático. Fue en 1856, hace 165 años.

Hoy, 30 de septiembre, se cumplen 133 años de su muerte. Ella fue la primera en aportar conocimiento para la actual comprensión del efecto invernadero, el cambio climático, el tiempo y la meteorología. Sin embargo, su nombre ha quedado casi en el olvido.

No ha pasado lo mismo con el científico John Tyndall, a quien con el paso de los años sí se le ha recordado y dado honores. Se le considera la primera persona en identificar los gases responsables del efecto invernadero, como el vapor de agua, el metano y el dióxido de carbono. Tyndall presentó estos hallazgos en 1859.

Eunice Newton nació el 17 de julio de 1819 en Goshen, un pequeño pueblo ubicado en el condado de Litchfield, en el estado estadounidense de Connecticut. Tenía seis hermanas y cinco hermanos. Sus padres eran el agricultor y empresario Isaac Newton Jr. y la ama de casa Thirza Newton. En 1841, la investigadora se casó con Elisha Foote, abogado de patentes y juez. Como ella, era un científico aficionado.

Durante varios años, Eunice estudió en el Seminario Femenino de Troy (más tarde renombrado como Escuela Emma Willard), donde animaban a las alumnas a asistir a clases de una facultad de ciencias cercana. Allí aprendió los fundamentos básicos de química y biología. Sin embargo, nunca llegó a adquirir grandes conocimientos en el campo de la física.

Además de ser pionera en la ciencia del clima y una ”excelente” pintora de retratos y paisajes, Foote fue una destacada feminista. Formó parte del Comité Editorial para la Convención de Seneca Falls de 1848, uno de los primeros actos que se llevaron a cabo en Estados Unidos a favor de los derechos de la mujer. Además, fue una de las mujeres que preparó (y firmó) los procedimientos de la Declaración de Seneca Falls. El documento –que también firmó su marido–, reclamaba los derechos civiles, sociales, políticos y religiosos de las mujeres.

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El artículo de Eunice Newton Foote, publicado en 1857 por el American Journal of Science.

Tres años antes que nadie

La investigación de Eunice Foote sobre la correlación existente entre el aumento del CO₂ en la atmósfera y el calentamiento global se presentó en noviembre de 1856 en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Se tituló Circunstancias que afectan al calor de los rayos solares. Sin embargo, no fue ella quien explicó sus hallazgos, sino Joseph Henry, entonces director fundador del Instituto Smithsoniano.

Para su experimento, aisló los gases que componen la atmósfera y los expuso a los rayos del sol, tanto a la luz como a la sombra. Midiendo la variación de la temperatura, descubrió que el dióxido de carbono (antes conocido como gas de ácido carbónico) y el vapor de agua absorbían suficiente calor como para que esta absorción pudiera afectar al clima. “Una atmósfera de ese gas podría darle a nuestra Tierra una elevada temperatura; y como algunos suponen, en algún periodo de su historia, el aire estuvo mezclado en éste en una proporción mayor que la actual, con lo que debería haber resultado necesariamente un incremento de la temperatura provocada por su propia acción y por el aumento del peso del aire”, se puede leer en las conclusiones de su artículo.

En 1859, tres años después de Foote, el físico y químico británico de origen irlandés John Tyndall publicó su famoso artículo titulado Nota sobre la transmisión del calor radiante a través de cuerpos gaseosos, publicado en las Actas de la Real Sociedad de Londres. En él no citaba el trabajo de Foote. “Con la excepción de la célebre memoria de M. Pouillet sobre la Radiación Solar a través de la atmósfera, nada, hasta donde yo sé, ha sido publicado sobre la transmisión del calor radiante a través de cuerpos gaseosos”, aseguraba en su artículo. 

Roland Jackson, científico, historiador y biógrafo de Tyndall, publicó en 2019 un artículo titulado Eunice Foote, John Tyndall y una cuestión de prioridad. En él, sostiene que “desde una perspectiva contemporánea, uno podría esperar que Tyndall hubiera sabido de sus hallazgos [los de Foote]. Pero parece que no lo hizo, lo que plantea cuestiones históricas más profundas sobre las conexiones y relaciones entre los físicos estadounidenses y europeos a mediados del siglo XIX”. Asimismo, considera que ”Eunice Foote estaba en desventaja no solo por la falta de una comunidad académica en América y la mala comunicación con Europa, sino por otros dos factores: su género y su condición de aficionada”.

A diferencia de Eunice Foote –”una mujer estadounidense aficionada en un país sin mucha infraestructura científica”, según Jackson–, Tyndall se había doctorado en la Universidad de Marburgo y luego trabajó allí, en Berlín y en Londres con algunos de los mejores físicos experimentales de la época. Durante toda su carrera, tuvo acceso a las mejores y más modernas herramientas, lo que facilitaba su trabajo.

Como apuntaba la reconocida climatóloga canadiense Katharine Hayho en The New York Times, “la conclusión a la que Foote llegó es correcta, pero no estaba realmente respaldada por su experimento”, porque no distinguió entre la radiación visible y la infrarroja, “y el efecto invernadero se debe principalmente a la segunda, no a la primera”. En cambio, John Tyndall captó con mayor precisión cómo el dióxido de carbono y el vapor de agua podían calentar el planeta. Aun así, Hayho insiste en que Eunice Foote “fue la primera persona en decir por escrito que si los niveles de dióxido de carbono fueran más altos, el planeta sería más caluroso”, lo que la experta califica como «un logro asombroso».

Eunice Foote como referente

Beatríz Hervella, licenciada en Física de Partículas y portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), pone en valor la figura de Eunice Foote: “Más allá de su importante descubrimiento, querría resaltar su espíritu crítico, su mente abierta y su falta de prejuicios; estas características, propias de un espíritu científico, ella las aplicó más allá de esa disciplina como, por ejemplo, en la lucha por los derechos de las mujeres. Agradezco que poco a poco se reconozca públicamente su importante papel y se convierta en un referente visible”.

De los 16 artículos de física publicados por mujeres estadounidenses en el siglo XIX, solamente dos se publicaron antes de 1889, ambos escritos por Eunice Foote. Pero permaneció en el más absoluto olvido hasta 2011, cuando el investigador independiente Raymond Sorenson publicó un artículo rescatando su trabajo.

Durante la última cumbre del clima, celebrada en Madrid, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, comenzó su discurso acordándose de ella y lo que hizo. El pasado lunes, 27 de septiembre, la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, también quiso poner en valor su –enterrada– contribución a la ciencia del clima.

Foote falleció con 69 años. Su cuerpo descansa en el cementerio Green-Wood de Brooklyn, en Nueva York. Cuando realizó su experimento, la concentración de CO2 en la atmósfera rondaba las 290 ppm. Ahora es de 410 ppm. Por entonces no había cambio climático. Ahora lo que hay es una crisis. Y a ella le debemos el haber puesto la primera piedra para entender el mayor desafío de nuestro tiempo.

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COMENTARIOS

  1. Este artículo es en verdad muy interesante y enaltece la labor científica y social de las mujeres y de nuevo pone en la mesa la gran dificultad que tienen las mujeres para romper “el techo de cristal”

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