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El cambio climático es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad en este siglo, y hacerle frente implica acometer cambios sin precedentes en todos los sectores y ámbitos de la sociedad. Por ejemplo, en la sanidad. Y es que más del 4,4% de las emisiones netas mundiales se atribuyen al sector de la salud. De ser un país, sería el quinto mayor emisor. Y de no aplicarse medidas para su descarbonización, esta podría triplicarse hasta llegar a las más de seis gigatoneladas anuales en 2050 –lo que equivale a las emisiones anuales de 770 centrales eléctricas de carbón–.
Un nuevo informe de la organización internacional Health Care Without Harm –Salud sin Daño–, en colaboración con la consultoría Arup, analiza cómo los sistemas sanitarios pueden reducir su huella de carbono y alinear sus actividades con los objetivos del Acuerdo de París. Se trata de la primera hoja de ruta en este aspecto enfocada al sector de la salud, y el segundo documento de una serie de trabajos de investigación y formulación de políticas de ambas organizaciones. Mientras que el primero estimaba la huella de carbono del sector de la salud y señalaba oportunidades para la acción, el actual documento brinda orientación general para que el sector de la salud avance hacia la descarbonización.
El estudio detalla la procedencia de las emisiones y concluye que el 84% tienen que ver con los combustibles fósiles utilizados en las operaciones de las instalaciones, la cadena de suministro y la economía en general. En ese porcentaje se incluye el uso de carbón, petróleo y gas a fin de abastecer los hospitales, pero que también está relacionado con los viajes, así como con la fabricación y el transporte de productos sanitarios.
Según esta hoja de ruta, si los países logran cumplir con los compromisos del Acuerdo de París, se podría reducir el crecimiento que se prevé para las emisiones de este sector en un 70%. Así, desde Health Care Without Harm identifican siete acciones de alto impacto y tres vías de descarbonización que reducirían las emisiones globales del sector en 44 gigatoneladas de media durante un periodo de 36 años, lo que equivale a dejar más de 2.700 millones de barriles de petróleo en el suelo cada año. Esas siete medidas que proponen son:
- Alimentar la atención sanitaria con electricidad 100% limpia y renovable.
- Invertir en edificios e infraestructuras con cero emisiones. Garantizar que todos los edificios sanitarios y las instalaciones de fabricación de productos sanitarios, así como sus infraestructuras, promuevan la eficiencia energética, las emisiones cero y la resiliencia climática.
- Avanzar hacia viajes y transportes sostenibles con cero emisiones. Transición a una flota de vehículos e infraestructuras 100% de bajas o nulas emisiones, al tiempo que se fomentan los desplazamientos activos y el transporte público para los pacientes y el personal siempre que sea posible.
- Proporcionar alimentos sanos, locales y sostenibles, frescos y de temporada, con cero desperdicio de alimentos.
- Reducir el uso innecesario de productos farmacéuticos, sustituir los productos de altas emisiones por alternativas más respetuosas con el clima e incentivar la producción de medicamentos ecológicos e inteligentes desde el punto de vista climático.
- Aplicar los principios de la economía circular para adquirir suministros, desplegar tecnologías limpias, reducir el volumen y la toxicidad de los residuos sanitarios, y gestionar los residuos de forma sostenible.
- Establecer una mayor eficacia del sistema sanitario: Reducir las emisiones mediante la mejora de la eficacia del sistema, incluyendo la eliminación de prácticas ineficientes e innecesarias, la vinculación de la reducción de carbono y la calidad de la atención, y el refuerzo de la resiliencia.Más allá de las siete acciones de alto impacto, y de no mediar una transformación adicional, las proyecciones indican que las emisiones del sector salud serán del orden de 1,1 Gt al año para 2050.
Más allá de las siete acciones de alto impacto, y de no mediar una transformación adicional, el informe detalla que las proyecciones indican que las emisiones del sector salud serán del orden de 1,1 Gt al año para 2050. Unas emisiones que deben ser minimizadas en el transcurso de las próximas tres décadas, según el equipo de investigación. Para ello, será clave invertir en más investigación y crear centros de innovación en materia de clima y salud, integrar la sostenibilidad en la cobertura sanitaria universal, e integrar infraestructura y servicios sanitarios climáticamente inteligentes en la respuesta ante emergencias y la preparación para pandemias, entre otras propuestas.
Diferencias entre países en base a su huella climática
Ya que no todos los países contribuyen de la misma forma al calentamiento global desde sus sistemas de salud, esta hoja de ruta tampoco contempla los mismos esfuerzos para todo el mundo. Los países con una mayor huella de gases de efecto invernadero deben reducir sus emisiones de una forma más rápida y más contundente. Asimismo, los países con ingresos bajos y menos responsables del cambio climático «pueden implementar soluciones climáticamente inteligentes para desarrollar su infraestructura en el sector manteniendo al mismo tiempo una trayectoria menos empinada hacia cero emisiones», explican desde la organización autora del estudio.
En el caso de España, la asistencia sanitaria representa el 4,5% del total de las emisiones nacionales, y el gasto sanitario supone el 9% del PIB. En la clasificación entre las 68 naciones del estudio, por emisiones brutas se coloca en el puesto 16, mientras que si se tiene en cuenta las emisiones per cápita, en el 36. En este sentido, la Hoja de Ruta se le asigna la trayectoria de disminución constante, que requiere una acción inmediata y sistemática para implementar una disminución continua de emisiones.
“Estamos experimentando la emergencia climática y la emergencia de la salud como una sola cosa, incluyendo el aumento de enfermedades respiratorias por la contaminación de combustibles fósiles y las enfermedades causadas por impactos climáticos nefastos como incendios forestales. El sector de la salud es el más afectado por estas dos crisis y al mismo tiempo, irónicamente, contribuye a ellas a través de sus propias emisiones», sostiene Josh Karliner, director global de Programas y Estrategias en Salud sin Daño y coautor de la Hoja de Ruta.
Desde Salud Sin Daño reclaman a los gobiernos que declaren el cambio climático una emergencia sanitaria. A la par, instan a que elaboren hojas de ruta a nivel nacional y regional para descarbonizar el sector salud, y que lo incluyan en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas eninglés), esto es, los objetivos climáticos a los que se compromete cada país ante la ONU.
Asimismo, ven necesario asumir compromisos para llegar hasta cero emisiones, tal y como hizo el Sistema Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) de Inglaterra, mediante el cual el organismo manifestó su intención de alcanzar la meta de cero emisiones netas para 2040. Además, ven necesario que se incorpore la salud en todas las políticas climáticas del país.
LA MEJOR VACUNA ES REDUCIR RESIDUOS.
La aparición de la COVID-19 ha producido una revitalización de los productos de un solo uso, especialmente los destinados a la protección personal contra la pandemia, como mascarillas quirúrgicas o guantes de plástico.
Son productos con una vida útil que dura minutos o, como mucho, horas, y que se fabrican a partir de materiales no biodegradables, procedentes en su mayoría del petróleo. Actualmente, su reciclaje es nulo.
En consecuencia, estos objetos de usar y tirar tienen tres posibles destinos: su cremación en las incineradoras de residuos municipales, su deposición en vertederos, o, en el peor de los casos, su dispersión por el medio, terrestre en primera instancia, pero con bastantes posibilidades de llegar a ríos y mares.
Esta dispersión de mascarillas y guantes por los diferentes ecosistemas, que se calcula pueden permanecer allí hasta 400 años, dispersa un subproducto procedente de su degradación, que se infiltra en el interior de los cuerpos de los seres vivos: los microplásticos. Estos se han encontrado en los aparatos digestivos de los animales y hasta en la sangre de los seres humanos.
En estos tiempos de obligatoriedad de llevar boca y nariz tapadas, podemos hacer un cálculo aproximado de cuántas mascarillas quirúrgicas se consumen por cada millón de habitantes y qué cantidad de materiales (polipropileno) se necesitan para producirlas y, una vez desechadas, cuántas toneladas de recursos se quemarán, se verterán o acabarán dispersas por todos los rincones del globo.
A corto plazo, mientras dure la pandemia, es imprescindible eliminar las mascarillas quirúrgicas de las calles. Hay una alternativa reutilizable que ofrece una protección equivalente: las mascarillas de tela homologadas.
Un escenario pospandemia se tiene que caracterizar por la desaparición de los productos de un solo uso, que inaugure una nueva relación de la humanidad con los recursos, con un firme decrecimiento de su consumo, y priorizando la reutilización y el reciclaje. Esta nueva economía modificaría esencialmente la concepción de lo que se considera residuo y, en consecuencia, de su volumen, características y toxicidad.
https://www.ecologistasenaccion.org/167371/la-mejor-vacuna-es-reducir-residuos/