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Esta no es la transición verde que queremos

Hyundai hace bandera del clasismo en una de sus últimas campañas: anuncia un modelo híbrido burlándose del trabajador de una gasolinera.
Esta no es la transición verde que queremos
Imagen del spot publicitario del Hyndai Santa Fe, un nuevo modelo híbrido. Foto: HYUNDAI/YOUTUBE

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El capitalismo no tiene piedad. Dejará atrás, sin atisbo de remordimiento, a todos los seres humanos que no le sean inmediatamente rentables. Y el llamado «capitalismo verde», por supuesto, no es una excepción. Eso es lo que se desprende de la última campaña de Hyundai en la televisión estadounidense. La marca coreana de automóviles promociona uno de sus modelos híbridos (mitad gasolina, mitad eléctrico), el Santa Fe 2022, confrontando a dos personas de diferentes clases sociales. ¿Adivinan quién sale peor parado?

Por un lado está el cliente (¿que siempre tiene razón?), un hombre joven, de clase acomodada, presumiblemente con estudios superiores, conductor de un vehículo más respetuoso con el medioambiente que los convencionales y no precisamente barato: en EE.UU. el modelo del anuncio, el Plug-in Hybrid, cuesta como mínimo unos 34.000 euros. Y, por otro lado, está el veterano empleado de la gasolinera, que intenta ganarse la vida con un trabajo condenado a desaparecer. La mejor manera de vender su nuevo modelo de coche, según Hyundai, es burlándose del trabajador y haciendo del clasismo su bandera.

El diálogo que mantienen el obrero y su privilegiado cliente es el siguiente:

–¡Hey! ¿Un poco de gasolina? –pregunta el empleado.
–No, sólo estaba usando la escobilla para el parabrisas.
–Bueno, la escobilla viene con la gasolina…
–¿Usar la escobilla no es gratis? –pregunta el joven.
–Oh, sí, es gratis… con la gasolina.
–Ya, pero es que mi coche es un híbrido enchufable. No necesito la gasolina.
–Bueno, sin gasolina no hay escobilla.
–¡¿Sin gasolina no hay escobilla?! –exclaman a coro las personas congregadas en la estación de servicio, haciendo como que alucinan con la pretensión del empleado, como si él estuviera allí por gusto, para verlos a pasearse en sus cochazos sostenibles y usar sus herramientas por la cara.

Para salir del aprieto (y también para demostrar quién manda) el chico echa exactamente 86 centavos de gasolina y se larga.

https://youtu.be/vOMThfGSTyU

La expresión en inglés No gas, no squeegee?, además, es muy sonora. Graciosa. Ridícula en labios de ese señor que… ¡pretende cobrar por los servicios que ofrece!

Echándole literatura al asunto podríamos imaginar al gasolinero al terminar el anuncio. ¿Cómo continuaría esa historia? Quizás el hombre se siente ante su garita, mirando al infinito mientras mastica un palillo, y piense en el negro futuro que le espera. Ya es mayor y no le será fácil reciclarse en otro trabajo. El mundo ha cambiado y no va a necesitar más gasolina. Demasiada contaminación. Demasiadas emisiones. Lo comprende perfectamente, no es ningún imbécil. Le da vueltas a la cabeza y empieza a cabrearse con la escena que acaba de vivir. No entiende a qué ha venido ese chico a su gasolinera. ¿A aprovecharse de él? ¿A reírse de su forma de hablar? Y encima remata la burla con una limosna. «¿Qué he hecho yo para que me traten así?», pensará, rumiando su impotencia.

Los perdedores de la transición verde

Mariano Baratech, productor de la próxima serie de Javier Peña, Hope! Estamos a tiempo, hablaba recientemente sobre el «importante freno social» que puede surgir frente al cambio económico que se va a producir. «Si la transición es rápida, y debe serlo porque no hay mucho tiempo para actuar, puede dejar a mucha gente por el camino», advertía en la presentación de la serie. Este tema es muy, muy sensible.

«Ese miedo existe –explicaba Baratech–. Los chalecos amarillos salieron a la calle cuando subió la gasolina. Y en España va a pasar. De lo que hablamos es de lo que se llama la ‘transición justa’. Se trata de no dejar a nadie atrás, ni personas ni empresas. No se puede decir: ‘Cerremos este sector y a tomar viento’».

Baratech, además de productor, participa desde hace años en el activismo ecologista. Fogueado en el sindicalismo, afiliado a Greenpeace y miembro del patronato de la fundación Transición Verde, estima que la estrategia a seguir debe ser similar a la ejecutada durante la crisis del coronavirus: apoyo público en forma de ERTES y ayudas económicas. Añade como ejemplo (aunque bastante discutible, como expone Luis López Carrasco en el documental El año del descubrimiento) las reconversiones siderúrgica y naval producidas en la década de 1980. «No se hizo demasiado bien pero tampoco se hizo tan mal», asegura Baratech. «Entonces se recolocó y se dio formación a miles de personas. Con los fondos de formación hubo gente que estuvo 15 años en nómina, formándose, hasta que se le pudo colocar en otra industria. O sea, que se puede hacer bien».

Con la mente puesta en una economía sin combustibles fósiles, «es normal que haya miedo entre las capas populares y en sectores económicos que puedan quedar afectados. Es lógico que haya gente que piense que se va a ir al paro». Esa percepción, a juicio de Baratech, «en unos casos es real y en otros puede estar fomentada interesadamente». Pero, en cualquier caso, «es un elemento a tener en cuenta». La transición no puede hacerse «contra la mitad de la sociedad. Hay que sumar a todos».

No lo entienden así los creativos de Hyundai. Sólo les ha faltado hacerle el signo de la L a un trabajador al que, si no se le ayuda, lo va a pasar muy mal.

Jeremy Clarkson, presentador de ‘Top Gear’ y ferviente thatcherista, haciendo su gesto favorito.
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COMENTARIOS

  1. La única manera de salir de esta crisis,.es con el cambio de sistema económico, una economía circular justa y el pago de la deuda de carbono que el Norte le debe al Sur. Lo anterior para salir juntos del atolladero y evitar las catástrofes causadas por las emisiones de los países ricos con la compra de bonos.

  2. La continuación literaria del anuncio (el consejo comercial, que le llaman ahora) se interrumpe demasiado pronto. El hasta entonces honesto empleado, que posiblemente solo habrá tenido algún asuntillo menor con el sheriff y el juez por algún pequeño altercado de noche de sábado en el bar, con muchas cervezas encima, empezará a sentir la llamada de la tribu, al tiempo que nota como que le crecen unos cuernos de bisonte, y echará mano de su artillería doméstica, que sabemos que la tiene porque hasta el pastor se lo exige en la iglesia los domingos, siempre y cuando siga siendo buen cristiano y temeroso del señor. Pero lo más probable es que en lugar de reventarle los sesos al gilipollas propietario de un tesla XXL, la emprenderá contra los negros, los latinos y los chinos. Mientras tanto, nosotros nos reiremos mucho de que unos descerebrados extravagantes (¿se dice frikis?) esperen la resurrección de John Kennedy Jr y el retorno del gran clown del pelo naranja. Poco nos pasa.

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