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Macrofestivales: mucha música, poca conciencia ambiental

En España se celebran más de 800 festivales de música al año. Miles de personas asisten a este tipo de eventos cuyo impacto climático y ecológico es cada vez mayor a pesar de los intentos de la industria.
Macrofestivales: mucha música, poca conciencia ambiental
Foto: Unsplash

Quien lo haya experimentado, sabe que escuchar la música de su artista favorito en directo es una sensación inigualable. Esa libertad de saltar y bailar al ritmo de tus canciones favoritas, la expectación de que por fin suene la que más te gusta, estar rodeada de amigos, amigas y desconocidos con los mismos gustos… Experimentar esa misma sensación varias veces al día durante varios días puede ser, a ojos de cualquiera, aún mejor. Y es ahí donde entra en juego el atractivo de los festivales de música.

Con el verano empieza la época fuerte de estos eventos. Y la euforia de una experiencia que puede ser única e inigualable harán que el público ignore o no se dé cuenta de que, en solo dos o tres días, habrán utilizado vasos y platos que no son biodegradables, aseos que contaminan aguas, dejarán basura en la zona de acampada y volverán a casa en coche o en avión.

Cuando esta suma de acciones se multiplica por los más de 800 festivales de todos los tamaños que existen en España y los miles de asistentes que acuden a ellos, el resultado es mucha música y poca sostenibilidad.

Según los datos de la Asociación de Festivales de Música (FMA), los eventos musicales del territorio generaron aproximadamente 680 toneladas de residuos en 2019. En ese año, fue evidente que debían a empezar a preocuparse por la sostenibilidad. Un año después, en 2020, surgió la Agenda 2030 como hoja de ruta para facilitar la incorporación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a los festivales.

Paula Ráez es la responsable de coordinar los trabajos de sostenibilidad de la FMA, que se creó para «reivindicar la identidad de los festivales dentro del sector de la música por su carácter diferencial con respecto a otros eventos de música en vivo». Según la experta, los festivales están avanzando sobre todo en producción y consumo responsable porque es «uno de los objetivos que más obligaciones legales va a suponer por la nueva ley de residuos y suelos contaminados«.

Sin embargo, esta agenda no es una obligación, sino una serie de directrices a seguir. ¿Por qué? «Los agentes culturales ya tienen bastantes dificultades para ser sostenibles. Si incorporamos obligaciones de sostenibilidad muy estrictas, eso puede derivar a la desaparición de algunos actores», defiende Ráez. «Estamos hablando de un sector que posiblemente es bastante menos contaminante que muchos otros en nuestro entorno. Y hay veces que se le exige (o se autoexige) mucho más de lo que se les exige a otros que tienen impactos mucho más negativos».

Imagen del festival Primavera Sound
Imagen del festival Primavera Sound de Madrid de este 2023.

El mayor problema es quién viene y quién va

Cuando un artista solo actúa en un festival en concreto, a los consumidores se le presenta una oportunidad única. Y hay que aprovecharla y llegar allí sea como esa. No importa si desde otro país o incluso desde otro continente. Festivales como el Primavera Sound o el Arenal Sound, por mencionar dos ejemplos, son capaces de reunir personas de diferentes nacionalidades.

Si se tiene en cuenta que el 80% de la huella de carbono de un festival la produce el transporte del público, el impacto que tiene esa diversidad puede llegar a ser enorme. También porque la llegada de tanta gente puede generar tráfico y congestión en las zonas cercas y, a su vez, tener consecuencias en la calidad del aire y la fauna local.

Además, no solo preocupa el transporte que use la gente del público, sino el de quienes suben a actuar al escenario. Kendrick Lamar, Pet Shop Boys, Calvin Harris, Arctic Monkeys… Estos son algunos de los nombres que aparecen en carteleras de festivales españoles. Varios artistas ya han optado por hacer sus giras más sostenibles siguiendo, por ejemplo, las recomendaciones de la guía Green Touring Guide, que se publicó para aconsejar a quienes quisieran actuar comprometidos con el planeta.

Sin embargo, hay veces que eso no solo depende de ellos. Un festival tiene que destacar; debe diferenciarse de otros, de la competencia. Para ello, ofrecerá el cartel más novedoso y exclusivo.

Que un determinado grupo o artista actúe solamente en un festival y en ningún otro más va por contrato. El equipo de un evento negocia una cláusula de exclusividad para asegurarse de que su cartel sea único durante, al menos, unas semanas. Es decir, que un artista no podrá aparecer en otro evento durante un determinado tiempo y que, por tanto, se habrá desplazado para actuar una sola vez.

La huella de carbono en cifras… aproximadas

El desperdicio de comida, la gestión del agua potable y la de los baños, la contaminación acústica y lumínica, y la construcción de recintos cerca de espacios protegidos o naturales que ponen en peligro a la fauna y la flora son algunos de las consecuencias de un evento de dos o tres días. Acciones como las mencionadas acaban provocando un gran impacto que hay forma de cuantificar. Se hace a través de estudios que estiman la huella de carbono antes de la celebración del festival.

Esta tarea no es sencilla, ya que la aproximación puede que no incluya ciertos factores o acciones. Y, además, dependiendo de quien lo haga, será más laxo o más estricto con las obligaciones medioambientales, sociales y económicas del evento. Todo dependerá de qué cifras le interese obtener al festival.

EcoEvent es una cooperativa valenciana especializada en estrategias de sostenibilidad que trabaja para más de una treintena de festivales españoles. La mayor parte de su trabajo implica gestionar la campaña de recogida selectiva de envases que tiene puesta en marcha Ecoembes en eventos que no puedan conseguir hacerlo a través del servicio de gestión municipal.

Nuria Díaz, codirectora de esta entidad y responsable de gestión y producción medioambiental, asegura que «la transparencia brilla por su ausencia en este sector, como en muchos otros». Como parte del equipo de sostenibilidad de algunos festivales, ella prefiere auditorías hechas por terceros como la de A Greener Festival, una organización internacional que certifica a festivales en varios países, entre ellos España. También premia por categorías a aquellos que lo han hecho mejor o se han esforzado más por mejorar, y elabora estudios de huella de carbono a demanda.

El festival de Sinsal, en Galicia
Asistentes del festival Sinsal 2022, en la isla de San Simón, Galicia. Foto: Sinsal

Jone Pérez es una de sus analistas. La experta explica que la demanda de certificaciones era creciente hasta 2020 por la pandemia. «Teníamos la sensación de que después del parón provocado por la COVID-19 se iba a reflexionar sobre el tipo de consumo y de festivales y eventos que se hacen, pero no fue así. Por intentar recuperar lo perdido, intentaron abarcar más días de festival, más asistentes y colapsaron», sostiene.

Para conseguir el sello, los festivales deben realizar una autoevaluación con 200 preguntas que incluyen desde la acción por la comunidad local hasta el consumo energético y el transporte. También contabilizan si el equipo del evento tiene algún tipo de formación o si cuentan con alguien que se encargue de la sostenibilidad o, como mínimo, si tienen un presupuesto destinado a ello. Después de entregar ese cuestionario, uno o dos auditores verifican que todo sea verdad y si hay margen de mejora.

La analista explica que, en general, todos los festivales aprueban en la categoría de gestión de residuos porque ya han incorporado la separación de residuos a sus planes de producción. Lo que peor llevan, sin embargo, es la huella de carbono y la gestión del agua. Este último punto, explica Pérez, «es el más complicado porque tienen que desplazar y asegurar agua para mucha gente. y generar desagües para duchas o baños químicos no es fácil».

En cuanto a la huella de carbono, dice que «ni la mitad la miden ni son conscientes de ella», pero que han tenido más demanda en este último año. Pérez achaca esta mejora a la aparición de normativas como el Plan C* Cultura por el Clima de Catalunya o el Pacto Cultura Sustentable de Galicia. También a la incorporación de la figura encargada de la sostenibilidad del evento y al tiempo que se le dedica a estas cuestiones.

Díaz confirma que «en este sector siempre se va con prisas y se quiere todo para ayer. Con suerte, dos meses antes acuden a EcoEvent, cuando ya se han tomado varias decisiones importantes como el diseño del vaso o se han cerrado acuerdos con los puestos de comida». Lo ideal, defiende, «sería que desde el primer momento que se empieza a diseñar la propuesta de festival haya alguien que tenga en cuenta estas cuestiones». Pero eso solo ocurre «si se tiene realmente un compromiso». En la realidad, «se pueden contar con los dedos de las manos los festivales que cuentan con un departamento que se encargue de ello».

El festival gallego Sinsal lo tiene y no es el único aspecto que lo diferencia de otros eventos. María Baqueiro es la encargada de él y explica qué tienen en cuenta para producir una experiencia responsable con el medio ambiente. «El Sinsal es un festival muy particular porque no crece. La dirección tiene un compromiso con el espacio y no hay esa opción de crecimiento porque el aforo está limitado».

Este evento se celebra en la isla de San Simón durante el día para no usar luz artificial y nunca se planteó «cambiar su ubicación para albergar a más gente». También han minimizado al máximo los residuos y el transporte de material a la ínsula, y reutilizan los materiales de un año para el otro.

Lavarse las manos y taparse las orejas

El modo de consumo en los festivales ha cambiado en los últimos años. Las bebidas se han pasado a servir de un vaso de plástico a uno reutilizable. Supuestamente. El 1 de julio entró en vigor la prohibición de vasos de uno solo uso. Antes de eso, los festivales presumían de usar una alternativa mejor, más sostenible y respetuosa con el planeta. Sin embargo, dependiendo del gramaje y los materiales con los que están hechos estos nuevos recipientes, no se pueden compostar de forma eficiente.

Además, no se suelen retornar al festival para que los pueda usar en otras ediciones. Primero, porque se vende como un souvenir de la experiencia musical y, por tanto, no se sabe cuántas veces se reutilizará para que verdaderamente se considere sostenible. Y, segundo, porque en ellos suelen aparecer los logos de aquellos patrocinadores de la edición, que pueden no ser los mismos del año siguiente.

Más allá de la farsa que sostenga el público en su mano, el greenwashing en el sector es evidente en la estrategia de márquetin de cada organización. Muchos de ellos se proclamarán sostenibles a pesar de no serlo. Y las marcas que los patrocinan los usarán para lavar su imagen.

Después de las cerveceras, los festivales consiguen el dinero de las grandes empresas de, por ejemplo, la automoción y de la banca, según el Observatorio de Patrocinio de Marcas. Banco Sabadell, CaixaBank, Amazon, Hyundai e Idealista son algunos de los nombres que aparecen en grande en un escenario. Las petroleras también se hacen hueco. El Mad Cool de este año, por ejemplo, se celebrará en el nuevo recinto de Iberdrola Music, un espacio que pretende convertirse en un referente para la celebración de eventos como los festivales de música.

Pérez sostiene que ha visto casos «que chirrían», pero que «muchas veces es el patrocinador el que presiona al festival para ser más sostenible porque no quiere ver dañada su marca«. O incluso puede ocurrir lo contrario: «que una marca que de por sí se considera que no es sostenible no se quiera publicitar con un festival que haga pública su visión ética porque va a recibir críticas. Si Repsol patrocina el Rototom, por ejemplo, todo el mundo se le echaría encima».

Nuria Díaz es consciente del tipo de empresas que están en el sector. Sin embargo, no puede ignorar que, «si ciertas marcas no pusieran el dinero sobre la mesa, los festivales no harían nada para avanzar. Pasa, por ejemplo, con Ecoembes: gracias a su proyecto, todos estos festivales donde trabajamos realizan la recogida selectiva. Cuando la empresa paró la actividad durante la pandemia, los festivales tiraban todo al mismo contenedor».

Ante esta espiral de crecimiento y competitividad por captar el máximo de asistentes, ¿puede llegar a ser un festival realmente sostenible? «Solo el hecho de congregar a mucha gente en un tiempo determinado en un punto en concreto hace que deje de ser sostenible«, apunta Díaz. «Puede llegar a ser una batalla perdida contemplar todas las fuentes de emisión de un festival porque, por ejemplo, no sabes de dónde viene el público y adónde se va. Por eso, es preferible decir que se han compensado las emisiones de verdad a maquillar la realidad». 

Jone Pérez coincide. «La definición de sostenibilidad es que haya un equilibrio entre los efectos económicos, sociales y ambientales. Un macrofestival ya tiene descompensada la parte económica en detrimento de la sociedad y ambiental». En su opinión, «es incompatible la ambición de crecer económicamente con la de ser sostenible. No se puede crecer sin límite».

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COMENTARIOS

  1. Ni ambiental, ni cívica, ni en valores, ni en defensa de derechos y libertades del ser humano.
    Que conciencia quieres que haya en una juventud que necesita influencers para que les digan como vestirse, como actuar…
    Cuando la mujer del Borbón, llamada reina de España, es la reina del botox, menudo ejemplo…
    A la sinrazón, a la codicia, a la frivolidad que ha impuesto el capitalismo se le opone los valores del socialismo.

  2. Denuncian que o macrofestival Wake Up tivo un importante impacto no Parque de Bens
    Ecoloxistas en Acción denuncia que o macrofestival superou enormemento os límites de contaminación acústica permitidos no Parque de Bens.
    A organización ecoloxista reclama falta de transparencia do concello e denuncian que se restrinxa o acceso a un parque público para beneficio privado.
    O pasado fin de semana celebrouse o macrofestival Wake Up & Dream. Este festival deu a oportunidade ás persoas que se achegaron ata o Parque de Bens para desfrutar de iconos da música techno. Mais non é ouro todo o que reluce, e o macrofestival tamén tivo un importante impacto no parque, como defende Ecoloxistas en Acción A Coruña.

    A asociación xa viña advirtindo dende fai varias semanas que o macrofestival tería unha gran pegada ambiental, afectando gravemente á biodiversidade do parque, no que viven especies protexidas como o Lagarto Arnal, así como na contorna do parque, onde se poden atopar as Illas de San Pedro, consideradas Espazo Natural de Interese Local.
    Valores de ruído moi superiores aos máximos dunha zona protexida
    Acceso restrinxido ao Parque de Bens
    Degradación do solo
    Lixo
    Falta de transparencia do concello

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