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Esta semana, la Comisión Europea ha presentado su esperada ley climática, el eje sobre el que girará el Pacto Verde Europeo que lidera la presidenta Ursula von der Leyen. Para 2050, según el borrador, Europa debe convertirse en el primer continente ‘climáticamente neutro’, es decir, que no emita más gases de efecto invernadero -responsables del calentamiento global- de lo que pueda absorber. Para conseguirlo, se establecerá un ciclo de revisiones cada cinco años.
No obstante, las críticas no se han hecho esperar. La queja principal viene derivada porque el documento no recoge un aumento de la ambición climática para 2030, a pesar de que una docena de países pidió este martes al vicepresidente de la Comisión Europea, el holandés Frans Timmermans, que la UE incrementara su objetivo de reducción de emisiones del actual 40% al 50-55%. Sin embargo, la Comisión Europea ha aplazado hasta septiembre la revisión de las cifras.
Grupos y partidos ecologistas, decepcionados
Las organizaciones ecologistas coinciden en la decepción que supone que la Ley del Clima europea no incluya un endurecimiento del objetivo de reducción de las emisiones para la próxima década.
“Dista enormemente de ser el instrumento necesario para afrontar la lucha climática”, se queja Ecologistas en Acción, quien marca 2040 como el año en que se debería alcanzar la neutralidad de emisiones. De cara a 2030, tanto esta como el resto de organizaciones por el clima consideran necesario que la UE acuerde reducir al menos el 65% de las emisiones. Y concretan: debe ser para antes de la COP 26 que se celebrará en Glasgow el próximo noviembre.
Greenpeace va más allá y señala que “ni la legislación sobre el clima ni el Acuerdo Verde Europeo abordan ni reconocen la causa fundamental de la crisis climática, de la biodiversidad y de la desigualdad: el sistema económico alimentado por la extracción y la explotación que se han mantenido a través de la opresión”. En este sentido, critican que la ley no incluya planes graduales para eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles “y otros sectores que dañan el clima”, como las aerolíneas, los aeropuertos y la agricultura industrial. Tampoco se menciona, denuncian, la eliminación progresiva de los nuevos vehículos de gasolina y diesel, “algo que debería ocurrir para 2028”.
Otro de las grandes ausencias es el “compromiso de establecer un organismo científico independiente para evaluar los objetivos de la UE y sus planes y políticas para hacer frente a la emergencia climática”, recuerdan desde WWF.
Quien también ha dejado patente su decepción es el partido verde EQUO. Florent Marcellesi, coportavoz federal, lamenta que la Comisión Europea “no esté desempeñando su papel de líder en las negociaciones internacionales sobre el clima. Si espera hasta septiembre para presentar objetivos climáticos para 2030, no podrá sumar a otros países y será demasiado tarde para la COP 26”.
De la “rendición” de Greta Thunberg al “insuficiente” de Teresa Ribera
En una carta abierta publicada esta semana, 34 activistas -Greta Thunberg incluida- han criticado la propuesta de ley de la Comisión Europea: «Cualquier ley o política […] que no incluya el aspecto de la equidad y la justicia climática será más perjudicial que beneficiosa». Asimismo, afirman que el objetivo fijado para 2050 «es equivalente a la rendición. Significa abandonar«, llegó a denunciar Thunberg durante su discurso en Bruselas.
Quien tampoco está del todo contenta es la vicepresidenta para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la socialista Teresa Ribera. Si bien ha valorado de forma positiva el paso que se ha dado, sostiene que las medidas presentadas “son insuficientes, les falta concreción con respecto a qué ocurre en el año 2030 y cómo se orientan los mecanismos para que la transición sea creíble, y no sólo una referencia a 2050 que resulta muy lejana”.
También ve “positivo que la Comisión se tome en serio el hacer referencia a aquellos trabajadores, aquellas comarcas que se ven afectados por la transformación, a través del Fondo de Transición Justa” que ayude a aquellas regiones más dependientes de los combustibles fósiles. Pero avisa: el mecanismo “aún es muy mejorable” y debe contar con el compromiso explícito de los países de reducir al máximo sus emisiones.