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El calor podría matar a casi 13.000 personas al año en España para finales de siglo si el país no se adapta a la subida de temperaturas esperada para finales de siglo (0,66ºC por década entre 2050 y 2100). En cambio, si el país se adapta, el número de fallecimientos como consecuencia del calor quedaría en torno a las cifras actuales, que rondan las 1.400 personas al año. Además, las temperaturas cada vez más altas también afectarán de forma masiva a la economía: Se perderán 49.500 millones de euros al año a no ser que nos adaptemos por completo a las nuevas circunstancias.
Son las conclusiones de un estudio publicado el pasado sábado personas investigadoras del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, que analiza el impacto de las temperaturas sobre la salud durante los periodos 2021-2050 y 2051-2100, en un escenario de altas emisiones de gases de efecto invernadero. La investigación se ha llevado a cabo para todas las capitales de provincia españolas, ya que cada ciudad tiene unas características distintas., y se ha basado en datos y proyecciones tanto del INE (para población) como de la AEMET (para temperatura).
“A partir de cierta temperatura empieza a haber un incremento de la mortalidad debida al calor,” afirma Julio Díaz, jefe de área del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad (Instituto de Salud Carlos III), en una entrevista telefónica con La Marea. Díaz, que es el autor principal del artículo, explica la diferencia entre los escenarios con y sin adaptación. “En un escenario sin adaptación, consideramos que la gente siempre va a empezar a morirse a partir de la temperatura umbral actual. En cambio, con una adaptación completa, esa temperatura a partir de la cual aumenta la mortalidad iría subiendo y el ritmo al que la gente se muere no aumentaría”.
Díaz aseguró que “es bastante más realista” considerar que la población va a adaptarse a la subida de temperaturas. Entre las posibles medidas de adaptación, el autor del artículo citó la acción política, la mejora en los servicios sanitarios, la adopción de sistemas de aire acondicionado, el incremento de zonas de sombra o el acondicionamiento y mejora de edificios e infraestructuras.
Una temperatura para cada ciudad
Para calcular las muertes atribuibles al calor, las personas que firman el artículo han estudiado el exceso de mortalidad que se produce en cada capital de provincia española a partir de una determinada temperatura máxima, que varía para cada urbe y que se conoce como “temperatura umbral”. Esta es la temperatura que se sitúa en el percentil 95, es decir, la que se registra en el 5% de los días que hace más calor en todo el año.
Cada ciudad tiene sus peculiaridades, y la adaptación tendrá que ser más ambiciosa en unas que en otras para poder contener el aumento de la mortalidad atribuible al calor. Así, por ejemplo, el estudio indica que el mayor incremento en los fallecimientos se dará (sin adaptación) en ciudades densas y pobladas, como Madrid, Barcelona, Zaragoza o Sevilla, pero también en otras medianas, como Alicante o Bilbao. Asimismo, a igual tamaño, las ciudades del interior sufrirán más que las de la costa. “Esta es una estimación a largo plazo, y por lo tanto somos conscientes de que tendrá muchos errores, pero al menos ya sabemos en qué horquillas se van a mover esos impactos”, explica Díaz, que afirma que el estudio sirve para hablar de tendencias.
Cambios culturales
La adaptación no es un hecho puntual, sino un proceso que, por otra parte, ya está en marcha. Durante la ola de calor de 2003 murieron 6.600 personas en España. En esa época, explica Julio Díaz, por cada grado que se sobrepasaba la temperatura umbral, aumentaba la mortalidad media un 12%. Sin embargo, las cosas han cambiado desde entonces. Ahora solo es un 2%.
Díaz atribuye esa mejora no solo a la implantación de los planes de prevención, sino también a una “cultura del calor” cada vez más extendida: “Mi madre me decía ‘ hijo, por la calle ni se come ni se bebe’, y a mi padre jamás lo vi en pantalón corto. Y sin embargo hoy vemos a la gente hidratarse y a los ancianos en pantalón corto y con sus botellas de agua. Eso hace veinte años, en este país, era impensable”.