Las noches infernales

«La consecuencia más habitual de las noches calurosas sobre la salud es su impacto en el sueño y en el descanso de las personas».
Un grupo de vecinas de Ronda durante la ola de calor de 2015. JON NAZCA/REUTERS Foto: Ola de calor

En Lomo de Pedro Alfonso, en el sur de Gran Canaria, se registró el pasado 26 de agosto una temperatura mínima de 33 °C. El 4 de agosto de 2018, se alcanzaron los 29 °C en el Raval de Barcelona; y el día anterior, el 3 de agosto de 2018, se registraron los 25,9 °C en el parque del Retiro en Madrid. Son solo algunos de los ejemplos de temperaturas extremas nocturnas observadas en los últimos años. Las noches tropicales, habitualmente definidas como una temperatura mínima igual o superior a los 20 ºC, han aumentado de forma considerable en la península, particularmente en el Mediterráneo. En Madrid, hemos pasado de registrar 12 noches tropicales anuales antes de los ochenta a una media de 27 en las últimas décadas; es decir, se ha producido un aumento de cinco noches más por década. En Barcelona, observamos un incremento de ocho noches por década, y se ha pasado de 20 noches tropicales antes de los ochenta a las 40 de media en la actualidad (Royé & Martí 2015, 2016; Olcina et al. 2019).

Los episodios de calor constituyen un fenómeno recurrente en los climas templados durante el periodo estival, especialmente en las regiones más meridionales y más expuestas a las masas de aire cálidas procedentes de latitudes subtropicales, causantes de dichos episodios. Las altas temperaturas nocturnas son actualmente de gran interés por su impacto en las ciudades y especialmente en la salud humana (Murage et al. 2017, Royé 2017). La consecuencia más habitual de las noches calurosas sobre la salud es su impacto en el sueño y en el descanso de las personas. El calor puede provocar, entre otros efectos, alteraciones y privaciones de éste debidos a la puesta en marcha de los procesos de termorregulación (Buguet, 2007). Concretamente, las temperaturas superiores a las del confort pueden influir en el aumento del desvelo y en la disminución de las fases REM (Rapid Eye Movement) y SWS (Slow-wave Sleep) (Haskella et al., 1981; Okamoto y Mizuno 2005, 2012). Las alteraciones del sueño se dan con mayor incidencia, al igual que el riesgo general de muertes prematuras durante los episodios de calor, en personas con avanzada edad (Buguet, 2007).

Hay que tener en cuenta que la temperatura mínima suele alcanzarse habitualmente en los momentos próximos a la salida del sol, pero se pueden registrar temperaturas superiores a 20 °C durante muchas horas de la noche y obtener, como registro mínimo, una temperatura inferior a los 20 °C. En estos casos, el estrés térmico no es necesariamente menor que en los días con una temperatura mínima igual o superior a 20°C, sobre todo si tenemos en cuenta que la fase inicial del sueño, en comparación con las siguientes, se describe como la más sensible y la que acumula las mayores alteraciones por estrés térmico (Okamoto et al., 2005). En Royé (2017) se estudiaron los efectos de noches calurosas en la mortalidad en Barcelona por su dimensión de duración e intensidad. Los resultados indicaron un importante aumento de riesgo cuanto más intenso y duradero es el estrés térmico durante la noche. En breve se espera que salgan nuevos resultados de varios países mediterráneos que confirmen un efecto independiente de noches calurosas en la mortalidad. Además, en el marco del grupo MCC Collaborative Research Network, estamos analizando los efectos en diferentes ciudades para conocer las diferencias con otros lugares.

En las ciudades, los impactos negativos del calor sobre el confort y la salud se ven agravados por el fenómeno urbano de isla de calor. Temperaturas más elevadas favorecidas por diversos factores urbanos, y un enfriamiento nocturno más lento generan, durante los episodios de calor, unas condiciones de mayor estrés térmico y el aumento del riesgo para la salud de la ciudadanía, a diferencia de lo que pasa en el medio rural. Tampoco debemos olvidar los determinantes sociales e individuales: el estrés térmico nocturno también depende del tipo de cama o de la ropa; o de la construcción: la ventilación, la habitación, la orientación de la vivienda, los tipos de materiales y la conducción de calor entre el interior y el exterior, entre otros.

Teniendo en cuenta las proyecciones sobre cambio climático, en las que se estima una mayor frecuencia, duración e intensidad de los episodios de calor, en la actualidad y todavía más en el futuro próximo, será necesario aumentar la resiliencia y la prevención. Próximamente, se celebrará en Barcelona una conferencia online sobre este tema. La resiliencia también implica estrategias de adaptación y mitigación a diferentes escalas, además de la inclusión de criterios bioclimáticos en el urbanismo y la edificación.

La transición ecológica hace que sea indispensable centrar nuestros esfuerzos como sociedad en la reducción de las desigualdades de todos sus miembros por igual y el replanteamiento de cómo queremos vivir.

Dominic Royé es profesor e investigador de la Universidad de Santiago de Compostela. Sus líneas principales de trabajo son la relación entre ambiente atmosférico y salud humana, y el estudio de patrones espacio-temporales de variables geofísicas.


Referencias:

Buguet A 2007. Sleep under extreme environments: Effects of heat and cold exposure, altitude, hyperbaric pressure and microgravity in space. J. Neurol. Sci. 262:145–152.

Haskella E, Palcaa J, Walkera J, Bergera R, Hellera H 1981. The effects of high and low ambient temperatures on human sleep stages. Clin. Neurophysiol. 51:494–501.

Murage P, Hajat S, Kovats RS 2017. Effect of night-time temperatures on cause and age-specific mortality in London. Environ Epidemiol. 1(2):e005.

Okamoto-Mizuno K, Mizuno K 2012. Effects of thermal environment on sleep and circadian rhythm. J Physiol Anthropol. 31:1:14.

Okamoto-Mizuno K, Tsuzuki K, Mizuno K 2005. Effects of humid heat exposure in later sleep segments on sleep stages and body temperature in humans. Int J Biometeorol. 49:232–237.

Olcina Cantos J, Serrano-Notivoli R, Miró J, Meseguer-Ruiz O 2019. Tropical nights in the Spanish Mediterranean coast: recent evolution (1950-2014). Climate Research. 10.3354/cr01569.

Royé D 2017. The effects of hot nights on mortality in Barcelona, Spain. Int. J. Biometeorol. 61:2127-2140.

Royé D, Martí A 2015. Análisis de las noches tropicales en la fachada atlántica de la Pení­nsula Ibérica. Una propuesta metodológica. BAGE, 69:351-368.

Royé D, Martí A 2016. ‘Análisis espacio-temporal de las noches cálidas en el litoral mediterráneo de España’. En. Olcina Cantos, Rico Amorós, Moltó Mantero. Clima, sociedad, riesgos y ordenación del territorio. Universidad de Alicante, Instituto Interuniversitario de Geografía, Asociación Española de Climatología.

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COMENTARIOS

  1. España está entre los países de Europa más afectados por el cambio climático: graves episodios de sequía, aumento del número e intensidad de los incendios y una mayor subida del nivel del mar. ¿Sabías que existe un grave riesgo de inundación y desaparición de los deltas del Ebro y del Llobregat, la Manga del Mar Menor y la costa de Doñana?
    Siete de nuestras 10 cuencas hidrográficas presentan el mayor estrés hídrico (sequía crónica) de toda Europa, y entre el 75% y el 80% del país está en riesgo de convertirse en desierto a lo largo de este siglo. La temperatura en España se ha incrementado 1,7 ºC, lo que ha provocado, por ejemplo, la pérdida de más del 80% de los glaciares pirenaicos, que podrían desaparecer en 2050, o la reproducción de insectos como el mosquito tigre, responsables de la propagación por el territorio de algunas enfermedades tropicales. (Greenpeace)

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