¿Y si la Lista Roja de la UICN no fuese suficiente para medir la crisis de biodiversidad?

Un grupo de 25 científicos y conservacionistas señala que las evaluaciones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) son poco fiables y están sesgadas. Aun así, siguen ocupando un papel central en la definición de políticas de biodiversidad en todo el mundo.
¿Y si la Lista Roja de la UICN no fuese suficiente para medir la crisis de biodiversidad?
Foto: Andre Mouton.

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«Las especies de atún se recuperan a pesar de las crecientes presiones sobre la vida marina». El titular, publicado en una nota de prensa de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 2021, dio la vuelta al mundo. Tras décadas de amenazas y descenso de las poblaciones, las estrategias y las políticas de protección de las diferentes especies de atún parecían estar dando resultados. En especial, en dos casos emblemáticos, el atún blanco y el atún de aleta amarilla, que pasaban a la categoría de «preocupación menor».

Las evaluaciones de la organización internacional y la Lista Roja de Especies Amenazadas que elabora desde 1964 son la gran referencia que tenemos para medir el estado de la biodiversidad. Al menos, la UICN es la voz de mayor autoridad en el tema, lo que quiere decir que una afirmación como la de los atunes, por lo general, se toma en serio y acaba teniendo un impacto en las políticas de conservación y de pesca de los países. Pero, ¿y si las evaluaciones no fuesen precisas? ¿Y si fuesen directamente erróneas o sesgadas?

En el caso concreto del atún de aleta amarilla, por ejemplo, desde 2021 varios estudios han afirmado que la situación de la especie es muy delicada y que algunas de las poblaciones están en serio riesgo de colapso. De acuerdo con la organización independiente Planet Tracker, esta especie sufre presiones pesqueras serias en todo el planeta y, en particular, en el océano Índico, donde las capturas superan por mucho el máximo establecido para que la población siga siendo sostenible en el tiempo. De hecho, estiman que en este océano la especie colapsará en 2026.

Este es también uno de los casos que recoge un grupo de 25 científicos y científicas en un artículo demoledor para las evaluaciones de la UICN. El paper –que no ha pasado todavía por un proceso de revisión por pares, es decir, que no ha sido revisado por especialistas externos– señala que los procesos de la Lista Roja pueden ser poco fiables e incluso estar sesgados, pero que a pesar de ello siguen ocupando un papel central en la toma de decisiones que afectan a la biodiversidad en todo el mundo. Entre los firmantes, figuran académicos y conservacionistas destacados e investigadores que han participado en los mismos procesos de evaluación de la UICN que critican.

¿Qué es y cómo funciona la lista roja de la UICN?

La Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN es un inventario del estado de conservación de especies animales y vegetales a nivel mundial. Fue creada en 1964 y ha servido para evaluar algo más de 138.000 especies diferentes, de las cuales un 28% está al borde de la extinción. Los criterios y las categorías empleadas en la elaboración de la lista roja (disponibles online) han sido actualizados varias veces desde 1964, aunque la última edición fue publicada el 9 de febrero del año 2000.

A través de un proceso cuantitativo, estandarizado, transparente, objetivo y reproducible, la UICN categoriza las especies analizadas en siete grupos diferentes. Estos son, de menor a mayor gravedad: preocupación menor, casi amenazado, vulnerable, en peligro, en peligro crítico, extinto en estado salvaje y extinto. También tiene otro para aquellas especies de las que no hay datos suficientes. La propia UICN reconoce que su sistema tiene problemas de escala y de incertidumbre derivados de las variaciones naturales de las especies, la falta de claridad en los términos y definiciones usadas y errores de medición.

«Para mí, el punto más crítico de las listas rojas de la UICN es que no son confiables», señala Rubén Darío Palacio, autor principal del artículo crítico con la metodología de la UICN. «El sistema de categorías y criterios apenas se ha modificado en 20 años. En mi opinión, está obsoleto. En la actualidad, contamos con muchas más herramientas y acceso a datos para evaluar el riesgo de extinción, pero la UICN lo sigue haciendo con herramientas anticuadas». Este biólogo colombiano, director de la Fundación Ecotonos –centrada en la conservación de la biodiversidad de los Andes tropicales–, conoce bien los problemas que genera entre los conservacionistas contar con una herramienta desactualizada.

Su investigación sobre el saltarín dorado, un pájaro que vive en los bosques nubosos de los Andes, concluyó que la especie es endémica de algunas zonas de Colombia y Ecuador y que sus poblaciones están en serio declive. Pero cuando solicitó el apoyo del Fondo de Alianzas para Ecosistemas Críticos para protegerlo, la respuesta fue que el ave no estaba lo suficientemente amenazada como para recibir fondos. Según Palacio, todo se debió a una mala evaluación de la UICN, que no midió correctamente las poblaciones ni tuvo en cuenta amenazas múltiples como la fragmentación del hábitat o el cambio climático.

«Muchos de los cálculos de las evaluaciones son ambiguos y no permiten una aplicación estadística y sistemática», añade Palacio. «Esto resulta en una situación en que la calidad de las evaluaciones del riesgo de extinción varían mucho de especie a especie. Algunas evaluaciones son muy buenas, otras regulares y otras son bien malas. Desde un punto de vista científico, esta es la peor situación posible, porque las evaluaciones para cada especie no están estandarizadas, ni conocemos bien los sesgos y las limitaciones de sus métodos».

Desde la UICN reconocen que la calidad y la cantidad de datos disponibles varían mucho entre especies y, como resultado, el nivel de detalle en las evaluaciones de la Lista Roja varía. «Sin embargo, las evaluaciones son claras en cuanto a la calidad de los datos utilizados y reflejan las estimaciones y las suposiciones que se han hecho para que los usuarios de la Lista Roja puedan tenerlas en cuenta», explica a Climática Jon Paul Rodríguez, director de la comisión de Supervivencia de Especies de la UICN.

«El sistema cuenta con un proceso de peticiones y apelaciones en caso de que alguien desee impugnar una lista en particular o crea que los evaluadores omitieron datos o que su análisis es incorrecto. Desde 1964, solo se han recibido un puñado de peticiones, lo que habla de la solidez del proceso de la UICN», añade.

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