Comportaos como niños, por favor

Louis Garrel retrata el activismo climático infantil en la película ‘Un pequeño plan... como salvar el planeta’. Una modesta fábula con un gran mensaje.
Joseph Engel, ladronzuelo y activista climático en ‘Un pequeño plan...’, en pleno interrogatorio. Foto: WHY NOT PRODUCTIONS

Hay un viejo aforismo que dice que «si no eres izquierdista con 20 años es que no tienes corazón. Y si aún lo sigues siendo con 40 es que no tienes cerebro». Al parecer, el autor original fue un político francés del siglo XIX, pero la ingeniosidad se le ha atribuido a mucha otra gente y ha sido adaptada en diversas épocas, siempre con igual resultado: la aparición de violentas arcadas en cualquier persona que se tenga por demócrata. O por persona, a secas.

Al margen de los chascarrillos que se puedan hacer a costa de la juventud, lo cierto es que ha sido la protagonista de los grandes hitos históricos recientes. Si hubo una década convulsa en lo político en el siglo pasado esa fue la de 1960. Los hijos del baby boom fueron los que impulsaron la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la oposición a la guerra de Vietnam, los inicios del feminismo organizado de la segunda ola y el movimiento contestatario de Mayo del 68. En España, la principal oposición al régimen franquista se hizo desde las universidades. Y todo eso sin entrar en el papel decisivo que tuvieron en la cultura. Tenían 15, 18, 20 años, y transformaron el mundo.

La emergencia climática ha bajado aún más la edad de los activistas. Ya no se trata de jóvenes, hoy más o menos atribulados por una precariedad laboral que les brinda un futuro negrísimo. Son niños y niñas que no levantan dos palmos del suelo y que han agarrado sus rotuladores para hacer pancartas y lanzarse a la calle. Siempre habrá algún desalmado que se ría de sus reivindicaciones, pero son nuestra última esperanza. Si esto no lo arreglan ellos, no lo va a arreglar nadie. ¿Y por qué? Pues porque para frenar el cambio climático hay que sacar el dinero de la ecuación. Y ellos, benditos sean, aún no piensan en un elemento tan puerco, hipócrita y despiadado como el dinero.

Louis Garrel, actor y director de Un pequeño plan… como salvar el planeta, consideraba «aberrante» que fueran precisamente los niños quienes cargaran con una responsabilidad tan grande. Pensaba que deberían dedicarse a estudiar y a jugar, que los adultos ya se ocuparían de solucionar los problemas, que para eso están. Eso creía antes de la eclosión de Greta Thunberg como mascarón de proa del activismo climático a nivel global. Entonces lo entendió todo y salió de su error. Aunque estaba avisado.

Viejos que sí entienden a los niños

La idea de la película le vino al guionista Jean-Claude Carrière cuando volvía de un viaje a Nueva York en avión. Cuando se la contó a Garrel, éste la descartó. Le sonaba falso eso de unos mocosos tan comprometidos con el medioambiente. «Yo pensaba que era una idea adulta que se mete en la cabeza de los niños y eso me molestaba porque no lo consideraba justo», ha explicado el director. En cambio, Carrière, antiguo colaborador de Luis Buñuel y ya casi nonagenario (falleció en 2021) cuando le vino aquella inspiración, lo tenía clarísimo. «Se ofendió un poco porque él estaba muy seguro. Tres meses más tarde me entero por la televisión de que hay una niña sueca que ha empezado una huelga porque no soporta que nadie haga nada para frenar el cambio climático». Y el resto es historia.

El filme arranca con un matrimonio (interpretado por el propio Garrel y por Laetitia Casta) que se percata de que empiezan a faltar algunos objetos valiosos en su hiperburguesa casa: joyas, relojes, vinos caros, libros de coleccionista… El responsable de estos hurtos es su hijo Joseph (Joseph Engel), que los está vendiendo para financiar un proyecto muy especial: salvar a la humanidad de los estragos del calentamiento global. Junto a él actúa, en secreto, una red de niños y niñas de todo el mundo. Su plan para rebajar la temperatura de la Tierra es ciertamente extravagante (canalizar grandes cantidades de agua de mar para inundar parte del Sáhara), pero esto es lo de menos. Lo importante es su ejemplo. No deberían estar ahí, arremangados para solucionar la sinrazón de la civilización capitalista, pero no les queda más remedio. Es su futuro el que está en juego.

Comportaos como niños, por favor
Los padres de ‘Un pequeño plan…’, Laetitia Casta y Louis Garrel, intentando sonsacar a los chiquillos. WHY NOT PRODUCTIONS

Carrière, que era hijo de un viticultor occitano, mostró siempre un especial interés por la ecología. Apoyó la primera candidatura verde a la presidencia francesa (la de René Dumont en 1974) y publicó un libro, Le pari, en el que anticipaba algunos de los desastres medioambientales que hoy sufrimos. Así explicaba, en el programa CO2 mon amour de France Inter, cómo nació su compromiso:

«Ya en los primeros años sesenta yo tenía una vaga inquietud. Eran los Treinta Gloriosos y todo el mundo decía que había que crecer, que producir, que consumir más y más… Todavía no se había inventado la expresión ‘sociedad de consumo’. Luego, en España, conocí a unos japoneses, un padre y una hija, que estudiaban lo que comían los místicos españoles del siglo XVI, san Juan de la Cruz y compañía. ¡El tema lo tenía todo para interesarme! [Risas] Aquel hombre fue el primero al que le oí decir que éramos demasiados y que “quizás deberíamos dejar de tener hijos”. Aquello me impresionó mucho. Más tarde apareció un ensayo llamado Primavera silenciosa [sobre su autora, Errata Naturae publicó en 2021 un precioso libro infantil titulado Rachel Carson y el libro que cambió el mundo] y entonces me apunté a las primeras asociaciones ecologistas, antes de 1968. Después escribí un libro que se llamó Le pari, publicado en 1972, y en el que intentaba resumir el asunto. No era nada que hubiera descubierto yo sino cosas que había leído en los libros y que había escuchado en congresos, charlas, etc. Ese libro no consiguió ni un solo artículo en la prensa. Nada en absoluto. Cayó como una piedra en aguas profundas».

Sólo un año después estaría nominado al Oscar por el guión de El discreto encanto de la burguesía. Y no deja de ser hermoso que uno de los últimos trabajos de Carrière haya sido precisamente Un pequeño plan… como salvar el planeta. Es una forma de cerrar el círculo. Se trata de una película modesta, simpática, una pequeña fábula (dura apenas 67 minutos) sobre el ecologismo y la infancia. Y no es sólo un canto a la determinación de los niños sino un retrato de la incomprensión y la tozudez de sus padres. En cuestiones climáticas no vale eso de que los niños tienen que callarse cuando los mayores hablan. Porque en este caso los mayores (y entendamos por mayores a los políticos, los empresarios, los inversores, los que mandan) o no dicen nada, o dicen palabras vacías, o dicen directamente tonterías. Es como si se hubieran invertido los papeles y fueran los adultos los que, haciendo un bochornoso ejercicio de infantilismo, berreando y pataleando, se negasen a hacer lo que tienen que hacer sí o sí: dejar de quemar combustibles fósiles.

En la cinta de Garrel, «la madre es menos escéptica que el padre», según explica él mismo. «Ella se suma más rápidamente al proyecto de los niños. Podemos pensar que es más ingenua pero, de hecho, es más lógica». Más científica, más racional, más consecuente, por decirlo así. Más pueril, en el mejor y más reciente sentido de la palabra.


‘Un pequeño plan… como salvar el planeta’ se estrena en cines el viernes 22 de abril.

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COMENTARIOS

  1. La Hoja de Ruta minera del Gobierno ampara el adoctrinamiento escolar para forzar la aceptación social del extractivismo.
    Ecologistas en Acción denuncia que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico haya tramitado el documento sin someterlo a una evaluación ambiental estratégica previa y anuncia acciones legales ante el proceder irregular del ministerio.
    La organización ecologista señala que se trata de un documento sesgado y critica su carácter de correa de transmisión de los intereses del lobby minero: “Es ofensivo con las comunidades afectadas por los impactos ambientales y sociales del sector extractivista”, declaran.
    Ecologistas en Acción ha presentado alegaciones a la ‘Hoja de Ruta para la gestión sostenible de las Materias Primas Minerales’, un documento cuyos contenidos, lamentan, son parciales, sesgados y responden exclusivamente a las exigencias del lobby minero.
    La organización ecologista expresa su estupor por el modo en que en el documento del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico se minimizan o se niegan los impactos ambientales y sociales. Al mismo tiempo, se ampara la ingeniería social o el adoctrinamiento escolar para forzar la aceptación de nuevos proyectos mineros. Incluso, a juicio de Ecologistas en Acción, “se reproducen las falacias de estos grupos de presión sobre los altos estándares medioambientales mineros, ignorando la realidad”. En el documento propuesto por el Gobierno se llega a afirmar que la percepción ciudadana sobre los impactos ambientales y sociales de la minería se “deriva simplemente de los prejuicios y la falta de conciencia de la importancia de las materias primas para la sociedad”.
    Resaltan que en el documento se soslaya deliberadamente que en la UE los residuos mineros ya son la segunda principal fuente de residuos. Cada año se extraen unos 150.000 millones de toneladas de rocas que generan, entre otros residuos, 13.000 millones de toneladas de lodos.

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