Larga vida a las madres orangutanas, maestras activas de la supervivencia

La crisis de biodiversidad afecta también a nuestras oportunidades de entender mejor el comportamiento de los animales y su evolución, como es el caso de los orangutanes.
Un orangután de Sumatra inmaduro pide comida a su madre como forma de aprender a buscar comida. Foto: Natalie Uomini

De adolescente, Ellie era malhumorada y se iba a dormir más tarde que nadie. Siempre se quedaba comiendo algo hasta altas horas de la noche. Y eso que su madre, Friska, era la más severa de Suaq Balimbing, una estación de investigación en plena selva de Sumatra, Indonesia. Ellie tiene ahora 24 años. Su energía sigue siendo contagiosa y acostumbra a salirse con la suya. Ella y su madre son las matriarcas de la estirpe que domina la zona.

Además de Ellie, Friska, una de las orangutanas de edad más avanzada en Suaq Balimbing, ha tenido al menos otras cinco crías. Con todas ha actuado de forma parecida: es más dura que otras madres, pero cariñosa cuando es necesario. A menudo, deja llorar a sus crías durante más tiempo de lo normal e intenta que sean más independientes, pero nunca se aleja demasiado. Por ejemplo, cuando su hijo más joven, Frankie, se despista y se queda atrás, ella enseguida ralentiza su paso para que el joven orangután la alcance.

Las crías de orangután se pasan con su madre hasta nueve años, aprendiendo todo lo que necesitan para sobrevivir. Es la infancia más duradera conocida, aparte de la de los humanos. Durante todo ese tiempo, las crías aprenden por imitación. Al menos, eso se creía hasta ahora: un nuevo estudio llevado a cabo en Suaq Balimbing, con 27 madres y sus crías, como Friska, Ellie y Frankie, ha demostrado que las orangutanas son, en realidad, maestras activas.

¿Enseñanza o apoyo al aprendizaje?

Las palabras nunca tienen un significado estanco. Siempre están rodeadas de connotaciones e implicaciones que van más allá de su definición. “A la hora de estudiar la relación entre los padres y sus crías, a muchos investigadores no les gusta usar la palabra enseñar, por las implicaciones que tiene. A mí, personalmente, sí me gusta, pero aun así es preferible hablar del aprendizaje y del apoyo activo de este aprendizaje”, señala Natalie Uomini, investigadora del departamento de evolución lingüística y cultural del instituto Max Planck y una de las autoras del estudio sobre los orangutanes.

Llamemos como le llamemos, su investigación (publicada en Nature a finales de 2021) ha probado que las madres orangutanas no son simples modelos a los que sus crías copian sin más. Estas adaptan su comportamiento a la edad y a las capacidades de sus crías para facilitar el aprendizaje de nuevas competencias. En ningún campo es tan evidente como en la búsqueda de alimento.

La lactancia en los orangutanes dura hasta ocho años. Hacia el final de ese periodo, llega el momento en que las crías aprendan a reconocer y usar los más de 200 alimentos que esta especie puede consumir en el bosque. Antes de que el destete sea definitivo, los jóvenes deben aprender que ciertas flores y hojas pueden ingerirse sin más, pero que la corteza de un árbol debe rasparse con los dientes para quedarse solo con la parte nutritiva, o que para sacar miel de una colmena hay que usar un palo a modo de cepillo.

“Las madres pasan mucho tiempo con sus crías y mantienen una conexión muy estrecha, pero nunca parecían participar activamente en la adquisición de sus habilidades”, señala Caroline Schulpi, también investigadora del Max Planck y autora principal del estudio. “Pero, en realidad, no conocíamos suficiente el rol que estaban desempeñando”.

Para desenredar el misterio, los investigadores analizaron los datos de 1.300 casos de solicitud de comida por parte de 27 jóvenes orangutanes durante doce años (la estación de Suaq Balimbing lleva activa desde 1994). Así, descubrieron que las madres facilitaban el aprendizaje mediante la tolerancia. Es decir, tenían más o menos paciencia y compartían más o menos comida con los jóvenes en función de las competencias de la cría y la dificultad que supusiese la nueva tarea a la que esta se enfrentaba.

¿Hay más maestros ahí fuera?

“La enseñanza entre seres humanos es compleja y muy evidente. Usamos palabras, explicaciones, gestos, órdenes… Sin embargo, otras especies, incluidos los orangutanes, utilizan métodos mucho menos obvios”, añade Natalie Uomini. De ahí la dificultad y el debate alrededor de definir algo como enseñanza o no. “Aun así, creo que el apoyo activo del aprendizaje tiene que ser algo bastante extendido. Por lo que se ha observado, no parece que esté restringido a ningún tipo de animal en concreto”.

Las investigaciones al respecto no abundan. Sin embargo, se han observado este tipo de comportamientos en especies tan diferentes como suricatos, guepardos, cachalotes, hormigas, abejas, turdoides (un ave del sur de África), nutrias o cuervos. “¿Qué es ser activo realmente? Compartir la comida o ser tolerante con el aprendizaje pueden ser considerados como enseñanza”, reflexiona Uomini. “Yo he trabajado mucho con cuervos de Nueva Caledonia. Por ejemplo, ellos toleran que sus crías les roben la comida, algo que jamás permitirían de otros adultos”.

“Como no hay muchos estudios al respecto, es posible que no nos estemos dando cuenta de que hay muchas más especies en las que los adultos participan activamente en el aprendizaje de sus crías”, añade la investigadora. “Nuestro artículo recoge las conclusiones de más de 12 años de datos. Necesitas investigadores de campo dedicados durante mucho tiempo a recoger esos datos. Por eso, para la mayoría de especies no se han hecho este tipo de estudios”.

Los iconos de la crisis de biodiversidad

Los orangutanes son conscientes de sí mismos. Se reconocen como individuos y razonan. Usan herramientas para alimentarse y crean estructuras sencillas a forma de paraguas para taparse de la lluvia. Y algunos estudios con especímenes en cautividad han probado que son capaces de aprender lenguaje de signos. Son muy inteligentes y en muchas cosas nos recuerdan a nosotros mismos. No es extraño que los hayamos convertido en un símbolo de la crisis de biodiversidad.

Hubo un tiempo lejano en que los orangutanes ocupaban buena parte del Sudeste Asiático. Hoy, su hábitat se ha visto reducido a unas pocas manchas de selva en las islas de Borneo y Sumatra, donde sobreviven tres especies. Según The Orangutan Foundation, se estima que quedan 57.000 ejemplares de orangutanes de Borneo, 13.000 de Sumatra y apenas 800 de Tapanuli, en el norte de esta última isla. Las tres están en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como especies en peligro crítico de extinción.

La delicada situación de los orangutanes por la presión de las actividades humanas sobre los bosques que habitan ya era conocida hace medio siglo. Aun así, poco se ha conseguido para frenar las amenazas que los rodean. Un estudio de 2018 estimó que durante los primeros 15 años del siglo XXI la población global de esta especie se había reducido en más de 100.000 ejemplares. Sus mayores amenazas son la deforestación (sobre todo, para plantar palma de aceite) y la fragmentación de sus hábitats, lo que divide los grupos y los condena a desaparecer. A esto se le une la caza furtiva y el comercio ilegal.

“A medida que perdemos biodiversidad, perdemos también la oportunidad de entender mejor el comportamiento animal y su evolución”, concluye Natalie Uomini. “Los orangutanes se ven particularmente afectados por las plantaciones de palma de aceite. Es un desastre ecológico. Probablemente estemos ante las últimas oportunidades de estudiar su comportamiento. Pero esto está pasando también en otros lugares, con otras especies. Algunas no son tan icónicas, como los insectos, y no atraen a tantos investigadores, pero también están en peligro”.

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COMENTARIOS

  1. Más de un tercio de la población mundial, incluidos 370 millones de pueblos indígenas, dependen de la tierra y los recursos naturales colectivos. Juntos, protegen más de la mitad de la tierra del mundo y salvaguardan algunas de las zonas con mayor biodiversidad del planeta.
    Sin embargo, como la mayoría de las tierras de estas comunidades carecen de reconocimiento formal, son vulnerables al acaparamiento de tierras por parte de poderosos actores que buscan construir plantaciones a gran escala o proyectos de infraestructura, entre otros.
    Esto no sólo socava los derechos humanos, sino que también amenaza a nuestro planeta: la protección de los derechos territoriales de los pueblos indígenas y las comunidades locales es clave para frenar la deforestación, cumplir nuestros objetivos climáticos y reducir la pérdida de biodiversidad.
    Con motivo del reciente Día de la Tierra, la “protesta más importante de la Tierra” terminó tras 2 semanas de movilización en Brasil, donde más de 7.000 líderes indígenas se reunieron en la capital del país para el Acampamento Terra Livre (Campamento Tierra Libre). Protestaron contra los planes del gobierno de Bolsonaro de aprobar un proyecto de ley que permitiría a las industrias extractivas, como la minería, operar en territorios indígenas protegidos.
    https://www.landrightsnow.org/es/

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