Etiquetas:
La tendencia a abandonar el medio rural para instalarse en la ciudad perdura a través de los siglos y, según todos los estudios, se acentuará en el futuro. La población se agrupará aún más en gigantescos núcleos urbanos, de espaldas a la naturaleza. Esta concentración afectará a nuestra salud, tanto física como mental.
Hay multitud de informes científicos que hablan del impacto que una mala calidad del aire tiene sobre nuestros pulmones. Hoy sabemos también que la ausencia de fauna y espacios verdes podría incidir en nuestra salud mental. Así lo sugiere un estudio conjunto del Centro Alemán para la Investigación Integrativa de la Biodiversidad (iDiv), el Centro de Investigación sobre la Biodiversidad y el Clima de Senckenberg (SBiK-F) y la Universidad de Kiel publicado en la revista Landscape and Urban Planning. «Una persona que viva en una región con muchas especies diferentes de plantas y pájaros se siente mejor que una persona que viva en una región con menor diversidad de especies», explica Joel Methorst, autor principal del estudio.
Durante los momentos más duros de la pandemia de la COVID-19, muchas personas llegaron a una conclusión similar. ¿Cómo explicar, si no, las muestras de asombro y alegría que brotaron durante el confinamiento de 2020 con las imágenes (algunas reales y otras no) de animales que invadían el entorno urbano? Ballenas y delfines se acercaron a las playas. Zorros, patos y hasta cervatillos se dejaron ver por los cascos urbanos y las plazas de algunos pueblos. Y esa visión, además de la oportuna reflexión sobre la forma de vivir de los seres humanos, difundió una innegable sensación de felicidad.
Gracias a este estudio, lo que era una sospecha plausible tiene hoy un fundamento más científico. La investigación alemana se llevó a cabo con una muestra de unas 30.000 personas. Se analizaron sus datos de salud física y mental, así como la diversidad de especies animales y vegetales de sus entornos. «Nuestros resultados muestran que la conservación de la naturaleza puede, de hecho, entenderse como un medio para promover la salud humana», afirma la profesora de economía ambiental Katrin Rehdanz, de la Universidad de Kiel. Los científicos subrayan una tendencia (un efecto positivo en la abundancia de flora y fauna), aunque no han podido establecer una relación directa de causalidad con la salud física.
Indirectamente sí que habría una vinculación: vivir cerca de espacios verdes predispone más al paseo y el ejercicio. Y también se ha estudiado su efecto respecto al surgimiento de enfermedades: hoy ya sabemos que la destrucción de biodiversidad fomenta las epidemias. Frenar esta devastación, además, sería cien veces más barato que enfrentar brotes como el de la COVID-19.
¿Son importantes los pájaros para la salud mental?
Un reciente estudio realizado en el Reino Unido señalaba el efecto relajante que produce mirar pájaros. Esta actividad, aparentemente neutra, podría aliviar la ansiedad y la depresión, y actuar positivamente sobre nuestra salud. Los resultados, publicados en la revista Bioscience, indicaban que aunque no se viviera en el campo, el hecho de mirar aves proporcionaba bienestar mental. Este descubrimiento contrasta con un descenso radical de ejemplares en todos los ámbitos, tanto en el rural como en el urbano.
En la investigación realizada en Alemania hacen hincapié en la diversidad de aves más que en su abundancia. Ver pájaros, concluyen, no es beneficioso per se. Lo bueno es ver muchos y de muchas variedades. «Esto podría deberse al hecho de que las especies más abundantes son las palomas, las gaviotas y los cuervos. Y no son especies muy populares», sugiere Joel Methorst.
Un caso de éxito en la recuperación de entornos urbanos fue la renaturalización del río Manzanares, llevada a cabo por el Ayuntamiento de Madrid durante la administración de Manuela Carmena. La apertura de las esclusas convirtió un canal muerto y estancado en algo parecido a un humedal vivo. Descendió el caudal, las aguas comenzaron a moverse y brotaron pequeñas islas de vegetación en el lecho del río. Eso atrajo a especies de aves, reptiles y peces desaparecidas durante décadas en la capital: la garza real, el barbo, el martinete, el pez gato, el martín pescador…
Esperanza Aguirre, que entonces encabezaba la oposición en el consistorio, criticó duramente esta apuesta por la biodiversidad: acusó a Carmena de querer convertir el Manzanares en «un charco inmundo». Su sucesor y ahora alcalde, José Luis Martínez-Almeida, incumplió sus promesas electorales y finalmente decidió no revertir los cambios de la anterior administración ni en lo concerniente al río ni en Madrid Central, el plan que restringe la circulación de coches por el centro de la ciudad.
Los pájaros, ya sea por su número o por su clase, son un claro síntoma de salud medioambiental: indican una menor contaminación aérea y acústica, y por esto escasean en torno a las autovías y en núcleos urbanos con un intenso tráfico rodado. Respetar sus entornos redunda en un beneficio hacia los seres humanos. Y hacia el urbanita más aún. «La gestión de los espacios verdes es particularmente relevante en la planificación de las ciudades. Invirtiendo en biodiversidad podemos promover la salud de la población urbana», concluye Katrin Rehdanz.
La naturaleza tal y como la conocemos se dirige hacia la extinción y la actividad humana es una realidad que está contribuyendo a esa situación. La agricultura intensiva, la producción energética y la sobrepesca han llevado a un millón de especies animales y vegetales a pender de un hilo.
Solo a través de un cambio significativo y transformador en la tierra y el mar podremos recuperar la biodiversidad que tanto necesitamos. Nos ayudará a mitigar la crisis climática y a adaptarnos a ella, así como a prevenir la futura propagación de enfermedades.
Urge hacer frente a la sexta extinción de especies. Firmar:
https://restorenature.eu/es