Niños y niñas: los más afectados y los más activistas

La Asociación Internacional de Pediatría quiere que la infancia tenga un lugar de honor en la próxima Cumbre del Clima. Son los más vulnerables al cambio climático y también los mejores defensores del medio ambiente.
Una niña participa en una marcha por el clima en Sheffield (Reino Unido), en 2019. Foto: TIM DENNELL / FLICKR

La Sociedad Internacional de Pediatría Social y Salud Infantil pide que se enfoque el problema del cambio climático también desde la perspectiva de la infancia. Los niños y las niñas son particularmente vulnerables a los efectos provocados por el calentamiento global, ya que sus cuerpos están en pleno desarrollo y dependen de sus padres para satisfacer sus necesidades básicas. Por ello, pediatras de esta institución han redactado una declaración, luego revisada y adoptada por la Asociación Internacional de Pediatría, que quieren hacer llegar a todas las delegaciones que participen en la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP 26, que se celebrará en Glasgow en noviembre. El texto ha sido publicado en la revista científica The Journal of Climate Change and Health.

Los pediatras, conscientes del reto que supone el cambio climático, quieren que el problema no se afronte sin tener en cuenta la Convención sobre los Derechos del Niño, firmada en 1989 por Naciones Unidas, y que reconoce «el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud». Y no sólo eso: también tienen derecho a que se les escuche. Con la ley en la mano, tienen «el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos» que les afecten. Los jóvenes han sido la avanzadilla de las protestas por el cambio climático y la inacción de los gobiernos para cumplir con lo firmado en el Acuerdo de París. «Y tienen razón al estar preocupados», aseguran los especialistas en salud infantil.

«El cambio climático ha creado condiciones que afectan a la salud pública y que tiene efectos desproporcionados en determinadas etapas y circunstancias de la vida, en particular en los niños, y más en aquellos que viven en la pobreza y en países en vías de desarrollo», afirman los pediatras en su declaración. Su salud se verá afectada (lo está siendo ya) por su exposición a las altas temperaturas, los cada vez más habituales fenómenos meteorológicos extremos, el aumento en la transmisión de enfermedades a través del agua (que además de insalubre es escasa) y el incremento de la contaminación del aire por moho, polen y por la quema de combustibles fósiles. A estos efectos puramente físicos hay que sumar una mayor incidencia de trastornos por estrés.

«Ninguna profesión será testigo de los efectos del cambio climático en los niños tanto como la de pediatra. Estamos en una posición única para colaborar con otros profesionales de la salud y defensores de los niños en el desarrollo de estrategias integrales para prevenir y mitigar el impacto de la crisis climática global en los niños y los jóvenes», dicen desde la Sociedad Internacional de Pediatría Social y Salud Infantil. Pero no se limitan a promover la resiliencia. Los pediatras piden expresamente «minimizar el uso de combustibles fósiles, disminuir las emisiones globales de carbono y proteger los recursos naturales de la tierra». Y hacerlo, además, «rápidamente».

Para predicar con el ejemplo, instan a sus colegas en todo el mundo a que, a la hora de acudir a reuniones profesionales, eviten tomar un avión en la medida de lo posible. Además, animan a rechazar el patrocinio de sus congresos por parte de la industria de combustibles fósiles. Y lo que es más importante en su caso: rechazar el dinero ofrecido por las industrias de alimentos para bebés, fomentando así la lactancia materna, mucho más respetuosa con el medio ambiente.

Los niños y las niñas del Primer Mundo

Aunque el cambio climático se cebará con los niños y las niñas más pobres, la infancia del Occidente desarrollado también se verá afectada. Su movilización para que los gobiernos actúen contra el calentamiento de la atmósfera está siendo fundamental en la toma de conciencia global. Ellos y ellas se juegan su futuro y están expresando, legítima y certeramente, su preocupación. El problema es que las élites políticas, por el momento, hacen oídos sordos. Básicamente, están ignorando a una considerable porción del planeta: el 18% de los habitantes de la Tierra tiene entre 15 y 24 años. Y el porcentaje sube hasta el 40% si se incluyen a todos los menores de 24 años.

Este tema, el de la indiferencia de los gobernantes, les angustia especialmente. Así lo apunta una encuesta realizada por el British Council, en la que lamentan las dificultades que encuentran para participar en proyectos significativos que den cabida a su visión. En ella han participado 8.000 jóvenes de 23 países y denuncian la «falta de oportunidades» a la hora de colaborar activamente en la solución de la crisis climática. El 75% de los encuestados afirma contar con habilidades para abordar esta temática, pero un 69% no ha participado nunca en este tipo de acciones.

Además, tienen opiniones muy inclusivas sobre la forma de abordar el problema: no pueden hacerlo los políticos a puerta cerrada, deben dejar participar a grupos minoritarios y, por supuesto, a más mujeres. Así lo cree el 67% de los participantes en el sondeo. «Estamos dispuestos a ser políticamente activos, no solo a unirnos a las manifestaciones», dicen en una carta que enviarán a los líderes participantes en la COP 26.

«Estamos preparados para realizar cambios en nuestro estilo de vida –añaden en su misiva–. Estamos dispuestos a consumir menos y a desperdiciar menos, y a reducir nuestra huella de carbono. Somos la última generación que puede detener el cambio climático y estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr nuestro objetivo. Juntos, como un solo mundo».

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