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Una gran isla de plástico crece en medio del Pacífico. Un joven emprendedor neerlandés, Boyan Slat, con una idea innovadora. Una organización sin ánimo de lucro y una tecnología capaz de limpiar el océano de nuestros excesos plásticos. La historia de The Ocean Cleanup se vende sola. Y el esfuerzo de quienes están detrás merece, seguramente, la pena. El problema es que no todo encaja en este relato: las cuentas no salen.
Para empezar, la isla de plástico nunca ha sido una isla. Se trata más bien de una zona de acumulación de partículas plásticas de diferentes tamaños que se genera en cada uno de los giros océanos. Estos son zonas de corrientes rotativas causadas por la rotación de la Tierra. Tal como explican desde la organización 5 Gyres, las islas de plástico son en realidad una especie de nebulosa de plásticos, microplásticos y nanoplásticos. Materiales que se rompen continuamente por la acción mecánica del océano. Algunos flotan y muchos otros acaban yéndose al fondo.
La tarea imposible de contar el plástico
La gran zona de basura del Pacífico, donde ha centrado su trabajo The Ocean Cleanup, es la mejor estudiada de todas. Aun así, no sabemos ni cuánto mide (cambia constantemente de forma y extensión), ni cuánto plástico se acumula, ni cómo se comporta. Según la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), estas zonas están formadas en su mayoría por pequeños trozos de plástico, muchos invisibles al ojo humano, que se acumulan en toda la columna de agua y no solo en la superficie.
«Es imposible saber cuánto plástico hay ahí fuera. Lo es, primero, porque nunca podremos hacer mediciones en todo el océano. Lo único que sabemos con bastante seguridad es la cantidad de plásticos que flota, la que se ve en la superficie y es más accesible», explica Sönke Hohn, exinvestigador del Leibniz Centre for Tropical Marine Research y coautor de una de las investigaciones más exhaustivas hasta la fecha sobre el impacto real que pueden tener las iniciativas de limpieza de los océanos.
«El otro gran problema es que existen muchos tipos de partículas y tamaños de plásticos. Tienes desde una botella de refresco o una red de pesca hasta nanoplásticos inferiores a una micra [la milésima parte de un milímetro]», añade Hohn. «Y la verdad es que no tenemos ni idea de cuántos nanoplásticos hay en el medioambiente».
Un grifo abierto
Lo que sí se sabe con bastante exactitud es cuánto plástico se produce cada año. En 2019, según datos de Plastic Europe, se produjeron casi 370 millones de toneladas de nuevos plásticos en todo el mundo. De acuerdo con la información recabada por la Universidad de Oxford, al menos 275 millones de toneladas acaban en la basura cada año. De todas ellas, una parte importante no se gestiona de forma adecuada y se calcula que ocho millones de toneladas acaban en el océano anualmente.
Cuando nació en 2013, el objetivo inicial de The Ocean Cleanup era estar plenamente operativos en 2020 y limpiar el 90% del plástico flotante del océano durante las siguientes dos décadas. Tras varios altibajos y tres prototipos después (el primero empezó a trabajar en 2018), la primera captura de plástico desembarcaba en Vancouver a finales de 2019. No se dieron datos de masa, pero sí de volumen. Al puerto canadiense llegaron 60 grandes bolsas de un metro cúbico cargadas de basura.
Si tenemos en cuenta que la densidad de los residuos plásticos de las ciudades, compactados y empaquetados roza los 800 kilogramos por metro cúbico, nos salen 48.000 kilos en tres años de trabajo. Es cierto que hablamos de prototipos y pruebas, pero parece poco más que un remiendo para los 8.000 millones de kilos que cada año acaban en el mar. Y así lo concluye también el artículo The long-term legacy of plastic mass production publicado por Sönke Hohn y el resto de investigadores del centro de Leibniz.
«Quizá sea posible limpiar todo el plástico del océano, pero nos va a llevar bastante tiempo. Mientras en The Ocean Cleanup recogen la basura, hay muchos más plásticos nuevos llegando al océano», explica Hohn. «Es como si tratamos de limpiar un derrame de agua pero mientras pasamos la fregona el grifo sigue abierto».
Para el exinvestigador, que tras dejar el mundo académico trabaja ahora como profesor en un instituto, el problema de los plásticos tiene unas causas y es ahí donde tenemos que actuar. «Debemos reducir la cantidad de plástico que llega al océano y es muy difícil, se diga lo que se diga. La única solución definitiva es dejar de producirlo».
Océanos limpios… ¿dentro de 130 años?
La solución de The Ocean Cleanup al problema es aparentemente sencilla. Mediante una barrera flotante en forma de U e impulsada por un barco en cada uno de sus extremos, los plásticos superficiales se concentran en una especie de embudo. Desde allí, una vez se haya alcanzado una concentración de basura considerable, esta se recoge y se compacta, lista para llevar a tierra y ser reciclada. Así, una vez que el sistema esté operativo y esta especie de basureros oceánicos se multiplique, la iniciativa calcula que habrá recogido el 90% del plástico en superficie antes de 2040.
Pero, realmente, analizando los números, ¿cuántos dispositivos como The Ocean Cleanup se necesitarían para limpiar todo el océano? De acuerdo con el estudio del Leibniz Centre for Tropical Marine Research, si hoy se dejara de verter basura al océano, harían falta 200 dispositivos trabajando sin descanso, sin paradas de mantenimiento ni averías, durante 130 años para recogerlo todo.
Es más, si se tiene en cuenta que se va a seguir produciendo plásticos, y que la cantidad de basura que entra en el océano solo empezará a descender a finales de esta década (como estiman los autores del estudio), para el año 2150 los 200 dispositivos de The Ocean Cleanup solo habrían recogido el 5% del plástico flotante en los océanos.
«No queríamos estropear la idea. Limpian plástico, es cierto, y es fantástico que un joven neerlandés haya desarrollado este proyecto. Pero queremos que el público sea consciente de que no es la solución definitiva», concluye Sönke Hohn. «No podemos confiar en que solo la tecnología solucione los problemas que hemos causado, tenemos que dejar de causarlos. Y cuando lo hayamos hecho, podremos limpiar».
En lugar de limpiar plástico, dejar de consumirlo. En lugar de capturar CO2, mejor dejar de emitirlo. Etc. Etc.
Creemos que con nuestra tecnología podemos solucionar cualquier problema que otra tecnología nuestra produzca. Y no, no somos dioses!
Que razón tienes Carlos.
Y lo peor es que la gente no quiere cambiar de hábitos.
Como decía tan acertadamente Eduardo Galeano «vamos directos al desastre pero ¡joder, en que coches!.
Ataques en Tierra Mar y Aire sin cesar. Demasiado bien nos trata el Planeta por ahora.
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(Laurent, marinero: a menudo, su embarcación ha tenido que abrirse paso entre redes gigantes abandonadas por las empresas que se dedican a la pesca de arrastre. Son tan grandes que resulta difícil no quedar atrapado en ellas. La destrucción que causan es indescriptible).
La importancia de nuestros océanos y todas las especies que habitan el fondo marino, aunque solo alcancemos a ver una pequeña parte de ellas. Sin embargo, la pesca de arrastre en aguas europeas afecta cada año a un área equivalente a un tercio de todo el continente. No deja nada a su paso, solo un erial que antes albergaba un ecosistema diverso, lleno de corales, peces y mamíferos marinos.
Algunos estudios científicos recientes que demuestran que la pesca de arrastre libera tanto dióxido de carbono como el transporte aéreo.
El lobby de la industria y de las grandes pesqueras están presionando a los gobiernos para seguir faenando. (WeMove Europe)