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La España presente y futura: por el día, calor; por la noche, calor

Las olas de calor registradas en 2022 duraron 41 días, duplicando la media de los últimos diez años, según un estudio llevado a cabo por el Observatorio de Sostenibilidad. Asimismo, las noches tropicales han pasado de unas 50 a unas 100 desde los años 80.
La España presente y futura: por el día, calor; por la noche, calor
Locales y turistas caminan bajo la sombra para evitar el sol durante las horas más calurosas del día, en una calle comercial durante el primer día de la primera ola de calor del verano en el centro de Ronda, España, 25 de junio de 2023. Foto: REUTERS/Jon Nazca

El calor que asfixia actualmente a España se está convirtiendo en la preocupación de muchas personas. Las previsiones para este fin de semana no son buenas: se presentan temperaturas máximas de entre 35 y 40 grados centígrados en algunas zonas del territorio. Las previsiones a largo plazo no son mejores: estos episodios «serán cada vez mas frecuentes, más intensos y más largos«.

Esa es la conclusión que se extrae del nuevo informe del Observatorio de la Sostenibilidad, basado en los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) recopilados desde 1975 y hasta 2022. En él se analizan dos fenómenos diferentes: por una parte, las olas de calor acontecidas durante ese período de tiempo, y, por otra, la evolución a escala provincial de las noches de excesivo calor.

El estudio muestra que desde 2015 se ha elevado con diferencia la frecuencia de las olas de calor en toda España, convirtiéndose de «extraordinaria gravedad». «Las estadísticas muestran que el periodo 2015-2022 es radicalmente diferente en el comportamiento de las olas al compararlo con cualquier periodo anterior de la serie 1975-2022», sostiene.

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Asimismo, en los últimos ocho años se han registrado olas «muy severas en años correlativos, sin respiro, como en el trienio de 2015 a 2017, con valores altos y casi desconocidos anteriormente»señalan. Los episodios de calor en 2022 llegaron a durar 41 días, algo nunca visto, duplicando la media de los últimos diez años. Ese año también se experimentó una anomalía máxima de temperatura de 4,5 ºC, cifra que superó todos los registros anteriores.

La extensión de las olas de calor también ha aumentado, llegando a afectar hasta 40 provincias españolas. Y también llegan antes: todas los episodios tempranos ocurridos en la primera quincena de junio se han producido a partir de 2015.

Las noches son las peores

Esta semana la Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó de que las olas de calor pueden matar, sobre todo por la noche. Las temperaturas mínimas nocturnas son peores que las máximas del día porque el cuerpo es incapaz de recuperarse del calor permanente, lo que provoca un aumento de los casos de ataques al corazón y muertes.

En esta línea, el nuevo informe del Observatorio advierte de que las noches tropicales –esas en las que la temperatura mínima no baja de los 20 grados– se han duplicado en España desde la década de los 80: han pasado de unas 50 al año a unas 100.

Lo mismo ha sucedido con las noches ecuatoriales o tórridas, en las que la temperatura no baja de los 24. Por otro lado, ya han empezado a aparecer las noches infernales, a no menos de 30 grados. Almería ya lo sufrió una vez en 2003, al igual que Jaén en 2022. En Melilla han sucedido tres veces.

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Con estos datos, «podemos ver que en España la población está sometida a riesgos mucho mayores que hace tan solo unos años debido al aumento de las temperaturas», dice Elena González Egea, doctora en Ciencias Físicas explica, quien también afirma que «España es el país de Europa más vulnerable al cambio climático, y sus efectos ya están siendo devastadores”.

La temperatura en las ciudades españolas ha subido el doble que la media mundial en 50 años. Según las previsiones, de aquí a 2050 seguirán aumentando con una media de 2,61 ºC de manera generalizada y, sobre todo, en las ciudades de Guadalajara, Huesca, Álava, Guipúzcoa, Ávila, Las Palmas, Salamanca, Pontevedra, Cáceres, y Vizcaya.

Ante esta situación, el informe especifica que cada urbe debe realizar su propia estrategia de adaptación y mitigación al cambio climático. A corto plazo, algunas de las soluciones serían la alerta temprana y solucionar la pobreza energética.

Fernando Prieto, director del Observatorio apunta a «la necesidad radical de implantar políticas públicas basadas en un enfoque científico para proteger a las personas, y adaptar los ecosistemas urbanos renaturalizando la ciudad, eliminando coches del centro, y aislando las viviendas –entre otras medidas– para disminuir el riesgo ante el cambio climático». De lo contrario, advierte, «las políticas que no vayan en esta dirección producirán directamente problemas de salud y muertes por calor en la población mas vulnerable».

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