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En algunas partes de las tierras bajas del Amazonas, en un solo gramo de tierra conviven más de 1.000 especies de hongos. En solo 10.000 metros cuadrados de bosque tropical hay más tipos de árboles que en toda Europa. Y en las aguas que recorren la inmensa cuenca fluvial habitan una de cada 10 especies de peces de agua dulce del mundo, más de la mitad de las cuales son endémicas. Entre ellas, el inmenso pirarucú, un pez que tiene las escamas más duras del mundo, una lengua ósea y que es capaz de respirar fuera del agua.
Todavía hoy, buena parte de su territorio permanece inexplorado: en la Amazonia se describe una nueva especie para la ciencia cada dos días. A los pies de los Andes y hasta el Atlántico, la región lleva cerca de 10 millones de años siendo el laboratorio de biodiversidad del planeta. Pero, además, este ecosistema de más de siete millones de kilómetros cuadrados, capaz de generar su propia lluvia, influye en el clima global y es uno de nuestros últimos frenos de emergencia frente al cambio climático.
Aun así, observamos con indiferencia su destrucción. «El Amazonas es el refrigerador del planeta, su aire acondicionado. Si lo destruimos, tendremos consecuencias a nivel global. No somos conscientes de que todos formamos parte de un mismo planeta. Todo está interrelacionado de formas que no llegamos a entender”, explica Encarni Montoya, investigadora de Geociencias Barcelona (GEO3BCN-CSIC) y una de las integrantes del Panel Científico por la Amazonía, formado por más de 200 especialistas.
Es también una de las autoras de un informe de evaluación del Amazonas presentado durante la COP26 celebrada en noviembre, un informe que resume dos años de intenso trabajo científico y que advierte de que la región se está acercando a un punto crítico de no retorno por culpa, entre otras cosas, de la deforestación, los incendios y el cambio climático. «Apenas ha tenido repercusión, y menos aún en España. Ha tenido muy poco impacto para el nivel de la investigación que se hace aquí y los lazos que tenemos con América Latina. La indiferencia con la que se ha recibido es descorazonadora», señala Montoya, especialista en estudiar los fósiles para entender la ecología del pasado.
Una fábrica de reciclaje de lluvia
Un bosque inundado en el que cocodrilos y pirañas acechan, decenas de tipos de tarántula se cobijan entre las raíces y colonias inmensas de hormigas forman procesiones kilométricas en busca de alimento. El Amazonas evoca una imagen muy clara en nuestra mente. Pero la realidad es mucho más variada. La región abarca desde bosques costeros hasta ecosistemas preandinos, selvas lluviosas y secas, pantanos, turberas o sabanas.
«Solo la cuenca del Amazonas es más grande que Europa», explica la paleoecóloga. Es tal su magnitud, que la región es una inmensa fábrica de lluvia. Una cinta transportadora de agua desde el océano Atlántico hasta el interior de Sudamérica. «Gracias a las temperaturas y a la fisiología de los árboles el agua captada en la costa entra en un ciclo de precipitación y evaporación constante, de reciclaje, que la transporta hacia el interior. Así, se consigue que la humedad atlántica llegue prácticamente hasta los Andes».
Esta corriente de humedad refresca todo el continente, absorbiendo energía de la atmósfera, generando lluvia y reduciendo la temperatura de la superficie en una zona tropical que recibe gran cantidad de radiación solar. Además, este gradiente de energía y precipitación influye en los movimientos de la llamada zona de convergencia intertropical (la región donde convergen los vientos alisios del hemisferio norte con los del hemisferio sur, que a su vez influye en fenómenos como el de El Niño). Es decir, acaba por marcar una parte importante del clima del planeta.
«Dado que es el bosque tropical continuo más extenso de la Tierra, sus dinámicas tienen un efecto planetario. Los árboles captan CO2 de la atmósfera, el CO2 que nosotros emitimos y que es el principal causante del cambio climático, así que el Amazonas es un inmenso sumidero de carbono, que luego se acumula en la vegetación y en el suelo», añade la investigadora de Geociencias Barcelona.
Una región acorralada
El Amazonas son nueve países diferentes. Las líneas imaginarias de las fronteras marcan también la salud de los ecosistemas. Al noroeste de la cuenca, en Ecuador y Colombia, el bosques lluvioso está más intacto (aunque no libre de amenazas). Al sur y el sudeste, donde está el llamado arco de la deforestación, los ecosistemas están más degradados y los pastizales y las explotaciones mineras le están ganando la batalla a millones de años de evolución.
«El Amazonas está un poco acorralado. Hay peligros más locales, como la minería, la deforestación o los incendios intencionados. Y otros globales. Tenemos que pensar en la culpa que tiene el resto del mundo de que el Amazonas esté como esté. ¿De dónde sale el alimento de las granjas de animales en España? El principal producto para piensos son los campos de soja de Brasil. Más de 50 % del grano que se produce a nivel mundial es para alimentar el ganado», reflexiona Encarni Montoya.
Desde mediados del siglo XX, la colonización del Amazonas dirigida por los gobiernos de la región para aumentar la explotación de los recursos llegó acompañada de infraestructuras, nuevos asentamientos, reformas agrarias y la expansión de los sectores minero, energético y ganadero. Hoy, al menos el 17 % de la superficie de suelo amazónico es de uso humano (urbanización o industria). Y otro tanto está degradado, según los datos del informe del Panel Científico por la Amazonía. La deforestación, liderada por Brasil (pero también en aumento en Colombia), avanza sin pausa.
«Hay muchísimos indicadores que nos muestran que nos estamos acercando a un punto de inflexión, a un cambio de régimen hacia una sabanización del Amazonas«, explica la investigadora. «Un 25 % de deforestación puede activar irremediablemente el proceso. Y ya estamos ahí. Cuanto mayor sea la tala, más vulnerabilidad y más probable es que aumente la destrucción por incendios y la mortalidad de especies. Esto a su vez hace que haya más huecos sin bosque y que el gradiente de humedad se interrumpa. Se entra en un efecto cascada con consecuencias catastróficas. Si se activa, no tenemos ni idea de cómo frenarlo».
Un terremoto de alcance global
Desde que la vida apareció en la Tierra, ha logrado adaptarse a cualquier contexto. Si las condiciones del entorno cambian, las especies también lo hacen. Unas desaparecen y otras triunfan en el nuevo mundo. Pero esta aparente indestructibilidad de la vida no evita que en la historia del planeta haya habido momentos más agradables que otros. Ni que de ciertos impactos sea difícil recuperarse, al menos en escalas de tiempo humanas.
«Hace unos 8.000 años hubo una fuerte sequía en la región, lo que se conoce como el evento seco del Holoceno medio. Hoy sabemos que en algunas zonas se produjo un gran reemplazo de la masa forestal por otras especies. Ese cambio tardó al menos 3.000 años en revertirse una vez que se restablecieron las condiciones de humedad; y eso que la presión del ser humano entonces era mínima», explica la paleoecóloga.
«Desde un punto de vista geológico, si cesasen todas las agresiones al Amazonas, los ecosistemas podrían recuperarse en un plazo no muy largo de tiempo. Pero no será algo que vayamos a ver nosotros, ni nuestros hijos, ni nuestros nietos. Si queremos evitar que se produzca el cambio de régimen, cualquier amenaza tiene que parar de forma inmediata», añade.
Las consecuencias de este cambio de régimen se dejarán ver a escala local, tanto entre los pueblos indígenas que llevan miles de años adaptados a la Amazonia, como entre los países de la región, que sufrirán impactos sociales, económicos y climáticos. Pero, además, la desaparición de los bosques en favor de ecosistemas más parecidos a la sabana tendría también efectos a escala global.
«Si desaparece nuestro principal sumidero de carbono, la concentración de CO2 en la atmósfera aumentará de forma significativa, por lo que tendremos un efecto rebote del cambio climático», explica Encarni Montoya. «Además, habrá cambios climáticos ligados a los cambios en las circulaciones atmosféricas. Eso solo son algunos efectos, porque no tenemos ni idea de hasta dónde pueden llegar las consecuencias».
El informe, amparado bajo el paraguas del programa ambiental de las Naciones Unidas e inspirado en el Pacto de Leticia por la Amazonia, indica algunas de las soluciones para esquivar la catástrofe ambiental y climática: frenar las agresiones, restaurar los ecosistemas degradados, seguir investigando y monitorizando el estado del Amazonas, reconocer la soberanía de la región y los derechos de los indígenas, auténticos guardianes de la biodiversidad, y, sobre todo, dotar de un futuro sostenible a la región, con un sistema económico que ofrezca posibilidades a quienes vivan allí, sin que ese sistema ponga en riesgo el inmenso capital natural de la última gran selva de la Tierra.
«Estamos en el mismo planeta, no estamos divididos en compartimentos. Lo que pase en el Amazonas lo vamos a sufrir todos. Todos tenemos que cambiar un poco la perspectiva, pero, sobre todo, los políticos. Nadie quiere dar las malas noticias, pero por mirar hacia otro lado los problemas no desaparecen», concluye la investigadora. «¿Cuánto hemos tardado en hacerle un poco de caso al IPCC sobre el cambio climático? Este informe del Amazonas es el trabajo de dos años de más de 200 investigadores». Escuchémoslos.
No tienes que ir a la Amazonia, Samaniego.
Aquí en Europa:
LOS ARBOLES, GENOCIDIO CONTRA LAS MAS BENEFICIOSAS CRIATURAS DE LA CREACION.
PULMONES DE LA TIERRA, LOS MEJORES MEDICOS NATURISTAS, DEPURADORES DE ENERGIAS INSANAS.
Hay una mentira sobre el clima que muy poca gente conoce: millones de árboles se queman cada año para producir una mal llamada «energía verde». Quienes nos representan en las instituciones europeas están debatiendo si esta terrible política debe seguir adelante.
Estamos perdiendo zonas forestales a una velocidad alarmante, y estos planes podrían llevar a la destrucción de muchas más. Según varias voces autorizadas del ámbito científico, la quema de árboles aceleraría el cambio climático de forma drástica.
Hemos luchado para evitar el uso del carbón. Sin embargo, la industria no se rinde y sigue contaminando nuestro planeta para mantener su negocio a flote y ganar más dinero convirtiendo sus antiguas centrales eléctricas de carbón en instalaciones donde quemar árboles para producir energía (biomasa).
En Alemania, Dinamarca, España, Finlandia, Italia y Países Bajos ya se han puesto en marcha varios planes para reemplazar el carbón con este medio de producción energética tan peligroso.
La comunidad científica ha sido muy clara. Cuando talamos árboles y los convertimos en contenedores repletos de gránulos de madera para quemar, aceleramos la crisis climática, contaminamos el aire que respiramos y destruimos el hogar de miles de animales.
Para los políticos y funcionarios en la UE, este es solo uno de los cientos de temas que tienen que tratar, y la industria ya se está encargando de usar su influencia para que aprueben esta práctica.
¡Escribe un correo electrónico para salvar los bosques!
https://act.wemove.eu/campaigns/biomasa?action=mail&utm_campaign=20220119_ES&utm_medium=email&utm_source=civimail-43142
Tenemos que pensar en la culpa que tiene el resto del mundo de que el Amazonas esté como esté. ¿De dónde sale el alimento de las granjas de animales en España? El principal producto para piensos son los campos de soja de Brasil. Más de 50 % del grano que se produce a nivel mundial es para alimentar el ganado»
El estudio Con la soja al cuello muestra una radiografía del consumo masivo de soja en la ganadería industrial española: volúmenes, actores, impactos y alternativas.
El informe publicado muestra cómo la soja se ha masificado como ingrediente de piensos para ganadería industrial debido, principalmente, a la variedad y rentabilidad de los subproductos que se obtienen de su procesado. Los más utilizados: el aceite destinado a la producción de los mal llamados biocombustibles y alimentos industriales, o la harina y la torta de soja utilizadas en alimentación animal. La torta de soja representa por sí sola cerca del 70 % del uso de la soja en la industria, relegando el aporte de proteínas a través de fuentes tradicionales y autóctonas a un papel marginal: un escaso 2,2 % de las materias primas utilizadas en este sector en España.
Según Ecologistas en Acción, «nuestro territorio es una maquila cárnica, donde se reciben grandes cantidades de materias primas extranjeras baratas, para ser transformada en productos de mayor valor, que son nuevamente exportados a terceros países. Este modelo trae consigo graves impactos socioambientales, tanto en los lugares de cultivo de la soja, como en los territorios rurales ibéricos: contaminación del agua, el aire, pérdida de biodiversidad, etc., así como una despoblación progresiva de las zonas rurales donde se instalan macrogranjas. Mientras, se pierden las granjas tradicionales familiares y todos los servicios ecosistémicos asociados a sistemas ganaderos más tradicionales, extensivos y sostenibles».
Tal y como muestra el informe de la organización ecologista, el abastecimiento de la cadena ganadera industrial en España depende en gran parte de tan solo dos multinacionales, Bunge y Cargill. Estas empresas cubren toda la cadena de producción de la soja: suministro de insumos a agricultoras y agricultores; transporte desde el continente americano hasta España; transformación en subproductos en sus plantas molturadoras en las propias instalaciones portuarias españolas; y distribución de sus productos a las empresas fabricantes de piensos que continúan con el circuito integrador en la ganadería industrial.
La UE es el segundo importador mundial de deforestación tropical y emisiones asociadas, y responsable por lo menos del 16 % de la deforestación ligada al comercio internacional, con un total de 203.000 hectáreas y 116 millones de toneladas de CO₂. El cultivo de la soja está vinculado a la deforestación de zonas muy ricas en biodiversidad en Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay, así como a emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación por el uso de agroquímicos y el desplazamiento forzado de comunidades indígenas y campesinas.
Ecologistas en Acción denuncia en su informe que la presencia de sellos certificadores en los productos finales induce a error a los consumidores, dando la impresión de que un producto certificado es «verde» cuando es, en realidad, «una herramienta más de impacto comunicativo que contribuye a invisibilizar la problemática».
https://www.ecologistasenaccion.org/187641/la-produccion-de-soja-para-ganaderia-industrial-elemento-clave-en-la-deforestacion-de-ecosistemas-tropicales/