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A orillas del río Escalda, que desemboca en el mar del Norte después de bordear la ciudad portuaria de Amberes, es fácil encontrar pellets de plástico en las playas de arena. Estas playas están a apenas unos cientos de metros de las instalaciones petroquímicas que salpican uno de los puertos más grandes de Europa. Katrin Van den Troost nos acerca a algunos de los puntos en los que se acumulan estos polímeros plásticos de diferentes colores y del tamaño de una lenteja. Su ONG Climaxi forma parte de una coalición de organizaciones de la sociedad civil que han logrado bloquear una nueva inversión de 3.000 millones de euros a través del conocido como Project One, de la empresa petroquímica INEOS, cuyo objetivo era aumentar la capacidad de transformación del gas de esquisto, procedente de Estados Unidos, el cual es utilizado para la producción de esta materia prima: «Esta ha sido la primera vez en la historia del puerto de Amberes en que los ecologistas se unieron para enfrentarse de forma conjunta a una nueva partida económica que va totalmente en contra de los objetivos de desinversión en combustibles fósiles«, explica Van den Troost. La acción legal, promovida por ClientEarth, Climaxi y otras organizaciones, logró bloquear la expansión de las instalaciones de INEOS, una multinacional con sede en Londres.
Tatiana Luján, abogada de ClientEarth, asegura que «inversiones como la de INEOS forman parte del plan B de la industria de los combustibles fósiles, que pretende utilizar gas para producir plástico en un intento de mantener vivo este sector». Luján sostiene que «este proyecto provocaría la expansión más grande de la industria del plástico en las últimas décadas». Por todo ello, la organización decidió llevar el caso a los tribunales a pesar del marco legislativo europeo, que no regula todavía la contaminación por pellets de plástico, por lo que estas pequeñas lentejas utilizadas como materia prima escapan a cualquier control. Sin embargo, la Comisión Europea anunció el pasado mes de octubre su intención de regular los llamados nurdles (nombre común de estos pellets de plástico de preproducción) a pesar de la negativa de la industria petroquímica, que se opone a una regulación estricta.
Cada año, trillones de pellets de plástico se producen con gas natural o petróleo por parte de importantes multinacionales como INEOS, Borealis, BASF, ExxonMobil, Sabic, Repsol, Solvay, Covestro, DuPont y Total, y se envían a fábricas donde se les da forma. Posteriormente serán utilizados en la confección de una gran cantidad de productos de uso diario, desde envases y botellas hasta componentes de la industria automotriz, desde tuberías utilizadas en la agricultura a paneles de PVC, entre muchos otros usos.
Desde el mar del Norte hasta el Mediterráneo, las pequeñas esferas de plástico llevan décadas acumulándose en las costas, a menudo a kilómetros del lugar en el que se vertieron. En uno de los polos petroquímicos de mayor relevancia de Italia, el de Brindisi, en la región de Puglia, las denuncias ambientales no han tenido ningún efecto, según cuenta el abogado ambientalista Alessandro Caiuolo: «Las empresas petroquímicas siguen negando la evidencia. Ni siquiera se rebotan la responsabilidad unas a otras, sino que directamente niegan su culpa en este tipo de contaminación».
Versalis y Basell Poliolefine Italia son las empresas que producen en Brindisi varios tipos de polímeros de plástico. La primera pertenece al grupo italiano ENI; la segunda es propiedad de la multinacional Lyondell Basell (también productora de pellets en Tarragona, donde radica otro de los grandes polos petroquímicos de Europa). Basell Poliolefine surge de la joint venture acometida por gigantes como BASF o Shell y las empresas originalmente presentes en Brindisi, Montecatini y luego Montedison, que fueron precursoras en el uso de nurdles en las décadas de 1940 y 1950. «Hoy tengo 62 años, y recuerdo cuando éramos niños y jugábamos con estas pequeñas esferas de plástico, sin saber en realidad qué eran. Pero con los años vi que no desaparecían, y hoy todavía están allí, pulidas por el mar», recuerda Caiuolo.
El informe de Greenpeace Italia titulado Contaminación silenciosa es el resultado de la primera investigación sistemática sobre pellets realizada en las costas de Puglia. El documento pide a las grandes empresas de Brindisi que hagan públicos los datos que tienen en su poder sobre la contaminación y dispersión de este material, y las medidas actualmente en marcha para prevenir este tipo de pérdidas. Sin embargo, al no existir un marco legal adecuado, esta solicitud ha sido ignorada por las empresas.
A pesar de que las restricciones sobre el uso de productos de plástico en Europa son cada vez más estrictas, los pellets escapan a estas limitaciones. Estas bolitas son necesarias para crear el 98% de los productos plásticos y no están consideradas como residuos sino como materia prima. Se estima, según cálculos de la Unión Europea, que las pérdidas anuales de esos polímeros de plástico en Europa rondan las 160.000 toneladas, el equivalente a casi todo el plástico reciclado por Dinamarca y Suecia cada año. En Galicia, la asociación Noia Limpa ya ha retirado de las playas 1,7 toneladas de pellets vertidos al mar desde el buque Toconao, y siguen trabajando en la limpieza del litoral. Estos nurdles, que han inundado la costa gallega, han llegado también a Asturias.
La mayoría de las pérdidas, sin embargo, se producen en los lugares de producción de los nurdles, que luego son arrastrados por las lluvias hasta los ríos. La corriente acaba por llevarlos hasta el mar y las mareas provocan que terminen en las costas. A pesar de los datos y las evidencias, no existen regulaciones internacionales que obliguen a las empresas a adoptar medidas proactivas para prevenir la pérdida de nurdles o informar sobre incidentes de contaminación.
Impactos en ecosistemas
Son los grandes vertidos de polímeros de plástico, como los provocados por accidentes marítimos, los que reciben mayor atención mediática. Sin embargo, estos sólo representan una pequeña fracción de la contaminación total. La pérdida constante durante la carga y descarga y el transporte diario constituyen el verdadero problema. Aunque los microplásticos (nurdles incluidos) son ingeridos por los humanos a través de la cadena alimentaria, la totalidad de los efectos en la salud todavía no se comprende completamente. Investigaciones recientes indican que los microplásticos pueden estar presentes en la sangre de hasta el 80% de los adultos, generando preocupaciones sobre su potencial impacto en las células humanas.
Un análisis de OSPAR, una organización de las Naciones Unidas que supervisa la colaboración internacional para la protección del medioambiente marino, reveló que el 95% de los fulmares (un tipo de ave) del mar del Norte tenían plástico en el estómago. En uno de los ejemplares analizados se llegaron a contar 273 polímeros en el interior del cuerpo. Mientras tanto, las autopsias de frailecillos en la Isla de May demostraron que, en la actualidad, los pellets forman parte de la dieta habitual de las aves.
En el seno de la Unión Europea se debate un un proyecto de ley para combatir la contaminación por pellets de plástico, buscando reducir los vertidos de este tipo de materias primas hasta en un 74% para 2030. Sin embargo, numerosas ONG expresan reservas sobre las lagunas y exenciones previstas para las empresas más pequeñas.
En última instancia, abordar la contaminación por nurdles requiere un cambio sistémico en toda la cadena de suministro, con regulaciones concretas y sanciones. Sólo de esta manera, aseguran los especialistas y las organizaciones, se podría lograr eliminar las pérdidas de pellets y lograr que esta contaminación sea cosa del pasado.
«Grandes vertidos, como los causados por contenedores y barcazas, probablemente ocurran una o dos veces al año», asegura Tom Gammage, biólogo marino y defensor de la campaña contra la contaminación plástica oceánica en la Agencia de Investigación Ambiental (EIA), con sede en Londres. Según un informe de 2018 de la Comisión OSPAR, el transporte marítimo contribuyó con menos del 0,2% a la pérdida total anual de nurdles en Europa, siendo los productores, instalaciones intermedias y procesadores los principales responsables. «La pérdida constante, que ocurre todos los días durante la carga y descarga, así como durante el transporte, es el verdadero desafío», explica Gammage.
Productores y transportistas se pasan entre ellos la responsabilidad del escape de pellets al medioambiente, como se evidencia en el caso Tarragona, investigado por La Marea, pero también en Amberes y Brindisi. Dado que es difícil determinar el origen de un gránulo de pellet cuando se encuentra en la naturaleza, esto imposibilita emprender acciones legales contra estas empresas. Según el abogado Alessandro Caiuolo, «en lugar de que la sociedad civil tenga que demostrar que las pérdidas provienen de las grandes empresas productoras, éstas deberían intentar demostrar a los ciudadanos que las pérdidas no provienen de sus instalaciones, una vez que se enfrentan a las evidencias». La visión de la activista Katrin Van den Troost va en la misma dirección: «Es un problema de este sector, es decir, de la industria petroquímica, y por tanto, todas las empresas petroquímicas deberían considerarse responsables de las pérdidas que se encuentran cerca de sus instalaciones. De lo contrario, cada una de ellas evitará la acusación».
El pasado mes de octubre, la Comisión Europea presentó una primera propuesta de regulación de los pellets de plástico. Varias ONG que siguen de cerca los desarrollos en Bruselas, como SurfRider Foundation, acogieron positivamente este primer paso de la Comisión, pero también tienen algunas dudas, ya que los borradores iniciales dejan espacio a posibles lagunas legales para la industria. Además, esta regulación podría posponerse aún más si se acerca demasiado a las elecciones europeas de junio de 2024, con una gran incógnita sobre la posición ambiental que asumirá la próxima composición del Parlamento y la Comisión Europea.
La producción de esta investigación cuenta con el apoyo de una subvención del fondo IJ4EU. El International Press Institute (IPI), el European Journalism Centre (EJC) y cualquier otro socio del fondo IJ4EU no son responsables del contenido publicado ni del uso que se haga de él.