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En un planeta sin moscas ni colibríes, el chocolate volvería a ser un lujo

Desde mediados del siglo XX, la producción de alimentos dependientes de los polinizadores ha crecido más de un 300%. Sin embargo, la crisis de biodiversidad y el cambio climático están contribuyendo a la desaparición de muchas de las especies responsables de este proceso.
En un planeta sin moscas ni colibríes, el chocolate volvería a ser un lujo
Foto: si abejas, moscas, mariposas, colibríes o murciélagos desapareciesen del planeta, la producción mundial de comida caería entre un 5 y un 8%.

La reproducción sexual del agave se da una sola vez en la vida. Cuando florece, la planta del tequila usa todo su poder de atracción para llamar a los magueyeros menores. Esta especie de murciélago es el principal polinizador del agave mexicano y ha sido durante siglos sinónimo de su supervivencia. Además del magueyero menor, otras dos especies de murciélagos, el magueyero mexicano y el trompudo, las abejas y los colibríes contribuyen a la polinización de los agaves.

Sin embargo, la industria del tequila no puede depender de esta corta ventana de reproducción. Por eso, ha aprendido a sacar partido de otra particularidad del agave: la reproducción asexual mediante los llamados hijuelos, clones genéticamente iguales. Así, ha logrado incrementar la producción del agave a costa de perder diversidad genética. Hoy, las plantaciones son más vulnerables a enfermedades y los magueyeros han perdido una parte importante de sus sustento.

En la última década, algunos productores han accedido a dejar que el 5% de sus plantas floreciesen para ganar fortaleza genética y contribuir a la conservación de los murciélagos. A través del proyecto Tequila Interchange, impulsado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, algunos productores han entendido la importancia de los polinizadores y de la polinización. Pero este es todavía un caso aislado, una excepción.

¿Un mundo sin polinizadores?

Una de cada tres toneladas de alimentos vegetales o cereales producidos en el mundo dependen de la polinización. El 75% de especies cultivadas no pueden sobrevivir sin ella. Si abejas, moscas, mariposas, colibríes o murciélagos desapareciesen del planeta, la producción mundial de comida caería entre un 5 y un 8%, según datos de la FAO y la Universidad de Oxford. La mala noticia es que ya está pasando: los polinizadores están en el centro de la crisis de biodiversidad que atraviesa el planeta.

«La reducción de los hábitats y la degradación de los ecosistemas son las principales causas del declive de los polinizadores. Estas especies necesitan flores y sitios en los que anidar, recursos que se están perdiendo principalmente debido a la expansión y la intensificación agrícola«, explica Lynn Dicks, investigadora de la Universidad de Cambridge y autora principal del primer índice de riesgo global de las causas y efectos de la disminución de los polinizadores.

Este índice ha sido elaborado a través del análisis de 20 especialistas que puntuaron los impactos y los riesgos de la pérdida de polinizadores en base a la evidencia científica disponible y al conocimiento indígena. “La sabiduría de los pueblos indígenas es particularmente importante para la conservación de la biodiversidad. Sus relaciones con la naturaleza son a menudo bastante diferentes de las de las personas que viven en las ciudades o las culturas más industrializadas”, añade Dicks. “En el caso de los polinizadores, el conocimiento indígena sobre la apicultura es uno de los más valiosos que tenemos”.

Mucho más que una crisis alimentaria

Desde mediados del siglo XX, la producción de alimentos dependientes de la polinización ha crecido más de un 300%. Según un estudio para la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, el equivalente al IPCC en cuestiones de biodiversidad), en el que Lynn Dicks también ha participado, esto supone que cerca de 600 000 millones de dólares de producción alimentaria podrían estar comprometidos si los polinizadores desaparecen a gran escala.

Además de la producción industrial para alimentos para seres humanos y ganado, así como para biocombustibles, la pérdida de polinizadores afectaría en gran medida a las pequeñas explotaciones familiares de las que depende buena parte de la alimentación de los países menos desarrollados. Los impactos son mucho mayores en el llamado sur global y, sobre todo, en África y América Latina.

“Los impactos a largo plazo en los seres humanos serían tolerables, pero muy duros para muchas personas. Hay alimentos que no podríamos producir fácilmente. La nuez de Brasil y el cacao, por ejemplo, dependen de los polinizadores silvestres por completo. En este escenario, el chocolate volvería a ser un lujo solo al alcance de los ricos y las economías que se benefician del comercio del cacao, como las de África Occidental, sufrirían enormemente”, explica Lynn Dicks.

Además de las causas ligadas a la destrucción del hábitat, los cambios de uso del suelo y la intensificación agrícola, los autores del índice de riesgo señalan que el impacto del cambio climático en los polinizadores debe monitorizarse de cerca. Por ahora, eso sí, los datos disponibles son limitados. La complejidad de las relaciones de estas especies con su entorno y la variabilidad de los efectos del cambio climático en función de la zona del planeta dificultan el estudio de estos riesgos. Pero eso no quiere decir que no estén ahí.

Otros estudios más locales sí han encontrado vínculos entre la crisis climática y la de los polinizadores. Un artículo publicado en 2020 que analizaba la producción agrícola en Estados Unidos señaló que la pérdida de polinizadores por el uso intensivo de pesticidas, la destrucción de hábitats y el cambio climático era evidente. En cinco estados, además, esta pérdida había causado reducciones claras en la producción de alimentos.

“Y no solo perderíamos comida. Muchos polinizadores cazan pulgones que causan plagas y otros muchos son descomponedores. Son servicios que no tenemos en cuenta, pero si no estuviesen ahí, lo notaríamos. Además, muchos animales dependen de las frutas y las plantas silvestres, que también necesitan a los polinizadores”, concluye Lynn Dicks. “Y perderíamos el placer estético de ver a las abejas o a las mariposas trabajando, con todo el simbolismo cultural que encarnan”.

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COMENTARIOS

  1. NO A LAS PATENTES DE SEMILLAS
    Hay que seguir haciendo presión para que las leyes no tengan fisuras y para que la idea de patentar semillas se abandone de una vez por todas. ¡Que las multinacionales no controlen lo que comemos!
    La codicia de Bayer-Monsanto, Carlsberg y otros grandes nombres pone en peligro el futuro de miles de pequeñas explotaciones agrícolas. Estas multinacionales luchan con uñas y dientes para adueñarse de montones de cultivos, como la cebada que se utiliza en la elaboración de cerveza y como forraje para animales.
    El año pasado, la producción de este cereal en Europa llegó a los 55 millones de toneladas. Como no hay restricciones sobre quién puede plantar ese tipo de semillas, el trabajo de los pequeños agricultores cubre las necesidades de sus familias y abastece las tiendas con productos frescos a precios razonables.
    Para parar los pies a esas multinacionales necesitamos una legislación a prueba de bombas. Pedimos a los ministerios competentes que organicen una reunión formal y pongan freno a las empresas y su manipulación de las leyes. ¡Firma la petición!
    https://act.wemove.eu/campaigns/patentes-reunion-formal?utm_campaign=20220222_ES&utm_medium=email&utm_source=civimail-43735

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