El problema de los incendios forestales se agrava (aunque el área quemada disminuye)

"Lo que importa de los incendios no es solo el cuánto, sino también el dónde, el qué y, desgraciadamente, el quién", cuenta el profesor experto.
Un tronco arde durante el reciente incendio forestal de La Palma. Foto: Borja Suárez/REUTERS

Creo que a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría interpretar por cuenta propia una ecografía, una analítica, o el resultado de cualquier otra prueba médica importante. A nadie que no tenga la formación médica adecuada, claro está. Y, sin embargo, el aumento de la disponibilidad de datos facilita que cualquiera se crea con la capacidad de interpretar cualquier cosa. Por ejemplo, los incendios forestales.

Frecuentemente, nos encontramos con estadísticas del tamaño de los incendios. Por lo general, el área quemada anualmente ha disminuido en las últimas décadas. Los iluminados de turno, que amplifican su mensaje por las redes sociales y otros medios, consideran que ese es un indicador de que el problema de los incendios va a menos. Nada más lejos de la realidad. Valorar los incendios por su tamaño tiene tanto sentido como valorar a las personas por su altura. Es decir, prácticamente ninguno.

El área quemada no informa sobre el efecto de los incendios

El área quemada solo refiere el tamaño del incendio, pero no indica nada acerca de los daños ni de las pérdidas; tampoco de los beneficios del incendio (que los hay).

Lo que importa de los incendios no es solo el cuánto, sino también el dónde, el qué y, desgraciadamente, el quién. Y es que la pérdida principal de los incendios son las vidas humanas. Los incendios forestales son un problema de protección civil de primer orden: el número de víctimas mortales por incendios (casi 500 en los últimos 14 años) es mayor que las víctimas en ataques terroristas en Europa.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta todas las casas, granjas e infraestructuras que se pierden por el incendio. También debemos valorar los efectos de la pérdida de la vegetación en los pueblos que viven aguas abajo. El incendio en un bosque de unas pocas decenas de hectáreas en una zona con problemas por corrimientos de tierras puede ser mucho más grave que el incendio de centenares o incluso miles de hectáreas en otro lugar. Desgraciadamente, no tenemos estadísticas que contemplen estos asuntos.

Además, hay que tener en consideración los costes de la extinción del incendio, que a día de hoy ascienden a 600 millones de euros anuales en España y que llevan aumentando varias décadas. También debemos valorar el coste de las acciones de restauración económico-social, a través, por ejemplo, de la declaración de zona catastrófica, así como de la restauración ecológica si fuera necesaria. En 2019, por ejemplo, se destinaron 744 millones en ayudas para paliar los efectos de los incendios e inundaciones. Estaríamos hablando, por tanto, de un coste anual de unos mil millones de euros solo por extinción y restauración. Un coste que va en aumento año tras año.

Debemos considerar los efectos sobre la salud derivados de la inhalación de humos, ya que se trata de un potente agente inflamatorio e inmunodepresor que ha llegado a aumentar las admisiones hospitalarias en un 10% en algunas zonas del planeta. También son importantes los efectos económicos indirectos, tales como los efectos sobre el turismo (recuerden las imágenes de Grecia este verano); el transporte, que se ve interrumpido en grandes incendios; o el consumo, que disminuye. Y aunque no deseamos hacer esta lista interminable, recordaremos que los incendios afectan al cambio climático a través de las emisiones, alterando el balance energético y disminuyendo la precipitación.

La variable clave está en la intensidad, no en el área quemada

Considerar solamente la tendencia en área quemada es, por tanto, engañoso. Sin embargo, vale la pena detenerse a analizar por qué está disminuyendo y, sobre todo, si podemos esperar que siga así.

A escala mundial, el área quemada disminuye. Es un hecho. Pero la estadística global refleja principalmente lo que pasa en la sabana africana, responsable del 70% de los incendios. Lo que ocurra en los incendios en sabanas, que pueden llegar a ser anuales ya que la hierba vuelve rápido tras las llamas, no es extrapolable a los incendios forestales de nuestras latitudes.

En España, al igual que en el sur de Europa, el área quemada ha disminuido en las últimas décadas por el aumento de la inversión en extinción antes comentada. También ha jugado un papel muy destacado el aumento del conocimiento y de la formación de los bomberos forestales, por ejemplo, a través de programas universitarios de analistas de incendios. Vale la pena destacar que España es, a día de hoy, exportadora neta de conocimiento en incendios forestales. Nuestros ingenieros han desarrollado empresas y fundaciones que asesoran a varios gobiernos como los de Chile, Bolivia o California, entre otros. Dicen que nadie es profeta en su tierra, y en ese sentido es una pena ver cómo son los gobernadores de otros países quienes capitalizan el conocimiento desarrollado aquí.

En cualquier caso, la intensidad con la que arden los incendios de los últimos años ha aumentado de una forma desproporcionada. Cada vez son más comunes los incendios con pirocúmulo, es decir, incendios que crean tormentas que aumentan la velocidad del viento y que, al desplomarse, generan comportamientos totalmente erráticos y muy peligrosos.

En algunas zonas forestales del mundo, como el sudeste de Australia o el oeste de Canadá, ya hemos visto un rebote en la tendencia de área quemada anual. Es decir, el área quemada ha aumentado en los últimos años por estos nuevos incendios. Es esperable que ese rebote lo veamos aquí también dentro de poco.

Podemos afirmar, sin dramatismo pero con rotundidad, que el descenso en área quemada no es más que una espejismo, una cortina de humo que no debe confundirnos y que, además, no tardará en despejarse. Como decíamos en otro artículo, estamos entrando en la era de los incendios que ya no podemos apagar.

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COMENTARIOS

  1. “En España el área quemada ha disminuido en las últimas décadas por el aumento de la inversión en extinción”.
    Creo que ésto no es así, Victor. Y lo sé de primera mano ya que he presentado unas denuncias al Seprona y me han reconocido que les han recortado los presupuestos y los efectivos y no pueden llegar a atender a todas las denuncias.
    Además de que se debería ejercer una política de prevención, es decir, invertir en mantener bosques, montes y ríos limpios y en condiciones.
    Si están recortando en todo, como no les van a recortar a ellos. La OTAN nos necesita.
    ————————————————————————————————————
    En este momento, la selva amazónica y otros bosques invaluables en América del Sur están devastados por incendios provocados récord, y las vidas de los pueblos indígenas se ven amenazadas por una industria agrícola que avanza y que gana dinero exportando soja a cerdos europeos, entre otros.
    Mientras los bosques están en llamas y el clima es empujado hacia el borde, empresas como Danish Crown tratan de engañarnos para que pienses que su carne es amigable con el clima. Pero sus cerdos se engordan con alimento de soja de áreas de América del Sur donde se queman bosques. Es un desastre para los pueblos indígenas, para la vida silvestre en los bosques y para el clima.
    La industria cárnica se encuentra entre las principales causas de la crisis forestal y climática, y las empresas como Danish Crown que gastan millones engañando a los consumidores sobre la carne de cerdo como solución climática, nos ponen en riesgo de frustrar y retrasar la transición necesaria a más alimentos de origen vegetal.

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