Radiografía de un planeta en crisis (1): los síntomas del calentamiento global en España

Desgranamos, en una serie de cuatro entregas, los pormenores de la Declaración del Estado del Clima de la Organización Meteorológica Mundial. En este primer artículo, subida de temperaturas y efectos en España.
Foto: Flickr

El planeta se adentra en territorio desconocido. Las temperaturas siguen subiendo, impulsadas por las emisiones de gases de efecto invernadero, siempre crecientes para alimentar al sistema económico capitalista y globalizado. Los síntomas del calentamiento global ya son claramente visibles, y se sienten en todos los rincones del mundo. Y, sin embargo, el desastre no ha hecho más que comenzar.

Desde los océanos a las ciudades, desde las zonas más pobres del Cuerno de África a las áreas más remotas de Siberia. Desde Australia a Alaska. Desde Namibia a España. Todos los rincones del mundo sienten los efectos de un cambio causado por la acción humana y que se manifiesta en olas de calor, tifones, inundaciones y sequías, en el aumento de enfermedades infecciosas y un repunte del hambre. Y las alarmas no dejan de sonar ante una audiencia sorda.

Las coordenadas del desastre, el mapa y la brújula de dónde nos encontramos, se presentaron este martes, 10 de marzo, en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Allí, el secretario general de la ONU, António Guterres, y su homónimo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, repitieron lo que ya sabíamos: no estamos haciendo, ni de lejos, lo suficiente. Las consecuencias serán devastadoras para la mayor parte de la población mundial. Y cada día que pasa esas consecuencias se agravan.

Guterres y Taalas presentaron ante los medios la Declaración de la OMM sobre el Estado Mundial del Clima de 2019. Este documento, publicado cada año, es un resumen de los efectos meteorológicos del calentamiento global. Permite conocer el lugar en el que nos encontramos, y entender un poco mejor hacia dónde nos dirigimos.

Los mensajes no son nuevos, pero los datos sí están actualizados. Y no son tranquilizadores. Así lo subrayaron Guterres y Taalas. El dirigente portugués explica, en el prólogo del documento, que estamos “muy lejos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 o 2 °C”. Estos límites representan un consenso político, más que científico. En realidad, como demuestra este documento de la OMM, cada fracción de grado cuenta. Cada año cuenta, y cada gramo de CO2 cuenta.

Y, aun así, como afirma Guterres, los que toman las decisiones no están, ni siquiera, en camino a cumplir sus propios objetivos: en este momento nos dirigimos a un calentamiento de entre 3 y 4 grados para finales de siglo. Un calentamiento, en otras palabras, que se traduciría en un sufrimiento inimaginable para millones de personas. Sin embargo, la reducción -decidida y sin precedentes- de las emisiones de gases de efecto invernadero, puede mitigar el problema y evitar sus peores consecuencias

Por su parte, Taalas tampoco dijo nada nuevo, aunque no por ello fueron sus palabras menos necesarias. Es una ecuación sencilla: si no se reducen las emisiones, afirmó el secretario general de la OMM, las temperaturas seguirán creciendo. “Según un reciente pronóstico decenal, es probable que en los próximos cinco años se produzca un nuevo récord de temperatura mundial anual. Es cuestión de tiempo,” sentenció el científico finlandés.

En esta serie de cuatro entregas, desgranamos los síntomas de la crisis autoinfligida del clima. En el primer artículo ponemos el foco sobre el ascenso de temperatura global y los efectos, ya visibles, sobre nuestro país.

Termómetros extremos

El año 2019 fue, ya está confirmado, el segundo más tórrido de la historia. Tan solo se situó por detrás de 2016. No obstante, a diferencia de 2016, el año pasado no se registró el fenómeno de El Niño. Este es un evento que se da en el Pacífico y que se traduce en temperaturas más altas en todo el mundo. Por lo tanto, 2019 fue el año más cálido sin El Niño. La temperatura media a nivel global ya se sitúa a 1,1 ºC por encima de niveles preindustriales. A solo cuatro décimas de grado del primer umbral fijado en París.

Y, no obstante, un año es solo un año. Hay innumerables razones por las que un periodo puede registrar una anomalía, tanto de calor como de frío. La gravedad de nuestra situación como habitantes de este planeta se entiende mejor cuando se analizan las tendencias:

  • Los cinco últimos años son los cinco más tórridos desde que hay registros.
  • La década 2010-2019 es la década más tórrida desde que hay registros.
  • Desde los 80, cada década ha sido más tórrida que la anterior, y todas han batido el récord.

Estas tendencias seguirán al alza en el futuro, a no ser que dejemos de emitir gases de efecto invernadero. Y eso, como demuestra la crisis del coronavirus, solo puede conseguirse con alteraciones radicales en el modelo económico que nos gobierna. No hay soluciones mágicas.

España

Empecemos por lo concreto. España, uno de los países europeos más vulnerables a la crisis del clima, aparece en tres ocasiones en el informe. Estos son los síntomas del calentamiento global en estas latitudes:

Tormentas. En la primera ocasión se hace referencia a las tormentas de otoño en la costa mediterránea. Las “precipitaciones extremas y potentes vientos” produjeron muertes y graves daños, sobre todo en el sudeste de la península. El informe menciona sobre todo Alicante y Murcia, donde aún se están sufriendo las consecuencias de esos días. Los eventos en España y Francia, continúa el texto, registraron ciclos de 24 horas en los que se recogieron “más de 200 mm” de lluvia en algunos lugares.

La Declaración de la OMM no incluye los efectos de la Borrasca Gloria, al haberse producido en 2020. Gloria se cobró 14 vidas y produjo daños por valor de millones de euros en toda la costa de Cataluña, Valencia y Baleares, así como en la provincia de Málaga.

Las tormentas son un evento meteorológico normal otoñal del Mediterráneo occidental. Sin embargo, la subida de temperaturas tanto del mar como del aire incrementa su potencia y frecuencia y hace que las precipitaciones sean cada vez más erráticas y dañinas.

Sequía. La segunda vez que España aparece en la Declaración es para advertir contra un problema mucho más lento e insidioso, y que por ello a menudo no recibe la misma atención que las catástrofes puntuales: la sequía. Entre enero y agosto, nuestro país registró un 23% menos de lluvia que la media. Febrero de 2019 fue el febrero más seco del siglo en España. Aunque ese récord ha tardado poco en superarse: este año, febrero ha sido el más cálido y seco desde 1965. De nuevo, las tendencias son más importantes que los datos puntuales.

La relación de la sequía con las alta temperaturas es directa. A mayor temperatura, más evaporación, lo que retira agua de la superficie. Las plantas también tienen menos capacidad para retener líquidos. Las precipitaciones, al ser más erráticas, son a su vez más difíciles de aprovechar y más dañinas.

La sequía sostenida en el tiempo, sumada a otros problemas como la mala gestión del suelo y el agua, los incendios o la deforestación, desemboca en desertización. Esta es la gran amenaza de la crisis del clima para nuestro país. Desde los años 90, las zonas con clima semiárido han aumentado un 6%.

Ola de calor: finalmente, la tercera vez que aparece España en el documento es para hablar de un fenómeno que afecta, sobre todo, a la salud. En tiempos de coronavirus hay que recordar que muchos de sus grupos de riesgo son también vulnerables a otro fenómeno. Desgraciadamente, este no tiene solución a corto plazo. Se trata de las olas de calor.

En junio del año pasado, una ola de calor acabó con “varias vidas” en España y Francia, según la OMM. Pero la más severa del verano estaba por llegar a Europa occidental, y a finales de julio, otro de estos mortíferos eventos se cobró la vida de casi 3.000 personas en varios países del continente.

España ha actuado de manera efectiva, en cualquier caso, en la adaptación a las olas de calor durante los últimos años. Un cambio en la cultura, más educación y medidas de coordinación entre organismos oficiales, han conseguido reducir dramáticamente el número de víctimas de estos desastres naturales. No obstante, siguen produciéndose muertes cada año. A menudo, estas son evitables, como en el caso de personas que trabajan en condiciones inhumanas. Si no estamos alerta, las muertes por olas de calor pueden llegar a multiplicarse por diez durante este siglo.

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