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4,2 millones de casos reportados y subiendo. En 2023, la incidencia del dengue en el continente americano ha batido todos los récords desde que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) empezó a recabar datos consistentes sobre la enfermedad en 1980. Y el año todavía no ha acabado. Es cierto que el dengue sigue un patrón regular de repuntes epidémicos seguido de valles de transmisión endémica y ahora mismo estamos en uno de esos picos. Pero la propia dinámica de la enfermedad no lo explica todo. El cambio climático, las altas temperaturas, los cambios en los patrones de lluvias y los eventos meteorológicos extremos también ayudan a explicar el repunte de la enfermedad.
Situación del dengue en América
El dengue está causado por un virus que se transmite a través de la picadura de un mosquito. En el continente americano, el vector principal es el Aedes aegypti, mientras que en otras regiones (como el Sudeste Asiático o el Mediterráneo), tiene más presencia el Aedes albopictus o mosquito tigre. De acuerdo con la OPS, el dengue es una enfermedad que puede afectar a personas de todas las edades, con síntomas que van desde una fiebre leve hasta una fiebre incapacitante y dolor intenso de cabeza. En algunos casos, puede agravarse con dificultades respiratorias o daños graves de órganos. Aunque es poco habitual, la enfermedad llega a provocar la muerte: de los casi 4,2 millones de casos reportados en lo que va de 2023, 2.050 han terminado falleciendo.
Una buena parte de la población está en riesgo de contraer el dengue en América Latina, Norteamérica y el Caribe. Según la OPS, alrededor de 500 millones de personas viven en zonas de riesgo. Cada vez son más, ya que la presencia del mosquito se ha detectado en todos los países del continente, incluyendo Canadá y Chile, dos territorios a los que no llegó hasta hace poco. En este último, de hecho, ya se ha comprobado la existencia de transmisión comunitaria de la enfermedad, es decir, que el virus ya circula entre la población local y los casos reportados no son importados desde otras regiones.
“El dengue es un problema que hay que analizar teniendo en cuenta sus picos de transmisión. No es una situación en la que podamos llegar a decir: ya pasó y no va a volver a pasar”, explica José Ramos-Castañeda, investigador del Centro de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Salud Pública de México y experto en arbovirus (virus transmitidos por insectos). “Así, si tenemos en cuenta que los últimos dos años hemos estado en un periodo epidémico, quizá el próximo año siga siendo un año de transmisión intensa antes de volver a un valle de transmisión endémica. Pero es muy difícil saber qué va a pasar, hay muchos factores que influyen”.
Para el investigador, en primer lugar, hay que tener en cuenta las diferencias entre países a la hora de reportar los casos. Brasil, por ejemplo, da por válidos todos los casos sospechosos, hayan o no hayan sido comprobados mediante un test. México y otros países latinoamericanos solo registran los casos confirmados. Así se explica en parte que en lo que va de año solamente Brasil haya reportado 2,9 millones de casos, frente a los 244.000 de México. Sea cual sea el enfoque, además, parece claro que la mayoría de los casos escapan a los sistemas de vigilancia de la enfermedad.
«La mayoría de las infecciones son totalmente asintomáticas o tan leves que no se detectan. Estimamos que el 80% se nos escapa«, señala Ramos-Castañeda. “Esto hace muy difícil detectar el inicio de la cadena de transmisión de un brote epidémico fuera de las regiones endémicas, aquellas donde siempre hay dengue. A partir de ahí, se inicia una reacción en cadena y los casos se multiplican de forma exponencial”. Y es ahí, en el tamaño y la intensidad de los picos epidémicos, donde el cambio climático juega un papel cada vez más importante.
La expansión del dengue y el cambio climático
Cuando la tormenta Otis se convirtió, en apenas 24 horas, en un huracán de categoría 5 frente a las costas del Pacífico mexicano, la temporada de dengue en Acapulco estaba llegando a su fin. Pero la situación cambió después de que el pasado 24 de octubre Otis arrasase la ciudad, centro turístico de la región, con vientos de más de 270 kilómetros por hora y lluvias intensas. El estado de Guerrero, donde se ubica Acapulco, pasó de 1.800 casos detectados en la semana previa al huracán a 2.700 en las semanas posteriores, de acuerdo con los datos del Panorama Epidemiológico de Dengue 2023 del sistema de vigilancia de la enfermedad en México.
“Acapulco ya estaba terminando su temporada de dengue, pero llegó el huracán y generó muchísimos lugares donde el mosquito puede crecer, por lo que hubo un repunte de casos”, explica Ramos-Castañeda. “Esto es el cambio climático. Es la inestabilidad climática la que permite que el mosquito prospere y de repente vuelvan a aumentar los casos”. Pero esta no es la única forma en que el cambio climático está alimentando la propagación de la enfermedad, lo hace también favoreciendo las condiciones en las que prospera el Aedes aegypti.
Este mosquito es un insecto urbano. Durante su vida adulta, prefiere vivir en las casas, cerca de los seres humanos (a los que las hembras pican para extraer la sangre que necesitan para producir huevos), tal como explican desde los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. “En esta fase de adultos, son mosquitos muy resguardados de la meteorología, por lo que el cambio climático no les afecta demasiado”, detalla el experto mexicano. Aun así, son insectos bastante resistentes, que pueden soportar temperaturas por debajo de los 15 °C durante varias semanas consecutivas.
Cuando llega el momento de reproducirse y poner huevos, sí buscan espacios exteriores, fundamentalmente recipientes con agua estancada, pero siempre en un ambiente urbano. “Y aquí es donde factores como la humedad, el periodo de luz y la temperatura juegan un papel importante”, añade Ramos-Castañeda. Las condiciones ideales para la reproducción del Aedes aegypti, que llevan a puestas de huevos abundantes y una mayor supervivencia de las larvas, son de temperaturas entre los 25 y los 30 °C y humedad alta. Y estas condiciones se están dando en cada vez más puntos de América.
“Tradicionalmente, se ha dicho que el Aedes aegypti no pasaba de los 1.200 metros de altitud sobre el nivel del mar, que ese era su límite. Recuerdo hace 30 años, cuando empecé a investigar, cómo leía con mucho interés un artículo que hablaba de un brote de dengue a 1.600 metros”, señala el experto. “Ahora mismo, en México, tenemos regiones de alta transmisión en México en los 1.800 metros. Es el caso de la ciudad de León, donde antes no había dengue y hoy estimamos que el 28% de la población está expuesta a la enfermedad. Y en Ciudad de México, que está a 2.200 metros, ya hay mosquitos, aunque todavía no se ha detectado transmisión comunitaria”.
La misma situación se repite hacia el norte y hacia el sur. En Ciudad de Guatemala, a 1.500 metros de altura, no había dengue hasta hace 20 años. Hoy los casos son cada vez más habituales en la capital de un país seriamente afectado por la enfermedad. En Chile y Paraguay, dos países en los que antes no había presencia del mosquito y mucho menos transmisión comunitaria, el cambio climático ha favorecido la expansión del insecto y de los casos. En Brasil, se detectan contagios cada vez más al sur (en los estados más fríos). Y en Estados Unidos, donde tradicionalmente solo ha habido presencia de dengue en Florida y Texas, los estudios de los CDC mantienen como área de riesgo a casi todo el este y sur del país.
“El dengue es una enfermedad en expansión. El mosquito está ampliando su territorio, tanto en términos de área como en términos de altitud sobre el nivel del mar. Y eso es cambio climático”, concluye el investigador mexicano. «Esto no solo está pasando aquí en América. En Europa, donde la inmunidad es muy baja ya que la población no tiene anticuerpos contra el dengue, el riesgo también es alto y no solo en la franja del Mediterráneo, donde hay una presencia comprobada del Aedes albopictus«.