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El mundo está «muy lejos» de los objetivos del Acuerdo de París, alertaba hace unos días un informe de ONU Cambio Climático. Ahora, un estudio científico insiste en esta deriva: los países no están haciendo lo suficiente y el ritmo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero debe multiplicarse por diez para reducir al máximo los peores efectos del cambio climático.
Entre 2016-2019, es decir, tras la firma del pacto climático alcanzado en la capital francesa, 64 países redujeron, aunque no lo suficiente, sus emisiones. En cambio, en 150 países aumentaron. A nivel mundial, las emisiones crecieron en 0,21 mil millones de toneladas de CO2 por año durante ese periodo en comparación con 2011-2015. Así lo recoge un nuevo estudio publicado en Nature Climate Change y realizado por especialistas de la Universidad de East Anglia (UEA), la Universidad de Stanford y el Proyecto Global del Carbono
Las restricciones sanitarias no son la solución
En 2020, las medidas de confinamiento para hacer frente a la pandemia de COVID-19 reducirán las emisiones mundiales en 2.600 millones de toneladas de CO2, aproximadamente un 7% por debajo de los niveles de 2019. En España, un 10,5%. No obstante, esto no es más que un espejismo que distorsiona la realidad.
De los 36 países de ingresos altos, 25 vieron disminuir sus emisiones durante 2016-2019 en comparación con 2011-2015, incluido Estados Unidos (con una disminución media anual del 0,7%), la Unión Europea (0,9%) y Reino Unido (3,6%). Las emisiones disminuyeron incluso cuando se contabiliza la huella de carbono de los bienes importados producidos en otros países.
Treinta de los 99 países de renta media-alta también redujeron sus emisiones durante 2016-2019 en comparación con 2011-2015. En cambio, las emisiones de China aumentaron un 0,4%, eso sí, mucho menos que el crecimiento anual del 6,2% de 2011-2015.
El grupo de especialistas insiste en que 2020 ha sido un ‘botón de pausa’ que no puede continuar de forma realista mientras el mundo dependa abrumadoramente de los combustibles fósiles. Las restricciones sanitarias no son una solución sostenible ni deseable para la crisis climática, recuerdan.
«El descenso de las emisiones de CO2 a partir de las respuestas a la COVID-19 pone de manifiesto la escala de las acciones y de la adhesión internacional necesarias para hacer frente al cambio climático», señala Corinne Le Quéré, catedrática de la Royal Society en la Facultad de Ciencias Ambientales de la UEA, quien dirigió el análisis.
Se necesitan recortes anuales de 2.000 millones de toneladas de CO2
Es poco probable, según el estudio, que en 2021 se recupere por completo el nivel anterior de emisiones de CO2. Sin embargo, los autores afirman que, a menos que la recuperación de la COVID-19 dirija las inversiones hacia las energías limpias y la economía verde, es probable que las emisiones vuelvan a aumentar en pocos años.
Las inversiones posteriores a la crisis siguen estando dominadas de forma abrumadora por los combustibles fósiles en la mayoría de los países, en contradicción con los compromisos climáticos, incluso en Estados Unidos y China. La Unión Europea, Dinamarca, Francia, el Reino Unido, Alemania y Suiza son algunos de los pocos países que han aplicado hasta ahora importantes paquetes de estímulo ecológico con inversiones limitadas en actividades basadas en los combustibles fósiles.
«Los compromisos por sí solos no son suficientes. Los países necesitan alinear los incentivos post-COVID con los objetivos climáticos de esta década, basados en una ciencia sólida y en planes de implementación creíbles», afirma el profesor Rob Jackson, de la Universidad de Stanford, y coautor del estudio.
Según las proyecciones, se necesitan recortes anuales de entre 1.000 y 2.000 millones de toneladas de CO2 a lo largo de la década de 2020 y las siguientes para mantener la temperatura entre 1,5 y 2 °C, como pide el Acuerdo de París. Actualmente, el planeta ya se ha calentado más de 1 °C desde la Revolución Industrial debido a las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de las actividades humanas.
La empresa Danish Crown es cómplice de los incendios forestales extremos en Brasil. El hecho es que hemos investigado quién estuvo detrás de los incendios catastróficos del año pasado. Encontramos una conexión directa con Danish Crown que ha comprado carne de vacuno de varios mataderos que comercian con ganado de las zonas de fuego humeantes.
Exigimos que la Danish Crown se distancie inmediatamente de los tres grupos brasileños de mataderos JBS, Minerva y Marfrig, y detenga todo el comercio con ellos.
El incendio deliberado de la industria ganadera brasileña es un escándalo internacional, sobre todo a la luz de la crisis mundial del clima y la biodiversidad.
El hecho de que Danish Crown tenga algo que ver con la carne de res en América del Sur puede parecer extraño, ya que la mayoría de la gente probablemente conoce mejor a la Corona danesa como un gigante de la comida en Dinamarca con salchichas rojas y otros alimentos hechos de cerdo. Pero la compañía también opera en el mercado global, comprando carne de Sudamérica para llevarla a través del mundo a Hong Kong.
Entre noviembre de 2019 y enero de 2020, Danish Crown compró y comercializó un total de 1158 toneladas de carne de vacuno de la empresa brasileña JBS, según datos de envío de panjiva.com.
JBS es el grupo cárnico más grande del mundo. JBS obtiene su carne de los ganaderos en el humedal más grande del mundo en Brasil, Pantanal. Estos ganaderos han estado involucrados en los incendios en 2020, son altos responsables de la amplia deforestación, «lavado de dinero» de ganado y violaciones de las leyes forestales y ambientales de Brasil.
https://www.greenpeace.org/denmark/vi-arbejder-med/land/pres-danish-crown/