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Aunque en los últimos 50 años el cambio climático ha quintuplicado el número de desastres, la mejora de los sistemas de adaptación a ellos –como las alertas tempranas– ha hecho que su mortalidad sea casi tres veces menor. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) publica el informe más exhaustivo hasta la fecha sobre mortalidad y pérdidas económicas por fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos ocurridos entre 1970 y 2019 en el que concluye cómo las alertas tempranas pueden salvar vidas a pesar del aumento de eventos de este tipo. Según sus datos, la cantidad de personas fallecidas por este motivo pasó de más de 55.000 en la década de los 70 a menos de 20.000 en la década de 2010.
En los años setenta y ochenta del siglo pasado se registró una media de 170 muertes diarias causadas por fenómenos extremos. En la década de 1990, ese promedio se redujo en un tercio, hasta situarse en 90 víctimas al día, y luego siguió bajando en la década de 2010, hasta llegar a 40 muertes diarias.
No obstante, los más de 11.000 desastres ocurridos entre 1970 y 2010 y atribuidos a peligros meteorológicos, climáticos e hidrológicos ocasionaron algo más de dos millones de víctimas mortales y 3,64 billones de dólares en pérdidas. Más del 91% de esas muertes se produjeron en países en desarrollo.
Las sequías son el fenómeno que más vidas se cobra
Los peligros que provocaron la mayor cantidad de víctimas mortales durante el período analizado por la OMM fueron las sequías (con 650.000 muertes), las tormentas (577.232 muertes), las crecidas (58.700 muertes) y las temperaturas extremas (55.736 muertes). En África, la mayoría de las muertes asociadas a desastres se produjeron durante las sequías en Etiopía en 1973 y 1983 (400.000 muertes), en Mozambique en 1981 (100.000 personas fallecidas) y en Sudán en 1983 (150.000 muertes).
Las tormentas, por su parte, son el peligro al que se atribuyen cada vez más desastres y han resultado especialmente mortales en algunas zonas de Asia y América del Norte. Son las primeras en la lista de los diez fenómenos más devastadores en términos de pérdidas económicas con 521.000 millones de dólares, por encima de las crecidas (115.000 millones de dólares). Estas últimas han provocado un gran número de desastres en América Latina, además de la mayoría de muertes por este tipo de fenómenos y las pérdidas económicas más cuantiosas.
Al contrario que la mortalidad, las pérdidas económicas sí se han multiplicado en el periodo de tiempo analizado por la OMM: entre 2010 y 2019 (con 383 millones de dólares diarios de media) fueron siete veces superiores a las registradas entre 1970 y 1979 (49 millones de dólares).
Solo tres huracanes ocurridos en el año 2017 –Harvey, María e Irma– representaron el 35% de las pérdidas económicas totales ocasionadas por los diez desastres más importantes ocurridos en todo el mundo entre 1970 y 2019.
Las olas de calor: el riesgo más mortal de Europa
En Europa se registraron 1.672 desastres que provocaron 159.438 muertes y pérdidas económicas valoradas en 476.500 millones de dólares entre 1970 y 2010. Aunque las crecidas (en un 38%) y las tormentas (en un 32%) fueron las causas más frecuentes de los desastres registrados, las temperaturas extremas se cobraron el mayor número de víctimas mortales (un 93%), al acabar con la vida de 148.109 personas en los 50 años analizados.
Las dos olas de calor extremo de 2003 y 2010 fueron las que provocaron el mayor número de muertes (un 80%): 127.946 personas fallecieron como consecuencia de ambos eventos. Según la OMM, esos dos episodios distorsionan las estadísticas sobre mortalidad en Europa. La ola de calor de 2003 causó la mitad de las muertes en la región (45%) y provocó un total de 72.210 fallecimientos en los 15 países afectados.
Un mensaje de esperanza
«La mejora de los sistemas de alerta temprana multirriesgos ha permitido reducir considerablemente la mortalidad. En otras palabras: nunca antes hemos estado tan capacitados para salvar vidas«, señala como uno de los principales mensajes del informe el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas. Sin embargo, este organismo apunta también a que todavía queda mucho por hacer en este sentido: solo la mitad de los 193 Miembros de la OMM cuentan con sistemas de alerta temprana multirriesgos. Además, las redes de observación meteorológica e hidrológica de África, algunas partes de América Latina y los Estados insulares del Pacífico y el Caribe presentan graves deficiencias
«Se salvan más vidas gracias a los sistemas de alerta temprana, pero también es cierto que el número de personas expuestas a riesgos de desastre aumenta debido al crecimiento demográfico en zonas sujetas a peligros y a la creciente intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos«, matiza Mami Mizutori, representante especial del Secretario General para la Reducción del Riesgo de Desastres y Directora de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.
«Es preciso invertir más en la gestión integral de los riesgos de desastres», dice Mizutori. «Al hacerlo, debemos velar por que la adaptación al cambio climático se integre en las estrategias nacionales y locales de reducción de ese tipo de riesgos. La reducción de las pérdidas causadas por desastres es uno de los objetivos del Marco de Sendái para la Reducción del Riesgo de Desastres adoptado por los Estados Miembros de las Naciones Unidas en 2015. Sin embargo, la incapacidad para lograr ese objetivo compromete tanto la erradicación de la pobreza por parte de los países en desarrollo como la consecución de otros importantes Objetivos de Desarrollo Sostenible», continúa.
En base a las enseñanzas de los últimos 50 años, el informe recomienda formular políticas para abordar los desastres de evolución lenta, como la sequía. También examinar la exposición a peligros y la vulnerabilidad ante ellos teniendo en cuenta el contexto de clima cambiante –que hace, por ejemplo, que las trayectorias, la intensidad y la velocidad de los ciclones tropicales puedan no ser las mismas que en el pasado– y reforzar los mecanismos de financiación frente a estos desastres sobre todo en los países más vulnerables y los pequeños Estados y Territorios insulares.
OTRO CAMINO ES POSIBLE Y NECESARIO.
NUESTRA TIERRA, NUESTRA NATURALEZA.
las noticias sobre cambio climático protagonizan a diario titulares e informativos.
Políticos, multimillonarios y hasta las grandes corporaciones nos dicen que debemos “actuar ya”.
Pero lo que no nos dicen, ni quieren decirnos, es que si hemos llegado a este punto es precisamente como consecuencia de su vergonzoso expolio y destrucción de la riqueza natural. Ni tampoco que sus “soluciones” al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad crearán aún más miseria para los pueblos indígenas y para toda la humanidad.
Los mismos responsables de estos desastres ambientales y humanos proclaman ahora que debemos convertir el 30% de la Tierra en “Áreas Protegidas», un proceso que, en todo el mundo, ha negado a los pueblos indígenas y locales el acceso a sus tierras. Dicen que es una buena idea, ¡pero las Áreas Protegidas no protegen la naturaleza! Los territorios indígenas que están reconocidos SÍ lo hacen. Todas las evidencias científicas así lo avalan y el coste en derechos humanos de ignorarlo es enorme…
Activistas y expertos indígenas y no indígenas explicarán la situación real a los grupos de poder desde el contracongreso «Nuestra tierra, nuestra naturaleza», uno de los mayores eventos en materia de conservación medioambiental. Presentarán una visión que integra plenamente los derechos indígenas como parte de la solución.
Este congreso tendrá lugar en Marsella los días 2 y 3 de septiembre, y ofrecerá una contranarrativa al congreso mundial de la UICN, con la presencia de jefes de Estado, organismos gubernamentales, líderes empresariales, organizaciones conservacionistas, etc.
También protestaremos contra las peligrosas propuestas de la UICN de acaparamiento-verde, abocadas a destruir la naturaleza.
https://www.ourlandournature.org/?lang=es